miércoles, 14 de agosto de 2013

La Palanca de Los Molinares.

"A Jarve, pasare por La Palanca"
 
Cada tanto, conforme te alejabas del pueblo hacia las tierras de labor, había una Casilla, una Palanca, en medio de los campos, aprovechando cualquier cornejal sin cultivar, tierra de todos y de nadie, allí, caprichosamente en apariencia, surgía una. En aquellos días, todo nos estaba por descubrir.
 
Te sorprendía el hecho de que ninguna tenia puerta, era casa de todos y de nadie, y era también inevitable acercarte entre curioso y gabache, para asomarte a su interior  como si entrases en un castillo abandonado esperando, con temor a ser descubierto,  encontrar algún tesoro.
 
Ya entonces aquellos viejos pitañares y cuchitriles, estaban a medio hundir, hacia ya años que los unos por los otros, la casa sin barrer, no se arreglaban, uno se llevaba unas tejas, otro unas vigas, al fin y al cabo eran suyas, ellos las habían heredado de sus padres y abuelos, arreglado, y finalmente, dejado agonizar y hundir, porque ya no tenían utilidad alguna, y nunca hemos estado para tirar, ni antes ni ahora. Tractores, coches, la maquinaria, lo cambió todo, también a buen seguro a las personas, acorto las distancias y hasta el tiempo. Venció.
 
Nadie, ni agosteros ni del pueblo,  dormía en ellas los días de siega cuando se trabajaba de sol a sol, con tal de no perder ni un minuto de luz, y ya nadie se resguardaba en ellas, ni hombres, ni caballerías, los días de tormentas, con miedo a que un mal rayo les partiese como le paso al pobre aquel, esa maldita tarde que en días asi se recordaba invariablemente, mala suerte, se concluía, una lástima, a charrar, fumar, cascarle un trago a la bota del otro y esperar a que escampase. Tal vez algún vagabundo norteño o portugués perdido, camino del dorado de la tierra y el tiempo valenciano, fue su último morador. Este ha sido un verano de Palancas, de tormentas, y algún día quien sabe si hasta con San Roque al hombro, se habrá de correr hacia la más próxima.  
 
A charrar de lo que traía el tiempo, de ribazos y de pleitos, de cacicadas, de animales y malas cosechas, de quien necesitaba de una paliza, y quien de dos, del baile del domingo y de la tia aquella que si se entiende o no con algún civil solterón, y del cura, también mozo viejo, solterón, a quien era menester darle una paliza como a un macho, porque no dejaba de caer piedra verano si verano también por mas que las beatas rezasen, ni una perra por ningún lado, una pena no saber de letra… Que malo ha sido siempre, ser pobre. Mañana será otro día.
 
 
 
La fotografía es del año 1994, en realidad no he vuelto por allí desde entonces, por temor, miedica que sigue siendo uno, a ver lo que no quiere ver, lo que es fácil de imaginar, que se ha hundido, que ya no está.
 
Cuando mandé el recado: “a Jarve, pasare por La Palanca”, en realidad no hacía otra cosa si no enviar un mensaje a través del teléfono móvil escrito,  no ahorrando letras sino mas bien movido por las prisas veraniegas y las escasas ganas de hacer cualquier cosa, que diferencia con aquellos que pasaban las noches y las tormentas en la Palanca, el calor, en suma, que me ahoga ahora.
 
Todo ello con el marco de fondo de estar aquel día en Calamocha y hablar, recordar y escuchar palabras que en cualquier otro lugar ni encuentro ni uso lo uno por olvidadas y lo otro porque no me van a comprender, “lo que hablamos comunicamos”, la finalidad en cualquier momento y lugar no es otra que hacerse entenderse, nadie parece esperar ya que le comprendan, en realidad había escrito, decía lo siguiente, y el receptor del mensaje, así lo entendió y aún comprendió:
 
 “A la hora en que se pone el sol en verano, a la hora en que nuestros abuelos salían a  las Monjas a Jarve, decían ellos, para pedir el turno de riego para la zaica de la Orillada, pasare a echar un Jarve, un trago de agua y charrar de lo que vemos en el pueblo, San Roque nos libre de criticar ni a nada ni a nadie, nos vemos en  la Caseta que tienes en el campo”.

martes, 23 de julio de 2013

Revienta Sapos. El Juego.

 
Dudó el abuelo un instante, para mí toda una eternidad, interrogado con insistencia por los nietos, habidos ellos de encontrar alguna celebridad entre sus mayores. Veremos cómo sale de esta, pensé, no sin cierta maldad, tendrá que rendirse y decir la verdad. No le caldra otra solución.
 
Nunca en la familia hubo nadie que destacase en el terreno de lo que sería el juego, entendido como deporte. Somos del montón, cuasi patosos, la cosa es así, lo más normal del mundo, es menester  haya de todo.
 
A escape y sin problemas, el abuelo lo resolvió con una brillantez enorme, sin mentir ni echar mano de la imaginación. Nos asombro a todos. A mí el primero.
 
En la familia había habido un fenómeno del juego, del deporte, y uno, a mi edad,  lo desconocía todo.
 
Aquellos eran otros tiempos, advirtió, y eso de hacer deporte, no se estilaba, a vuestra edad, yo ya iba de pastor, y mi padre lo mismo, vuestros padres tuvieron más suerte, pero no pasaron de darle patadas a un balón o jugar al escondite en la puerta de casa, también eran otros tiempos los suyos, nada que ver con lo de hoy y el trajín que os lleváis… a pesar de todo, nos lo pasábamos en grande.
 
Escuchar, os voy a contar una historia y así podréis contarla y presumir por ahí, mi padre, tu abuelo, por mi, vuestro bisabuelo, por ellos, allá en Calamocha, hará cosa de sesenta años o más, el otro día, como aquel que dice si no me acordaría, era el mejor del pueblo jugando al Revienta Zapos. El deporte de los Trujales. Así lo definió. Un fenómeno.
 
Todos los veranos, continuo, corroborando sus recuerdos, Fulanito, cuando viene a pasar unos días para las fiestas, y nos encontramos en Los Viejos o ande sea, me lo comenta, tu padre era el mejor, mi padre y mi tío, jamás lograron vencerlo. Cuanto echo de menos aquellos días, cada vez que bebo un trago de vino recio, me acuerdo, en la vida no se me olvidaran jamás aquellas trápalas que se llevaban los mayores en los Trujales jugando al revientasapos.
 
 
Los Hocinos de vendimiar. Nada queda ya.
 
 
El asombro corrió paralelo a la expectación entre todos, había una celebridad en la familia, alguien invencible en el extraño juego, para nosotros ya deporte, del Revienta Zapos, del cual lo desconocíamos todo, pero nos daba lo mismo. Habíamos dejado de ser unos desmanotaos en esto del juego.
 
A continuación el abuelo, trato de explicarnos en qué consistía tan apasionante deporte.
 
Veréis, vuestro bisabuelo era el que se apostaba, jugaba y siempre ganaba, ponía las rodillas en tierra y luego los codos, y luego estaban los otros dos que lo trababan, echaban la espalda al suelo y el uno el tiraba los pies a la cabeza y el otro a los riñones.
 
El juego empezaba y el que estaba a cuatro patas trabao, sin poder usar ni las manos ni los pies tenía que tratar de levantarse, mientras el uno le agarraba el cuello con los pies y el otro le pisaba los riñones, y además estos, se abrazaban para hacer mas fuerza si se ponían en el mismo lado, si no uno a cada lado,  y venga los demás en el Trujal a la hora de la merienda a animar a mi padre para que se levantara.
 
Podía con todos, esa es la verdad, tardaba poco o mucho pero acababa levantándose a puro de tirar de riñones, y entonces, al levantarse los otros caían como sapos al suelo…
 
En todas calles había Trujales y en cuanto veían pasar a mi padre lo llamaban para que entrase a jugar un rato, era la temporada de jugar al revientasapos la de pisar las uvas y hacer el vino.
 
Andaban locos todos cascándole al mocle, al anis con mosto, y jugando, pasabas por un Trujal y ya oías chillar a todos, venga ya están reventando sapos. En fin, puede parecer fácil, pero no lo es, y si no probar a ver qué pasa, lo dicho el Tio Auge tenia mas cojones que una burra capada.
 
Abuelo, no digas palabrotas.
 
¿Qué coño he dicho maña?

lunes, 8 de julio de 2013

¡Déjalos, que se esporriñen!


Lleva tanto tiempo fuera de Calamocha, como yo en el mundo, probablemente más. De vez en cuando viene a verme. Al pueblo ya solo vuelve también muy de vez en cuando, y casi siempre para comprar madalenas; Dice que se levanta un día, se sienta a desayunar, y añora las madalenas, baja a la cochera, agarra el montante se sube al auto y se jopa, va y viene en el día.

Pero ya reconoce, que las prisas ya pasaron, se queda un par de días, pasea, ve a los amigos, no deja de sorprenderse de lo que ha cambiado Calamocha… El jamón ya le cansa, cosas propias de la edad, el esfuerzo de cortarlo puede con él, a todos llegara un día que nos pasara igual, ya no lo echa de menos, se niega a comprarlo fileteado, dice que sabe a plástico, que se lo coman los valencianos, él no.  

¿Quien pudiera ahora beber vino del trujal? me dice con cara de pena, habla, pregunta, recuerda, siempre estamos en las mismas, los de Calamocha, fuera de Calamocha, somos unos pesados, monotemáticos, insufribles, no hay quien nos aguante, no sabemos al parecer hablar de otra cosa, que no sea del pueblo.

Me voy dice, ya no vuelvo mas a verte, te voy a mandar a escaparrar, ¿joder te has enterado de quien se ha muerto?,… y a ti qué más te da, si ni lo conoces. La juventud no conoce a nadie, todo le da igual. Tienes razón le digo, no expliques quien es, no lo quiero saber, menos, si dices vivió en el Barrio. Cuando se muere alguien que no conoces, parece que se muere menos, no me lo cuentes.

 Si es que llevo muchismos años fuera, un día me tuve que ir, para esporriñarme….

 


Entonces, me da la risa, no puedo parar de reírme, el me mira y se calla, seguía a lo suyo, recordando, nunca se acuerda de comprar el libro de Agapito, el de Rubio. Dice que eso le pasa porque cuando va a Calamocha, allí no echa de menos nada, vuelve a la carga, este ultimo año me lo ha contado tantas veces como nos hemos visto, media docena al menos, yo fui a la escuela con la hermana de Rubio, hará unos años la vi en fiestas, si no mucho, asegura, quince o veinte. Se calla, no puedo parar de reírme.

No voy a venir a verte nunca más, no hay forma de llevar una conversación contigo, pareces un navarretino desustanciado, a ti te debían de haber cogido los del Rabal en aquellos años y haberte dado una paliza, no le falta razón. Viene y me abruma, pregunta por todos, y yo apenas puedo seguirle, me sobrepasa, habla, recuerda, empieza, vuelve.... Deja de reírte ya.

Has dicho esporriñarse. Hará otros quince o veinte años que no oigo tal palabra, es asombroso, genial, que después de tantos años, como aquel que dice, ayer mismo, volverla a oír. Me parece sencillamente entrañable que después de tanto tiempo, sigas hablando así, yo de mayor quiero ser como tu.

Pues era tu abuelo el que más nos lo decía: Dejar a los zagales en paz, que ya son mayores, que trabajen, que conozcan gente, que hagan todos los recados, que se vayan esporriñando, que en esta vida les ha de tocar de todo.

domingo, 23 de junio de 2013

La Tarde del Corpus Christi.


En la tarde del domingo 2 de junio el amigo Pepe Tomas me escribió desde su rincón del Mediterráneo, para nosotros era el día del Corpus, aunque caiga siempre en jueves, día grande de la vecina Daroca, en Calamocha, como en tantos otros sitios, se celebra el domingo:

Mi más cordial saludo en esta tarde del Corpus, que por fin nos ha traído la primavera a Mallorca, aunque los cereales ya están casi todos guardados en los pajares...

¿Recuerdas la fiesta del Corpus en Calamocha? Era uno de los tres jueves en los que más relucía el sol... Llevo ya cuarenta años sin verlo...

Me viene al recuerdo la procesión, en la que los niños llevábamos una rama de cerezo, con caramelos... ¡Que tiempos!

 Querido Pepe, bien sabrás lo ocurrido, en Calamocha los cereales este año no llegaran al granero, menos aun al pajar, no habrá ni para casa ni para vender.

De niño cuando llegaban estas fechas y había tormenta corríamos con mi abuela a encender una vela y rezar delante del cuadro de Santa Bárbara, nada teníamos sembrado le recordábamos, pero ella nos decía: Rezamos por los demás, por los que si tienen.

Todo pardina, una catástrofe, toca volver a empezar, tal vez sea que ahora bailamos a los santos mas que les rezamos, no lo sé.

 


Ya ves, tu recuerdo esta en la foto, comulgábamos para la Ascensión, a finales de mayo, y luego el día de Corpus, los niños más pequeños íbamos a misa de doce, con la rama de cerezo, (que mi padre traía de la Ribera, camión arriba, camión abajo, en Calamocha, cerezas, ya lo sabes, prácticamente imposible), o una rama de almendro, o de chopo, ... llena de caramelos, para bendecir, a pie del Palio, toldo aquel que debía tener mas años que entre todos del pueblo.

La foto es de principios de los setenta, de aquellos años de crisis total que ya nadie recuerda, en la foto aún no había llegado, fueron tan grandes, y tan devastadores sus efectos, que debió ser el ultimo año que fuimos niños a la iglesia con el ramo de caramelos, ... tan es así, que no recuerdo más. Se llevo la crisis por delante la foto y todos sus recuerdos. Luego llegarían otras.

El hecho de ir en pantalón corto y nuestras madres de "verano", siempre nos llevaba a pensar, que la foto no era del Corpus, que debía ser otra fiesta, ¿pero cual?. No hallábamos respuesta. Y nos remitíamos el frío que hacia el día del Corpus del año en que comulgue, a juzgar por las fotos, pleno invierno.

Por la tarde ese mismo día, salían los que habían comulgado ese año, salían en procesión llevando unos santos pequeñitos, por ahí están las fotos, por cierto el año que me tocaba además de frio también  llovió y no salimos de la iglesia.

Recuerdos, algún día, hasta veremos llover el día de San Roque en la procesión.
 
PD Ya me contaras, por conducto interno, cuales eran esos otros dos jueves que recuerdas.

lunes, 27 de mayo de 2013

Aquellas tardes de los domingos. ¡Qué grande era el cine!

Sesenta años ya del estreno de Lo que el viento se llevó en Calamocha.

 


De zagal, sentado junto a la tele, cada vez que empezaba una película, solía escuchar:


¿Te acuerdas?, esta la vimos en el cine, "cinemascope" pone en las letras, ¡qué película tan bonita!, ¡qué actores tan buenos! Ya no hacen películas como las de antes. Las hemos visto todas. Es una pena. ¡Y en color! En color debe ser preciosa".


Lo oí tantas veces, que sin saber porqué inevitablemente me entraban las dudas una y otra vez, en torno a si seria o no verdad, si como decían, la habrían visto en el cine, o seria solo fruto de su imaginación. ¿Cómo películas tan buenas como aquellas?, se iban haber visto en un pueblo de tres al cuarto como Calamocha veinte o treinta años atrás. Aquello era del todo imposible.


Mientras, ellos, a lo suyo, continuaban recordando esos días,  al tiempo que transcurría la película del sábado en la tarde o la noche, todos frente aquel viejo televisor Philips en blanco y negro de un solo canal, que un buen día de San José del año 80, exhausto se paró. "Al final pasa esto, ¿te acuerdas?" aseguraban, a escape, al cabo de un rato. Y pasaba.


En unos días el pariente Juanico el Clavillo, apareció por casa y trajo el Philips K12, la nueva tele. Todavía no sabíamos lo que era un mando a distancia, aun quedaba algo de romanticismo en aquel televisor donde veríamos a todo color el mundial de fútbol y la llegada de los socialistas al poder, un par de años mas tarde. Al tiempo que el pariente Juan puso el modulo para ver la segunda cadena que desde apenas unos meses atrás del ya lejano 1982 había llegado a aquel remoto, frío y olvidado cinéfilo rincón de España.


Todo estaba cambiando tan deprisa,  que irremediablemente parecía no haber ya vuelta atrás para nada, o casi nada. Afortunadamente de vez en cuando veíamos  aquellas antiguas películas que mis padres habían visto ya, en el viejo y olvidado cine de Pardos. Por fin en technicolor. Y aquel segundo canal, los viernes por las noches, nos devolvía a los días pasados, y regresábamos al blanco y negro de La Clave, con James Cagney, Errol Flynn , en las películas de Raoul Walsh, Al Rojo Vivo, Objetivo Birmania...


Hace años deje de dudar de sus recuerdos, el tiempo les dio la razón, y el cartel que puede verse es una buena prueba de ello. Efectivamente de jóvenes no solo vieron cine, si no además del bueno, conocían las películas, amaban al León de la Metro, sentían pasión por Alan Ladd, Glenn Ford, James Stewart, y el alto, grande y feo, John Wayne, Cary Grant, Rod Hudson....y más allá por Sofía Loren, Llina, Elizabeth Taylor, Grace, Vivian, Doris... las grandes películas de vaqueros, romanos, piratas, aventuras y alguna que otra historia de amor y eternos musicales de Gene Kelly y Fred y Ginger. Efectivamente conocían todos los finales, no por imaginarlos, si no por haberlos visto.


Debió ser un cine magnifico, unas tardes de domingo inolvidables:

Todo se lo llevó el viento: los blancos vestidos de muselina de Escarlata O´Hara, las fiestas campestres en las plantaciones, los consejos de Mamy, las maniobras de Rhett Butler… Amores, pasiones, intrigas, esperanzas, ilusiones…Todo se lo llevó el viento de la Historia y el Cine nos lo ha vuelto a traer en una película excepcional.
 
LO QUE EL VIENTO SE LLEVO
 
Es la obra cumbre de la Cinematografía Universal, que el público espera con verdadera ansiedad y podrá admirar en el
 
TEATRO IDEAL CINEMA de CALAMOCHA
 
Los días 15,16 y 17 de Agosto de 1954
 
Sesiones de 5 Tarde y 10 Noche
 
Autorizada mayores.
 
AVISO: Por disposición de la Casa Distribuidora, quedan anulados todos los pases de favor.
 
Durante los días de las Fiestas, Bailes y Verbenas amenizados por la
ORQUESTA IRIS
 
Imp. Maicas. Calamocha
 



La película es del año 1939 y se estreno en España en el año 1950, tan solo cuatro años después llego a Calamocha, lo cual puede dar una idea de lo grande que era aquel cine y aquel pueblo, aquella Villa. Debió ser todo un acontecimiento del que se cumplen ahora, o casi, sesenta años, unas fiestas de San Roque del año 1954. Seis sesiones en tres días, casi nada.

Mi abuela Xalta, debió, pagar por supuesto, y ver la película, pues recordaba constantemente la frase "A Dios pongo por testigo..." de la escena final de la primera parte, que  durante años pensé era el final de la película...la usaba como ejemplo de nunca supe muy bien el qué:

"A todas alguna vez nos ha pasado como aquella pobre desgraciada de la Escarlata, mira que no era mala la pobre, pero que de buena no tenia ni gota, aquella que juro no pasar hambre y se tiro a la tierra a comer como los animales. A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre…".

Hoy, casi sesenta años después de aquellos días, les he preguntado por el cine, una pena que los abuelos ya no estén, ¿de que os acordáis?:


"De las películas de Trazan, de las colas que formaba la chiquillería por las mañanas para sacar la entrada a los hermanos mayores en las taquillas del Cañalejo,…Los domingos por la tarde todo Calamocha iba al cine, era un cine elegante. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa. Aquello sí que eran películas bonitas. ¿Españolas?, no recuerdo ninguna, no sé porque no harían”

viernes, 10 de mayo de 2013

Los años de la Cazalla.


Un comienzo.

Lo recuerdo como si fuera hoy, y fue hace casi tantos años, como los que tengo, ni siquiera iba aún con las ovejas,  tendría algunos siete u ocho años, cuando un domingo, sacando las raíces del alfaz para las vacas, allá en la Suertes, vinieron los civiles a llamarnos la atención.

 Sería el año 1945, el Abuelo enseguida los guipo, mira la pareja, ya vienen a por nosotros, algún cabrón nos habrá denunciado. Viéndonos morir de hambre se quedarían contentos, nos echarían un responso y al hoyo. Pobrecicos dirían, no sé dejaron gobernar.

Todo aquello era, como siempre ha sido, por nuestro bien. Todo era, como digo,  por que en aquellos primeros años tras la guerra, en el pueblo, y en todos en general, los domingos no se podía trabajar, había que ir a comulgar, de modo que si te veían de faena, te la jugabas.

Debias salir de casa para ir al campo mudao con la ropa de los días de fiesta para que nadie pensase mal, para que nadie se llevase las manos a la cabeza porque te ibas a ganar el jornal, en lugar de ir a misa.

Alguien nos denunciaría aquel día, o nos verían los mismos civiles, vete a saber, y a la pieza donde estábamos sacando las raíces llego la pareja. El Abuelo todo era jurar, cagarse en dios y en todos los santos, salvo en el Santo Cristo. Eso jamás, de tal cosa presumía, eran otros tiempos, en balde no se hablaba y respetaba al Santo Cristo del Arrabal por encima de Dios, aun siendo, como éramos, del Barrio Bajo.

 Tu pobre Abuelo repartió juramentos para todos los santos, a gritos con todos, con la confianza que le daba el hecho de que uno de los civiles era medio pariente, de allá de la parte de Odón, de la Laguna“Maño, dime quien ha sido”, recuerdo que le decía, “Tío José, no me joda, no se lo puedo contar, qué más da, venga para casa con el zagal y aquí no ha pasao nada…”.

Y  a casa que nos tuvimos que ir. Mira que tenia huevos la cosa. Podía haber sido mucho peor, así que agarramos el montante y a casa. Podía haber sido peor como digo, haber tenido que ir al Cuartel, que además lo teníamos allí en la misma calle donde ahora está el Instituto, te acordaras claro, o a lo peor a misa, escoltaos por los de la capa, el máuser y el tricornio, figúrate si acabamos en misa. La que se hubiera preparao.



Por eso digo lo que digo, nuestros padres, vuestros Abuelos, poco o mucho, antes de salir de casa, tenían que echarse una copa de cazalla, porque si no, no había manera de llevar de ninguna forma a toda aquella gente, beatos, caciques, políticos y demás parientes, todos hermanos y la misma cosa, todos familia nuestra, que se habían propuesto, que los domingos, con una hostia y un poco de agua bendita, viviésemos nosotros los pobres desgraciaos, que vivíamos estilo cáscala, sin orden ni concierto.

Por eso la copa de cazalla antes de salir a la calle, era necesaria, lo mismo que llevar la bota de vino al hombro a todos lados. Sin lo uno, ni lo otro, no se podía salir de casa, y trago va, trago venia, se llevaba mejor todo aquello.

 Tan mal se puso la cosa, que unos meses después, ya nadie salía de casa a trabajar cuando se hacía domingo, ni tierra, ni animales, los domingos a misa, a rezar y comulgar, sin embargo, las fuerzas vivas, los de siempre, se ve que no se quedaron contentos y a escape se dieron cuenta de que nadie trabajaba, pero tampoco iban a misa.

Esta historia es buena también, decidieron tocarles los cojones a nuestros padres, con la Lista,…

Había que ir a misa si o si, y apuntarse en la Lista como que habías ido, luego los beatos, desfaenaos miserables, después de rezar por todos y comulgar, se la leían para ver quien había ido o quien no…

Nosotros nunca fuimos, teníamos otras faenas, el padre de Valero, el pobre Tío Vitos el Sacristán, como vivíamos al lado, pasaba el sábado a casa y decía, José, tranquilo, ya te he apuntao, así se hunda la iglesia mañana con todos esos zancarrones dentro.

Lo primero era lo primero, la necesidad, el trabajo, luego la devoción, no era por no ir a misa,  había cosas más importantes por hacer  que ir a verle el culo al cura mientras cantaba en latín.

Aquella vez que el Abuelo saco el Nazareno, porque yo estaba en la mili, puede que sea la única vez que fue a misa, cuando fue preciso, no fallo, no fue menester ir a buscarlo, que ya sabía lo que tenía que hacer, no era por no ir… había otros menesteres. Y si hubiéramos tenido de que vivir, pues no te digo que no hubiéramos ido a misa, a oler, como todos.

Aún me acuerdo de más, de todos aquellos que nos gobernaron y nos gobiernan, sean quienes sean, que la cosa no cambia, que decía la Tía de Francia. Un día apareció el Tío Colin por casa: José, José… dice radio macuto que pasaran todos estos del rosario y las “hostias” casa por casa y nos quitaran las patatas… nos dejaran lo justo para comer y el resto se lo llevaran para los pobres…

Capaces son estos cabrones, con tal de no trabajar y agachar los riñones en la tierra. Habrá qué pensar algo, ¿algo tendremos que hacer pa joderlos?, no, nos vamos a dejar, y que se coman, si tienen hambre las piedras, así se jodan todos, mecagüen la madre que los pario, no vendrá otra guerra… Y la Abuela se llevaba las manos a la cabeza, “callar, callar, no habléis de eso, redios”.

Teníamos lio otra vez, líos a todas horas y todos los días, para lios los de entonces, así, durante noches y noches, a oscuras y mirando de no hacer ruido, el Abuelo y yo cavamos un hoyo en el corral para enterrarlas bajo el fiemo y dejar cuatro patatos grillaos en la bodega para que se llevasen lo que quisieran cuando pasasen por casa los señoritos del agua bendita de aquellos años de la cazalla, a los que no les bastaba con comulgar para vivir, que tenían que venir a robar a los pobres, para dárselo, … a los ricos, no nos engañemos, lo mismo que ahora y siempre.
 
De los Años de la Cazalla. Recuerdo de La Primera Comunión. Un diez de mayo.