domingo, 15 de diciembre de 2024

El Jardín de las Delicias

 CRONICA DE LA VILLA DE CALAMOCHA AÑO IV


·       Sábado 14 de diciembre de 2024 (-3.9ºC)

 

Cuatro Estaciones de José María Marco Pérez 

Editorial Círculo Rojo 

2024

En 1970 se estrenó la película de Carlos Saura El Jardín de las delicias en algún momento del rodaje un pequeño tren con ritmo pausado y sin detenerse, parsimoniosamente paso por la Estación Calamocha Vega, la Vieja, para que todos nos entendamos, asomado a la ventanilla, el recordado gran actor José Luis López Vázquez saludo a la madre del autor del libro, quien se había vestido de un modo elegante esperando que por alguna razón el tren se viese obligado a parar. Pero no fue así. El jefe de estación, el padre y esposo no encontró escusa alguna para hacerlo, no hubo suerte.

El libro recoge los recuerdos de la niñez vivida por su autor en cuatro estaciones de tren, entre ellas la estación vieja de Calamocha 1969-1971 Medio centenar de páginas, son las que dedica a su vida en la villa y que conforman un pequeño tesoro, las vivencias de un niño que estaba despertando a la vida.



La vida en la estación, el huerto, el perro del guardia cojo, el Castillejo y sus cuidadores y veraneantes, la EFA, la Casa de Ejercicios, las Escuelas Viejas, con don Leandro despertando a la vida allí mismo en su primer día de clase cuando los llevaron a la iglesia al entierro de un compañero, (Pepito, muerto de cáncer de huesos) el curso que paso en los frailes en Burbaguena, “ en un ambiente destendido, todo cariño y delicadeza, una fiesta continua”, los viajes en tren con sus “buenos” amigos del Poyo y Fuentes Claras ida y vuelta cada día, ellos le dieron el título de “calamochino”. la semana santa, el cine, las fiestas de San Roque, las peñas, los toros, nadar en el rio, pescar las noches a la fresca cuando sacaban el sofá para ver la tele desde el andén… ver de tal modo la llegada del hombre a la luna debió ser algo tan extraordinario para su familia como para los mismos astronautas.

Un recuerdo muy especial de Doña Pili, la maestra de párvulos de su hermano y varios recuerdos de su amigo el Zagal del Molino, el escultor Luis López Gómez, a quien ayer le pase un par de pantallazos y tras varios wasap acabamos hablando por teléfono … Y otorgándole al autor ya de un modo serio y oficial el titulo de Calamochino. Luis, no paraba de recordar tras lo leído, estaba realmente emocionado.

Me quedan un par de estaciones por leer, así que vamos allá… Muy recomendable.

 



jueves, 12 de diciembre de 2024

La Fiebre del oro en Calamocha 1774-93

 De fuera vendrán, y ¡vinieron de Madrid!, ¿de dónde iba a ser si no? Nada ha cambiado desde la noche de los tiempos. Mandados esta vez por don Manuel Fulgencio Ramírez de Arellano y Burgos, con un nombre así, y desde la villa y corte, bien nos podíamos dar por “perdidos” Desde allí todo es más fácil, ¡además era el VI Conde de Murillo! y para rematar Grande de España. Persona querida en su casa a quien veremos todo lo suyo le parecía poco. Poseía numerosas propiedades por toda España y aun así vendría a robarle lo suyo a la familia de nuestro pariente el pobre Bernardo Bordas y sus hijos, así como a su hermano Pedro, vecinos indefensos, ante la ley, de Luco de Jiloca, la cual siempre, en ello tampoco hay nada nuevo, dio la razón al poderoso caballero. Y llegó para arrebatarles, una mina de oro descubierta tras deslomarse de sol a sol, entre el hielo, la nieve, el cierzo y la calorina agostera por los vecinos de Luco años antes en el término de la Serratilla de Calamocha. Mas allá de la Cirujeda, pasada la Nava. Aún hoy no tiene pierde se llega a escape.

La concesión minera del Conde databa de siglos atrás e incluía todas las explotaciones que pudieran encontrarse en la villa de Molina de Aragón y “ocho leguas” más allá. Defendiendo ante los tribunales que su merced se extendía a partir de los mojones del Señorío y no desde la misma Molina.  De esta sutil manera el oro de Calamocha quedaba dentro del privilegio del que gozaba el Grande. Interpretación que hasta aquellos días ningún tribunal había aceptado.

Al norte del rio Jiloca el pobre Bernardo, esforzado trabajador, desde el lugar de Luco había sido el más listo y temeroso de los nuevos tiempos, registrado primero en Calamocha su mina de oro recién descubierta, (algo que jamás había hecho nadie en nuestras tierras, en las cuales se buscaba oro sin parar y si se encontraba se extraía sin más, sin necesidad de registro), para tenerlo todo atado y bien atado. Luego la registró en Madrid. Además, la Real Casa de la Moneda avaló el primer oro enviado. Podía extraerlo, y darse con un canto en los dientes siendo tan solo la tercera parte de lo encontrado para la Hacienda Real, hoy seria cuarto y mitad más. Todo parece indicar que el bueno e inocente de Bernardo, llevado por su buena fe, al registrar la mina de oro en la villa y corte madrileña destapó la caja de los truenos al llegar la noticia a los tan limpios como avariciosos oídos del Conde, a quien le faltó tiempo para entre bailes de alto copete, audiencias en palacio y misas en las que asegurarse el cielo, ponerle un pleito aceptado por la Junta de Minas. Después mando a sus hombres.

Desde Molina de Aragón, bajo las órdenes del Conde, el señorito ni se manchará las manos ni jamás pondrá un pie en nuestra acogedora tierra, un tal Narciso Urtiuri Navarro, a quien el cielo ni fu ni fa,  (siempre hubo gente para todo), fue el encargado de la extorsión, llamemos a las cosas por su nombre, en defensa de los áureos intereses del Conde, contratando para el trabajo sucio a su paisano Pedro de Iparraguerri, vecino de San Martín del Río cuyo solo apellido originario de tierras extrañas de más allá de las lindes del rio Ebro ya infundía terror.



Supongo que en este punto de la lectura se habrá despertado la curiosidad en mi querido lector en torno a como discurrió la disputa y como acabo. Pues bien, para saber más de los hechos y conocer el final recomiendo, (sobre todo a los más jóvenes), hacerse socio del Centro de Estudios del Jiloca y leer a don Emilio Benedicto quien en la revista Xiloca, Número 52, salida a luz la pasada feria dará respuesta a todas las incógnitas. Escribe Don Emilio, un maravilloso artículo, tan riguroso como ameno. Lo mejor sin duda que he leído en años. Y de paso nos recuerda algo que hoy nos cuesta creer y nos parece del todo imposible: como siglos atrás Calamocha fue una villa minera. (En cualquier caso, querido lector, no le voy a engañar, vuelva a leer lo escrito y sustituya la palabra oro por cobre).


Publicado en El Comarcal del Jiloca 5 diciembre de 2024

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Dicho a Santa Bárbara

 

Dicho a Santa Bárbara, (editado) por don Ángel Catalán Bello, tradición perdida.

 

¡Viva Santa Barbara!

 

Una mañana de abril

Me levante muy temprano

Y discurrí este dicho

Para decírtelo este año

 

Las mozas están sonrientes

Devoción te saben demostrar

De emoción lloran los viejos

Y de alegría los demás

 

En nombre de tus cofrades

Solo una cosa te pido

Terminen bien las cosechas

Particularmente el trigo

 

Hay quien durante el año

Te hace alguna visita

Y ese buen cofrade

Se llama Francisco Lucas

 

 

Guárdale bien la viña

De una helada y demás

Para que otro año

Con la burrica y la bota

Te venga a visitar

 

Cuando llega este día

Se engrandece el ermitaño

Y se da el pobre un banquete

Que no se lo da en todo el año

 

Lo ves tan bien afeitado

Con alegría y contento

Y lo veras luego por fuera

Hacer la recolección

Con un puchero gigante

 

Y Viva Santa Barbara

Hasta otro año me despido

A ver si tengo salud

Para decirte otro dicho

 


Santa Bárbara en obras, Archivo Victoriano y Doña Conchita


Cuadernos del Baile a San Roque. Etnografía. Nº 5 año 1992 Centro de Estudios del Jiloca

Jose Maria de Jaime Loren y Jose Maria de Jaime Gomez, escribieron.  Contando con la colaboración de Angel Alcañiz.

Angel Catalan Bello, conocido por el apodo de “Loreto”

Hijo de Pascuala de Tornos y Mariano de Calamocha, nacido un 17 de julio de 1917 en la masada de la Retuerta en medio de la siega. Casado con la torrijana Maria Moreno, tuvieron dos hijos, Antonio y Maria Ángeles. Moriría un 12 de enero de 1985

A pesar de recibir en su infancia unas muy rudimentarias enseñanzas escolares a fuerza de trabajo en la soledad del pastoreo en el monte supo adquirir un nivel cultural más que notable

Baja lo capa más inmediata de seriedad se ocultaba una personalidad culta y aguda, de gran capacidad de observación, que gustaba de comentarios sencillos, educado, serio y formal, siempre dispuesto a ayudar.

Es posible que fuera uno de tantos soldados que al regreso por alguna promesa o sencilla devoción seria uno de los más asiduos bailadores.

Compañero muchos años de Roque San Roque

De pasmosa facilidad versificadora, no se prodigo en exceso en los dichos, sin embargo, estos son recordados por ser muy buenos e inspirados

Fiado siempre de su buena memoria nunca quiso leerlos y alguno de ellos los pronuncio a dúo con su gran amigo Alejandro Salas

Como dichero supo trasmitir su experiencia poética a personas como Jose San Roque, o su sobrino José Catalan “Barradico”

Partidario del baile a la vieja usanza, ya se sabe, más pausado, y con largos tramos en que se marchaba sin danzar, acompañados solo del redoble del tambor. No vio bien la innovación

Esa mudanza en la costumbre fue en definitiva el motivo que lo aparto del baile.