miércoles, 1 de enero de 2014

Nosotros, ya no somos de Calamocha.


Dos, tres, calamochinos, lo mismo que si sólo hay uno, un domingo a la hora de comer, lejos de los cuatro puntos cardinales que les vieron crecer y aún nacer, de la Dehesa a Santa Bárbara del Salto a Gascones, de qué van hablar si no es de Calamocha, originales, monotemáticos, sin remedio aburridos. Siempre con la misma cantinela.

Uno se da cuenta que ya no es de Calamocha cuando baja la Calle Real hasta el Peirón, y no encuentra a nadie con quien pararse a charrar un rato. Ni siquiera a Manuel, quien tiene el don de la ubicuidad y el conocimiento a la par.

¿Te acuerdas de?, ¿y aquella vez que?. Si, pero de lo otro  ni idea, no lo había sentido, no sé de que hablas…. Los recuerdos aparecen más rápido de lo que podemos recordar. Sera mejor dejarlo, hablar de otra cosa.

Uno se da cuenta que ya no es de Calamocha cuando baja toda la Calle Real hasta el Peirón, y saluda por educación a unos y otros, y se da cuenta asimismo de que a quien saluda se dice para sí, “no sé quien será, pero mira que forastero más majo”. Nadie te conoce ya. A nadie conoces, ni jóvenes ni viejos, ni aun yendo cada quince días como dice Miguel.

Abandonamos los recuerdos, después de un buen rato, cuando ya es inevitable que uno y otro no sepamos de lo que se está hablando ni nos apetezca echar la vista atrás  y entonces, hablamos de lo que trae el tiempo. ¿Te has enterado de lo que ha pasado esta semana?, ¿y de esto?, ¿y aun de aquello? Asistimos atónitos a lo que se cuenta en la mesa, ni idea, en internet solo se leen tonterías, cuenta, cuenta, los padres saben más.



Uno se da cuenta que no es de Calamocha cuando baja toda la Calle Real hasta el Peirón, y al encontrase con un conocido, tiene tantas cosas de que hablar, que finalmente solo habla del tiempo, pues no se atreve a preguntarle, por su padre, por el abuelo,… por temor a equivocarse, y a que éste haya muerto años atrás.

Así se nos va un  buen rato, con los temas de actualidad que aún van de boca en boca, pero como todo, pronto se acaba el tema, lo damos por zanjado con aquello de “nosotros ya no somos de Calamocha” el pueblo no da para más, afortunadamente en tal caso.

Damos carpetazo al tema de la actualidad, lo nuestro son solo recuerdos, en concreto el miedo a olvidar, los recuerdos de algo que ya no existe. Terminamos: A mi ver va un tiempo más malo que el copón sobre todo para el tocino se ve que no se jorea nada, hasta los campos están de vuelta. ¿La gente aún mata tocinos?.

 Uno se da cuenta que ya no es de Calamocha cuando baja toda la Calle Real hasta el Peirón, y se va fijando en las puertas cerradas, en las sillas que antes ocupaban los portales, en la gente que se fue. A veces, ves a alguien, y hasta dudas de si no será un fantasma fruto de tu imaginación, ¿pero aún vive ese hombre, si ya era viejo cuando yo era un crio?, no puede ser.

Así llegamos al café, os apetece algo de Retacia, es el momento de la reflexión, después de tanto recordar y hablar. A mí no, por hoy vale,  estoy bien así, no nos podemos quejar, como parece, hacen allí, no paran de decir que están más jodidos que Arpa Vieja, allá en el pueblo, aquí no estamos ni mejor ni peor. Cualquier día nos quejamos también. Además nosotros ya no somos de Calamocha, solo vamos cuando la ocasión lo requiere sea boda, bautizo o comunión, es decir si vamos, vamos de entierro, así que mejor no ir.

Uno se da cuenta que ya no es de Calamocha cuando baja toda la Calle Real hasta el Peirón, y resignado da en pensar que ha tomado el camino equivocado, pues sin lugar a dudas para dar con alguien conocido, ha de tomar el camino de Navarrete y pararse en el cementerio, leer sus lápidas.

Déjalo estar, voy a cortar un poco jamón, y nos terminamos el cañao, ya cansa el tema, siempre estamos con lo mismo. Parecemos a  Tarambana, Gil, Tomas y compañía que a todas horas están con la palabra Calamocha en la boca, pregonando a los cuatro vientos, que nada hay mejor que su pueblo. Y la cosa no es así. ¿O si? Ese camino llevamos, convertirnos en uno de ellos. Cuestión de tiempo.

 Uno se da cuenta que ya no es de Calamocha cuando baja toda la Calle Real hasta el Peirón, y alguien le para y le dice, “oye tu eres el que escribe en internet eso de los recuerdos, mira tú maño, que tengáis que ser los de fuera los que hagáis esas cosas, siempre es lo mismo”.

Recuerdo aquella vez en el Restaurante el Moli en Vila Real, con aquella familia celebrando el cumpleaños de la abuela y que llegado el postre, como tenia azúcar no le daban tarta, y en eso salió Calamocha, Pepe en su defensa, “Abuela, pero qué familia es esta que no le dan postre, pero aquí quien paga, no es usted, pues haga y deshaga, que tontería es esa del azúcar, excusas, si todos estos están deseando heredar, ¿sabe lo que comemos de postre los de Calamocha?, jamón y a veces hasta un plato de conserva con un poco tomate, que se ha quedado con hambre dice y no le dan postre, solo soplar las velas…. No se apure, que les vamos a joder, le traigo ahora mismo un plato de cada, jamón y conserva,  y déjeles la tarta a esos que tanto la quieren. Si los franceses de postre toman queso, los de Calamocha si no tomamos un poco de jamón, no somos nada. así son las cosas, mándelos a fer la mar.  Ese pan tan bueno abuela, se llama cañao, ahora le pongo un poco para cenar”

Nada que reprochar, el camino llevamos, nosotros, ya no somos de Calamocha, todo un halago lo dicho, pues uno mismo, cuando le preguntan, “¿de dónde eres?”, hace años que contesta. De Castellón.

 

viernes, 20 de diciembre de 2013

Muchismo calor.

 Con los dedos de una mano todos me sobran a la hora de contar los días que puedo recordar, haya pasado frio en Calamocha. En cambio, calor, si que recuerdo pasar, calor y mucho, muchismo, pero frío, nunca.

Llegados los ochenta apareció en la tele el programa aquel, Meridiano, creo que se llamaba, las noticias de Aragón en Televisión Española, y al mismo tiempo empezamos a poder sintonizar con nitidez a un lado del dial Canal Dos de Radio Zaragoza, Radio Calatayud al fin y al cabo, aquellos veranos sin su música no habrían sido los mismos, y al otro Radio Nacional.

Todas las noticias, aquellos días, terminaban igual a lo largo de cómo aquel que dice nueve meses al año, “La temperatura mínima se ha registrado una vez más en Calamocha, donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”.


Oír Calamocha en la radio o en la tele, nos mantenía atentos a las noticias, era toda nuestra ilusión. Y el Heraldo comenzamos a leerlo de atrás hacia delante para llegar antes a las páginas del tiempo. Poco a poco tal ilusión devino en afición al termómetro, y llegó la pregunta obligada, ¿a cuántos grados habíamos estado, los años en los que hacía frío de verdad, a decir de los abuelos?.

Fue tremendo, todo un descubrimiento, Calamocha no tenia igual, ya lo sabíamos pero esto era la prueba. La temperatura más baja de España se había dado allí. Resulto que habíamos estado a treinta bajo cero. Para variar, los abuelos tenían razón, antes hacía más frío. Llegaron y vimos los veinte bajo cero y más en aquellos años ochenta y posteriores, y a todos nos entro el “síndrome de la selección española”, cuando nunca ganaba nada, ¿conseguiríamos batirlo?, a buen seguro nos lo quitarían

 Los abuelos del Barrio nos ponían alerta: Para frío, Molina y toda esa parte, esa pobre gente de Castilla, mis abuelos eran de por aquellas tierras, y cuando llegaron aquí, dijeron que este clima nuestro de Calamocha, era una bendición en comparación con aquel, pues no se lo habré sentido yo veces a mi abuelo, allá en el Rincón.
 
 La afición al mercurio se fue extendiendo más allá de Calamocha, todos querían más y más, y  para colmo de nuestras desdichas, comenzaron a terminar, valga el juego de palabras con la cantinela aquella de:

“La temperatura mínima se ha registrado una vez más en el Refugio de Góriz donde esta noche han estado a cuatro grados bajo cero”. 

Aquello nos sentaba con una patada en el arco del triunfo, en plenas fiestas de San Roque cuatro grados bajo cero, sinceramente de qué estábamos hablando, una temperatura así, te daban las fiestas ¿Se podía comparar Goriz con Calamocha, a quien le importaba la temperatura de aquel curioso lugar del Pirineo?.

Ayer, domingo 15, todo el mundo compro el periódico, y hasta lo leyeron, da lo mismo cual, todos lo saben, no me hablan de otra cosa que no sea de aquel récord de no sé que año en Calamocha y ya hasta se aventuran a decir que en breve se batirá. Pura estadística. 

Válgame dios, móvil en mano te lo demuestran, quizás un frente que llegara la segunda semana de enero. Aquí el más tonto hace relojes, nadie me cree cuando les digo que no recuerdo haber pasado frío en Calamocha y hasta lo odio. Y Calendario Zaragozano en mano, no veo nada que aliente tan vital acontecimiento.

Hoy, ya martes 17, aniversario de tal hito, han sido tres personas las que se han acercado a mí para recordarme lo evidente, el frío que dicen he pasado de pequeño, todo lo que les cuente esta demás, a ellos les gustaría poder decir a los cuatro vientos que han estado ¿a cuánto habré estado yo?, a veinte, veinticinco bajo cero, y yo que sé .
 

 
 Ha sido un día agotador, como todos aniversarios, que manía con celebrar cualquier cosa, que pocas faenas tenemos. Ganas tengo que acabe todo esto. Nunca antes ser calamochino resulto tan duro. Ganas tengo como digo de que un buen día Molina de Aragón marque 35 grados bajos cero y podamos descansar.

 Como hoy no tenemos nada sembrado no nos preocupa mirar al cielo para ver el tiempo qué hará. Con lo nuestro ya tenemos bastante, que cada uno se apañe o se joda como pueda, nos da lo mismo, si llueve o deja llover, si hay o no tempero, y si cae piedra, hasta nos parece poca, cuanta más mejor, queremos que hiele por debajo de los treinta, si es cincuenta, mejor, da igual si no se jorean los jamones, y tenemos que cambiar todas las tuberías, por supuesto queremos que nieve, pero para ir a esquiar, si las fuentes dejan de manar, será culpa del poder, el calor es lo de menos, cuanto más mejor, y si no hace cuando toca, lo mismo da, una tontería, si enveran o no los tomates, o se agostan las patatas, qué más nos da. Y puestos a llover, una riada descomunal es lo mejor, luego resultan unas fotos tan bonitas. Así que no paramos de mirar la información meteorológica, ávidos de récords, cualquiera nos sirve.  

Quizás por todo ello, no soporto, me aburre soberanamente hablar del tiempo. Pues a mis oídos vienen los ecos de todo cuanto oí de niño, cuando la “cosa” del tiempo no era tan bonita como ahora, por lo que podía conllevar. Nos bastaba con mirar al cielo, para saber que la cosecha se quedaría en el campo. Y encendíamos una y otra vela a Santa Barbara 
 
 
 No recuerdo haber pasado frio nunca en mi pueblo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Cafetera.


Hace unos años, un tarde de viernes cualquiera, a eso de las seis...
 
No hace falta que me des las gracias, si lo necesitaras todo te lo daría, ya no he de menester nada en esta vida, ni aún dinero ni nada que se le parezca, la salud no se puede comprar, la compañía, la familia tampoco, ahora, aún no teniendo, me sobran las perras, pero aún me acuerdo de cuando nada tenía, y de los tiempos en que todo lo que ganaba se lo llevaba el banco, vivíamos de las ayudas, con una vergüenza inmensa, ahora como aquel dice solo me gasto en la comida del gato, si me viera tu abuela, mi otra madre, antes los gatos comían las sobras, y comían de todo, y ahora hay que cómprales latas, y no todas se las comen, no te creas que no vale… También más de una vez, habré comido gato en aquellos maravillosos años, buena era tu abuela y mi madre.
 
Llevo un gripazo tremendo, gripe española la llaman, estos franceses desustanciados, lo que toca ahora en estas fechas, resfriado y tos, tos como un perro, día sí y día no. Espera un momento, ahora vuelvo, tengo el café en el fuego.
 
Ahora vengo de hablar una detrás de otra, no paro yo con esto del teléfono, … no sabría vivir sin él, y sin el café, qué haría yo, morirme de asco, claro que si no me he muerto ya de asco con todo lo que he pasado, sin café ni teléfono podría vivir …
 
Con todas hablo lo mismo, ochenta y pico tenemos todas, aquí y en Torrijo, todas, la una con la pierna jodida, la otra con el brazo y yo les digo que no me cuenten sus penas, que las mías son mayores, que todas tienen hijos y nietos y yo solo un gato cabron y francés, estoy sola, y eso no hay pastilla que lo cure, aunque el café ayude. ¿Habrá café en el cielo?, que me lleven donde haya, da igual el infierno. ¿Donde estarán todos?.
 
Como se ríen las sinvergüenzas, vaya unas primas, si os hubiera tocao vivir y padecer lo que a mí, ya hace años que os habría enterrado les digo. Ahora mismo me cambio por vosotras, os doy todo lo que tengo, todo…ya que sois tan pobrecicas.
 
Es que tú lo darías todo, me dicen. En fin, es lo que me enseñaron en Calamocha, a darlo todo menos problemas. No recuerdo donde bebería café por primera vez, pero seria allí, en la Casa el Registrador.
 
A mi madre le pasaba un poco igual, todo lo daba, somos una familia de tontos, a cual más, no tenemos remedio, “son tan pobrecicos, son tan pobrecicos” me decía, de la familia de España, que todo pensaba en guardarlo para dárselo,… sin en lugar de guardar para dar trastos y zarrios, nos hubiera dado alguna hostia de vez en cuando, a todos nos habría ido mejor,…
 
 Yo no podía soportar que pensase eso, “pobres” ¿en España?, ni hablar, aquí en la maldita Francia, sí que éramos pobres, y además extranjeros, pero allí no, “mama, allí poco o mucho no les falta de nada”… y mi madre venga a guardar los vasos de cristal de los danones para enviarlos a España, se pensaba que allí no bebían por no tener vasos, los botes de cristal para echar conservas, tenía la casa llena, para enviarlos a España….
 
Todo menos poner café en la mesa. Había olvidado que los primeros años aquí, sin lo que les enviaron de España a través de la Cruz Roja, no habrían podido tirar para adelante como lo hicieron.
 
Redios, guardar los vasos de los danones, que ni siquiera se comían ellos…. Terrible, “en España son pobres”, cuantas veces se lo oí decir….
 
Nunca lo entendí, pasaron los años y los años, volvieron a España por fin y seguían pensado que eran pobres, no hubo manera de hacerles ver la realidad, ni aun bebiendo café a todas horas, como ocurría cada vez que íbamos a Calamocha, donde el café corría tanto como el vino antaño.
 
Café Aragón se llamaba, y había que molerlo, unos paquetes verdes, fíjate si me sabia bueno aquel bendito café, que me volvía a Francia con unos cuantos kilos de aquel café de Calamocha, que me sabia como el arrope. Para mí no había nada mejor. Café de Calamocha.
 
La última vez que fuimos a España recuerdo que era el año 82 y  en el coche dijo mi madre… me parece que la estoy oyendo,  como si fuera ahora “Nati, maña, he cogido un molinillo de café para llevarlo a la familia, y ahora que pienso, no sé para qué si allí no hay ni café, si no pueden beber de lo caro que esta”…
 
Nada, no se enteraba de nada, solo veía lo que le interesaba, a mí me entro la risa y yo todo era reírme y ella, qué pasa, qué pasa… nada mama, menudos regalos les llevamos tu un molinillo de café y yo una cafetera,…
 
Pues pararemos antes de cruzar la frontera y compramos café dijo mi padre, y a mi madre le falto tiempo para decir,… y azúcar, porque si café no hay en España, azúcar menos.
 
Creo que compramos una arroba de azúcar y otra de café, en cualquier caso una barbaridad para ver como llevábamos el coche… Daba igual que en realidad en España fuese todo ya más barato…
 
Así, que esa cafetera la tienes tú. ¡Qué alegría me das!, cuídala, tiene su historia como ves.
 
 
Feliz Navidad, allá donde este espero, haya café y familia. Busque el de la foto, Café El Hornero, es el mejor, la cafetera como ve, sigue a pleno rendimiento, como el primer día puntual a su cita cada mañana, sin conocer más café que el de Calamocha, que en eso también, allí, donde si no iba a estar, esta el mejor del mundo.
 
Muchos recuerdos, hablare con la familia, ya sabe, ya sé lo puede imaginar, la vida sigue, ya le contaré.
 
"El día que nací yo, que planeta reinaría, por donde quiera que voy, que mala estrella me guía"
Imperio Argentina.
 
Feliz Navidad a todos...a los de Calamocha, a los de Soria, a los de Palma de Mallorca, Zaragoza, Toulouse, Castellón, Valencia, Barcelona, Girona, Madrid y de Vinaroz hasta la Argentina... A los que solo están de paso, a los que van y vienen... A los de Bonete, al vecino de abajo...
 
 Un abrazo a todos y de aquel lugar que me olvide, ya me acordare y lo pondré. Me falla la memoria y si no me apunto las cosas, se me olvidan.
 
A rusos y alemanes también...

Ismael recuerda....

Vaya historia mas conmovedora. Muchas veces vemos trastos viejos y que hace décadas que ya han dejado de sernos útiles, pero lo que si es verdad es que cada vez que vamos a la casa de nuestros padres y abrimos los armarios de la cocina y la despensa y vemos esos "cacharros" de metal casi oxidados por el paso de los años, y le digo a mi madre,,!!porque no te desaces de todo esto!! solo te esta ocupando sitio, si ya no lo utilizas, y entonces me dice, en ese cacharro que le llamas tu, ahí te daba yo tus primeras papillas, y luego cogías la cuchara y te gustaba darle en el plato como si fuese el tambor, y del ruido que hacías a la vez te reías, tu no te acordaras porque eras pequeño, pero yo me acuerdo como si fuese ayer.

Saludos y Feliz Navidad, recuerdos a la familia.
 
 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Recuerdos.

 
 

Siempre es más fácil compaginar la imaginación con el recuerdo y, además, nadie vuelve del pasado a pedir cuentas por la inexactitud de lo narrado: no hay palabras que puedan alterar el reposo de los muertos, y tampoco quería yo contar lo que pudiera pertenecer a su secreto más intimo, porque seria difícil que lo supiese. En tal caso, ese secreto seria inventado y, al serlo, el propio muerto estaría más cerca de la fabulación que de la realidad y hasta su mismo nombre ya no sería tan suyo como el grabado en el mármol o la piedra de su sepultura.

 

Luís Mateo Díez. El Reino de Celama


Mañana la nieve en Calamocha también será un recuerdo, llegará tal vez el frio. Hoy, María José se ha levantado y al asomarse a la ventana, ha visto el Ajutar nevado, la mejor tierra del mundo,  huérfana de clima.

Tan atenta como siempre ha hecho la fotografía que a mi me hubiera gustado hacer y nos la ha enviado para que yo una vez más recuerde y les cuente, aquello que ya contaban nuestros padres, "de crio si que nevaba, hasta mas allá de las pantorrillas, de las rodillas para arriba cada dos por tres, aquello si que era nevar". Cuanto más mayores más exageramos, no tenemos medida.

Muchísimas gracias, sigo buscando ofertas de cara al artista que tienes en casa. Confió en que alguien desde Torrijo, haya hecho lo mismo que tu y te haya enviado una foto, de los paisajes con los que te despertabas en la niñez.

Recuerdos a la familia.

PD Por cierto, en la foto de arriba, están los de Torrijo, cuando bajaban en San Roque al Barrio, detrás veras las Escuelas Viejas y la Iglesia, ni siquiera estaban construidas las Casas de los Maestros.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Así en la tierra, como en el cielo....

Para mi abuela, sinvergüenza más grande que hubiera traído madre al mundo, probablemente, no lo hubo, ni lo habrá jamás. Dicho esta todo entonces.
 
 Y  todo, poco más o menos por que un buen día se encontraron y aquel buen hombre dijo, que él, lo de mi abuela, lo arreglaba, literalmente, de la siguiente forma: “usted, lo que necesita, como todos los de su especie, es un par de hostias bien dadas, para que se ponga a lo suyo, que es trabajar y callar”.  Mi abuela se entiende, cuando menos algo sorprendida, educadamente contesto: “Usted lo que necesita es una buena patada en los cojones.  Hoy no puedo, mañana tal vez sí. Se cambie de acera cuando me vea”.
 
Y así fue desde aquel día, hasta el último. Cosas de esas que pasan aun sin querer y para las cuales ya nunca hay vuelta atrás. A pesar de que se diga, que no hay mal que cien años dure.

Mi abuela no llego a darle una patada en los cataplines como le hubiera gustado,  y mil veces pensó, qué le vamos hacer, del dicho al hecho hay un gran camino y el tiempo, al fin y al cabo, todo lo cura y le dio  razón. Con eso vino a conformarse.


Sin embargo, tenía que pasar lo inevitable, años, muchísimos años después, un buen día, el pueblo  perdió a uno de sus pilares, en concreto aquel buen hombre murió.


La amistad, por otro lado enorme, con el resto de la familia. “pobres, que culpa tendrán ellos, si ya con aguantarlo tienen bastante” y por encima de todo la cortesía que obliga en pueblos pequeños, en tales casos,  amén del placer que supone enterrar a quien ni fu ni fa, a uno le da casi lo mismo, si vive como si no,  hizo que mi abuela, fuese al entierro.
 

Acabado el mismo, la misa, en aquellos lejanos años, las mujeres no subían  al Campo Santo si no que acompañan a las señoras de la familia del muerto a casa, unas pastas, una copa de anís, y aquí paz y después gloria, tanta paz se lleve como deje, debía pensar mi abuela, aunque lo disimularía magistralmente.
 
 Y de allí con la satisfacción del deber cumplido, y vencido después de tantos y tantos años, ella volvería a casa, mientras  los hombres seguían el cajón hasta la tumba.
 
Se cumplimentaba el último pésame por parte de los hombres a las puertas del cementerio, donde ya todos somos iguales y cada uno a su casa y Dios en la de todos.
 
Fin.
 
 

 Aún se recuerda en casa, como ejemplo de humildad, de que no siempre se puede o se sabe elegir,  de esa gran verdad que dice que no hay ni vencedores ni vencidos, de que por mucho que creas tenerlo todo atado y bien atado, siempre se escapa algo, y de tantas y tantas otras cosas… el último disgusto, que aquel buen hombre, Mio Cid,  de manera involuntaria y ya muerto le dio a mi abuela.
 
Así, al llegar mi abuelo a casa, a él, ya después de tanto tiempo le  unía una estrecha amistad con el Señor Muerto en cuestión, olvidando lo pasado, que todo en esta vida depende del cristal con que se mire, como digo, al llegar del cementerio, mi abuela a escape, corrió a preguntar con cierto retintín, ¿Qué, ya le habéis dado tierra, al señorito, ha protestao, se ha quejao de algo…?. 
 
A mi abuelo, siempre con la sonrisa en la boca, dibujada esta por el cigarro, no le quedaba otra, que terminar la historia del mejor modo posible, el desastre se avecinaba, nunca mejor dicho, así que sin darle más importancia contesto:
 
Si maña, si, por eso no padezcas, allí se ha quedao, y habría de ser el primero que volviese, así que tranquila, pero no le hemos dao tierra, no ha hecho falta, se ve que no tenia perras para enterrarse en tierra con los suyos, y lo han metido en un nicho al lado de los pobres. Y terminó: Hasta después de muerto va a estar dando pol saco a más de uno.
 
Esa socarronería torrijana que aderezaba la respuesta, no paso desapercibida para mi abuela quien enseguida entendió el mensaje de principio a fin y pidió explicaciones. Y mi abuelo, por la cuenta que le traia, hubo de explicarse:
 
Coño que por qué lo digo, ahora te darás cuenta, ¿te acuerdas tu maña?, del último día que lo vimos, hace ya unos meses, cuando ya se decía que estaba en las ultimas, y nos sorprendió a todos verlo tan pito, te acuerdas, maña, cuando fuimos al Ayuntamiento a comprar los nichos, que él salía y nos saludo como si fuéramos familia, y que es más te casco dos besos que casi te deja preñada.

Cuando en aquella casa se escuchaba el silencio, mal asunto, mi abuela tardo en reaccionar temiéndose lo peor y dijo: Vamos hombre, no me jodas, pero qué me dices,… qué había ido a comprar el nicho.


 A pared, maña, estamos o estaremos como aquel que dice a pared, lo vamos a tener de vecino al amigo para el resto de nuestros días…. vecinos pa siempre maña, pa ti una tragedia y para muchos también…. Una calamidad, un desastre. Alli mismico de donde un dia estaremos nosotros enterrados, lo hemos dejao, vete preparando, bien nos lo vamos a pasar.

A mi ver, los dos compramos los nichos el mismo día y casi somos linderos, cosas que pasan, tu no te apures. Ya me moriré yo antes, ya te hare ese favor, y  me metes a enterrar en la pared más cercana a él…  más lejos no te podre dejar, a buen sitio hemos ido a parar, ya nadie querría ahora nuestros nichos ni regalaos … Menuda compra, tiene cojones la cosa, no haber preguntado por los vecinos, algo que va a ser ya para toda la vida. No nos volverá a pasar.
 
Eso sí maña, con él, somos amigos después de todo, pero no tontos, así que  no te olvides. Entiérrame con la hoz aquella que nunca sirvió para nada, porque un día u otro, habré de cortarle el cuello, no me pongas crucifijos ni rosarios ni costodias en las manos, ponme la hoz, sin zoqueta, que no me he de cortar, y si mi corto, a buen seguro no sangrare.
 
Redios que putada mas grande, vamos hombre, no me jodas, la culpa es tuya, aseguraba mi abuela,  como no caiste aquel día, pero que tontos fuimos la virgen,  redios no caer en la cuenta y  preguntar por los vecinos, que íbamos a tener, algo que ya es para siempre, y no preocuparnos, toda vida jodiendonos y ahora nos va a dar pol saco pa siempre. Mecaguen la puta de oros…
 
Concluyo mi abuela su letania, camino ya de la cuadra de las vacas, para buscar y subir a la cómoda de su habitación la hoz favorita de mi abuelo, aquella roñosa morisca que nunca tuvo utilidad alguna, “la trajo mi pobre padre de Cuba, o fue mi abuelo de África, o me la encontré en el Rincón en aquellos días….”
 
Años más tarde un día de mayo, tal vez, la metería en el cajón de mi abuelo, el caso es que ya no se volvió a ver por casa, asi, nada más que Lúcia con aquel Land Rover negro y amarillo bajo la costera del Barrio al ponerse el sol por Santa Bárbara y entró el ataúd en casa. Mi abuela dijo: 
 
“Dejarme un momento sola con él.”
 
De los Años de la Cazalla. Ni vencedores ni vencidos.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La Quinta de Doña Pilar.


Aquellos, eran otros tiempos, decían nuestros abuelos, mientras nosotros asombrados, asistíamos al relato que lo corroboraba y ellos contaban con nostalgia. Tampoco lo que llegaba a nuestros oídos, nos parecía normal. Efectivamente sus tiempos, habían sido otros.

Luego, en apenas unos años, sus hijos, nuestros padres, parecieron tomar el relevo y hacer suya la frase, eran otros tiempos nos decían a todas horas y bajo cualquier excusa.

Resultaba terrible el pararse a pensar: de seguir todo así, ¿a donde íbamos a llegar?.

Era el acabose, el fin del mundo, la hecatombe lo que irremediablemente se nos venia encima, sin poder hacer nada para evitarlo.

Hoy soy yo, nosotros, los que a la menor ocasión hacemos de la frase toda nuestra razón, frente a lo que a diario nos acontece, en comparación con lo que dejo de suceder a nuestro alrededor, tan solo unos pocos años atrás. Efectivamente, son otros tiempos.

 


Hace un par de "sanroques", Gabriel se acerco y me saludo, andaba envuelto en la quimérica empresa, toda una odisea, de reunir a la Quinta, al curso escolar, cosas de esas que trae la edad, con el fin de quedar un día y charrar, en suma recordar y reafirmar lo evidente, aquellos años de nuestra niñez fueron otros tiempos.

Fuimos juntos a las Escuelas Viejas después unos meses a lo que luego seria el Instituto y finalmente estrénanos las Escuelas Nuevas. Más tarde él dejaría los estudios, debía ayudar en casa, las ovejas, la tierra, su padre... Un abrazo para toda la familia, hace unos días, para el Santo Cristo. Recuerdos.

Ese tipo de reuniones, deben se cualquier cosa, menos aburridas, y deben servir, de ahí su única utilidad, no le veo otra, para cotejar versiones, la verdad que de cada uno conocemos todos por ir de boca en boca por el pueblo, por muy lejos que uno este, con la verdad contada por su protagonista, ver en suma como le ha ido a cada uno en esta vida, a pesar de que ya lo sepamos.

"Pues mira este cuanto miente, más que habla, menudo fanfarrón, aún se cree que tenemos diez años, que nos chupamos el dedo, si ya de zagales, recuerdo una vez...".

Pasan los años, no cambiamos.

Sin embargo, se equivocaba, no éramos de la misma Quinta. Que si hombre, que no, le dije, soy un año más joven, tu perteneces a la Quinta de Doña Pilar, ¿te acuerdas?, ¿como no vas a acordarte?, vaya una pregunta que te hago.

Había empezado el curso, yo estaba en primero de EGB, allá en las Escuelas Viejas, arriba a la izquierda, visto de frente el antiguo edificio, había empezado el curso, pasado varios días, quizás semanas, tal vez un mes y llego una mañana, en la cual Doña Pilar, os pregunto algo que no supisteis responder.

Vete tu a saber el porqué de todo aquello, el caso es que al mediodía toco a la puerta de clase, entro y tras ella toda una reata de sus discípulos a priori menos aventajados, tu y media docena larga más, todos chicos, también fue casualidad aquello, que no os sabias la lección y allí os dejo, "tirados, abandonados, condenados" a repetir primero de EGB.

Algo habríais hecho, sus razones tendría. Por eso, fuimos juntos a la Escuela...

Aquellos eran otros tiempos, qué maestra de hoy en día se atrevería hacer semejante cosa, ninguna, ni maestra, ni maestro, ni aún teniendo la razón de su parte podría hacerlo, la ley no le dejaría, por no hablar de los padres y demás familia.

Irradiaba, y aún irradia Doña Pilar tanta autoridad que nadie debió decir nada, menos aun el que os iba a tener que enseñar los quebrados, un tal Don Eugenio, sin galones, recién salido de la Escuela de Magisterio, de allá del Reino de Valencia, que solo acertó a decir, "sentaros donde podáis".

Ni se canteo de la mesa aquel jovenzano, de hecho siempre lo recuerdo sentado mirando para su tierra, cambio la mesa de orientación, la esquino, para poder tener frente a él, el Cerro del Poyo, sintiendo aquello como una parte más de su cruel castigo, una plaza de Maestro en Teruel. "Bien, Don Eugenio, aquí le traigo a estos, a mi me sobran, con ellos, hace una clase de cuarenta y pico, como la mía".

Aquel es el primer recuerdo que tengo de Doña Pilar, y aquello ocurrió a principios de los setenta, aún tardaría unos años en venir a vivir al Barrio, lugar en el que de un modo u otro sigue viviendo, de hecho, creo que nació para vivir allí junto a todos nosotros.

En aquellos días, para entrar en las casas de los maestros había cola, era menester que alguien la dejase libre para poder ocuparla, casas que hoy, con poco más de cincuenta años, parecen tan viejas y de otro tiempo, tan maltrechas, como la propia educación que antaño cobijaron.

Se jubilo Don Vicente, el Director de aquellos otros tiempos, aquel hombre de la Valencia que lindaba con Teruel, y que hoy me parece sacado de una novela de Galdós, tan serio como simpático, decimonónico, siempre trajeado, más bien bajito, un buen día se subió a su Citroën 8 y se marcho, junto con él, se fue, la Señora Tomasa, su mujer, siempre repartiendo caramelos a los chiquillos del Barrio, que no éramos pocos, alta con gafas, sonriente,  charradora, apenas ya volvimos a saber de ellos, si no para confirmar lo evidente.

Y en eso llego para quedarse en el Barrio: Doña Pilar y familia.

 


Las abuelas pronto la trataron, su fama como Maestra le precedía, de todos era conocida, y poco más o menos venían a decir lo que en lo sucesivo tantas veces oiríamos, principalmente cuando no estaba ella presente:

Esta Tía, no es como las otras, ni como la Gitana esa que no tiene ninguna faena, esta, no tomara el sol en el corral despechugada, esta no tiene desperdicio, no para, y lo principal, no se si os habrías dado cuenta o no, pero ni tiene vergüenza, ni la conoce.

Esta Tía es como nosotras, como cuando éramos jóvenes, no cabía mayor elogio.

Redios, solo sabe que pedir favores, ahora que enseguida esta dispuesta para echar una mano a lo que haga falta, eso si, manda y mucho, hay que hacerlo a su manera, pero para eso es joven y sabe de letra, solo le podemos echar en cara una cosa, que no sea tan alcahueta como nosotras y ella, con lo que debe saber de todas casas,... Si hablara.

Estos "sanroques" nos vimos, cuando va a ser si no, y hablando y hablando, cayo en la cuenta, años y años después, de que me debía un cuadro, el que me prometió el siglo pasado, y el cual yo ya había olvidado.

Unos días después en pasar fiestas, se presento en casa allá en el Barrio, con el regalo, además, dedicado, no vale nada, dijo, ya veremos digo yo, y ahora ya es mío. He tenido que descolgar y guardar un Velázquez, para poder colgarlo y verlo cada día.

No hay color, para mi Doña Pilar le da cincuenta mil vueltas al retrato del Príncipe Baltasar Carlos de Velázquez que había en su lugar. Me es inevitable fijarme y verla a ella o la otra gitana la de los cestos, reflejada en su rostro.

 


Dejó el Barrio, la casa al jubilarse, aunque no el pueblo, dado que vuelve todos los veranos, allá, a la Rambla, que loca esta la Tía, decían de ella las abuelas cuando comento que se iba a construir una casa en el quinto pino camino de la nada, anda maña no me jodas, no le tiene miedo a nada.

Diría, que desde que se marcho aquella casa esta vacía, con las pegatinas de Naranjito aun en la ventana, pero gracias aquella bendita locura de construirse una casa, vuelve todos los años al pueblo, y a su casa, al Barrio, sigue la amistad, y en Navidad, cuando no nos vemos, hablamos... Muchísimas gracias por el cuadro, el día de su santo le llamo.

"Ahora le ha dado por pintar, como a la Lola Flores", otra bendita locura de aquellos últimos años, Las abuelas ya casi habían dejado el Barrio, hace tanto de aquello... Ya se le pasaron los días del arte, según me comento, cosas de la edad, el hecho es que siempre fue una pionera, (conocido es que a los pioneros, sus contemporáneos les llaman en un momento u otro, locos. Hasta que el tiempo le da la razón a uno u otro, en este caso siempre fue a ella), es inevitable acordarte de Doña Pilar al ver en La Bruja Novata, a Angela Lansbury en bicicleta.

Cuando nadie en el pueblo, ni aun en la ciudad iba en bici, ella la usaba para todo, y pedaleaba con falda, menuda fortaleza, decían las abuelas, un día se ha de estozolar en la costera de las Escuelas o de Zurriaga, que bien hace en no tener vergüenza,...

Cada tanto le robaban la bocina o le deshinchaban una rueda, nada pasaba, todo tenia arreglo, seguir pedaleando...

Dios que Tía, mira que no se le pone nada por delante. Quien fuera como ella, mecagüen la Tía el copón.

 

Un buen día en la fresca, un anodino día de verano, comento, tarde o temprano, tendré que bajarme de la bici, me hago mayor, voy a sacarme el carné del conducir...¿qué les parece?.

Tras el silencio y el consabido asombro por parte de todos, llego el apoyo unánime del rolde hacia Doña Pilar, no podía ser de otra manera, redios que Tía, tiene más cojones que una burra capada, es como nosotras, acaba de comenzar así una de las luchas más épicas que haya llevado a cabo nadie en el Barrio jamás.

La teórica, nadie esperaba menos de ella, fue coser y cantar, pero aprobar la práctica, su examen, nos tuvo a todos en vilo durante meses y meses toda una eternidad, batalla a batalla para ganar una guerra, en Teruel no hay una calle decente.

Guerra la cual un buen día en un recóndito lugar de Castilla donde residía alguien que había vivido años atrás en el Barrio, tuvo su fin. Aparco la bici y empezó a conducir. Todo un ejemplo.

Y ahora, conociéndola, cuando nos diga, sube que te llevo, como le vamos a decir que no. A nuestra edad, aún vamos a saber lo que es pasar miedo.

Felicidades en el día de su santo. Mil gracias. Aquellos eran otros tiempos, a veces para las Fiestas del Pilar, incluso nevaba.