LOS ULTIMOS DE FILIPINAS
Los últimos días vividos entre maestros y civiles hallaron refugio en la
primera puerta del primer porche, en casa Doña Pilar, y en torno a ella giraron
y tuvieron su fin, todos aquellos días recordados, cuando a ella le llego la
jubilación y a nosotros los dorados años de estudiantes en Zaragoza, el Barrio
pareció cerrarse a los ojos de alguien como yo que sigue intentando ver lo
mismo cada vez que vuelve a la casa donde nací. Aparco el coche, bajo y llevo
la vista hacia todas y cada una de las casas que fueron la mía en los años de
la niñez, para perderme en la ventana de la casa de Doña Pilar donde su hija
coloco la pegatina de Naranjito aquella que a todos nos dieron el año de
mundial en la escuela, esa pegatina, hace tan solo unos meses, tal vez días,
comida por el sol, desapareció. Desde que se marchó Doña Pilar su casa ha
permanecido vacía…. El Barrio ya es otro.
Me pregunto cuando acabo todo, cuando aquel Barrio se convirtió en otro,
sin llegar a cambiar, cuando comencé a echarlo de menos, y por que dónde
estaba, me jope, un día me marche, y ya no pienso en volver, “vosotros un día u
otro, os tendrías que jopar de aquí”, nos lo decían los mayores, y en nosotros
sonaba como la más dura de las sentencias, tendríamos que irnos de Calamocha,
precisamente nosotros, los jóvenes, los únicos que habíamos nacido allí.
No se equivocaron, uno a uno, prácticamente todos nos marchamos. No sabría
responder ya a casi nada, sigo volviendo de vez en cuando, salgo a la puerta,
miro a uno y otro lado y me siento en la acera a esperar que una y otra puerta
se vaya abriendo, y vaya acercándose uno y otro al rolde que decía Gargallo, y
charrar, y ver quien asoma y viene paseando por el Rabal o el cuartel… y ver
ponerse le sol por Santa Barbara y las estrellas una vez que se ha hecho de
noche, y algún que otro murciélago cruza el Barrio mientras en el cielo una luz
parpadea, el avión de las doce que va de Madrid a Barcelona, o al revés, que
más da ya todo
PASAR MIEDO
Un buen día en la fresca, un anodino día de verano, Doña Pilar comento,
tarde o temprano, tendré que bajarme de la bici, me hago mayor, voy a sacarme
el carné del conducir...¿qué les parece?.
Tras el silencio y el consabido asombro por parte de todos, llego el apoyo
unánime del rolde hacia Doña Pilar, no podía ser de otra manera, redios que
Tía, tiene más cojones que una burra capada, es como nosotras. Comenzaba así
una de las luchas más épicas que haya llevado a cabo nadie en el Barrio jamás.
La teórica, nadie esperaba menos de ella, fue coser y cantar, pero aprobar
la práctica, su examen, nos tuvo a todos en vilo durante meses y meses toda una
eternidad, batalla a batalla para ganar una guerra, en Teruel no hay una calle
decente concluía, todo costeras y revueltas.
Guerra la cual un buen día en un recóndito lugar de la ancha y llana
Castilla donde residía alguien que había vivido años atrás en el Barrio, tuvo
su fin. Aparco la bici y empezó a conducir. Todo un ejemplo.
Y ahora, conociéndola, cuando nos pregunte ande vamos y nos diga, sube que
te llevo, como le vamos a decir que no. A nuestra edad, después de tantismo
como hemos visto y pasado aún vamos a saber lo que es pasar miedo.
CIRCO
Estoy recordando otras cosas, cosas que nunca he olvidado, mirando desde la
puerta de casa hacia el cuartel y las casas de los maestros, como aquella vez
que mi abuelo Casimiro nos llevó al circo, yo como el gran cobarde que siempre
fui estaba entusiasmado, allí mismo en la puerta de casa, había un circo y como
en todos los circos, había leones, tigres, elefantes, monos… quería verlos,
pero mentía, y si se escapaban, que haríamos… los civiles tendrían que
matarlos… y que era peor encontrarse por una calle, un león o un tigre, si ya
las vacas que pasaban camino del toro me daban miedo.
Mi abuela dijo que nos llevaría mi abuelo, que a ella esas cosas de las
comedias, bien le gustaban, pero el circo, era para los zagales, y mientras mi
abuelo estuviera con nosotros no estaba ni en el Minimo ni en lo de Santos,
fumando… así que nos llevó con un montón de gente rabal arriba, el circo. Al
verlo me pareció enorme, estaba instalado en la avenida Estación Nueva en el
solar aquel vacío frente a la casa de los curros, donde durante años hubo un
camión abandonado en el que tanto jugamos. Y yo de la mano no me soltaba y
miraba a todos lados y pronto se corrió la voz, no había leones, ni tigres ni
elefantes… ni siquiera monos… para mí fue un descanso, ya podía entrar
tranquilo sentarme y disfrutar… Eran unas sillas rarísimas, yo nunca las había
visto, a escape se plegaban si no tenías cuidado te caías y el escenario estaba
en el centro sobre una tarima asi que había que alzar la cabeza para ver
algo…En cualquier caso, no me libre y pase un miedo terrible, salieron unos
trapecistas, que se balanceaban de un lado a otro, andaban por la cuerda floja,
… y no había red… en cualquier momento
podían caerse … Por fin salieron los payasos y recuerdo reírme un montón hasta
que sacaron un piano y comenzaron a tocar la melodía de “palomitas de maíz” y
alguien salió hacer un numero mortal, sin red… y yo, cerré los ojos a la espera
de que acabase y mi abuelo dijese sin quitarse el cigarro de la boca de irnos a
casa, mientras buscaba en el bolsillo de la americana de pana el paquete de
Celtas para encenderse otro cigarro con el que ya se le acababa y así no gastar
la piedra del mechero, a casa que ya estaba bien de tanto sufrir y
padecer… Al entrar al Barrio, apagaría
el cigarro… maño, no digas que me hemos fumado.
SUE HUBBELL “UN AÑO EN LOS BOSQUES”
Ya en los ochenta, corrió la noticia de casa en casa, allá en el Barrio,
Doña Pilar se había vuelto loca, loca de remate, loca de atar, como una
cabra…Se confirmaba lo que ya todo el mundo sabia. Yo entonces, ni yo ni nadie,
lo sabía, de hecho, lo he conocido recientemente, gracias a un libro que
recomendó Chabier en su blog, y que hace unos días termine de leer, Doña Pilar
decidió seguir los pasos de Sue Hubbell, aunque tal vez fuese al revés, así en
algún momento llego un día, en el cual se sentó a recapacitar, se levantó, y
hablo para decirnos que había decidido dejarnos y marcharse en busca de una
vida sencilla en la naturaleza.
Niña te has enterado de la marcha que ha cogido la tía esta, si tendrá poco
conocimiento, pues no dice que se va del Barrio… y que no va a esperar a
jubilarse como todos, será desustanciada, y donde va a estar mejor que aquí. La
Carmen no salía de su asombro, y mi abuela tampoco, déjala estar, coño ya está
dejada, que haga lo que quiera, pues eso, esta tía tiene más cojones que una
burra capada, más que conocimiento, si dijeras que se va a un piso como se han
ido las demás, con su calefacción, pues aun tira que te va.
Sue Pilar llevaba ya tiempo dándole vueltas a la cabeza, Calamocha le
agobiaba, quizás desde que en parte dejo la bici y el coche le dio una mayor
libertad fue pensando en el trajin calamochino devenido de repente en una gran
ciudad donde a mitad de mañana no se podía ir por ningún sitio… la escuela, el
instituto con toda la comarca rondando, los días de mercado, gente de un lado
para otro. Sue Pilar, ya no aguantaba más, había decidido dejarnos, y tenía dos
opciones, a la hora de abandonar la ciudad y marcharse al bosque en busca de la
tranquilidad que ya entonces se empezaba a echar de menos, o bien se iba cara
la Cañadilla con los pies por delante o bien tiraba para el otro lado y se
marchaba hacia La Rambla Rija donde había decido construir su casa.
LA FRESCA
He pensado como dicen ustedes, dirigiéndose a Perico y Gargallo, de la
gente joven que yo también un día tendré que joparme del Barrio y dejar mi
casa, y no creo que me equivoque pero siempre será mía, nadie se meterá en
ella, ya solo quedo yo como aquel que dice, y Doña Josefina mientras estos
estudien aguantara, pero ya todos se han ido, y los que vienen, se alquilan un
piso, así que me voy allí a lo alto de la Rambla Rija a construirme una casa,
con su gloria para el invierno, y vivir allí cuando este jubilada, porque si no
tengo algo, en cuanto me jubile me iré a Zaragoza y yo allí no sabré estar más
que lo justo, y no quiero que me pille sin nada sin un lugar donde poder
volver, así que haremos la casa y con ya se conducir iré y vendré, aguantando
esta casa tanto como me permitan. Qué les parece la idea, a ustedes que se conocen
las trochas de todos lados. Sera como volver a vivir en Anento o en Lechón.
Perico no tardo en preguntar, en que campo exactamente, y no tardó en dar
su aprobación por mucho que lloviese, o aquello fuese una rambla, Sue estaría a
salvo. Y a escape Gargallo fue a lo práctico, … Pues conmigo no cuente, yo soy
muy poca cosa, y cuando se quede a dormir no me llame para que la acompañe, no
vaya a ser que entre alguno.
Sue Pilar se rio a carcajadas y agradeció el ofrecimiento a la vez que
tranquilizo a Gargallo, entonces usted a un cree que yo estoy de buen ver y que
mejor me cierre la ventana si alguna noche me quedo sola… Me ha hecho usted la
mujer más feliz del mundo.
Hombre pues si, faltaría más, la otra noche mismo que tarde en salir a la
fresca era porque en la tele estaba hablando la Lola Flores y decía que, aunque
ella ya esta vieja y gorda y lo tiene todo fuera de sitio, no hay día en que el
Pescadilla no mueva la cola… Fíjese usted, la de culos que nos hemos perdido
por tontos…
CIEN DUROS
El cuatro latas del gitano, lleno de papel y cartón, estaba aparcado contra
la acequia de los huertos, cara Santa Bárbara, el campo aquel que labraba
Miguel el Trimoto, frente a la puerta del cuartel, el gitano, enrome, hablaba
pausadamente casi llorando, con un Guardia Civil, mano a mano.
El silencio al caer la tarde en aquellas calles era tal, que aun sin querer
te enterabas de todo, yo iba de paso a casa la Teresa a por la leche, y aquella
extraña pareja, hablaba sin parar, una vez uno, otra vez otro. A aquel pobre
gitano la emoción le desbordaba, pero el civil no cedía, quería que aquel
billete de cien duros, quinientas pesetas, un dineral para la época, que el
gitano le había traído, se volviese de nuevo con él.
Finalmente, el gitano metió el billete en su cartera… Déjame al menos, le
dijo, que pode yo los arbustos, esos que tan mala vida empezaban a llevar y que
rodeaban la valla de ladrillo del cuartel, vamos hombre no me jodas, le dijo el
civil, me lo han ordenado a mí, yo me jodo y los podo…guárdate el dinero para
casa, hombre.
Días antes, el gitano, recogiendo papel y cartón con el cuatro latas se
había quedado sin gasolina en la ribera, allá donde vendían las cerezas, en
Burbaguena, … y el Guardia Civil de paisano, camino del cuartel, al verlo, paro
y le presto, en realidad le dio, aquellas quinientas pesetas, que días después
le fue a devolver…Si no fuera por usted aun estaría allí, nadie le quiere
prestar a un gitano, y menos de otro pueblo. Pobrecico decía la Amada, que volvía ya con la leche de casa la Teresa de cara al Barrio.
“UN AÑO EN LOS BOSQUES”
Todo el material lo he comprado en Hernández, bien cerca de casa, y he
pedido que me lo lleve José María. Aquellas palabras pronunciadas por Sue Pilar
en la calma de una noche de fresca sonaron como lo que eran, una sentencia a
trabajos forzados.
Mi padre cargaba el Pegaso Comet matricula TE2838A y nosotros lo
esperábamos a la altura del puente Ratero, donde hacían dedo los que subían a
Tornos y alrededores de Gallocanta cuando se saltaban alguna clase del
instituto para subirnos a la caja en dirección a la Rambla Rija, llegar,
descargar y merendar… Mi hermano, Tolo, Pedro, Jose Luis, y hasta algún día
vendría Vicente Carajillo, con gran visión de futuro, con tal de tratar de
subir nota una vez llegado el curso, subimos a descargar el camión,
capitaneados una de las veces por mi Tío Blas, único enamorado de la idea.
Estos franceses son unos desustanciados, dedica mi abuela de su hermano, quien
veía con buenos ojos, el volverse a España y poner fin a su exilio, más
concretamente a la Rambla Rija a vivir.
Terminada la obra, Sue Pilar viviría en el Barrio durante el curso, y a
ratos los fines de semana y veranos en un lado y en otro, según le daba la
gana. Así no tardo en descubrir los placeres de la vida en el campo, y trato de
hacernos participe de su entusiasmo desbordante.
Sue Pilar requirió de unas cuantas lecciones de agricultura a mata caballo
según avanzaba el calendario, de las cuales tomo buen detalle, si bien siempre
se reservó el derecho a innovar con el fin de poder aportar su granito de arena
a la lógica evolución del hortal calamochino. Pronto se planteó por su parte la
posibilidad de coger dos cosechas de patatas, fallido el intento por su
conservación de un año para otro, probo con coles y espinacas a fin de que
aguantase el invierno, maldijo la borraja y sus pinchos, en esa variedad aun
sin inventar, suave como el terciopelo, maldijo la lluvia acida de la central
de Andorra que quemo sus primeras cosechas, ¿será verdad tanta mentira?, y
mantuvo una durísima batalla con toda clase de lechugas el trabajo requerido y
el escaso beneficio, pues tan a escape como se plantaban se espigaban, y es que
a veces, no hacía caso de los consejos y quería correr mucho, Doña Sue, debe
usted plantar un puñao de lechugas cada quince días, no todas a la vez…
Comenzaron a llegar excedentes de toda clase que bien aprovecharon los tocinos
y gallinas. Debí hacerme una corte para los tocinos y un pitañar para las
gallinas se lamentaba. Sabe lo que hago Doña Rosa, tengo tantas lechugas y
tantas patatas del año pasado, que me cuezo las lechugas con patatas, que le
parece la idea.
Aún recuerdo la cara de mi abuela, preparando la comida en la cocina cuando
Doña Sue le comento su hallazgo, había inventado las acelgas con patatas, pero
sin acelgas, es decir con lechuga, mi abuela se volvió lentamente hasta que le pudo
ver y Doña Sue que le miraba complacida esperando su aprobación, temblo de
miedo y tan solo recibió un escueto. Redios que sanantonada, vamos no me joda.Y
mi abuela siguió a lo suyo, cocinando.
Mujer es que todo me hace duelo.
Entonces Doña Sue, visto que no había descubierto nada, y que de ser
aquello un manjar mi abuela, que más tarde confeso, en otros tiempos haber
cocinado alguna vez su ocurrencia, reparo en mí, apoyado en la fregadera frente
al cesto de las patatas, venga tu muchacho, que un par de años te jopas de
aquí, no te estés parado, que eso ya está hirviendo, agarra esas patatas,
lávalas, pelalas, cortalas a cachos y a la sopera, venga tu una y yo otra, ya
verás que pronto aprendes. Y aquel dia
aprendi.
LA VALLA DEL CUARTEL
Un dia llegue al Barrio desde el Rabal, y me di cuenta, los guardias habían
levantado de la noche a la mañana una valla, unos postes amarillos y una tela
metalica, imposible de saltar para un niño, en realidad, para cualquiera, la
vista se me iba hacia Santa Barbara ya no se veía el cuartel y frente a él, las
casas de los maestros, ya prácticamente vacías, … aquella parte del Barrio
moria.
Ya estábamos en el instituto a un paso de marcharnos para no volver,
primero a Zaragoza y luego, vete a saber donde, Castellon en mi caso. Y la casa
de Doña Josefina, donde antes viviera Doña Pili y Don Pedro se convirtió en el
centro de aquellos días. Camino del instituto llamábamos a Antonio y hacíamos
camino, entre la valla y las casas vacias.
Vallaron el cuartel, pero ya todo había cambiado tanto, que hasta nos dio
pena. Era miedo, lógico y triste, los tiempos estaban cambiando, no era por
miedo a nosotros. Para entonces, alguno de aquellos que vinieron a vivir al
cuartel, como Vicente ya era uno más del Barrio… y tal cual sigue siendo hoy.
PERDIDO
He de terminar ya, cuanto más recientes son los recuerdos, más borroso es
todo, y no consigo ver el final, aparece todo a un tiempo, hechos, personas,
fechas, ya no logro distinguir la realidad de los días vividos con la claridad
necesaria. Pero recuerdo que un buen día
los civiles levantaron la valla, que lejos de separarnos, nos unió, los
maestros se fueron para no volver, poco a poco, y también, un mal día llego la
muerte, de repente, cuando a mediados de los ochenta, mi abuela y la Moracha se
marcharon hacia la cañadilla.
Desde el día en que me asome solo al Barrio o llegue a tocar el timbre
apenas habían trascurrido una docena de años, cuando me marche a estudiar a
Zaragoza, habían muerto mis abuelos, el Tio Perico, la Moracha… Y no sé muy
bien, o quizás no lo quiera saber, si cuando el mundo a mi alrededor comenzó de
alguna manera a cambiar, lo hizo de
repente, o fue poco a poco, mientras sigo sumando momentos que recuerdo a otros
muchos que ya he olvidado. He de dejarlo. De modo que lo que comenzó como un
bonito recuerdo, termina hoy como un dolor terrible a la hora de dejarlo
escrito.
Un final.
Aquel día en que me aleje de la ventana y me asome al Barrio, de un lado
nosotros, partidos por el callejón de los Condas, y de otro los maestros y
civiles, me sentí como el niño dios de Juan Ramón Jiménez. Las casas de
Calamocha, me parecían palacios, las iglesias catedrales y todos, absolutamente
todos, estaban en su sitio, en la tierra, que no en el cielo… todos aquellos a
los que de un modo u otro les debo lo que soy.