Hace un tiempo, por casualidad, leí la esquela de una tía abuela, muerta en su día, como decían los obituarios de antaño, por causas propias de la edad, esto es, como consecuencia de los muchos años que tenía, después de todo, gran suerte la suya, nada más le podía pedir a la vida.
Esquela en la cual toda su larga existencia quedaba reducida a su correrías, por llamarlo de algún modo, y al parecer y tras lo leído, para todos ejemplarizantes durante el mes de julio de 1936 y posteriores días, a las barricadas en el Paseo de Gracia allá en Barcelona y a la revolución.
Quedaba así, la tía abuela retratada para la posteridad, como una luchadora por la libertad, un modelo a seguir, … Libertaria en suma, para ser estrictos, que en esto como en todo, también hay y ha habido clases.
Antifascista primero, luego, en unos meses, anti todo, y finalmente desdichada, sin patria… obvio es el decir, que la esquela había sido escrita por los suyos, por el sindicato, por la CNT, en las páginas de Cenit, poco antes de cerrar la publicación, ya en los noventa.
Tanto romanticismo belicista, revolucionario, vital, heroico en tan pocas líneas me hizo pensar, en lo que estarían haciendo mis abuelas, en contraposición, y ya se sabe que las comparaciones, …al parecer comportándose cobardemente, en aquellos meses, en el otro bando, en el entonces vencedor, entonces y hoy supuestas fascistas convencidas de los pies a la cabeza, de ningún modo dispuestas a luchar por liberarse de las cadenas, por la tierra, por la libertad, por sus hijos…
Y lo que hoy es peor, sin tener, años después a nadie que les escribiese una triste esquela aplaudiendo su proceder.
Ya no vive ninguna para recodarlo… si acaso se puede imaginar, pero no deja de ser una perdida de tiempo.
“Y en aquel verano del 36, la abuela cerró la puerta, le puso la tranca, echó la cadena y el cerrojo, también cerró la gatera, esta con cuatro tachuelas, y dejó entreabierto el ventano, y la hoz, sin la zoqueta, y la horca a mano, por si a caso y antes de seguir adelante se paró a pensar que hacer en lo sucesivo, entonces se puso a maldecir a todas caras, a caciques y señoritos, a curas y guardia civil, a falangistas y soldados, a italianos, a alemanes, y moros, … y cuidado no vengan los comunistas y sean ellos los que nos maten, buena se va armar, la que vamos a preparar … la madre que los parió a todos, un rayo los parta”.
En fin, aunque pueda parecer lo contrario, a veces no se puede elegir…
Toda la vida lo tuvo colgado en la habitación, me pregunto, quien la haría, no lleva firma, salvo una anotación en el reverso, a lápiz, que reza así: “la señora dice, color especial, marco de lujo”.
Lo dicho, a veces si se puede elegir.
Seria el fotógrafo vecino del pueblo, seria un fotógrafo aventurero, un reportero desplazado al frente para ganarse unos cuartos, y que le llevaría a mi abuela en plena batalla de Teruel, con mi abuelo movilizado obligado, como tantos, sino todos, llegado el caso a disparar en sentido contrario y mirando de reojo al frente desde el camión, con la ilusión de ver a La Pasionaria, viviendo ella a caballo entre la casa de la calle Daroca y las bodegas refugio de la calle Zaragoza, con la aviación republicana bombardeando Caminreal y tratando de alcanzar el campo de aviación y la estación de tren de Calamocha Vega…
Que le llevaría a mi abuela Xaltacion, estando la cosa como estaba, nada clara, a encontrar tiempo, dinero, valor y ganas, que todo era menester, para llevar a cabo, semejante heroicidad encargando el retrato como si en realidad, la cosa no fuese con ella, o si. No lo sé.
“La señora dice, color especial, marco de lujo”.
Lo dicho, a veces si se puede elegir.
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