lunes, 17 de diciembre de 2018

La noche del frio -30º Calamocha 17 diciembre 1963

Voltaire: No hay verdad que no haya sido perseguida

Nota

A quien por una u otra circunstancia, bien por la curiosidad, bien por el rigor,  llegue hasta aquí sepa que la temperatura oficial del 17 de diciembre de 1963 ( la cual comúnmente los apasionados de la meteorología conocen como el récord oficial de temperatura mínima de España registrada en lugar habitado) se tomo en el Aeródromo de Calamocha, obvio es el decirlo, termino municipal de Calamocha, y para entendernos aun mejor a escasos cien metros de su estación de tren o quinientos del celebre Restaurante Mariano y Manolo de sobras conocido por otro récord, el de la mayor cesta de navidad de España



Heraldo de Aragón. Cartas al director diciembre de 2021


En Calamocha se registró la temperatura oficial, la que consta en los registros oficiales de AEMET, y fue tomada por los militares del Aeródromo situado a unos escasos 50 metros de la estación de tren o 300 metros del viejo matadero de Calamocha su silo de cereal o el conocido restaurante de la cesta de Mariano. Los restos de su caseta meteorológica aún son visibles como el mismo cuartel aun en pie.  

Firmado el parte por el Cabo Juan Cano, jefe de meteorología cuyo testimonio de aquel día pueden escuchar en la fonoteca de Radio Calamocha, junto al del soldado Serafín Catarán y otros más. De allí el parte de temperatura se enviaba al Parque de Viveros en Valencia dado que Calamocha pertenencia a su región militar.

Por su parte ya en el término de Fuentes Claras a lo largo de 1963 comenzaron a trabajar en periodo de pruebas personal civil que se encargarían del VOR, guiar a los aviones, una vez cerrase el Aeródromo de Calamocha, y aun tardo varios años en cerrar, entendido el cierre como tan solo ausencia de militares, pues siguió en activo hasta los ochenta. 

Los aviones necesitaban saber la temperatura en tiempo real al despegar de Madrid o Barcelona razón por la cual se instaló una estación meteorológica en Fuentes Claras así cada vez que despegaban llamaban para preguntar en especial en el turno de noche dado que el aeródromo ya solo hacia el turno de día.

Entre la carga de trabajo del personal civil entre 1963 y mediados de 1964 según puede leerse en la misma no estaba el tomar la temperatura oficial tan es así que lo que luego seria AEMET tuvo que proponerles el tomarla, el hacerse cargo de la estación y pagarles por hacerlo. Una vez llegaron a un acuerdo lo hicieron.

En abril de 1964 el cabo jefe de meteorología Juan Cano iba a ser trasladado, pero antes se desplazó hasta Fuentes Claras para instruir in situ a los civiles en la toma oficial de temperatura, precipitación, presión, horas de sol… para que estos pasasen a ocuparse de la estación oficial y fuesen ellos los que registrasen los datos oficiales y enviaran a Viveros en Valencia las mediciones. 

Todo esta perfectamente documentado en el Archivo de Calamocha y en la fonoteca mencionada.

Desde mayo de 1964 los datos oficiales de la Estación de Calamocha se tomarían en Fuentes Claras hasta 1984 cuando vuelve de nuevo al termino municipal de Calamocha. Donde los primeros datos oficiales de su estación datan de 1933.







En la fotografía aérea, el lugar exacto donde se registraron los 30 grados bajo cero del 17 de diciembre de 1963 en el Aeródromo de Calamocha, termino municipal de Calamocha. Observatorio Meteorológico. Caseta del Gonio



Ahora convertido en Polígono Industrial Antiguo Aeródromo de Calamocha. En la fotografía lugar exacto donde se registraron los -30ºC Serafín Catalan sobre las ruinas de la caseta de meteorología y coordenadas que da el móvil. (Mayo 2021)



Y a continuación una serie de fotografías tomadas en todas las direcciones desde el centro de la caseta




Vista hacia el este


Al fondo a la derecha el Cuartel del Aeródromo visto desde la caseta meteorológica 


Al fondo casco urbano de Calamocha


Al fondo el viejo matadero y el silo de Calamocha


Sin embargo, recordemos que en su día no fue noticia ni para nadie, ni casi en ningún lugar.




Así resumía el tiempo del año agrícola Sept 1963- Agosto 1964 el Calendario Metereo Fenologico de 1965 aquel año de los 30ºC bajo cero en Calamocha

"No hubo grandes fríos"


Casi una década después en 1971 fue noticia




Años después, llegas a la universidad y ves que en el primer manual de Geografía General de España que decides comprar lo reflejan, que aquel mero recuerdo le interesa a alguien mas y tiene su importancia

 





GEOGRAFIA GENERAL DE ESPAÑA ARIEL GEOGRAFIA Manuel de Teran, I Solé Sabaris y J Vila Valenti 1987 

 

El aeródromo de Calamocha se inaugura en 1929 y el primer parte del que por ahora hay constancia es del 1 de enero de 1933

La tradición popular recuerda que una primera "estación" (aficionada) pudo estar ubicada junto al rio en la finca del Castillejo

Ver listado con los lugares y fechas donde ha estado ubicado el Observatorio de Calamocha  al final de la lectura 



 



Al acabar la guerra las instalaciones "se modernizan" y se dota al aeródromo de un gonio, donde se ubica a su vez la nueva estación meteorológica y comienza una nueva serie de datos conocidos que se alargan hasta mayo de 1964, probablemente incluso algunos meses mas.




RESUMEN MENSUAL      DICIEMBRE DE 1963 

OBSERVATORIO AERODROMO DE CALAMOCHA 

Termino municipal de Calamocha 

Firmados por el Cabo Juan Cano

Pueden leer su testimonio a continuación


Juan Cano Jefe de Meteorología Aeródromo de Calamocha 17 diciembre de 1963 30 grados bajo cero 





Documento Archivo de Calamocha

Observar como arriba a la izquierda dice Estación de Calamocha pues en las múltiples reproducciones del mismo que hay en la red, suele estar recortado intencionadamente  
y no solo eso si no que además la segunda hoja del documento nunca aparece en la red, Estación de Calamocha, Municipio de Calamocha y la firma del Jefe de Meteorología del Observatorio el Cabo Juan Cano por supuesto tampoco. 

El resumen de cada mes se recoge en dos folios apaisados, no solo en uno, todo se guarda en Calamocha




Calendario AEMET 1965 CALAMOCHA




CALAMOCHA AMPLITUD TERMICA de récord

70 GRADOS 

Si una estación en este caso  Aeródromo de Calamocha tiene la menor temperatura mínima, récord absoluto de un lugar habitado en España, casi resulta lógico pensar que tendrá a su vez el récord de la mayor amplitud térmica registrada en España para eso que se reconoce como lugar habitado







Amplitud entre los 39 grados de máxima del mes de agosto de 1962 y los -30 grados bajo cero de diciembre de 1963 (Aeródromo de Calamocha (Calamocha))

(JOSE MARIA CAPEL MOLINA Ritmo anual de las temperaturas en España 1998)


Volvamos a la noche del 17 de diciembre de 1963 y leamos el siguiente testimonio de aquel día Serafín Catalan, soldado de aviación


Cumplí el servicio militar como voluntario en aviación. Fueron dieciocho meses. Me incorpore en Valencia, Tercera Región Militar, en septiembre de 1962 y jure bandera en Xirivella tras lo cual me destinaron al Campo de Aviación de Calamocha, donde llegue el 20 de octubre de 1962, licenciándome el 20 de marzo de 1964. El año de la helada, el 17 de diciembre de 1963 yo estaba allí.

Éramos unos veinte soldados, en realidad, diez y diez, pues un mes estábamos de servicio y otro de permiso. Cada soldado tenia su trabajo dentro del normal funcionamiento del campo y necesidades del ejercito. Y entre esos trabajos estaba el de tomar la temperatura, siguiendo las indicaciones de la Región Militar.

Yo tenía asignado oficialmente el trabajo de defensa química, así tal cual lo digo y cuando aterrizaba un avión, debía estar atento con los extintores por si había un incendio. Vi llegar tres avionetas en toda mi mili. Entre ellas la de Don Luis Polo Julve, o al revés los apellidos, no lo recuerdo, un Coronel de Aviación que era de Torrijo y "aparcaba" allí la avioneta y luego se subía al pueblo en coche.

Un soldado por turno se encargaba de tomar la temperatura cada mañana en la estación meteorológica que había en una garita en el centro del Campo de Aviación donde estaban los controladores de meteorología de cara a los aviones, y se media cada día a las seis de la mañana.

Los meteorólogos eran soldados como yo que una vez habíamos jurado bandera los mandaban a Viveros en Valencia para hacer un curso de seis meses de meteorología, y así cuando volvían a Calamocha eran ellos los responsables de la garita y de tomar la temperatura y todo lo relacionado con ello según los reglamentos.

En mi turno aquel año del hielo, era el Tutú, quien estaba de servicio y por tanto era el encargado de tomar la temperatura, el era un soldado de la parte de Valencia representante de los detergentes Tutú en la vida civil, de ahí su apodo, del nombre ya no me acuerdo. El fue lógicamente el primero allí en ver lo que marcaba el termómetro la noche del hielo en el campo de aviación y al ver los 30 grados bajo  se fue corriendo como pudo lleno de emoción y frio desde la garita de la que aun hoy  pueden verse los cimientos, al edificio principal a contar lo que veía. Y los pocos que estaban allí fueron a ver lo que marcaba el termómetro, aquellos 30 bajo cero del 17 de diciembre de 1963 allí en la garita del ejercito del Campo de Aviación de Calamocha.

El VOR paralelamente en aquellos tiempos se iba poniendo en funcionamiento pero entre sus cometidos no estaba en aquel momento el registro de temperaturas, poco a poco y así desde uno o dos años antes de aquel día del frio, a principios de los sesenta, cuando ya se decidiera cerrar el radiofaro del Campo de Aviación de Calamocha, lugar donde poco a poco había ya casi tantos civiles como soldados, comenzó a funcionar paralelamente, de modo que ya hasta el final  convivieron los dos. Bastante tiempo aún pues mi quinta no fue la ultima en hacer la mili en Calamocha, aun hubo otra y probamente otra más. 

Entre los soldados también estaban los choferes, y su destino consistía en bajar a Calamocha con el Citroën y coger a los trabajadores civiles del VOR y llevarlos y traerlos, pues allí estaban presentes las veinticuatro horas del día en tres turnos para el control de los aviones ya por radio, así que cada ocho horas había que ir a llevarlos y traerlos. Mientras el horario del Campo era de seis a diez de la noche.

El día de la helada, llegue al Campo a las nueve de la mañana y subí en bicicleta, aprovechando los rastros entre el hielo del Citroën, la noche de antes baje andando a casa y casi no llegue, había veinte centímetros de nieve, por eso helo tantísimo aquella noche, me tape con todo lo que pude, tan solo se me veían los ojos, las cejas y las pestañas se me helaron, no podía cerrar los ojos cuando entre en casa y corrí a calentarme al fuego.

Aquella mañana al llegar, todos estaban comentando los 30 bajo cero, como vieron la temperatura y como se convencieron de lo que veían de lo que marcaba el termómetro de la garita del Campo de Aviación de Calamocha aquel 17 de diciembre de 1963 Que hiciese frio no fue noticia y alcanzar los 30 bajo cero, algo que nunca se te olvida.

SERAFIN CATALAN






Por aquellos días en que llegamos a los 30 bajo cero en el Aeródromo de Calamocha, junto al valiente del soldado Tutu, estábamos otros muchos más y hoy quiero recordarlos, el fue como ya te dije el primero que vio lo que marcaba el termómetro en la garita del Campo de Aviación y el primero que la apuntaría donde tuviese mandado. Ya sabes que en el ejercito todo se apunta montones de veces y así lo haría él donde fuese hasta que siguiendo la cadena de mando, llegaría a Viveros en Valencia a donde pertenecíamos finalmente y de alli al resgistro en Madrid, y quedo así registrada en el Boletín del Servicio Meteorológico Nacional del Ejercito del Aire, como ya puede verse, menudo día aquel según se puede leer, - 11 bajo cero de máxima y - 30 bajo cero de mínima, que pasamos en el Aeródromo.

 

Pero también sucedieron otras muchas cosas en el día a día, no todo fue el frio de aquella noche que durante años olvidamos y que apenas tienen importancia, cosas dignas de recordar. Te cuento.


Brigada Román Diaz de Gerñu (Foto Familia)


Había un cabo primero llamado Juan Cano el era el Jefe de Meteorología, el responsable único del Observatorio y un sargento, que vivían allí mismo en las casas del campo, que pena da hoy ver todo y yo como subía y bajaba todo los días al pueblo era el chico los recados para ellos, y bajaba las medias de sus mujeres para que en el Rabal, las Mantecas les cogieran los puntos.


Había entre nosotros un civil llamado Sahuquillo, destinado a poner en marcha el VOR cuando los soldados se fuesen y la máxima autoridad era un Brigada, llamado Román Diaz de Greñu quien vivía en la pastelería de Clemente Catalán que era su suegro, allí en la Calle Real y muchas veces pasaba a buscarme por casa y me subía con el en la moto “Serafin, me decía, te voy a cortar el pelo”.


El guarda era Pascual Agudo, que estaba en el radiofaro para emitir la radiofrecuencia y Rafael Alpuente estaba de ayudante y al tanto de que el grupo de electricidad funcionase para cuando en días así de frio y nieve no nos quedábamos sin luz. 


Como chico de los recados también me encargaba de comprar en el pueblo, cada semana en una tienda, ordenes son ordenes, había que repartir, el pan una semana en la Morería en Ateza y otra semana en la otra, y era una barra de pan por persona lo que me hacían comprar, y la carne y todo igual, repartido entre todas tiendas, para tener a todo el mundo contento.

 

A veces mataba mi madre en casa un conejo o un pollo y yo lo subía y los de Valencia nos hacían paella para todos, y que buena estaba, y para la Virgen de Loreto, patrona de la aviación, menuda fiesta se preparaba, el diez de diciembre con todo el frio se celebraba y se invitaba a los padres de los soldados y subían gente del pueblo a cocinar. Me acuerdo que siempre llamaban a la Tía Marceliana, la madre de Isaías, por que los soldados no estábamos para cocinar ese día, bota va, bota viene.

 

No se hacían guardias al estilo de otras milis, había unos cuantos Mauser tapados con una manta, pero ni los tocábamos, el mantenimiento del campo lo hacían las ovejas de tío Isidro Corcuera que era quien lo tenia arrendado y se lo comía. Que tiempos tan felices, a pesar del frio.

 

Antes que yo por allí pasaron Inocencio Casamayor, Paco y José Algas, Francisco Hernandez, el Solanilla de Fuentes Claras y otros, y hace unos años nos juntamos todos y nos fuimos a cenar al Fidalgo. Al licenciarme en mi lugar llegaron Tena y Jose Luis Ibáñez del pueblo, y allí hicieron la mili

 

 

Luego también recuerdo, que no todo era frio, que va, que nos trajeron un Chevrolet americano, y nos pegábamos por conducirlo, era una pickup una camioneta que circulaba en millas, de gasolina con seis cilindros, y en la que cabíamos todos, bajando del VOR, la pusieron, menos mal que no yo no iba a 120 millas por hora y lógicamente se pegaron una leche de campeonato al enderezar una curva cuando se les fue, pero no les paso nada.

 

Luego nos mandaban gasolina para los coches y aviones y se guardaba allí en los hangares y compraban la leña en Valencia como si en Calamocha no hubiera, los militares ya se sabe, cumplen ordenes, y era de algarrobo, nos llegaba el camión y luego la subíamos a lo de Lucia para cortarla y poder meterla en la estufa que había en la sala donde teníamos la tele y donde pasábamos las horas, allí nos refugiábamos todo, y el primero que llegaba pillaba sitio, y el que venga detrás pues a estilo tropa, cada uno se jode cuando le toca, por muchos galones que llevase. 

 

Luego estaba el barracón con las camas, y mantas, allí no había estufa. Y cuando aburridos de todo y sin faena nos entonábamos subíamos a lo alto del faro a cantar. Y los días de nieve, el tío Pascual sacaba el balastro, una tabla de tablear la tierra y sin machos ni nada, los soldados sin conocimiento nos poníamos a tirar para abrir paso y quitar la nieve. 

 

Y poco más te puedo contar, aquel día la temperatura que se tomo en Calamocha, fue de – 30 grados bajo cero y que hiciese frio no fue noticia, y ahí estaba, en el ejercito se guarda todo, escrita tal y como la vio el Soldado Tutu.



 


CRONOLOGIA, 

UBICACION, 

JEFES DE METEOROLOGIA 

OBSERVATORIO DE CALAMOCHA 

 

De mayo de 1964 a 1984 los datos del Observatorio Meteorológico de Calamocha se midieron en el VOR situado en el termino municipal de Fuentes Claras (Teruel) por su personal civil tras llegar estos a un acuerdo  con el servicio meteorológico dado que entre sus funciones no estaba el tomar la temperatura con dicho fin. 

 

Así unas semanas antes el Cabo Juan Cano, se desplazo al nuevo VOR para enseñarles el funcionamiento de una estación oficial. El aerodromo aun siguio en funciones hasta su desmantelamiento unos dos años

 

 El Aeródromo de Calamocha se cierra, en cualquier caso no en 1955, en términos militares el 10 de enero de 1966 cuando pasa a depender de los servicios de Aviación Civil


CRONOLOGIA DEL OBSERVATORIO METEOROLOGICO DE CALAMOCHA

 

1933-2021

 

Nombres de los responsables del Observatorio Meteorológico 1945-1974 conservados en el archivo municipal de Calamocha a fecha de 26 febrero de 2021

 

Estos datos fueron depositados en el archivo municipal de Calamocha en 1998 con motivo de la inauguración del mismo por D. Santiago Serraller, recogen toda la cronología de este observatorio desde 1933, en que se tiene documentación del primer boletín publicado hasta nuestros días.

 

Posteriormente, en el año 2003, se completó el archivo depositando en él una copia por la persona responsable del mismo.

 

DATOS Y FECHAS

 

AERÓDROMO ESTRATÉGICO

 ENTRE EL PUENTE AÉREO

MADRID  BARCELONA

1929 

PROMOVIDO POR IBERIA DE TRANSPORTES AEREOS

 

 

1933-1936

 

Aparecen, y están perfectamente documentados, los partes de meteorología rubricados por el Jeje de Área o el Responsable Accidental, entre “enero de 1944 y mayo de 1964

 

1937-1943

Se desconoce si por la Guerra Civil la documentación meteorología no se tiene localizada.

TRAS LA GUERRA CIVIL

SE MILITARIZA EL AERÓDROMO CON DESTACAMENTO MILITAR DEL EJÉRCITO DEL AIRE

 

1944-1964

 

Aparecen, y están perfectamente documentados, los partes de meteorología rubricados por el Jeje de Área o el Responsable Accidental, entre “enero de 1944 y mayo de 1964

 

1944

Estación de Calamocha 489 –

Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

De enero a febrero (días alternos con firma) y desde mayo a diciembre:

•         Meteorólogo: Antonio Minguillón

De junio a agosto:

•         Meteorólogo: señor Martel

De septiembre a diciembre:

•         Meteorólogo: señor Rabasa

1945

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a mayo:

•         Meteorólogo: desconocido o firma ilegible

De junio a agosto:

•         Meteorólogo: J. Blasco

De septiembre a octubre:

•         Meteorólogo: Agustín Dolz

De noviembre a diciembre:

•         Meteorólogo: José Ponce

1946

Estación de Calamocha 489 –

Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

De enero a mayo:

•         Meteorólogo: desconocido o firma ilegible

De junio a agosto:

•         Meteorólogo: J. Blasco

De septiembre a octubre:

•         Meteorólogo: Agustín Dolz

De noviembre a diciembre:

•         Meteorólogo: José Ponce

1947

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a abril:

•         Meteorólogo: José Ponce

De mayo a diciembre:

•         Meteorólogo: Antonio Minguillón

1948

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De febrero a marzo:

•         Meteorólogo: Luis G. Gimeno

De abril a abril:

•         Meteorólogo: Cesáreo Gómez

De mayo a julio:

•         Meteorólogo: Luis G. Gimeno

De agosto a agosto:

•         Meteorólogo: Cesáreo Gómez

De septiembre a diciembre:

•         Meteorólogo: Castillo

1949

Estación de Calamocha 489 –

Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

De enero a mayo:

•         Meteorólogos: José Cosme Chiva y Ángel Palomino

De junio a julio:

•         Meteorólogo: José Cosme Chiva

De agosto a diciembre:

•         Meteorólogo: Santiago Fons

1950

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a marzo:

•         Meteorólogo: José Morillos Esteve

De marzo a julio:

•         Meteorólogo: desconocido o firma ilegible

De agosto a diciembre:

•         Meteorólogo: Manuel Lucas Granados

1951

Estación de Calamocha 489 –

Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

De enero a mayo:

•         Meteorólogo: José Navarro Pinedo

De mayo a diciembre:

•         Meteorólogo: José Félix Artinells

1952

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a septiembre:

•         Meteorólogo: José Félix Artinells

De octubre a diciembre:

•         Meteorólogo: Jesús Ochoa

1953

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a marzo:

•         Meteorólogo: Jesús Ochoa

De abril a diciembre:

•         Meteorólogo: Domingo Pelusi

1954-1958

Estación de Calamocha 489 –

Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

 

De enero a diciembre de 1954: De enero a diciembre de 1955: De enero a diciembre de 1956: De enero a diciembre de 1957: De enero a febrero de 1958:

•         Meteorólogo: Jesús Ochoa

De marzo a diciembre de 1958:

•         Meteorólogo: José Artigot

1959

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a marzo:

•         Meteorólogo: Segismundo (apellido ilegible)…

De abril a septiembre:

•         Meteorólogo: José Magaranes

De octubre a diciembre:

•         Meteorólogo: Francisco Artigat

 

1960

Estación de Calamocha 489 –

Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

De enero a marzo:

•         Meteorólogos: Tomás Lázaro y Francisco Artigat

De abril a diciembre:

•         Meteorólogos: Tomás Lázaro y Antonio Berti

1961

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejercicito del Aire

De enero a septiembre:

•         Meteorólogos: Antonio Berti, Francisco Hernández

(soldado de Calamocha, muy conocido).

De octubre a diciembre:

•         Meteorólogo: Juan Cano Martínez

1962-1964 ( -30ºC 17-DICIEMBRE DE 1963)

Estación de Calamocha 489 – Observatorio Meteorológico del Ejércicito del Aire

De enero a diciembre de 1962: De enero a diciembre de 1963: De enero a abril de 1964:

•         Meteorólogo:

Juan Cano Martínez

 

VOR CALAMOCHA

RADIO FARO DE AYUDA A LA AVIACIÓN GESTIONADO POR CIVILES

 

Aparecen los primeros partes, desde mayo de 1964, diligenciados por el personal del VOR.

 

Los firmantes de los distintos partes, (resúmenes de cada mes), son los jefes de esta estación.

 

VOR Calamocha 1964-1974

De mayo a diciembre de 1964:

•         Meteorólogos: Tomás Moro y Vicente Gómez Martínez

De enero de 1965 a diciembre de 1974:

•         Meteorólogos: Tomás Moro y Vicente Gómez Martínez

VOR Calamocha 1975

De enero a noviembre •       Meteorólogo: Tomás Moro

De diciembre a diciembre:

•         Meteorólogo: Vicente Gómez Martínez

VOR Calamocha 1976

De enero a diciembre:

•         Meteorólogo: Tomás Moro

VOR Calamocha 1977

De enero a febrero

•         Meteorólogo: Tomás Moro

De marzo a marzo:

•         Meteorólogo: Vicente Gómez Martínez

De abril a junio:

•         Meteorólogo: Tomás Moro

De julio a julio:

•         Meteorólogo: Vicente Gómez Martínez

De agosto a octubre:

•         Meteorólogo: Tomás Moro

De noviembre a diciembre:

•         Meteorólogo: Vicente Gómez Martínez

VOR Calamocha 1978

De enero a abril:

•         Meteorólogo: Tomás Moro

De mayo a diciembre:

•         Meteorólogo: Vicente Gómez Martínez

VOR Calamocha 1979

De enero a octubre:

•         Meteorólogo: Vicente Gómez Martínez

De noviembre a diciembre:

•         Meteorólogo: Santiago Serraller

VOR Calamocha 1980-1983

De enero de 1980 a diciembre de 1983:

•         Meteorólogo: Santiago Serraller

VOR Calamocha 1984

VOR Calamocha

De enero a agosto de 1984:

•         Meteorólogo: Santiago Serraller

TRAS LA AUTOMATIZACIÓN DEL VOR SE TRASLADA EL OBSERVATORIO AL COMPLEJO DEPORTIVO Y CAMPO DE FÚTBOL DE CALAMOCHA

1984-1992

Complejo deportivo de Calamocha. Trabajadores de AENA

De agosto a diciembre de 1984:

De enero de 1985 a diciembre de 1991: De enero a julio de 1992:

•         Meteorólogo: Santiago Serraller

A PETICIÓN DE LOS COLABORADORES DE METEOROLOGÍA, TRABAJADORES DE AENA Y UN VIGILANTE DE LAS INSTALACIONES DE CAMPO DE AVIACIÓN EN DESUSO, SOLICITAN AL ALCALDE DE LA ÉPOCA CAMBIAR EL OBSERVATORIO A UN LUGAR MÁS ACCESIBLE. OBSERVATORIO METEOROLÓGICO ERMITA DE SAN ROQUE.

1992-1995

 Ermita San Roque.

Trabajadores AENA, Agustín Alijarde y Carlos Santos

De agosto de 1992 a diciembre de 1995:

•         Meteorólogo: Santiago Serraller

1996-2021

Ermita San Roque.

Voluntarios AENA, Agustín Alijarde y Carlos Santos

Los partes meteorológicos de entre estas fechas se encuentran en los archivos municipales, pero ninguno de ellos contiene firma del responsable. Este observatorio fue automatizado, será por esto por lo que no hay firma de meteorólogo o responsable del observatorio.


Ese año de 1963 la ultima helada del invierno 62-63 se registro un viernes 24 de mayo con -2ºC pero eso con la cosecha en marcha a nadie le importa, ese hielo hizo mas daño que el de diciembre que estaba por llegar.



OTROS Triángulos 

A mediados de los años 50 los partes meteorológicos comienzan a acotar el espacio en base a triángulos de todo tipo y Calamocha comienza a formar parte de los mismos desde un principio

Y son las lluvias y las tormentas, no el frio, sus protagonistas

Y cualquier punto de la geografía española mas allá de Calamocha

Triangulo Calamocha Barcelona Palma de Mallorca




TRIANGULO TORTOSA MOLINA CALAMOCHA




Supero el termómetro del aeródromo los -30 grados bajo cero. A decir de otro de los soldados, asi fue. Y el tiempo le dió la razón y ahi esta la hemeroteca

Calamocha Temperatura Mínima -30.2 ºC 17 diciembre 1963


Fuente Instituto Nacional de Estadística  Anuario 1964


Capitulo I Climatología

Estaciones Meteorológicas

Posición geográfica de las principales estaciones

Teruel (Calamocha) 

Longitud 2 20 E 

Latitud Norte 40 55 

Altitud Metros 884

Fuente de Información: Servicio Meteorológico Nacional

Temperatura mínima registrada

Fecha 17diciembre de 1963

Temperatura Mínima: -30.2 ºC

(Fondo documental del Instituto Nacional de Estadística)

 









Aun hay mas curiosidades... quiero decir realidades, verdades,... 

Pedirme la luna, pero no demostrar una verdad.


viernes, 2 de noviembre de 2018

Mesa y mantel

Eran los últimos días de la abuela ella y todos lo sabían así que no dejaban pasar ocasión alguna, cualquier escusa era buena para compartir una vez más la familia mesa y mantel. Un domingo cualquiera de un verano olvidado ante una mesa grandísima al fresco de la cochera y el calor de sus moscas nos sentamos a comer. En un momento de esos en los que dicen ha pasado un ángel, se hizo el silencio, y la abuela desde el centro de la mesa dijo: Ya no importa nada, que todo paso y quien mas perdió fue quien murió, pero en acabar de comer guardáis el mantel en el cajón de la cómoda donde ha estado siempre junto con lo demás y lo dejáis estar, y aunque yo ya no este no lo volváis a usar. La ropa blanca de ese cajón la trajo vuestro abuelo cuando la guerra se acababa y se iban a tomar Barcelona, de aquellos pueblos de la parte de Alcañiz, ande vas con eso le dije, en alguna casa lo echaran en falta, yo no lo quiero, si hubiera sabido de quien era le habría hecho devolverlo. Así que guardarlo o mejor pegarle fuego, aun siendo bueno, seria de una casa grande, ya todo apolillado no merece la pena seguir recordándolo"



La casa del Sabinet. Historia de una familia de derechas. Pedro J Bel 2007
Decidido a leer todo cuando tenga en letra impresa la palabra Calamocha, compre el libro y una vez localizado el autor en la red, le escribir preguntado el por qué:
"Mi tío Luis Bel, entonces estudiante de medicina, después de salir de Cambriles (cueva donde se escondió al comenzar la guerra) fue incorporado al ejército nacional y destinado al hospital militar de Calamocha como auxiliar sanitario. En el libro lo trato muy de pasada. Me encantará que lo leas, pero si sólo es por las referencias a Calamocha no vale la pena. Si es por las historias que cuento sí"
Tanto por Calamocha como por las historias que cuenta merece la pena leer el libro escrito por Pedro J. Bel Caldú quien a decir de su blog https://pedro2013dotcom.wordpress.com nació en Fórnoles (Teruel) el 1 de enero de 1945. Escritor aficionado desde su jubilación, estudio en el Seminario de Zaragoza los ciclos completos de Humanidades y Filosofía y el ciclo incompleto (dos cursos, de cuatro) de Teología. Licenciándose en Derecho en la Universidad de Barcelona, ciudad donde reside. Activo en las redes y bloguero también ha escrito La Caverna. Sociedad secreta Donde desarrolla una de las historias que contara en el libro que nos ocupa.
Don Pedro nos hablara de muchas cosas, con su familia como protagonista y con los años del jaleo de fondo, es decir, la Guerra Civil, y lo hará como lo hicieron con nosotros nuestros abuelos, contando lo que vieron y vivieron en este caso sus familiares, y por ende todo un pueblo, unos y otros, a derecha e izquierda de una comarca que vivió en primera persona la revolución anarquista que llegaba desde Barcelona. Aquello solo fue el principio de lo que estaba por llegar.
A veces me preguntaba como habrían sido aquellos días, meses, años, la eternidad de la guerra en uno de esos pueblos del Bajo Aragón presa de la utopía, del paraíso que tan bien nos siguen vendiendo aun hoy en día, de la anarquía, del comunismo en contraposición a lo que de algún modo conocía por la familia que vivió toda la guerra en la Calamocha de la otra España. Ahora ya lo sé, el libro ha respondido a todas las preguntas que pudiera hacerme.
El titulo es valiente, no corren hoy tiempos propicios para casi nada y menos aun para presumir de ser o haber sido una familia de derechas, lo cual se convierte en un aliciente mas para leer de principio a fin el libro que de estar novelado seria toda una gran obra, y aun sin estarlo lo es, ya que, al relato de los hechos por el autor, y a su minuciosa investigación se une el relato de primera mano por parte de los propios protagonistas que dejaron escrito en verso lo que vivieron.
Todo ello reflejado de un modo objetivo, al menos hasta donde es posible tratándose de recuerdos familiares, lo cuales en ningún momento parecen hayan sido escritos ni como justificación de nada de lo hecho, ni como venganza frente a terceros pues no es necesario ni lo uno ni lo otro cuando uno narra lo vivido.
Llegará la guerra con su revolución anarquista al pequeño pueblo de Fórnoles, ya previamente el autor nos habrá situado en el escenario echando la vista atrás y contándonos la historia de la familia y del pueblo. Con aquel verano del 36 comenzara la pesadilla para prácticamente todos, que lo que es fiesta para unos será luego dolor y viceversa.
La familia de Don Pedro, una familia normal, católica como todas hasta ese verano, y que venia apostando por el progreso del pueblo carecía sin embargo del entusiasmo revolucionario, tan es así que ira quedando progresivamente aislada y señalada. Hasta el punto en que se verán obligados a dejar su casa, su pueblo y marchar a esconderse en una cueva a donde poco a poco irán llegando otras personas en su misma situación, perdido todo cuando menos salvar la vida.

Sin embargo, para las casi treinta personas que alli se esconderán procedente de diversas familias, la cueva aun siendo lugar seguro no lo será si la guerra se alarga, ver su vida truncada, sus casas y sus tierras expropiadas les llevara a salir de ella e iniciar la huida hacia la zona nacional camino de un lugar seguro donde poder entrar a formar parte de su ejército salvador y poder volver para conquistar su pueblo.

Y es lugar seguro, esa meta a alcanzar cruzando la zona republicana y el frente no era otro que Calamocha, llegar una día a Portalrrubio, ya zona nacional y de allí a la seguridad de la Comandancia de la Guardia Civil de Calamocha, desde donde al parecer se había coordinado su fuga.
A pesar de todo para ellos la guerra acababa de comenzar.
Muy recomendable su lectura, da igual que uno sea de Fórnoles o de Calamocha, sea zurdo o diestro, hay cosas que conviene conocer, recordar y divulgar. Aun en lo trágico.
Como bien decía Pla poco más o menos, hay historias que mejor leer que haber vivido. 






martes, 23 de octubre de 2018

Zeus

El rey de los dioses, así me sentía yo como Zeus mientras leía la Interviú aquel mes de septiembre que abandone Calamocha con destino a Zaragoza, me jope para no volver más. Llegaba así al lugar donde me aguardaban los años de la universidad, luego ya se vería, pero en cualquier caso al pueblo no tenía pensado volver, aquellos años son por mi recordados hoy como los mejores de mi vida, si bien el día a día no fue tan fácil pues uno nunca supo que le depararía el futuro y si aquel esfuerzo iba a merecer la pena. 

Sentado sobre la cama del piso de la calle Latassa que sería mi casa durante los siguientes seis años comencé a leer, ni siquiera me fui a ver las páginas centrales como habría hecho tiempo atrás en busca de sus fotos a todo color. Fue la primera revista que compre en la papelería cuyo nombre he olvidado y en la que tanto aprendí. Hacía esquina con San Juan de la Cruz, con su fachada verde y sus grandes cristaleras contemplar su escaparate con los titulares era lo primero que haría cada mañana camino de la universidad.  

Han venido hasta de la Interviú” se comentaba por el pueblo cuando lo deje, y efectivamente, llegaron, tomaron alguna fotografía, hicieron alguna entrevista y publicaron un artículo. Todos sabíamos que aquella era una revista como dios mandaba en la que se podía confiar, y si quedaba algo por contar, aunque no nos importase ni fuese con nosotros allí estaría escrito. Aun la debo tener.

Me fui del pueblo en autobús, el tren siempre quedo lejos para todo, nada ha cambiado, si acaso hoy aún está más lejos, ya no tiene sentido ni preguntarse de quién fue la idea de hacer una estación a desmano de todo salvo del frio, lejos de todos ayer y hoy, imposible llegar a ella andando ni con maletas de madera ni de ruedas. Un primer billete a Zaragoza en un autobús que paraba en todos los pueblos porque aún había vida si bien ya nos fastidiaba el hecho de que perdiese tanto tiempo para tan poca gente como subía o bajaba, mira que fuimos tontos, siempre con prisas. 

La Carmen la Moracha bajaba a Zaragoza en tren, al Charco que decía ella, llegaba a casa en el automotor de la noche jodida de frio como Arpa Vieja en los días de invierno, “si hará frio en esos cacharros” decía “no puedes ni quitarte el abrigo y para rematar de joderse la cosa, no había nadie que me trajese, hala baja andando a casa, en una noche así que ni aun a las zorras veras salir a la calle. Así que llevo los pies que no me los siento” Con aquellos abrigos que abrazaban la humedad y pesaban arrobas pero que tan apenas abrigaban, con el pañuelo a la cabeza, sin guantes, un bolso con una muda y el monedero, con falda y medias y con unos zapatos que lo mismo valían para ir a la misa de las monjas en verano que para el invierno. ¡Con el frio que hacia aquellos años! A pesar de que su casa está a unos pasos de la nuestra entraba primero a ver a mi abuela y contarle como había ido por la capital entre médicos “Dicen que estoy jodida, parece que quieran que me muera, ni puto caso. Que poco duelo nos tienen, y ¿cuándo no estemos, quien se quedara en el Barrio?, estos no (dirigiéndose a nosotros) que se irán a cáscala de aquí y harán bien. Y aquí en el pueblo ¿alguna novedad?”. “Bien, el otro día fuimos de entierro se murió…” Daba así las novedades mi abuela, siempre las mismas. “Uno menos, poca pena”. Al entrar, todo el frio del mundo llegaba con ella lo mismo que la alegría el optimismo y la risa.

Vete a saber dónde guardaría la revista, tendré que revisar la hemeroteca on line para ver con seguridad que contaba la letra impresa de aquellos últimos días de agosto de 1987 de Calamocha y de nosotros mismos cuando el pueblo vio sobresaltado su apacible discurrir. No debía ser gran cosa lo escrito a propósito de un tranquilo, pudoroso, avergonzado y callado pequeño pueblo de provincias, lugar donde como en casi todos nunca pasaba nada. ¡Que decepción, no sabían nada!, ni de ellos, los amantes del Jiloca como los llamaría posteriormente Luis Alegre, ni de nosotros.

Gargallo, el marido de la Moracha, hoy en Zaragoza dispuesto a cumplir en un par de años los cien, nos decía que tendríamos que joparnos, por mucho que nos gustase Calamocha deberíamos irnos un día u otro como el mismo llegado el momento se marcho de su pueblo, y con una mano delante y otra detrás se subió al Chispas y se bajo en la Estación Vieja, para casarse, trabajar y fundar una familia, en suma acabar allí en el Barrio de las Escuelas junto a nosotros. Bajar en bici de Fuentes Claras a Calamocha le pareció de pobres, y se vino en tren. Casi todos del Barrio nos marchamos.

Perico una vez callaba el emigrante de aguas arriba del Giloca, que de tal forma y manera se escribía cuando se dejó llevar por la corriente del tren, se dirigía a nosotros “siendo como somos de natural pobres sin tener tierras que no tenemos, sin saber echar mano si no es bajo amo, mal lo tendrán estos para quedarse aquí, que uno ha de intentar en esta vida ser algo más que sus padres y aunque no nos haya ido mal y hayamos salido adelante, no quisiera yo para ellos lo que aquí hemos tenido para nosotros sin salir del pueblo. Lo normal es que quieran ser más de lo que hemos sido nosotros y eso en el pueblo no podrá ser sin emporcarse las manos ni calzar albarcas así que otros vendrán y harán lo que dejen cuando se marchen” Y concluía, “a lo mejor te vas y es para peor, pero de eso nunca nos enteraremos”

Parecía estar claro que si queríamos ser algo en la vida nuestro amor por Calamocha tenia los días contados y un día u otro la abandonaríamos.

El pueblo vivió aquellos días finales de agosto con la sorpresa lógica de los hechos y con la incertidumbre de si los rumores que unían Calamocha con Báguena eran ciertos o no. Ajenos aun a la telebasura y a la inmediatez de las noticias fuimos afortunados, hoy un acontecimiento así tan alejados de la empatía como estamos seria tristemente distinto, tan es así que tan solo de pensarlo se me revuelven las tripas. La vida siguió prácticamente igual y una vez pudimos ver algo en la tele de Aragón y leer los periódicos, lo dejamos estar dentro de la categoría de cosas que pasan. 

Una historia en cierto modo triste en su inicio, pero al fin y al cabo una historia de amor, de las de toda la vida, de la que nunca nadie hizo ningún chiste ni se lo tomo a risa, a todos nos daban pena sus protagonistas de una forma u otra, tanto el que se quedaba como los que se marchaban, que vida iban a tener, a donde iban a ir, que sería del abandonado. El resto, política y religión, era una mera anécdota. Había sido un orgullo para el pueblo tener una diputada en cortes, y no una cualquiera si no la primera, y un orgullo también comenzaba a ser su historia de amor.

Estuve tentado de proponerle a mi padre, convertido ahora en contador de historias y cazador de recuerdos una maldad, simple y llanamente que marcase una fecha la de 1970 en un principio y la de este mismo año en el final y que hiciese una lista, no de nombres, no de personas sino de números, y contase cuanta gente vivía en aquel momento en la Calle de las Escuelas y cuanta vive hoy. Lo hice yo por él y el resultado fue desolador, ver los números y compararlos ha sido comprender de golpe y porrazo que cuando hablan de despoblación o de abandono, es más cierto de lo que parece. 



Es ahora mi padre, quien después de tantos años piensa en marcharse y cuenta o más bien descuenta y trata de adivinar los días que le quedan a la casa para ver esta su puerta trancada y sus ventanas cerradas, con todo lo que ello significara. No volverá abrirse, difícil será, asegura, y la casa nacida en 1947 cobijada bajo ella cuatro generaciones morirá por causas naturales, como si de una persona se tratase, la edad que no perdona, así viva Calamocha otros mil años, cosa que ya unos y otros empezamos a dudar, y que gracias a dios no alcanzaremos a ver. Por Júpiter deben andar ahora los calamochinos del futuro.

La estadística que no miente sumado a la vida que no perdona, cruel ella que ni a quien decidido quedarse respeto y tarde o temprano le obligo a abandonarla. Se encargaron de llegar al día de hoy parada final en la desolación. 

Soñé también supongo que, como todos con volver algún día, con un golpe de suerte que me llevase de nuevo al pueblo, pero aquello no paso, te marchas encuentras tu sitio y donde se esta bien, buen rato, ni se te pasa por la cabeza el volver, y menos al frio. Lees en los periódicos que se están quedando solos, te apena también ver lo que no quieres ver cada vez que vuelves, pero ni se te pasa por la cabeza el dejarlo todo y volver como hace alguno de vez en cuando y sale en los periódicos como ejemplo a seguir y mejor todavía si es un urbanita quien lo deja todo. La mayoría somos unos cobardes, también comodones, que le vamos a hacer, nacimos gabaches para casi todo. Pero uno ¿dónde va a volver?, a un lugar que ya no existe si no en la imaginación. Ni pensarlo. Dejamos que sean otros los que vayan y ocupen nuestro lugar, confiamos en ello, pero ya no queda ni eso, ya casi nadie va en busca de los trabajos que hicieron nuestros padres.

Uno vuelve de vez en cuando, pero no todos lo hacen, principalmente los días de verano donde todo es un engaño, empezando por el tiempo, por ese calor que a buen seguro es lo único que uno echa de menos, no así con el frio del invierno que viene a ser el resto del año, once meses, demasiado tiempo. Los días de las fiestas no faltan hombros para sacar a San Roque pero es agosto, meses atrás los pasos de semana santa van cojos y las calles vacías lo mismo haga frio que calor, y eso que Calamocha dicen es un pueblo grande. Oigo sonar las campanas del Santo Cristo, las pocas noches que allí duermo, pero no me levanto, tan solo me hago el firme propósito de asistir a su misa cuando mi madre ya no este, si dios quiere y queda un cura dispuesto a madrugar para tan poca gente como cree en dios o en Calamocha que para mi viene a ser lo mismo.

Debe ser el tiempo, loco, el otoño soleado, que llegadas estas fechas siempre echo de menos Calamocha de un modo especial, a veces me pregunto si puede hacer algo mas por ella, entonces y ahora, si pude y no lo hice y si falte a mi promesa de amor eterno que conlleva haber vivido allí los años de la infancia, tierra de nadie tan lejos a uno y otro lado de los días de verano. 

El caso es que he decidido volver al pueblo por un tiempo y ahí llevo días, meses ya leyendo uno tras otro libros, mayormente novelas que de un modo u otro pasan por Calamocha y una de ellas es La Dama Rosa de Margarita Barbachano donde narra dentro de la ficción aquellos días en que Damaso se quedo solo en la plaza del Peirón al frente del Zeus mientras Dolores, su mujer y Jeronimo el cura de Baguena se enamoraron y fugaron. El libro agotadísimo lo compre a través de internet de segunda mano, y me llego dedicado por la misma autora a su primer dueño, algún dia harán una película, sin duda lo merece, las historias de amor siempre triunfan, libro cuya lectura me ha devuelto a aquellos momentos finales de mi vida en el pueblo en los que yo aun enamorado de Calamocha también la abandone. Aquellos años ochenta parecen hoy los últimos días de Calamocha.






viernes, 21 de septiembre de 2018

El Otro Barrio


Aunque fui a nacer en el Barrio de las Escuelas por estas mismas fechas hace ahora tan solo cincuenta años. Los primeros meses de mi vida vine a vivirlos en El Otro Barrio, fueron tan solo dos o tres años que ya nadie alcanza a saber con seguridad cuanto tiempo fue, ni aun importancia tiene. Hasta que por fin un día nos trasladamos a vivir al Barrio, a la casa de mis abuelos, casa que ya era de mis padres.

Fueron aquellos unos instantes de mi vida de los que no tengo ni un solo recuerdo propio, todos son adquiridos, contados por mis padres, familia y aledaños, recuerdos que junto con un par de fotografías de aquella hoy vieja y entonces digamos nueva casa, es lo único que hay. Casa aquella, cosa extraña sin portaladas ni cochera abierta a la calle, pintada su fachada de un blanco inmaculado casi en su totalidad rematado con un zócalo azul marino, colores de los cuales el tiempo ha ido dando buena cuenta, tal cual aún puede verse hoy. Mismos colores que eligieron luego mis padres para la fachada de la casa de mis abuelos una vez reformada de arriba abajo y lucida la piedra original a cemento y tierra, vieja fachada desde el mismo día en que la levanto aquel caprichoso albañil de Caminreal que tan buen gusto tenia a decir de mi abuela Rosa a mediados de los cuarenta una vez acabada la guerra. Fechas aquellas en las que las casas del Barrio una tras otra se fueron levantando confiando sin equivocarse quienes nos precedieron en que llegaban otros tiempos.

¿Por qué le dicen Barrio si tan solo es una calle? Era la pregunta a la que siempre respondimos de la misma manera. Porque lo es. ¿Y qué más da? después de tanto tiempo como llamemos o no a las cosas, más aún a aquellas que tienen vida y más todavía si seguimos llamándolas como siempre se han llamado.

Así la calle de las Escuelas siempre fue el Barrio, la Calle Nueva el Otro Barrio, como si ella misma fuese el otro mundo, la eternidad, y la calle Ensanche, el Tercer Barrio, simplemente porque después del uno va el dos y luego el tres y más allá de la eternidad no está claro que haya nada ni para bien ni para mal. Fue al acabar el jaleo cuando uno tras otro se fueron levantando los Barrios y así una calle dio paso a la otra y esta a otra hasta un total de tres que conformaron el universo de nuestra niñez.

Aquellas tierras de eras y vega fueron convertidas en casas mientras el secano permanecía eternamente yermo, nada nuevo. Poco a poco todo se fue poblando y vivía tanta gente en cada calle que conformaban un Barrio en sí. ¡Qué grande llego a ser el Rabal! Calle Ramon y Cajal su calle principal, el Rabal de Calamocha. Así la llamaron a petición de los propios vecinos, quienes no dudaron en invitar al mismismo Don Santiago a su inauguración, aquello iba a ser algo grande, un premio nobel en Calamocha, finalmente por motivos de salud no pudo asistir y mando una carta de agradecimiento según pude leer días atrás. Cuanta vida tras sus muros y en sus calles guardo el Barrio Alto hasta hace tan solo unos años. Nosotros mismos en la Calle Escuelas teníamos por un lado el callejón de los Condas que partía el Barrio en dos, y por otro y más allá, los maestros y hasta los civiles, muchos de ellos tan de paso que nadie los recuerda, venga gente y mas gente, vacías las calles de coches llenas de zagales jugando.

Supongo que el Otro Barrio se llamó la Calle Nueva por que vino después de las Escuelas, pero nunca comprendí muy bien porque el Tercer Barrio se llamó el Ensanche supongo que a imagen y semejanza del ensanche barcelonés que salía en los libros del colegio, eso sí con décadas de retraso y más aún cuando aquel Tercer Barrio era una calle de principio a fin recta y más nueva, por el contrario el Otro Barrio, el segundo, cara el rio era y es estrecho y luego se va ensanchando.
De pequeño cuando iba a por la leche las noches de invierno y giraba el cuartel a veces daba miedo llevar la vista al final de la calle donde se ensanchaba cara la costera con el Santo Cristo a oscuras o medio oscuras, el fin del mundo mismo y el infierno sin más las noches de hoguera cuando para Santa Lucia o tal vez San Antonio, el Otro Barrio se llenaba o eso me parecía a mí de hogueras y trápala, sin importar el mucho frio

Los ya pasados días del Santo Cristo fui de un Barrio a otro como cuando era niño, me falto tal vez eso si la bicicleta ¿cómo era posible que lográsemos circular por las aceras de un Barrio a otro? sin caernos y apostatásemos por ello, me flato también alcanzar a poner pie en el Tercero, el cual por cierto me pareció estaba lejísimos y no me atreví a llegar hasta él. Sentí por primera vez que mi pequeño universo de la infancia comienza a parecerme infinito. Del Primero al Segundo por el Cuartel o por la esquina de Inocencio con sus árboles e inmensa acera allí donde comenzó el Pilero, una y otra vez, camino de casa de Joaquín.

Fue entonces cuando los recuerdos aparecieron mientras entre todos quemada ya la hoguera intentábamos revivir aquellos días que nos son imposibles de alcanzar, aquellos días de la perdida niñez.



Aunque el Guardia Civil seguía vestido de verde era fácil ver que aquello no era el uniforme habitual, iba también descubierto sin tricornio y sudaba como todos, de modo que desde la calle parecía una persona normal y hasta agradable a la vista, mucho más agradable que cuando atravesaba el Barrio junto a la pareja, capa y mosquetón camino del Minino y más allá del Peirón los días de invierno. A su marcha, era evidente que aquello no era lo suyo, a su marchica y poco a poco con unas enormes tijeras de podar en la mano y otras más pequeñas a mano para los troncos gordos, esquilaba al tiempo que emparejaba los setos que desde hacía años orlaban el cuartel. Tenía de este modo el civil un aspecto más normal, por decirlo de alguna manera fácil de entender se le veía jodido, mas humano, mas accesible, unos y otros que pasaban por allí no perdían la ocasión de saludarlo y animarle. 

Buenos días Señor Guardia. Buena falta le hacía y venga que ya no le queda nada y a la tarde cuando baje el calor a regar, que no le falte agua, que se emboten bien. Este Capitán está en todo. Lo va a dejar usted como un vergel

Buenoz diaz zeñor, muchas gracias, me lo habrá mandado el Capitán, pero esto zeño zerá cosa de la Capitana que le gustan mucho las flores. Que faena maz mala ¡No se acaba nunca!

Las ramas recién cortadas caían sobre la acera y dejaban una alfombra verde conforme avanzaba el guardia en servicio de poda que unía los dos Barrios, todos los setos a la misma altura le daban un aspecto señorial al rojo edificio del cuartel, donde Emili Bayo situó el final de su novela Tan tuyo como tu muerte, los arbustos de las atalayas una vez podados terminaban de darle una imagen casi mágica. En la faena al civil de turno se le iba todo el día y a la tarde aún de uniforme antes de arriar la bandera y cerrar las puertas a eso de las ocho, otros salían y le echaban una mano, limpiaban, regaban y charraban con quienes por la calle pasaban y admiraban el trabajo.

Los días de poda a la hora de pasar al Otro Barrio a casa la Teresa a por la leche, aprovechaba y creo recordar, si bien la mayoría de las veces solo recordamos lo que nos hubiera gustado haber vivido, caminaba sobre la minúscula acera pasando la mano por lo alto de los arbustos recién podados, olía a verde, a tierra, a vida y yo con tal que alcanzaba a ver lo que había al otro lado seguía mí camino, resultaba tranquilizante hacer aquello mientras me cegaba el sol de la tarde que se ponía. Al pasar junto a las puertas con respeto y miedo a partes iguales me separa de la acera no fuese a ser que me llamasen la atención, un momento después ya en el Otro Barrio volvía a tratar de alcanzar los setos, pero allí, la distinta orientación y el nivel del suelo hacía que fuesen casi inalcanzables para un niño mientras oía a las civilas, siempre en grupo caminar al otro lado en mi misma dirección, charraban alegremente con su cariñoso acento y yo aligeraba el paso para llegar antes que ellas cuando ya saliesen a la calle junto a los viejos cubos de basura, aquellos bidones metálicos cortados en dos con sus cuatro asas con todos los gatos del Rabal y algún  perro en armonía allí sentados aguardando la cena. A la espera de la leche, guardaban silencio, Teresa nos despachaba a escape y en medio de tanta faena como tenia, lo que menos parecía apetecerle era dar conversación, por el contrario, si Miguel aparecía por el patio o la cocina, no dejaba perder la ocasión de provocarlas.

Cuando estos días atrás recorrí ese mismo camino pensé que muchos de aquellos setos seguían allí desde el primer día, dicho de otro modo, eran más viejos que yo, pero hoy resulta evidente que todo es distinto a como lo conocí y asimismo bastante impersonal, a ratos hasta feo y triste, aunque feo no creo que sea la palabra, pero de bonito vi ya más bien poco. Ahora hay una valla, otros arbustos, setos de otras clases que semejan a cipreses, tierra sin nada y todo a tajo parejo, sin podar, a la espera de que llueva, a la espera como todos, del fin de sus días. Hasta la acera me pareció que no era la misma por donde de crio con la lechera en la mano caminaba hacia el Otro Barrio al atardecer, me pareció del todo imposible que nadie nunca haya podido hacer uso de ella. Hoy en buena parte es un camino de tierra de apenas dos palmos, hasta el rojo del ladrillo de su otrora regia fachada me resulto de un blanquecino fantasmal, cuasi mortal.



Camino de los restos de la hoguera me pare por un momento frente a la casa del Otro Barrio donde dicen vivimos, la luz hoy amarilla de nuestras calles antes era blanca, y eso lleva años despistándome. Así, la noche de hoy no es como yo recuerdo las noches de la infancia, es distinta, aquella luz blanca, convertía la noche de la calle en un lugar donde el tiempo parecía detenerse, invitaba a quedarse quieto a la fresca en verano y charrar y contemplar, o andar con suma tranquilidad en invierno dejando que el frio te hiciese sentir vivo frente al azul oscuro del cielo despejado, cielo raso de hielo, visibles sus estrellas. Ahora el amarillo brilla con fuerza y te ciega, te obliga a bajar la cabeza y hasta te impide levantar la vista para ver las estrellas sea invierno o verano. ¿Qué recordar frente a la casa?

Si recuerda mi hermano algo, el corral, un columpio que nos construyo mi padre aprovechando un árbol o tal vez bajo la viga de la bardera, los cubanos entre los que jugábamos. La calle y los amigos de su misma edad, cuando todos los barrios rebosaban vida, Manuel, Ernesto y la foto en un caballo de juguete sobre la acera, Pedro un año mayor. Pero todo nos lo han contado. Once días después de nacer yo, nació Joaquín, pasé con mi madre a su casa a verlo y fue el primer amigo que tuve. Entonces vivía a unos metros de donde luego viviría, también de alquiler bajo una sencilla y majestuosa fachada de piedra aun visible.

Por aquellas fechas justo unos años antes mis bisabuelos la Tía Martina la navarretina y el Tío Perico el Royo habían vendido la casa justo a unas puertas de donde ahora vivíamos, era la casa donde paso los veranos su nieta Pilarin, la Boneta, y su bicicleta, también tenía una avioneta pero eso ya lo conté y aquel es su Barrio, siempre lo será y lo recuerda. “Aún conoceré al bisnieto” decía el Tío Perico y así fue, nació mi hermano, lo conoció y como esos pocos afortunados que pueden elegir cuando morir, se dejó morir, con la navarretina pasaría algo similar, nací, me conoció y se marchó.

La Tía Matea su cariño y sonrisa como la abuela de unos y de otros y la casa de la Tía Presen con la puerta siempre abierta para que nuestras madres nos pudiesen llevar a ver los machos los días de las pataletas y comer allí en la cuadra. Caballerías, vacas, ovejas, en aquella calle siempre hubo de todo, solares yermos donde explorar, casas de piedra que aun hoy están y que a nuestro juicio nos resultan monumentales, casi cual catedrales. Queremos que nada cambie, también queremos que quienes en ellas vivieron, vuelvan. A ellos y a ellas a quienes ya casi ni acertamos a recordar ni aun poner cara ni nombre tratamos de ver la pasada noche de la hoguera, casas grandes, casas pequeñas, viejas y nuevas y la Casa de Serrano con el camión que entraba y salía poniendo fin a una era. Hubo un año que allí en el almacén de Serrano entrando por el muelle al llover se celebro la verbena del Santo Cristo, era un Barrio inmenso. ¡Cuanto por recordar y que bonito nos sigue pareciendo todo aquello que hoy creemos ver que esta en sus últimos días!

Quieto frente a la casa donde viví los primeros años de mi vida trate de recordar, de imaginar mis primeros pasos, mis primeros paisajes por así decir, yo y la casa, la casa y yo, el lugar donde dicen vivimos el ultimo terremoto que se dejó sentir en Calamocha cuando recuerda mi madre, la cuna en la que yo dormía se movió del sitio, mi madre lo vivió a mí me lo han contado y ahora yo lo cuento, dicen que así es la vida.

Allí quieto sin importarme la amarilla luz cegadora que hoy hay frente a la de entonces, deje de oír la música, me distraje, trate de verme allí años atrás fuera y dentro de la casa, pero nada, no pude recordar absolutamente nada, tan es así, que para mí es como si jamás hubiera vivido allí. Sentí pena de mí mismo si nada que recordar de un Barrio tan bonito como aquel. El Otro Barrio el del más allá, el de la eternidad.

Finalmente, oí mi nombre desde la esquina de Serrano y me marché, aquello parecía no tener sentido.