Por: Silvia Lario Hernández
Cofradía: Oración del Jesús en el Huerto
Calamocha
24 marzo de 2018
PREGON
Buenas tardes. Párrocos, Junta de Hermandades de la Semana Santa de Calamocha, Alcalde y representantes institucionales, cofrades, vecinos y amigos.
Es extraño para mí encontrarme hoy en esta tesitura, puesto que formo parte de la Semana Santa de Calamocha desde hace 30 años, y la verdad es que nunca hubiera imaginado participar como pregonera. Entiendo que es una apuesta de la Junta de Cofradías por compartir en este acto las experiencias personales de quienes participamos de esta Semana Santa, y como tal, acepté agradecida el ofrecimiento, cual cofrade que, a expensas de su cofradía, ocupa la dedicación que se le requiere en cada circunstancia.
*Los que estamos aquí ya conocemos la historia de cómo esta Semana Santa nuestra resurgió en los años 80, así que tan solo me gustaría sumarme, en primer lugar, al reconocimiento de aquellos valientes que la hicieron posible, a quienes la impulsaron y a los dos puntales clave que la asentaron. Por una parte, la introducción de bandas con sus instrumentos, que supuso la gran revolución de integrar la juventud en las filas cofrades. Y, por otra, la incorporación de las mujeres, puesto que, de manera innata a nuestro modo de ser, hemos arrastrado con nosotras a las cofradías a familias enteras, no sólo repoblándolas, sino inoculando en los más pequeños la semilla semanasantística.
*En mi relación con esta Semana Santa, por circunstancias de la vida, me ha tocado vivir roles muy diversos. Todos ellos me han aportado experiencias distintas que me han permitido analizar nuestros puntos fuertes y débiles. Afronto este pregón poniendo el acento no tanto en la recreación de los logros ya conseguidos, sino en aquello que a mi entender nos deba hacer reflexionar para proseguir con éxito esta tarea, consciente de que se escucha cierta alerta de que afrontamos un momento crítico en el que necesitaríamos una nueva revolución, pues de aquella primera hemos ido tirando ya cuarenta largos años. Cierto es que vivimos momentos complicados en este medio rural, lo cual no es ajeno a la Semana Santa. Es decir, que la falta de población, el envejecimiento de nuestras gentes, la falta de relevo generacional o la laicidad de la sociedad pueden ser también factores clave para comprender cómo NO vemos a los casi 800 cofrades inscritos en alguna de nuestras cofradías procesionando cada año.
*Mi primera experiencia en esta Semana Santa, y la más profunda y personal, es la de cofrade. Es, sin duda, un momento de recogimiento y de reflexión, puesto que gracias al anonimato que otorga el capirote, podemos caminar en nuestro silencio interior, gozando de libertad para poder reposar en nuestros pensamientos. Es la Semana Santa, una invitación a aprovechar el camino de la procesión para encontrarse no sólo con Dios sino también con uno mismo. Algo que echamos de menos tantas veces en el día a día de nuestra apremiante y moderna sociedad.
Pero además, cuando uno se viste con el hábito, el mío el de la Oración de Jesús en el Huerto, comienza a albergar el nerviosismo de la puesta en escena, de aquel que se sabe parte de un todo que hace historia en nuestras calles en cada ocasión convocada. Pesa sobre la tela también en muchos de nosotros, el recuerdo de nuestras monjicas cosiéndolos; aquellas que se asomaban desde la reja del Convento al oír pasar los cofrades en aquellos Viernes Santos de los que recuerdo cómo venían descansando ya las carracas hacia mitad de la calle Mayor, tras la intensa procesión y el malestar de los brazos erguidos sujetando y haciendo sonar la cruz de madera. Pero en la vuelta hacia la Iglesia, la presencia de aquellas espectadoras hacía levantar de nuevo la carraca al hombro y vuelta a tocar, como ofreciendo nuestro respeto y cariño, sabiendo que nos escuchaban desde su clausura con emoción contenida y recibiendo a cambio la sensación del amor y bondad incondicional que desprendían. Era gratificante aquello, al igual que lo son los puntos donde se congregan los vecinos en el recorrido: salida de la Castellana, plaza del Peirón, entrada a la Iglesia… y es que para el cofrade es reconfortante el acompañamiento desde las aceras, en silencio, con respeto,… siendo estos términos los que para muchos han definido nuestra Semana Santa y en los que, precisamente por formar parte de nuestra idiosincrasia, debemos hacer hincapié.
Previamente, las mañanas del Viernes Santo, han sido todo trajín, limpiando y poniendo a punto peanas, vistiendo imágenes con ropa recién planchada, adornando con flores, cortando la hiedra que recreará el Huerto… Y la sorpresa para nosotros, cuando empezamos de críos, de un Jesús sin cuerpo alguno. Le llaman devanadera porque apenas tiene cabeza, manos y pies… Recién restaurado, nadie sabe colocar en su posición original estos últimos, por lo que quedan apoyados sobre el poyo de madera, y al echar a andar el carro que la porta, terminan cayendo y colocándose en su sitio por sí mismos, pues tras más de dos siglos de historia de la talla, parece que nos dicen, ya saben dónde terminarán…
Tardes noches de Viernes Santo, procesión general que en estas últimas décadas ya no ha necesitado apenas cambios, puesto que el excelso desfile de nuestra imaginería nos arrastra a participar desde la fe y la tradición.
Por el contrario, el Vía Crucis del Jueves Santo, siempre se ha caracterizado por las modificaciones: horarios, orden de cofrades, agrupación de estaciones, recorridos... Es un Vía Crucis paradójicamente, vivo, que no quiere dejarse morir, que se adapta a los nuevos tiempos, cambiando a menudo de formato. El que presenta en los últimos años, aunque quizá todavía no lo sabemos, será sin duda un referente por su modernidad, por enfrentarnos al espejo a las miserias humanas, por apesadumbrarnos y avergonzarnos en el momento, pero por hacernos abandonar la Plaza con la firme intención de convertirnos en mejores personas.
*Con motivo de mi trabajo en la televisión local, he grabado también nuestras procesiones, ampliando mi punto de vista, con una perspectiva más amplia que como cofrades no tenemos la ocasión de disfrutar. Buscábamos las imágenes que más transmitieran y encontrábamos, además de la expresión de los rostros de nuestras tallas, dignas de recreación, los ojos de quienes nos miraban desde el interior de su hábito, desde la emoción, la devoción, la responsabilidad o la ilusión de quien comienza. Esos son los ojos de nuestra Semana Santa, una mirada limpia que nos asoma al interior del cofrade.
La tarea de nuestra televisión ya comarcal, nos hizo descubrir otras procesiones y cofradías del Jiloca, tan cercanas pero diferentes y desconocidas, continuando con la tradición, en la mayor parte de los casos, de antiguas cofradías de la Sangre de Cristo, con procesión general el Viernes Santo y Encuentro cada Domingo de Resurrección, con saludo entre las enormes banderas de la madre y el hijo que por fin se encuentran. Mientras, Calamocha avanzaba incorporando novedades un año tras otro: nuevos pasos y procesiones, notas de corneta, actos dispares y mayor vistosidad. Todo nos parecía poco…
*Para las cofradías calamochinas sin banda, o para aquellas que llevamos tradicionales instrumentos de madera ya era difícil entonces, y lo es más ahora, competir con el avance del atrayente redoble del tambor…
El tambor aparece desde los inicios de la humanidad como un sonido tribal, inherente al hombre primero como forma de comunicación, como aliado en la sanación después o como sonido ineludible de los rituales del folklore religioso. Su golpeo se asocia incluso al ritmo del latido del corazón. Una “pulsación que nos estremece”, como lo definiría Luis Buñuel, uno de los artífices de la fama mundial de los de Calanda. 400 cajas asistieron en 1992 a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, y la televisión retransmitiendo a 3.500 millones de espectadores de todo el mundo…
España este año 2018 presentará a la Unesco Las Tamboradas para optar a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, alegando que el tambor es “símbolo de amistad y concordia entre los pueblos”.
Mencionaba antes “competir”, porque hubo un tiempo en que, en aras de la espectacularidad, las bandas parecían retarse aumentando año tras año la cantidad de cofrades y la grandiosidad de sus retretas.
Por el contrario, la Semana Santa al servicio del espectáculo acabó por hacer polvo a las pequeñas cofradías… Tampoco creo que no digo mal, si afirmo que estas cofradías no supimos reaccionar, seguramente, y nos hemos conformado con tirar para delante, perdiendo la oportunidad de subirnos a esa cresta de la ola en un momento que pudo haber sido determinante. Y hoy lo estamos pagando con creces. Aun así, mi respeto y agradecimiento desde aquí a los valientes cofrades que en los últimos años se han inscrito en cofradías sin banda, como también a los que portan carracas y matracas, siendo Calamocha uno de los últimos reductos de Aragón que las mantiene, a pesar del que para nosotros son amargo y quejoso crujido, y para quienes nos contemplan ajenos a nuestras tradiciones, motivo de sorpresa y admiración.
*La gran explosión semanasantística inundó el Jiloca de bandas y pregones en cada población, agotando incluso a los más animosos, por lo que con acierto, a mi entender, se formó la Asociación de la Semana Santa del Jiloca, aunando esfuerzos en un solo acto de hermanamiento. Mientras, la Comarca del Jiloca fue pionera al poner en marcha la primera escuela de tambor del Jiloca, conscientes de la importancia de apoyar a los jóvenes en su afición y de la necesidad creciente del apoyo entre cofrades de pueblos hermanos. Otro acierto porque hoy contemplamos actuaciones tan impresionantemente espectaculares como las que hacen desde la Casa del Tambor y el Bombo del Jiloca, a quienes debemos felicitar por sus toques extenuosamente ensayados. Ahora, el objetivo ya no es tanto la cantidad, sino la calidad.
Son ejemplo del esfuerzo, la constancia y el trabajo, valores que los nuevos cofrades aprenderán a imitar desde la admiración. Y son ejemplo también de cómo el Jiloca es capaz de llegar más lejos cuando actuamos juntos.
*También es cierto que la rivalidad en su justa medida es una buena aliada de la superación propia. Y así, Calamocha alcanzó cierta excelencia que debería haber servido para constar como referente en la promoción turística de la provincia, junto a otras Semana Santas ya consolidadas. No sé muy bien por qué, sin embargo, ni Teruel, ni Aragón, nos han acogido nunca entre sus Semana Santas” a promocionar. Es asignatura pendiente, pese a ser muchos los intentos.
*Mi paso por la Junta de Cofradías me hizo entender que lo más costoso para los que allí estábamos empezaba a ser dejar la fila habitual de cofrade, puesto que dejábamos huérfanas algunas cofradías muy necesitadas. Aquí se atisbaba ya un problema porque hoy tenemos cofradías con verdaderas dificultades no solo para crecer sino para mantenerse. Es aquí donde el espíritu cofrade debe manifestarse, en el apoyo de unas cofradías a otras, en el empuje conjunto desde la Junta, en el aliento de la vecindad… Todas las cofradías forman de igual modo nuestra Semana Santa, no podemos permitir que ninguna de ellas flaquee o nos falte, porque para eso estamos los hermanos, significado preciso del término “cofrade”, del latín “frater” precisamente.
*Toda mi familia, numerosa, participa en la Semana Santa de Calamocha, y es sin duda uno de los roles de los que más orgullosa me siento. Soy culpable de arrastrarlos aquí.
La verdad es que nunca les pregunté. Un día impusimos el hábito del Huerto, y punto. Con apenas unos palmos del suelo, han llevado la carraca con dignidad y, como otros, son nuestra esperanza de futuro.
Por no hablar de que he sido también la hija pesada de las que no sabemos coser un bajo para meterlo o sacarlo. Menos mal que hay manos de madre y abuela en Calamocha que impregnan con su amor cada puntada que cosen, y que luego verán pasar con orgullo a sus hijos y nietos en la procesión, adivinando por debajo del hábito cuáles son los zapatos conocidos. Ellas también son parte de nuestra Semana Santa. No sólo por eso, sino, sobre todo, por su aliento y empeño en que sigamos adelante, en que no “colguemos el hábito”, por recordarnos que debemos estar ahí.
Y es que gracias a las familias se sostienen algunas cofradías, como la mía. Es nuestra responsabilidad como padres calamochinos y creyentes, el intentarlo… con la esperanza de saber transmitir la tradición y el sentir del cofrade. De saber hacerles ver que cuando procesionamos, también escribimos la historia de Calamocha, continuando el camino que emprendieron quienes nos precedieron… Hasta dónde llegue ese camino, no nos atrevemos ni a pensarlo, puesto que, como las modas, las intenciones van y vienen, la responsabilidad hay que trabajarla y hoy en día son muchas las tentaciones que la juventud encuentra, y además, muy cerca y apenas sin esfuerzo, porque todo es instantáneo y está a un click, en la era de la globalización. Sin embargo, debemos creer en nuestros jóvenes, no tengamos miedo al cambio, realicemos críticas constructivas, apoyémoslos aunque advirtamos del riesgo, escuchemos lo que tengan que decirnos.
*Entiendo, finalmente, que hoy estoy aquí en representación de todos esos cofrades que suman un año tras otro su compromiso con la fe y con la tradición, que fuimos partícipes del engrandecimiento de nuestra Semana Santa y que sentimos el peso de sostenerla en momentos delicados. También porque en el ejercicio de mi profesión, disfruto orgullosa de las noticias que arroja nuestra Semana Santa, su organización, sus protagonistas, sus novedades. ¿Imaginan ustedes que un día nuestra Semana Santa no fuera noticia? Los vecinos contratando vacaciones, descansos en la playa, carretera y manta… No suena mal, tampoco, pero lo que sí suena a derrota serían las calles aquí vacías, sin estruendo, sin encuentros, un pueblo sin tradición, sin pasión… No sería el primero, y está en nuestras manos.
Así que ahora, a las puertas ya de la Semana de Pasión, planchemos nuestros hábitos y saquemos brillo a los zapatos, dejémonos llevar por la ilusión del compromiso, … pero también compartamos, ayudemos, perdonemos y pidamos perdón, pues no debemos olvidar que hemos de disponernos a preparar un espíritu limpio para recibir la Semana Santa de 2018.