jueves, 21 de abril de 2022

La gavilladora

“El caso es que yo no sé qué costodias ni leches se les metería en la cabeza o en qué estarían pensando. O sí que lo sé y por eso lo voy a contar por lo que pueda pasar, que en esta vida maños nunca se sabe. Fue al llegarles la jubilación en acabando los años sesenta, el retiro de entonces, el día que les dijeron que debían parar y descansar. Cobrar sin trabajar que bien se lo habían ganado.

Fue entonces cuando los abuelos decidieron por un lado mercar una gavilladora y por otro mantener una caballería. Preparar el balago y echar a sembrar de grano tanto o más que antaño como siempre habían hecho; campos, medianiles y cornejales y hasta las piezas de los agosteros valencianos que envueltos en herencias ni sabían ande las tenían ni daban vuelta de ellas.

Ya se dejaba de ver la parva por las eras, de trillar y ablentar y se guipaban las primeras cosechadoras por los secanos, pero cada dos por tres las veías paradas y se reían indiferentes, aquello no iba con ellos, donde estuviera la hoz y la dalla sobraba lo demás, se averiaban más que el copón bendito, no eran de fiar. Nada, ni nadie es de fiar.

El caso es que después de toda una vida agachando el lomo como animales desde que echaron a andar sin ponerse en pie nada más que lo justo, ir obligaos a la guerra, decidieron, ahora que les decían que podían descansar, lo evidente, hacer lo que les salía de los cojones: seguir trabajando, que a ellos ya no les mandaba nadie. Cualquiera sabía que a nadie le pagan sin trabajar, tontos no eran, no se fiaban de ningún gobierno, caciques todos, ni mucho menos de eso de cobrar por que sí, menuda mentira, cuatro perras, una ayudica con la que no se iba a ninguna parte, ni al Mínimo el uno ni al Chato el otro, con lo caro que estaba todo. No creían, y hacían bien, que un pobre pudiera descansar en paz hasta una vez muerto. Sabían que mientras vivieran de una forma u otra los habían de joder y solo querían lo que siempre habían querido, ser libres, no depender de otre, hacer la suya, que para eso habían pasado las de Caín desde zagales y llegaban a una edad que con pie y medio en la Cañadilla lo mejor era tenerlo todo bien atao por lo que pudiera pasar, pues aun habiéndolo visto todo siempre esperaban la próxima sanantonada por vivir”.



Mi padre nos contaba muchas veces dicho recuerdo como una lección vital y ahora en estos tiempos que corren o más bien en los que nos encorren a patadas quienes nos gobiernan, siempre por nuestro bien, me acuerdo muchas veces de él. De ver a mi padre sentado presidiendo la mesa tomando café agarrando la botella coñac y contando los recuerdos que habían llevado hasta allí a la familia, un día de San Roque, un Santo Cristo, en el rigor de los días de semana santa o cualquier día de hacienda.

Gracias papa, una vez más. Y dale las gracias también a Joaquín el Malaco por ponerla a punto hace unos años cuando pensó en la gavilladora y se empeñó en segar el alfaz y el pipirigallo de la Serrana, y unos días por las tronadas y otros por el rocío, aquello no tiraba ni cara el aire por mucho que la afilases y engrasases, “esta como nosotros” te dijo y sentenció, “jodidamente vieja, pa pegarle fuego” y os sentasteis a verlas venir en el ribazo a ver como la recua de zaforas segaba a mano, menudas trazas por su parte y menudas risas os echasteis mientras te atusaba con el humo de la faria. “Dichosa juventud, que no les pase ná”.

Aquella gavilladora, con un par de campañas a sus espaldas y con la que a matacaballo junto con el tío Frascuelo se segó en verde la última cosecha que hubo sobre los terrenos en los que se construyo el viejo matadero, debería estar en un museo. Pero mira por dónde, nos va a venir bien, pues me veo en un par de años volviendo al pueblo, sembrando hasta el último cornejal y abarriendo ribazos, vida noble y pura, cosas que realmente importan. La azada como gayato, segando, trillando, mirando al cielo, ablentando, agachando los riñones, jurando como el abuelo José, en todos los santos menos el del rabal y San Roque, jodiéndome de frio y de calor por salir adelante y pidiendo a gritos al Nazareno me lleve pronto. Mientras riéndome, como el abuelo Casimiro, zoqueta en mano afilo la hoz y la dalla y repaso la horca sabiendo que un día mis hijas tendrán que echar mano de ellas.

Articulo publicado en El Comarcal del Jiloca, abril 2022

lunes, 11 de abril de 2022

Arastreadores de epidemias: Crónica de Calamocha 1918

Llega la gripe en el primer trimestre:

 

Que se publique un bando para hacer saber al vecindario que los días 24, 25 y 27 del actual de dos a tres de la tarde se procederá a la vacunacion y revacunacion obligatoria en la casa Ayuntamiento según mando del médico titular.

 

Avanza el año cara el frio y la cosa se pone seria

 

En virtud de la circular del sr Gobernador civil a petición del del Concejal don Carlos Martín, suplicar al señor Alcalde la urgente necesidad de que se reúna la junta de Sanidad para que aporte las medidas necesarias sobre higiene y salubridad publicas

 

Y se tomas más medidas

 




Que con motivo de la epidemia reinante denominada “La Gripe” y de las medidas tomadas por la Junta municipal de Sanidad fueron tomadas las medidas siguientes: que se abonen cincuenta céntimos diarios al sereno municipal y dos pesetas diarias para un hombre; Los cuales estarán encargados de la custodia de los enfermos atacados el uno de noche y el otro de día, no permitiendo la entrada a persona alguna que no este autorizada para entrar en la casa del enfermo atacado.

 

Y se reúnen sin parar

Que en vista del estado sanitario de esta localidad se celebrara una sesión para tratar este particular entre el ayuntamiento, junta municipal y  junta local de sanidad hoy mismo

 

Y como suele pasar, siempre hay quien ve el negocio, pero el ayuntamiento le da largas

 

Desestimar la proposición presentada a este ayuntamiento para desempeñar el cargo de “Arastreadores de epidemias” hecha por don (,,,,) y otros en la que piden ocho pesetas diarias para cada uno, durante la enfermedad contagiosa denominada la “gripe”

 

De las actas del ayuntamiento de la villa

viernes, 25 de marzo de 2022

En los confines de la tierra

 

En los confines de la tierra

“En el nombre de Cristo y de su divina clemencia, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Amén. Yo Raimundo, conde de Barcelona, príncipe de Aragón y Señor de Zaragoza y Daroca, situada esta última en los confines de la tierra…”

Un buen día, ¿a quien no le ha pasado? Caminando más allá de los confines de la tierra en el lugar que te viera nacer, orgulloso, te has sentido el ser más afortunado del mundo al tiempo que un escalofrío como el último rayo que partió y tiño de negro el chopo que dejaste atrás te detiene y recorre el cuerpo amenazando con llevarte el alma. Parado en seco como tu mismo corazón, giras a tu alrededor con la vista perdida en la roya tierra que surcas eternamente delimitada por ocres y verdes, donde el frio y el sol se funden en una misma cosa y es entonces cuando te preguntas ¿qué habría sido de ti de no haber tenido la suerte de nacer allí mismo?

Te recuperas con la torre de la iglesia calamochina a la vista te sientes a salvo y llegas a la conclusión de que de no haber nacido en Calamocha. Monreal o Daroca habrían sido los lugares elegidos.

Hoy aún lo tengo más claro y la próxima vez que me deje llevar por el camino real y cuando menos me lo espere fundido entre su tierra un nuevo escalofrío me recorra el alma y me detenga el corazón, sin duda, pensare en lo evidente: de no haber tenido la suerte de ir a nacer en Calamocha me habría gustado hacerlo en Daroca. Recuperare el aliento, el pulso, buscare en el horizonte una vez más como guía la salvadora torre calamochina, esta me devolverá la tranquilidad y comenzaré andar cara Mont Real.

Ya no albergo duda alguna de donde haber llegado a ver la primera luz después de leer en las ultimas tardadas de invierno a Pascual Sanchez, caballero sin espada. Darocense que viene a recordarnos a unos pocos y asombrar a los mas lo que un día fue su ciudad y sus confines, sus pobladores, caballeros y menos caballeros, cristianos o no, iglesias, hospitales, conventos, cofradías, su sangre derramada en mil y una batalla, obras faraónicas, amores, leyendas, conspiraciones y hasta reyes y no pocos, pues casi se puede decir que no hay rey de España que no haya estado allí.



Tuve la suerte años atrás; Hablo de cuando la comarca era otra de conocer a toda mi quinta darocense compartiendo pupitre en el instituto calamochino y doy fe casi cuarenta años después de que eran unos magníficos embajadores de su tierra, sin duda soberbios, pues casi todo cuanto nos va a contar don Pascual, era por ellos a grandes rasgos pregonado y por nosotros, los villanos, escuchado con tanta atención como incredulidad. Su ciudad a principios del siglo pasado tenía ni más ni menos que siete casinos, lo cual se dice pronto, más si la comparamos con Calamocha. Siete de todo. Ellos eran ciudad, nosotros y Monreal tan solo villa. Heroica ciudad dormía la siesta.

Vengo de leer entre sus muchas obras la más reciente Relatos de Daroca y otros lugares. Cuando mi madre me vio llegar a casa con el libro, lo tomo y dijo “En cuanto lo leas, me lo traes”. He de reconocerlo, cuando recibe el Comarcal su articulo es el primero que lee. “Cuenta unas historias tan bonitas”

En plena pandemia leí Setenta Leguas, con la historia de los Sagrados Corporales y hasta escribí una reseña para publicar aquí mismo por las no fiestas del Corpus de 2020 pero la falta de espacio, la pandemia era la prioridad, lo impidió, en cualquier caso, meses atrás para el Centro de Estudios del Jiloca por fin la reseñe y la verdad no me complique mucho, lo hice en dos palabras: Obra maestra

Acabo ya; Tan solo recordar e invitar a leer a aquellos que no se cansan de decirnos que fuimos y somos tierra de paso. Nada más lejos de la realidad, pues nuestra tierra, para que nos entendamos, es más bien una pasada. Basta con mirar atrás y leer. Leer para creer cuanto paso y adivinar cuanto pueda quedar por suceder en el centro mismo de la tierra conocida.


El Comarcal del Jiloca 17 de marzo de 2022

martes, 8 de marzo de 2022

Crónica de la villa de Calamocha medio siglo atrás: Si de verdad queremos un Calamocha grande

 (Año 1967 Decía así la crónica del Noticiero firmada en este caso por un anónimo Corresponsal: 

Esperemos que una vez terminado el Matadero Industrial continúe dando mayor renombre a nuestro pueblo como sustituto de nuestra fábrica de mantas que tanto auge dio a la vida local y que por imperativos obvios de exponer, cerrara sus puertas a días vista. No queremos ultimar este renglón sin dedicar un recuerdo a la familia Daudén en su ancestral ligadura a Calamocha en este momento que la adversidad oprime a sus deudos en el dolor.

Calamocha lleva implícito un marchamo ascendente si queremos con lentitud, pero en la seguridad de sus cortos pasos. Un día no lejano podremos hablaros, de centralización, de agrupación, de convivencia más próxima con sus pueblos comarcanos, pues ya en la actualidad lo está acusando como capitalidad de esta ribera del Jiloca y sus tierras radiales.

Ahora solo falta que esas gestiones que nuestras autoridades llevan con tanto acierto, tesón y alegría culminen en la obra que todos esperamos desde las dos últimas décadas pasadas. La creación de un centro de estudios a escala nacional. Este será el acicate que ha de servir de centro de unión inestimable. Como todavía estamos asomándonos al ambicioso proyecto no podemos aportar más detalles.

Un día traeremos a estas columnas al artífice de esta obra, nuestro alcalde. Si antes no se marchitan sus proyectos y buenos deseos, que como todos recordareis paso en circunstancias análogas. Enhorabuena y adelante)


Don Amable Moragriega Martin nos dejo escrito, en forma de artículos de prensa, cincuenta años atrás unas crónicas realmente magnificas de la villa, de esa Calamocha a veces abocada al abismo mas siempre ilusionante en la que vivía pero sobre todo de aquella en la que anhelaba vivir.

 Unas veces, intuyo, firmaba con su nombre y otras simplemente como corresponsal, o seudónimo, pues no olvidemos que el escribir, siempre, ha tenido sus riesgos.

De modo que prácticamente desde que viera la luz el primer calamochino hijo de el frio y las tormentas llegados sus padres de los confines de la tierra, al tiempo que nacía la primera calamochina hija de la tierra roya y el agua que la surca, las preocupaciones de todos ellos en adelante serían prácticamente las mismas a las nuestras de hoy en día.

Sin remontarnos, a las noches de los tiempos al abrigo de Santa Bárbara y el raso de la Dehesa, tan solo a unos cincuenta años atrás, veamos que nos contaban las crónicas calamochinas, que ya advierto es poco mas o menos, lo mismo que las actuales, en este caso de la mano como ya he dicho de don Amable Moragriega Martin


Recoge El Noticiero, periódico zaragozano muchas cosas, entre ellas ese sentir calamochino tan propio de echarse la comarca a la espalda, le corresponda o no hacerlo, más después de la desaparición de los ayuntamientos cercanos, esa preocupación a veces mal interpretada. El cambio físico del pueblo con las nuevas construcciones, la industria y el comercio, como garantes del porvenir y el bienestar. Como no, con el cierre de una empresa otra debe abrir. Todo lo cual no dan al ayuntamiento sino “problemas de dimensiones insospechadas”. El reto demográfico, la amenaza de la emigración. La enseñanza, la lucha por apertura, entonces del instituto, ante el peligro de “ponernos a vegetar” en lugar de cultivar alma y cuerpo. Apuesta por la actividad física y como no el eterno problema de los servicios sanitarios. Todo de rabiosa actualidad ayer y hoy.





EL NOTICIERO Marzo de 1976

Amable Moragriega Martin

La enseñanza y asistencia médica, los dos problemas mas importantes de la comarca

Si no se toman medidas urgentes desaparecerán los habitantes de la comarca

La imagen mas expresiva de lo mucho que Calamocha ha progresado nos la ofrece, elocuentemente, la bella estampa que forma su conjunto físico, urbanístico y arquitectónico.

La importancia de su industria y comercio, la revelada actividad fabril predominante sobre otros sectores laborales, base del equilibrio económico social, y del porvenir histórico de la villa, e inmersas todas las entes naturales en la política positiva e ilusionada de participación, el pulso y el latido comunitario se vigoriza y las aspiraciones generales alcanzan paulatinamente las cotas más altas de desarrollo y bienestar deseadas

De ahí que al ayuntamiento se le presenten problemas de dimensiones insospechadas dado que a satisfacer las necesidades mínimas de sus administrados debe inclinarse y dedicar sus efectivos y actividades.

El hecho de que los servicios públicos del municipio de Calamocha sean múltiples y extensos nos lo demuestra palmariamente el montante de su presupuesto ordinario del ejercicio actual que alcanza la cifra de 12.125.000 pesetas mientras que su censo de población, en 31 de diciembre de 1975 arrojo la cifra de 4.715 habitantes de hecho, 290 menos que en la misma fecha del año 1970 incluidos los once Barrios anexionados en este último lustro. 

Y refiriéndose a este aspecto demográfico conviene aclarar que todos los barrios incorporados suponen 464 habitantes, algo menos de una quinta parte dentro de estos últimos cinco años, habiendo por el contario aumentado Calamocha (Capitalidad) 238 habitantes en idéntico espacio de tiempo, cuyo movimiento evidencia esa tendencia migratoria de los núcleos rurales hacia las capitales y centros industriales, fenómeno que por otra parte no hallará freno ni remisión mientras no se potencien debidamente las cabeceras de comarca como esta, a las que pertenecen. 


Deficiencias en enseñanza y asistencia médica.

Y al tratar asimismo sobre este tema siempre acuciante y candente, no se puede omitir hablar de los dos problemas de mas trascendencia e importancia para Calamocha y su comarca: Enseñanza y asistencia  medica


Si de verdad queremos un Calamocha grande, como nos decía el profesor López Medel en el acto cultural de proclamación de la Reina de las Fiestas del año 1974 habrá de resolverse el problema que la enseñanza le plantea; por lo que si el maravilloso Colegio Libre Adoptado, no se habilita para impartir las enseñanzas de Bachillerato y COU como Instituto Nacional de Enseñanza Media y pese a lo que opinan algunas personas “doctas en la materia”, apoyándose en datos estadísticos fríos e ineficaces ante realidades humanas, sociales y económicas como las que concurren, no lo conseguiremos, lo que unido al problema de la asistencia sanitaria: falta de centros, medios, etc, es lógico que nos haga temer por una muerte lenta pero segura de todas nuestras estructuras básicas.

Si, asimismo, no es menos cierto que disponemos de un soberbio Colegio Nacional de Educación General Básica cuyo problema de enseñanza en Calamocha lo teníamos resuelto, que su conservación, mantenimiento de servicios de limpieza, calefacción y luz probablemente gravara con mas de 800.000 pesetas anuales el presupuesto de gastos del ayuntamiento, y por otra parte se cuenta con unas instalaciones deportivas maravillosas, tales como campo de futbol, cancha de tenis, pistas de atletismo, piscinas públicas, etc. de tanta importancia e interés para la formación física, incluso Coso Taurino, también es realmente triste que carezcamos de aquellos otros medios imprescindibles y prioritarios para potenciar aquellos sin los cuales, irremisiblemente generaría en una vida puramente vegetativa ¡Qué otra esperanza nos brinda!

Por otra parte la carencia de Centros Asistenciales idóneos y suficientes, y junto a ello de medios materiales y técnicos indispensables, (hasta presumo que de equipo de Rayos X) son motivos de preocupación constante del hombre y aguijón también para su familia, para buscar otros lugares donde no peligre tanto su integridad física, circunstancias que corroboran el hecho de que el mayor contingente de enfermos y pacientes que proporciona a los Centros Sanitarios de Teruel, lo da en proporción considerable, Calamocha y comarca.

Por todo ello, es de presumir se resuelvan ambos problemas con la urgencia que exigen ya que en otro casi (in extremis) la emigración que a partir de ello se produzca lo seria en esta Comarca, hacia lo eterno, hacia lo infinito.

Amable Moragriega Martin

  


jueves, 24 de febrero de 2022

Balbina

Hubo un tiempo, en apariencia mecido por una vida tranquila a lo largo del cual el verano discurría apacible en un claro sinónimo de reencuentro y recuerdo frente a un futuro que los mayores depositaban en nuestras manos con la resignación de que lo principal seria la suerte. Días por parte de los mayores que en su juventud se joparon de volver a coger la maleta y el tren y regresar a la tierra que les vio nacer. A una u otra casa de la familia que eligió y no tuvo más remedio que quedarse. 

No calía hacer planes como mucho subir un rato a Torrijo, Blancas, Camañas, tan solo querían ver a la familia y charrar a lo largo del efímero verano. Interminables conversaciones que nunca se repetían, ¡habían vivido tanto! La casa conforme avanzaba el veraneo iba viendo sus habitaciones ocupadas con los agosteros parientes cosechadores de recuerdos llegados de Valencia, Barcelona o Francia. Los días de San Roque sentir valenciano, catalán y francés te transportaba a un mundo tan maravilloso como inolvidable. 



Hoy vengo a recordar a “la Balbina” Ella sobresalía con luz propia, brillaba su voz, su atenta conversación, su risa. Su sola presencia lo iluminaba todo y la casa se impregnaba de su cocina en torno al huerto, el corral, las gallinas y conejos pasando por el granero y la conserva, el pernil y el cañao con tomate. Vino de la cooperativa con La Pitusa, cerveza y café. Aquellos días que tanto echo de menos eran agua de la fuente del bosque, días en los que no pasaba nada, remanso de paz familiar, eternos, todos igual, todos diferentes. Por las mañanas el paseo obligado cara la compra en un rabal desconocido, capazos de una u otra índole se sucedían. Sobremesas en torno al Café Aragón de aquella vieja cafetera francesa, la calorina y la siesta, el paseo a la fuente, la cena, la fresca y el catre. Durante años la Balbina y el Victor llegaron a tener su propia casa, un piso en la carretera junto al Molina frente a lo de Gimeno, un tercero a cuyo balcón miro abrazado por la nostalgia de haber vivido días mejores. A última hora ya vendido venían a casa. Fue el día de San Roque de 1995, fecha de la foto, la última vez que comimos juntos. El día que me fui a la mili, el día que la Felisa nos sorprendió a todos después de tantos años e infinitas conversaciones con que había mantenido correspondencia y conocido a Manolete en Córdoba; A quien visitaba cada vez que toreaba en Valencia en el hotel, con la puerta abierta como mujer casada que era, pero eso ya es otra historia.

Hoy vengo a recordar a Balbina de Plumed y Sanchez quien vino a morir en Barcelona a causa de la edad la pasada navidad en torno al mismo día en que había nacido 96 años atrás en su querido Pozuel. Lugar en el que se casó con mi tío abuelo el torrijano Víctor de Meléndez y Gracia a mediados de los años cuarenta. Aquel fue su primer destino como secretario de ayuntamiento terminado el calvario de los estudios y la guerra. Luego la vida sería un discurrir de amor de un lugar a otro en busca de lo mejor para la familia, ¡tantas casas! vidas, amistades de ida y vuelta. Lechago, un Navarrete tenebroso, Albentosa y su partida de guiñote, alcalde, maestro, y un cura calamochino como dios parece que siempre mando, tierra de maquis. Los hijos llegaban Maribel, Rosa, Viçen y la arribada con un botijo roto al cruzar el Ebro a la altura de Tortosa, a la tierra prometida, al país de Josep Pla, donde nacería la pequeña Mar. Ya en Cataluña un pueblo tras otro hasta Barcelona. 

Bajo los acordes de una jota en directo, piano y violín la familia le dijo adiós. Sonreiría, bailaría y al tiempo que se despedía de todos se subiría al cielo a ver si al Víctor le faltaba algo. Gracias, tía, más pronto que tarde volveremos a estar juntos y por fin tendremos la eternidad que la vida nos negó para contarnos tanto como quedo pendiente.

Publicado en El Comarcal del Jiloca Febrero 2022

miércoles, 16 de febrero de 2022

Un hecho de milagrosa apariencia en la Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar

Curación instantánea de un enfermo crónico de reuma y casi paralitico

Ante el asombro de los devotos se levanto alabando a la virgen

Ayer tarde circulo por la ciudad la noticia de que en el Pilar había ocurrido un hecho prodigioso, una de esas curaciones típicas. En efecto algo extraordinario sucedió en la Santa Capilla de lo que informaremos a nuestros lectores con todas las reservas propias de estos casos, ya que ni la Iglesia ni la Ciencia médica, han hablado todavía. Nos valemos pues de informes vulgares, a través de testigos simples, cuyo testimonio hace pensar en que efectivamente se trata de un milagro, pero sin que este pueda afirmarse rotundamente todavía.

¿Quién es el sujeto del hecho? 

Se trata de don Clemente Catalan Catalan de 59 años de edad vecino de Calamocha. Es un hombre enjuto, bien conservado se adivina en el un temperamento nervioso, una inteligencia muy clara, un gran sentido de ponderación.



Padece desde hace 14 años de reuma y ciática. Hace unos cuatro años se agudizaron sus padecimientos, hasta el punto de no poder andar algunas temporadas, y hacerlo siempre con dificultades. 

Toda su vida había figurado como republicano, pero siempre ha sido un ferviente católico.

Cuando sobrevino el actual movimiento patriotico fue llamado por el Capitan de la Guardia Civil de Calamocha y acepto el cargo de alcalde de dicho pueblo, soportando el enorme trabajo consiguiente y la grave responsabilidad de estos momentos.

Esto agravo su enfermedad hasta el punto de que el trece del corriente solicito confesión, administrándole los sacramentos el capellan de las Madres Concepcionistas de Calamocha, don José Sanz con quien tuvimos el placer de conversar ayer y nos confirmo estos detalles.

Desde hace veinte dias no podía andar por sus propias fueras y esto motivo a don Clemente Catalan, a solicitar del gobernador que lo revelase de su cargo de alcalde. Asi se le concedió, pero instándole para que continuara en el Ayuntamiento como teniente de alcalde.

En el día de ayer vino a Zaragoza en tren y desde la estación fue llevado en coche a casa de sus sobrinos, en el Paseo de la Independencia 26.

¿Cómo sucedió el hecho?

Siempre en automóvil fue al Pilar a las cuatro y media de la tarde. Su sobrino don José Lázaro Catalán, medico de Argente y otro familiar lo entraron en el templo. El señor Catalan se apoyaba además en dos cayadas.

Trabajosamente se arrodillo en la Santa Capilla. Cuando llevaba unos momentos orando se levanto de improviso por si solo gritando: 

¡Virgen Santísima! ¿qué es esto?, ¡estoy curado!

Su sobrino temiendo que le ocurriera algo anormal fue en su ayuda y quedo asombrado al ver que su tio había arrojado los bastones y saltaba sin cesar de prorrumpir en exclamaciones.

La gente se dio cuenta de lo que ocurría y numerosos devotos se aproximaron a ver al enfermo curado de manera tan extraordinaria. 

Inmediatamente don Clemente Catalan presto declaración, asi como varios testigos presenciales, ante el capellan de la Santísima Virgen, don Cesareo Garcia. 

En aquel momento llego nuestro redactor y le confirmaron todo lo relatado los testigos don Pascual del Pico Benito, celador de los Caballeros del Pilar, don Fermin Marin Lobera, doña Margarita Marin de Perez, doña Magdalena Egido, y doña Francisca Gomez, asi como el sacerdote don Fabian Alcaine que habían coincidió en el tren con el señor Catalan y había apreciado la intensidad de su dolencia.





Después de prestar declaración salio don Clemente del Pilar por su pie y tuvo que tomar un coche para librarse de los curiosos. Dejo el vehículo en casa de unos parientes de la calle de Pignatelli y desde allí hasta el domicilio de sus sobrinos en el paseo, marcho andando sin ninguna dificultad, libre de los intensos dolores que momentos antes le atenazaban.

Esta es la versión autentica del suceso, que hemos podido recoger en toda la pureza de los primeros momentos. Su interpretación como posible milagro, muestra del favor de Nuestra Santa Patrona, queda para quienes poseen la suprema autoridad, en estas materias delicadísimas. 


El Noticiero. Octubre de 1936