jueves, 9 de septiembre de 2021

Los Amantes de Cutanda

 Pasaron los días y las semanas y la novela tras ser premiada en Calatayud no se encontraba a la venta en ningún lugar ni real ni virtual. Me asaltaban las dudas, me impacientaba. Los festejos de la Batalla de Cutanda estaban ahí y me habría de conformar con el magnífico comic leído días atrás obra de Juanfer Briones. Tan breve, me supo a poco. Andaba con ganas. Quería saber más. Justo desde aquel lejano día de los ochenta en la universidad cuando en clase de arte el profesor Guatas menciono la faraónica batalla, sin venir a cuento, entre pirámides.

El inicial asedio a la obra fallo, siendo por fin una alegría verla a la venta en la Feria del Libro de Zaragoza. Como Ibn Rudmir pensé en salir a su encuentro. Sin embargo, ahora que tenía constancia de su existencia física y que podía hacerme definitivamente con ella abandone su asedio como hiciera el Batallador seguro ya del encuentro y la victoria.

Cutanda la novela escrita por Eloy Morera, publicada por Doce Robles y Premio de Novela Histórica Medieval “Ciudad de Calatayud” era el objetivo.



Mientras llegaba nuevamente el Batallador a Cutanda al encuentro de los almorávides espere el libro y una y otra cosa sucedieron a la vez. Un jueves 17 de junio de este mismo año, momento en el que se conmemoraba su 901 aniversario, tal cual resulto el día en el que el mensajero me trajo el libro directo de la Librería Paris de Zaragoza.

Prologada la novela por José Luis Corral, prologo y reseña. Poco más que añadir. Trae también apuntes históricos por parte de Javier Ibáñez Gonzalez y Rubén Saez Abad. Una guía de personajes protagonistas y un pequeño vocabulario por parte del mismo autor. No cabe más en tan pocas páginas. Ni tan didáctico, ni tan imprescindible de leer.

De modo que insisto, no queda otra que leer, compartir y gritar a los cuatros vientos lo que un buen día sucedió en Cutanda. Lugar a donde hoy parecen llevar todos los caminos. Ejemplo su población de que aun siendo pocos (cuentan las crónicas que hoy son 50 habitantes los censados y 25 los que allí pasan el invierno) son muchas las cosas que se pueden hacer. Su visita es obligada, más aún una vez leído el libro cuando lo sabes todo, o eso crees. Ahora empieza lo bueno.

Y de la novela, qué más decir. Muy sencillo: me ha encantado y como calamochinos deberíamos agotarla siendo una obra de esas de las que hay que comprar dos ejemplares, uno para leer y otro para regalar. Ha tenido suerte Cutanda con su publicación. Una suerte loca. La misma que el Batallador. Claro que la suerte también es cuestión de fe y hay que buscarla.

Son poco más de un centenar y medio de páginas las que conforman la historia novelada por el autor en torno al Batallador y Cutanda con comienzo en Calatayud. Una amena lección de historia, didáctica, rigurosa, sugerente, impecable para entender de donde venimos y a donde vamos pues siempre son muchos los caminos.

En medio de la novela la historia de amor de Badra y Salvian, los amantes de Cutanda, cuando las dos culturas se unen. Todas novelas deberían tener una historia de amor y esta es especialmente bonita. Urge buscarles casa en Cutanda, si es en un remozado Castillo mejor, el cual aun en ruinas lo magnifica todo, bien se lo merecen, bien se lo están ganando los amantes de Cutanda, los que allí pasan los inviernos y los agosteros. Leamos.

(La fotografía del articulo es de don José Luis Latorre Lázaro quien cada mañana desde los pies del castillo a través de su Facebook nos da los buenos días con una bonita estampa de uno u otro lugar del país del Jiloca del cual es un magnífico conocedor. Abrazos)

 

Articulo publicado en El Comarcal del Jiloca 3 de septiembre de 2021

sábado, 14 de agosto de 2021

Luces del Rabal

 

La luz de aquellas simples farolas que alumbraron las noches de mi niñez era blanca y la vista de las calles de Calamocha muy distinta a como ahora se ve en ese amarillo brillante que despiden las elegantes de hoy. No me acostumbro. Me sigue pareciendo aquel blanco la luz propia de las noches de hielo al cerrar la fría puerta tras volver con la leche de casa de la Teresa en busca del calor de la estufa y la gloria. Luz de las noches de verano sentado a la fresca con la vista perdida en las estrellas buscando entre ellas luces de aviones a los que nunca subí, escuchando historias dado que por entonces no tenía nada que contar.

Me despierto de madrugada, sudando y frio en un sueño sin fin que vuelve una y otra vez. Es probablemente mi recuerdo más antiguo de la primera vez que me vi solo en el mundo en medio de la nada frente a la inmensidad del rabal.

Sobre la acera veo a mi Tío Victor y la Balbina sonreír y charrar. Los he acompañado, toda una osadía por mi parte y precisamente un valiente no soy. Me tratan como a un mayor y tengo que volver solo. Van a cenar con el señor “Capote” y la Tía Josefa, amigos de siempre, debieron estar juntos en la guerra esa que hubo hace muchísimos años. Mis tíos vienen los veranos desde Barcelona y siempre pasan una noche con ellos. Su hija Maria del Mar, mi prima, se ha olvidado de la cita a lo cual mis tíos no dan importancia debe estar por el Peirón, San Roque está ahí, miro hacia las cuatro esquinas, no se ve nada más allá del bar de Santos, tengo que volver, no seas gabache pienso. “Venga Jesusin a casa” me dice la Tía Josefa, la Rosa estará pasando pena.

Rabal arriba mis pasos son pequeños y las casas me parecen enormes, luces amarillas en sus ventanas y alguna blanca, sillas en las puertas, me quedo mirando la casa de los Jotos, viven en la planta de arriba como en un piso de ciudad, su madre me guipa, he bajado de la acera a la carretera porque la puerta de Lechón está ocupada entrando y sacando cosas de la cochera. Se llama como nosotros, pero dice mi padre que no somos parientes o muy lejanos. Calamocha me parezca enorme. “Jesusin qué haces ahí, sube a la acera y jopate a casa” Es la madre de Vicente y Manolo con quienes mi hermano hace la peña allí mismo, ya han pintado el nombre: La Cuba.

 


“Pero ande va el peón, venga Manolin tira a escape que cuando llegues a casa ya no tendrás cena” Me sonríe Tomas, me llama por mi otro nombre sentado en la puerta tomando la fresca. En la tienda de la Paca y Rafael todo me es familiar, paso la mano por los azulejos, cruzo corriendo la calle Ingenio que me parece la boca del infierno, aunque la Poza da mucho más miedo, no dejo de correr me canso y paro a respirar, alguien me habla. “Casimirin donde vas tan corriendo si ya vas tarde” “Anda que te acompaño”, “Deja al zagal que ya es mayor, venga maño tira y dales recuerdos a los abuelos”. Sonrío y me voy, incapaz de hablar, vergüenza y miedo. El Tio Conchanete con su reloj de bolsillo y la Tia Mariina, amigos de mis abuelos me quieren muchísimo, he estado muchas veces detrás de la ventana desde la que me hablan.

 

La casa del Tio Catalan enorme y clara en la noche señala la entrada al Barrio las Escuelas. En casa de Inocencio están cenando, veo la calle llena de sillas vacías y envuelta en una luz blanca cegadora cara la oscuridad de Santa Barbara. Una voz me llama: “¡Eh amigo!, ¿de dónde vienes?” Es Paquito, el hijo de Máximo y Manolita, lleva una mochila y un balón, es aprendiz en Talleres Abad y juega en los juveniles del Calamocha, todos queremos ser como él. Trato de responderle y el sueño vuelve a comenzar. Sobre la acera veo a mi Tío Victor y la Balbina sonreír y charrar. Me despierto, nunca llego a casa


JESUS LECHON El Comarcal del Jiloca 6 de agosto de 2021

sábado, 17 de julio de 2021

El otro doctor Caja

 

Tiempo atrás en abril de 1920 a don Antonio Caja Alegret el ayuntamiento le concedió plaza de médico en la villa. Mes y medio después hubo que enviarle un telegrama con “respuesta pagada” para que manifestase su intención de venir o no. Entre todos los destinos que solicito a todas luces no era su preferido. Sin embargo, se quedó entre nosotros casi cuatro décadas. Activo en todos los ámbitos llego a ser un calamochino más y quiso demostrarlo llamando Roque a uno de sus hijos, lo cual a su esposa le pareció excesivo. Alguno de aquellos hijos, muerto prematuramente, sigue entre nosotros.

Juan Caja Riquez, nacido en la calle Real en 1926 y muerto en apariencia lejos de allí en Mallorca en 2003 fue uno de sus hijos. Meses antes de su muerte escribió Recuerdos. Los años de su niñez, su vida, su pueblo y su gente. Un Calamocha en blanco y negro, amable y cruel. Paz y guerra, inolvidable. Quien debió llamarse Roque jamás pudo olvidar el lugar donde vio la luz. Fue su hijo Juan Pablo Caja Forteza el encargado final de editar sus recuerdos en una sencilla publicación.

Puestos en antecedentes y antes de que sea demasiado tarde y el éxito le haga olvidarse de los amigos y hasta de Calamocha, vamos con la estrella de la familia, que no es otra que un tal Alejandro Caja, nieto de uno, hijo de otro, hermano del último. Cumplidos ahora los cincuenta y “sin poder reconciliarse soñando ningún recuerdo”, se entretiene, (hay gente para todo), escuchando la canción más triste del mundo en el convencimiento de que un día, mientras prepara un caldero de habas, una diva californiana, cosas de la globalización, le tocara a la puerta en Piedralves, (provincia de Ávila), allí donde transcurre hasta el momento su vida tranquila, (quien sabe si debería en un plan b como Pla convertirse en cronista de aquel idílico lugar escribiendo, por supuesto, en catalán) para caer ella rendida a sus pies y cantar sus poemas. Obvio es el decirlo, varios de los mismos han pasado ya al mundo de la música y se pueden escuchar de la mano de Tristeza Veloso (Alberto Santos).



Alejandro con la sola compañía de su Sombra, su perra, es un poeta que para escándalo de los puristas no duda en reconocer: escribe por dinero. Al tiempo que trata de enamorar a golpe de soneto, ¡hay que estar loco! o haber nacido en el siglo equivocado pues tan solo le sirve para recibir como respuesta emoticones y con suerte comer de caliente algún que otro domingo después de misa.

Si puta por los rincones 2018 y Pues puta matriculá 2021 llevan su firma en su propia editorial: Los libros Portátiles, abierta a todos los heridos por las letras. Poemas y cuentos conforman el primero, solo poemas este segundo escrito al llegar a los cincuenta, puramente existencial, tras la pandemia no podía ser menos, vital.

Afortunadamente para nosotros sus lectores reincidirá y seguirá escribiendo y en plena vorágine de ventas amenaza con un próximo libro de relatos y ¡tiene tanto que contar! Jandro, rey del andergraun, de las letras doctor forense, todo glamur, ¡ha vivido tantas vidas!, lletraferit sin remedio por la gracia de dios, ¿de quién si no?, ¿del tabaco, de la noche, de la carne? Lo ha vivido, bebido, escuchado y leído prácticamente todo y todo lo cuenta de un modo impecable. Llamado a alcanzar grandes gestas, a conquistar condados, estados, villas y cortes y el dorado californiano, para Calamocha mañana será tarde.


Articulo publicado en El Comarcal del Jiloca del 9 de julio de 2021

martes, 13 de julio de 2021

Calamocha El cornejal del fresco y la calorina

 

Menuda calorina ha hecho estos días tras el fresco de enero, en términos cuantitativos:

 

En Calamocha hay al menos tres estaciones meteorológicas:

 

1.- Calamocha Sur: De una mínima de -24.8ºC a una máxima de 38.8ºC  dando una amplitud de 63.6ºC

 

2.- Puente Romano: Garita del Jiloca, donde los extremos de este año han sido -22.2 ºC y 38.4ºC es decir una amplitud de 60.6ºC

 

3.- San Roque y su abrigada ESTACION OFICIAL AEMET en ella los datos han sido -21.3ºC y 38.2ºC. Amplitud de 59.5 ºC

 

Ni cerca ni lejos de aquellos 70 de amplitud máxima de los años sesenta.

 



De modo que en el cornejal del fresco calamochino la media en lo que va de año ha sido: -22.7ºC de mínima y 38.46ºC de máxima y 61.16 ºC de amplitud térmica por el momento, aún queda año para pasar calor.

 

A bote pronto, en el cornejal calamochino el calor se reparte por igual pero no así el frio, cuanto más cerca del rio menos frio, cuanto más lejos y cara el secano más frio

 

CALAMOCHA SUR

Mínima  -24.8ºC

Máxima  38.8ºC

Amplitud 63.6ºC

 

 

CALAMOCHA PUENTE ROMANO

 

Mínima  -21.3ºC

Máxima  38.2ºC

Amplitud 59.5ºC

 

 

CALAMOCHA  AEMET SAN ROQUE

Mínima  -22.2ºC

Máxima  38.4ºC

Amplitud 60.6ºC

 

 

Media en el cornejal calamochino

 

Mínima Media -22.7ºC

Máxima Media 38.46ºC

Amplitud Media 61.16 ºC

 

martes, 6 de julio de 2021

Calamocha: AMPLITUD TERMICA MAYOR DE ESPAÑA 70ºC

 Aeródromo de Calamocha 70º grados centígrados


La mayor amplitud térmica de España, 70º grados centígrados, se dio en su día, en ambos de sus extremos, en el Aeródromo de Calamocha (Municipio de Calamocha) justo en lugar donde en breve se construirá el Matadero Aragón, el conocido como “matadero de los Tönnies”. Los restos de la caseta meteorológica aun son visibles lo mismo que el testimonio de los militares protagonistas.

Sus extremos fueron:

Máxima

Los olvidados 39 grados centígrados que se alcanzaron en agosto de 1962

Mínima

Los conocidos -30ºC grados centígrados que se alcanzaron en diciembre de 1963 en la misma garita y lugar calamochino.

 

Para mas información:

https://recuerdosdecalamocha.blogspot.com/2018/12/la-noche-del-frio.html?fbclid=IwAR0PHDisDomvxjDJHD17HGizrLey59GURUv7mAQyb-FUSSiXR_2bv6RpATk





viernes, 18 de junio de 2021

Primavera

 Me doy cuenta tiempo después trajinando con la boca del grifo que en la pared de la cocina el calendario dice septiembre del 2020. Desde entonces la casa ha estado cerrada, sin agua, sin luz, sin vida. En realidad, muriendo. Y recuerdo que me he dejado el calendario de este año en Castellón. Lo importante era traer la caja de herramientas, como cada verano la Tía Felisa venia de Valencia tan sólo con una maleta llena de medicamentos por lo que pudiera pasar. ¿Cómo la república perdió la guerra estando ella de su parte? Aún hoy, continúa siendo un misterio.

Abrir la puerta, sentir el frio de una casa cerrada y vacía, plena de oscuridad, mientras la calle nos había recibido con el sol y el canto del cuco. Resulta todo tan familiar como extraño. Por momentos también el silencio es absoluto, tan casi mortal que asusta, me paro, miro alrededor. Continuo.

Sobre la mesa del patio un montón de marcos con fotografías. Ordenados por familias. Ochenta años de casa, cuatro generaciones, de mis abuelos a sus bisnietos. Abrimos las ventanas, subimos las persianas, vuelan las moscas, ¡benditas sean! Aquí en Castellón ciudad no hay. Por fin la luz entra, la casa vuelve a la vida y recupero la respiración y algo de tranquilidad. La primera reacción siempre es la misma, tristeza y miedo y el pensar que tal vez sería mejor no volver. Cada rincón, cada cuarto, cada peldaño está lleno de los recuerdos que nos han llevado hasta este día. La habitación donde nacimos, la misma en la que murió el abuelo Casimiro y a los pies del calendario de 1985 un enero, cuando por fin cede el grifo, recuerdo cayo desplomada mi abuela Rosa la torrijana. En principio solo llegan a mi recuerdos tristes y quiero joparme.





En lo terrenal mi hermano, retrato viviente de Casimiro “el calamochino” nacido en Torrijo, lleva la iniciativa, ahora esto, después aquello y luego lo que sea menester. Damos la luz y soltamos el agua. Contenemos la respiración en esos segundos eternos en los que se siente correr por las cañerías bocanadas de vida, esperamos un rato y armados de valor revisamos cada rincón. Con miedo abrimos los grifos. Todo en orden, la casa ha vuelto en sí, resucitado, vivirá. La calefacción funciona, la higuera en cambio en el corral ha muerto helada. En la Ferretería Sanchez Andrés nos dicen “hoy es el día del grifo”, al final hemos decidido renovarlo. Todo en realidad ha sido gracias a mi padre a quien luego subiremos a ver, el nos dejó listo todo, como tapar cada puerta, cada radiador, cada grifo…

Agotados, cuatro horas después replegamos sobre las dos de la tarde. Se ha dado bien. Luis en su rincón nos recuerda que no pudo ser, el Castellón descendió. Café en familia con Paco en el Amariello y el tío Antoñin, viva estampa de mi padre, quien resta los días para ser abuelo. De vuelta a casa me doy cuenta de que he encontrado una Calamocha muy distinta a la de semanas atrás cuando en aquella ocasión nos reencontramos con la familia llegada de Zaragoza y pasamos unas horas juntos. Parece escampar y adolece volver al pueblo.

Pensamos por un instante, una eternidad, incluso en quedarnos para siempre en la casa donde nacimos. Si Calamocha como Castellón viviera en una primavera eterna lo haríamos. Por fin podemos respirar y volvemos, al pasar por Teruel llamamos a Joaquinito. Sonreímos, hacemos planes para el verano.