miércoles, 10 de noviembre de 2010

Alli donde acaba Calamocha, junto al Silo y la Estación...EL Matadero.

Manuel sentado en el asiento del acompañante del Avia de 7.000 kgs, para mi gigantesca, blanca y verde de Pygasa se asomo por la ventanilla y dirigiéndose a Fermín le dijo “Aquí te traigo al peón, ( Y me alzo para que me viese desde la puerta de la garita) luego, cuando tengas un rato, te lo llevas y que mate un par de tocinos. Que vaya aprendiendo". 

Fermín levanto la barrera de entrada, cual paso a nivel y pasamos al Matadero, y yo que llegaba con toda la ilusión del mundo a ver el lugar donde trabaja mi padre, sito dentro del Matadero pero ya sin formar parte de él, de pronto sentí un miedo terrible, cobarde que era y es uno, miedo a que de un momento a otro, Fermín encontrase tiempo y me llevase con él, al pie de la gamella a degollar un par de tocinos en el peor de los casos, o a tirarles de la pata o del rabo, porque gracias a Dios, yo no tenía edad para más, allá por los primeros años de los setenta.


Reculo mi padre el Avia en la nave de los piensos, en una de esas maniobras que hacia abriendo la puerta y sacando medio cuerpo para mirando hacia atrás encerrarla, mientras Manuel le guiaba el lado contrario, “tira, tira, ieh… ande vas, izquierda… para, baja” y yo, ya fuera del camión, desde la puerta de la nave, al pie de las gigantescas tolvas, no me atrevía a ir más lejos, contemplaba atónito, por primera vez, el Matadero que por entonces debía ser y llamarse de Matinsa, (Matadero Industrial Sociedad Anónima. Cada tanto cambiaba de nombre, de dueños, entraba, salía gente, … y seguía adelante. El pueblo, la comarca, respiraba una vez más) y por si acaso venia Fermín, vigilaba y pensaba en que excusa dar con tal de no tener que ir a degollar a nadie. Trataba de oir a los tocinos chillar en la gamella, pero aquello era tan grande, que los debían de matar, lejos, muy lejos de alli…

El matadero, allí donde acababa Calamocha junto al Silo y la Estación, era inmenso en la distancia no tenia fin no se acaba nunca, mas allá se veían las granjas, “las mas grandes de España”, me decían con orgullo, y en altura los edificios parecían llegar al cielo, todo era rojo y blanco, el olor, eso sí,  era extraño, no lo esperaba, no era de carne, de jamon, de granero, contrariamente salía una larga columna de humo negro que lo inundaba todo, “allí queman la basura, los restos de los animales, el macho de Perico al que le dio el “pelo” y se le murió, también lo quemaron allí, y luego con las cenizas igual te hacen caldo que pienso”.

Solo de pensarlo, de comerme el macho en la sopa, se me ponía la carne de gallina. Era fascinante,… jamás había visto juntos tantos coches, aparcados unos a lado de otros y bajo un techo de uralita, mi padre me contaba que allí trabaja muchísima gente, no solo de Calamocha sino también de los pueblos de alrededor, que venían hasta en autobús. 

Entraban y salían camiones, camiones jaula y camiones frigoríficos, y había un trasiego constante de gente con su bata, gorro y botas blancas, que iban de un lado para otro sin tiempo para nada, aunque no llevaban cuchillo como en las películas de Fumanchu de las que parecían actores, todos nos saludaban, en aquellos años tan campechanos, todos se acercaban y se ofrecían a enseñarme el Matadero, su oficio,… Aun sin parar de trabajar, había tiempo para todo.

Pero Manuel, les decía, “no hace falta, vendrá Fermín (Al cual, si quiera por la edad yo había ya dado el rango de General) y se irá a matar un par de tocinos con él”. 

Mi destino aquel día estaba claro. No paraba de mirar en todas las direcciones entre gabache, curioso y vigilante… de pronto me di cuenta de que a lo igual que en el pueblo, había altavoces para pregonar, para llamar a la gente, lo cual corroboraba que aquel sitio era gigantesco, mas grande que el mismo Calamocha, hasta había un enorme bloque de pisos donde vivían parte de los trabajadores, y tenían su propio bar… Una ciudad a parte.

Apurando ya el Avia, descargada y cargada, vencida la tarde, el día, Adolfo, tratando de dejar de fumar, en su eterna lucha, llevándose un caramelo a la boca, al tiempo que sacando el mechero para encenderlo, decía aquello de “aunque lleven bata blanca esto es un trabajo muchismo malo, tu no hagas caso a nada, y si puedes no te vayas a matar gorrinos,… todo el día con frío, sea verano o invierno, dentro y fuera de las cámaras, y cargar los camiones y siempre con humedad y agua por todas las partes, y toda vida madrugando que ni descansar puedes…”. “Peor que la mina”, concluía mi padre.

“Bueno, mañana será otro día, y nosotros también madrugaremos, a lo que empiecen a sentirse las motos, al camión”.

Y es que el que más y el que menos, tenia, tiene y quiere seguir teniendo un vecino que antes del amanecer, sea verano o invierno, abra las portaladas de la cochera, saque el coche o la moto y al arrancar marque la hora a todo el barrio, y el pulso de Calamocha empiece a latir un día más… en nuestro caso, y en aquellos años, era la Mobylette naranja de Joaquín “El Malaco”.



La foto es de la primavera del año 1995, el color del cielo estaba precioso. 


jueves, 4 de noviembre de 2010

Ojalá todos los dias, fuesen San Roque...Dicho


16 de agosto de 2010, San Roque.

Vamos a ponernos otra ronda, que no pare la bota, le decía un pastor a su perro, y esta que sea por Vicente, por las fotos que nos has hecho allá en la calle Real a la entrada del  Peirón, en la Procesión.

Siempre había de ser San Roque. mecagüen la leche jodida.

Que hoy sólo nos ha faltado bailar, aunque para eso ya sea tarde para todos, bien críos que éramos y en cuanto se oía la música del baile, la Tia Marceliana, enseguida estaba dispuesta y con un genio que para que, nos agarraba a todos y nos llevaba a bailar al paso de San Roque por la esquina de casa, a nosotros y a toda la chiquillería del Peirón bajo, menuda parva, que ninguno bailamos.

De qué cosas se acuerda uno.

El caso es que para echar un Dicho, aunque sea tarde, aún estamos a tiempo:

"Viva San Roque
Glorioso Patrón San Roque.
Era yo un zagal así como estos.
Y la abuela Xaltación, mi pobre madre, decía:
"Maño, y no tienes miedo de andar.
De dia y de noche, con las ovejas.
Por esos caminos y campos.
Jampudia arriba, Jampudia abajo"
....
Y , a mí, como a ninguno.
Que no me llegaba la camisa al cuello.
 Le decía .
"No madre, no tengo miedo
 Porque voy con mi amigo Vicente
Vicente el Colin"
Viva San Roque".

martes, 26 de octubre de 2010

Los Cinco.


Probablemente fue un libro de Los Cinco, el primero que leí, recuerdo otras páginas, y en concreto muchas del Parvulito, la primera y la última en especial, que me impresionaron, pero nada más, no pasó de ahí la cosa, salimos adelante, logramos aprender a pensar, nos enseñaron.

Recuerdo, luego, otras lecturas, las versiones de Julio Verne en cómic de la Biblioteca de la escuela, que cada viernes me llevaba a casa o los tebeos que cambiábamos en la Relojería de Santiago allá en la Rabal, o los clásicos juveniles de tapas duras, y paginas oscuras y rugosas, que cada año por Navidad, para Reyes claro, que de Papa Nöel nada conocíamos, nos regalaba la Tia Pilarin, con versiones reducidas de los grandes libros, con El Quijote a la cabeza, donde se alternaban las páginas escritas con las viñetas, … y por supuesto Las Aventuras de Tom Sawyer, La Isla del Tesoro, Robinson...

Pero la sensación de cerrar el libro tras leer la última pagina, y pensar con enorme satisfacción, lo he conseguido, fue con Los Cinco. Más de 100 páginas, en hojas que al pasarlas daban escalofríos, de igualmente ásperas que eran, media docena de dibujos, … y fin. Los malos tenían su merecido, triunfaban los buenos, como debe ser.

Algún año después, en el verano cuando había tiempo y uno tras otro, prestados de la Biblioteca del pueblo, debí leerme, toda la colección del Club de Los Cinco, de las aventuras de Julián, Dick, Ana, Jorge, que en realidad se llamaba Jorgina, aunque no le gustaba ni su nombre ni ser una chica, y de Timoteo, que era su perro, Tim, para los amigos. Las vacaciones, las aventuras que siempre encontraban, los tesoros, los pasadizos, la Isla de Kirrim, y los malos, claro… 

Aquellos primeros libros de Los Cinco, fueron dos y llegaron de Barcelona, nos los regalo la María Del Mar, la prima, unos años mayor, fan de la colección, que como cada año llegaba al pueblo a pasar el mes de agosto, cuando las fiestas de San Roque eran Baile, Charanga y Peña La Unión, no tenia aun edad para entrar, pero bueno, como era chica, morena, guapa, simpática y de la capital, de Barcelona nada menos, … no había problemas, cosas de la Democracia.

(Foto. Ella. Por cierto menudo trajín, para ser agosto había en la gasolinera).

Hoy los libros de Los Cinco, su lectura, comprados en una de esas colecciones que salen cada fin de verano, han conseguido lo que parecía imposible, las aventuras de Julián, Dick, Ana, Jorge y Tim han desbancado a Bob Esponja, Calamardo, Patricio, El Sr. Cangrejo y Arenita…  Hasta el punto de querer tomar el Té, en lugar de hamburguesas. Asombroso.

Fin.

PD: En tercero de EGB, en la escuela, Doña Ascensión nos pidió que cada uno llevásemos un libro de casa para así tener nuestra propia Biblioteca en clase, luego cada fin de semana podíamos "llevarnos" un libro diferente.  

Me había gustado tanto aquel primer libro que leí de Los Cinco, que no dude en llevarlo. Por cierto, desapareció.

jueves, 14 de octubre de 2010

Echar un rosquete...


 "Echar un rosquete"

En calamochino puro todo un clásico de la sobremesa, en lenguaje tanto culto como vulgar, dicese de "echar la siesta"... quedarse roque al fin y al cabo.

Y ya se sabe, y más en este tiempo que el "aragones fino, despues de comer, tiene frio", asi que al pie de la estufa, llega el momento de la siesta, de quedarse roque, del rosquete....

Al mismo tiempo se puede ir "aviando" la cena, y poner sobre la estufa una perola con una cebolla para que se vaya asando poco a poco... al calor de las tardes de invierno.

En fin, es lo que apetece ahora...el guiñote puede esperar.

jueves, 7 de octubre de 2010

Menuda pecigera...



Si te paras a pensar un poco y recuerdas lo que decían los abuelos cuando llegaba el frio:  

“Para inviernos los de antes, caían unos hielos y unas nevadas de tres pares de … vamos que te entraba una pecigera, que no había dios que saliera de casa,.. la nieve hasta la cintura, venga a quitar paladas de la puerta y mirabas para arriba al tejao, con un metro nieve, rezando para que no fallase, y veías unos chupones en las canales, que había que ir con un cuidado de que no te cayesen encima y rompiesen la crisma, una barbaridad, hasta el Santo Cristo, el pobre, se helaba, en el corral, en las cortes y cuadras, las caballerías no podían ni beber, las gallinas, las vacas, lo pasaban jodidamente, y habia que cerrar los graneros para que no se te helase el tocino. Y nosotros, a esperar que escampase, todo el santo día sin cantearnos de la estufa y la gloria, venga que no les faltase leña, en el cuarto encerrados o en la cocina, por que en el resto de la casa no se podía estar, allí amodorraos, que te entraba una filosera, una balaguera, … Entonces si que hacia frío, ahora, nada, ni aun fresco, pero somos todos ya tan señoritos”.

Si no fueran porque nuestros padres daban fe de ello, y aportaban sus propios recuerdos, hubiéramos pensado que nuestros abuelos eran unos exagerados, que de buena fe nos mentían más que hablaban por mal de entretenernos, que no hacían sino contarnos otro cuento más para que viéramos la suerte que teníamos y hacernos ver que no sabíamos valorar, aquellos inviernos tan flojos, de cuatro dedos de nieve, de algún que otro hielo, que vivíamos, ya con estufas, de gas, de luz, por todos los lados…como si fuesemos los Marqueses de Monflorite.

Ahora que llegan estas fechas, el Pilar, aun con tomates en el Ventorrillo, echas la vista atrás, pero no tanto, y dices aquello de “recuerdo un Pilar que nevó, un frío terrible, entonces el invierno empezaba antes. Ahora este tiempo da hasta malagana, si esto sigue así, unos años mas y celebraremos la noche de Navidad en la playa… ”.

Obviamente te miran raro... como si mintieses, como si les engañases, como uno a sus abuelos años atras.

Ya sé que cuesta creer, que hoy vamos en manga corta, que dormimos con la ventana abierta, pero entonces para el Pilar ya era invierno, ya se empezaba a esbrinar el zafran, y hasta nevaba… cualquier abuelo puede darme la razón, y los huertos, todos negros, quemados del hielo.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Aquellas primeras clases de valenciano...

 
 
Recuerdo que cuando era niño, la primera lección de valenciano de la que tengo constancia, corrió a cargo de mi abuela Xaltación, y su consabido, “ale, mañico mone a sopar que digüen els valencians”.

 Abuela cuyo nombre levanta profunda admiración y respeto  en concreto se llamaba Exaltación de la Santa Cruz,  había pasado parte de su niñez y juventud a caballo entre Calamocha y la capital del Reino que era como se conocía a Valencia.
Decía otras muchas cosas en valenciano, pero al haber comida de por medio, es esta de la que uno mejor se acuerda.

A buen seguro, aun habrá a la vera del Turia, alguna  abuela nostálgica de tiempos mejores y pasados, que  recostada y somnolienta en un maltrecho banco se acordara de ella:  “de cuan era xiqueta  solo m´enrecordo de una cosa, me vais cuidar una dona  molt bonica ella, de allá de la part Teruel que le decian, Exaltación, como cuinaba tu…clar, que te hablo de abans de la guerra, a on estará ya la Xaltación” 


( De las mayores de la fila de atras, la más pequeña )

Un nombre así, ni se olvida ni lo lleva cualquiera… Hoy harían falta un par de castañas bien grandes para llevarlo, que digo, un par, media docena.

Las lecciones se fueron sucediendo, años después, fue Manolo el encargado de hacer de nosotros unos poliglotas a propósito del valenciano, el padre del Tete Manolin, quien hace unos días volvió al pueblo a recoger a su madre. 

Una vez más se  termino el verano, cumpliendo así la tradición de los últimos 50 años, corto me quedo seguro, …  La Maria regresaba a Valencia.

Fue ella la primera mujer que me tuvo en brazos, aunque eso ya es otra historia, .. y dijo aquello de “Collons Tia Rosa, esto es un chico, ¿qué hacemos?”Dirigiéndose  a mi otra abuela. 

“Redios que sanantonada, no me jodas maña, ahora si que la has hecho buena”, debió de contestarle “yo tia, es lo que veo, y es tan bonico” … “otro chico, … ale, ale, recógelo que le vamos hacer, ni  nombre tiene,…Santo Cristo l´Arrabal, que jodienda copón bendito”.

Siendo estrictos, esa fue realmente mi primera lección de valenciano… “practico y real”.

Debía de ser noviembre, para Todos los Santos,  “invierno” de los de antes, pero no tanto, y habrían venido a dar vuelta del Cementerio, Manolo padre, como era costumbre en él, al punto la mañana estaría limpiando el coche (el Renault 9 verde, el de los altavoces Philips que tapaba con un manta por que tenían frio, hasta en Valencia, …bueno, allí debía ser por  si las  moscas, también escondía el casete tras una funda de madera que imitaba el color del salpicadero, maestro carpintero que era, un artista, … entonces si que se apreciaban las cosas, y se ponía cuidado, ahora, que te roben el casete te da lo mismo, y hasta te enfadas si de paso no te roban el coche, … que pague el seguro, esos sinvergüenzas). 

Así que a Manolo, sin importarle ni que se helase el agua, ni que le diese “un pelo” como a las vacas al día siguiente, tal vez creyendo estar aun en Valencia, seguía a lo suyo  sin darse cuenta de que muy probablemente estuviésemos bajo cero, mientras las mujeres de la casa a través de la ventana, en buena lógica, le decían de todo menos bonito, razón no les faltaba. Era la dijenda de l´Arrabal. Era menester ser tonto para … con lo limpio que estaba el coche.

Agobiado, a buen seguro jodido de frio, con la faena terminada, un hombre que se precie, y el lo era,  debe acabar lo que empieza,  sin discutir con nadie que no era menester, busco refugio en casa de la Visi, un poco de tranquilidad y compresión entre hombres.

 Allí donde al resguardo de la estufa, nosotros,  estábamos jugando a la Escoba a la espera de que la tele, en una de sus dos cadenas de aquellos años, “echase” algo que se pudiese ver, ya entonces, como ahora con cien canales, nada que ver había .

“Che, que bien estáis aquí, collons quina temperatura, la mare que va…, ¿a que jugáis, que yo también quiero?, ale, hacerme un hueco ahí al lado de la estufa, pare ver si entro en calor, una cosa chiquillos… ¿Dónde guarda vuestro padre las bebidas?, sacarme una copa, no mejor un vaso, que ya no son horas de copas, … no se lo digáis a nadie, pero ahora que no me ven, me voy hacer un “barrechat” que no se lo salta un…”.

Debió de ser tal nuestra cara de extrañeza que se apresuro a explicarnos lo que era. 

“Un Barrechat es esto, ya veréis, que cosa más buena, pero silencio eh,… aquí el Tete Manolo, no ha bebido nada que no salga del grifo,… se coge el vaso, se ponen dos dedicos de anis, y otros dos de coñac, se revuelve un poco, … y listo, esto te deja como nuevo. Venga, mone a sentarnos con tranquilidad, cerrar bien la puerta, tanca, tanca, que se oiga si la abren, y vamos a jugar y a charrar, … ¿queréis que hablemos, de mujeres?... Os cuento, lo complicadas que son….”

PD Capitulo a parte merecerían las clases de mi Tia Felisa, nacida en Torrijo del Campo, valenciana hasta la figa,  viva estampa de mi sobrino, con la que seguro comparte genes de patria chica, que cada verano llegaba al pueblo, bajo la bandera de la Chufa, la Paella, el Vademecun y el Agua de Valencia…

Era la revolución, los de Torrijo eran asi, tremendista, incansable, quien cuando hablando se acaloraba, cosa que pasaba día, si día también,  se dejaba llevar por la emoción y comenzaba a parlar valencia “y no res,  asi que  voy agafar al tio dels collons, allí d´avant de tots y le vas dir cuatre coses a la cara, y se la vas trecanr, que no tin vergoña ni res, la mare que lo va parir al fill de puta ese, cuatro hostias y a fer la ma, home, que ya esta be”  … Un misterio de la historia, como la República pudo perder la guerra, estando la Felisa entre sus filas. Yo la verdad, no me lo explico.