domingo, 1 de octubre de 2017

El Barrio. Entre maestros y civiles. Capítulo 3 (Un final)

Y así fue, en unos meses, “desaparecieron”.

 LOS ULTIMOS DE FILIPINAS

Los últimos días vividos entre maestros y civiles hallaron refugio en la primera puerta del primer porche, en casa Doña Pilar, y en torno a ella giraron y tuvieron su fin, todos aquellos días recordados, cuando a ella le llego la jubilación y a nosotros los dorados años de estudiantes en Zaragoza, el Barrio pareció cerrarse a los ojos de alguien como yo que sigue intentando ver lo mismo cada vez que vuelve a la casa donde nací. Aparco el coche, bajo y llevo la vista hacia todas y cada una de las casas que fueron la mía en los años de la niñez, para perderme en la ventana de la casa de Doña Pilar donde su hija coloco la pegatina de Naranjito aquella que a todos nos dieron el año de mundial en la escuela, esa pegatina, hace tan solo unos meses, tal vez días, comida por el sol, desapareció. Desde que se marchó Doña Pilar su casa ha permanecido vacía…. El Barrio ya es otro.

Me pregunto cuando acabo todo, cuando aquel Barrio se convirtió en otro, sin llegar a cambiar, cuando comencé a echarlo de menos, y por que dónde estaba, me jope, un día me marche, y ya no pienso en volver, “vosotros un día u otro, os tendrías que jopar de aquí”, nos lo decían los mayores, y en nosotros sonaba como la más dura de las sentencias, tendríamos que irnos de Calamocha, precisamente nosotros, los jóvenes, los únicos que habíamos nacido allí.

No se equivocaron, uno a uno, prácticamente todos nos marchamos. No sabría responder ya a casi nada, sigo volviendo de vez en cuando, salgo a la puerta, miro a uno y otro lado y me siento en la acera a esperar que una y otra puerta se vaya abriendo, y vaya acercándose uno y otro al rolde que decía Gargallo, y charrar, y ver quien asoma y viene paseando por el Rabal o el cuartel… y ver ponerse le sol por Santa Barbara y las estrellas una vez que se ha hecho de noche, y algún que otro murciélago cruza el Barrio mientras en el cielo una luz parpadea, el avión de las doce que va de Madrid a Barcelona, o al revés, que más da ya todo


PASAR MIEDO

Un buen día en la fresca, un anodino día de verano, Doña Pilar comento, tarde o temprano, tendré que bajarme de la bici, me hago mayor, voy a sacarme el carné del conducir...¿qué les parece?.

Tras el silencio y el consabido asombro por parte de todos, llego el apoyo unánime del rolde hacia Doña Pilar, no podía ser de otra manera, redios que Tía, tiene más cojones que una burra capada, es como nosotras. Comenzaba así una de las luchas más épicas que haya llevado a cabo nadie en el Barrio jamás.

La teórica, nadie esperaba menos de ella, fue coser y cantar, pero aprobar la práctica, su examen, nos tuvo a todos en vilo durante meses y meses toda una eternidad, batalla a batalla para ganar una guerra, en Teruel no hay una calle decente concluía, todo costeras y revueltas.

Guerra la cual un buen día en un recóndito lugar de la ancha y llana Castilla donde residía alguien que había vivido años atrás en el Barrio, tuvo su fin. Aparco la bici y empezó a conducir. Todo un ejemplo.

Y ahora, conociéndola, cuando nos pregunte ande vamos y nos diga, sube que te llevo, como le vamos a decir que no. A nuestra edad, después de tantismo como hemos visto y pasado aún vamos a saber lo que es pasar miedo.

CIRCO

Estoy recordando otras cosas, cosas que nunca he olvidado, mirando desde la puerta de casa hacia el cuartel y las casas de los maestros, como aquella vez que mi abuelo Casimiro nos llevó al circo, yo como el gran cobarde que siempre fui estaba entusiasmado, allí mismo en la puerta de casa, había un circo y como en todos los circos, había leones, tigres, elefantes, monos… quería verlos, pero mentía, y si se escapaban, que haríamos… los civiles tendrían que matarlos… y que era peor encontrarse por una calle, un león o un tigre, si ya las vacas que pasaban camino del toro me daban miedo.

Mi abuela dijo que nos llevaría mi abuelo, que a ella esas cosas de las comedias, bien le gustaban, pero el circo, era para los zagales, y mientras mi abuelo estuviera con nosotros no estaba ni en el Minimo ni en lo de Santos, fumando… así que nos llevó con un montón de gente rabal arriba, el circo. Al verlo me pareció enorme, estaba instalado en la avenida Estación Nueva en el solar aquel vacío frente a la casa de los curros, donde durante años hubo un camión abandonado en el que tanto jugamos. Y yo de la mano no me soltaba y miraba a todos lados y pronto se corrió la voz, no había leones, ni tigres ni elefantes… ni siquiera monos… para mí fue un descanso, ya podía entrar tranquilo sentarme y disfrutar… Eran unas sillas rarísimas, yo nunca las había visto, a escape se plegaban si no tenías cuidado te caías y el escenario estaba en el centro sobre una tarima asi que había que alzar la cabeza para ver algo…En cualquier caso, no me libre y pase un miedo terrible, salieron unos trapecistas, que se balanceaban de un lado a otro, andaban por la cuerda floja, … y no había red…  en cualquier momento podían caerse … Por fin salieron los payasos y recuerdo reírme un montón hasta que sacaron un piano y comenzaron a tocar la melodía de “palomitas de maíz” y alguien salió hacer un numero mortal, sin red… y yo, cerré los ojos a la espera de que acabase y mi abuelo dijese sin quitarse el cigarro de la boca de irnos a casa, mientras buscaba en el bolsillo de la americana de pana el paquete de Celtas para encenderse otro cigarro con el que ya se le acababa y así no gastar la piedra del mechero, a casa que ya estaba bien de tanto sufrir y padecer…  Al entrar al Barrio, apagaría el cigarro… maño, no digas que me hemos fumado.



SUE HUBBELL “UN AÑO EN LOS BOSQUES”

Ya en los ochenta, corrió la noticia de casa en casa, allá en el Barrio, Doña Pilar se había vuelto loca, loca de remate, loca de atar, como una cabra…Se confirmaba lo que ya todo el mundo sabia. Yo entonces, ni yo ni nadie, lo sabía, de hecho, lo he conocido recientemente, gracias a un libro que recomendó Chabier en su blog, y que hace unos días termine de leer, Doña Pilar decidió seguir los pasos de Sue Hubbell, aunque tal vez fuese al revés, así en algún momento llego un día, en el cual se sentó a recapacitar, se levantó, y hablo para decirnos que había decidido dejarnos y marcharse en busca de una vida sencilla en la naturaleza.

Niña te has enterado de la marcha que ha cogido la tía esta, si tendrá poco conocimiento, pues no dice que se va del Barrio… y que no va a esperar a jubilarse como todos, será desustanciada, y donde va a estar mejor que aquí. La Carmen no salía de su asombro, y mi abuela tampoco, déjala estar, coño ya está dejada, que haga lo que quiera, pues eso, esta tía tiene más cojones que una burra capada, más que conocimiento, si dijeras que se va a un piso como se han ido las demás, con su calefacción, pues aun tira que te va.

Sue Pilar llevaba ya tiempo dándole vueltas a la cabeza, Calamocha le agobiaba, quizás desde que en parte dejo la bici y el coche le dio una mayor libertad fue pensando en el trajin calamochino devenido de repente en una gran ciudad donde a mitad de mañana no se podía ir por ningún sitio… la escuela, el instituto con toda la comarca rondando, los días de mercado, gente de un lado para otro. Sue Pilar, ya no aguantaba más, había decidido dejarnos, y tenía dos opciones, a la hora de abandonar la ciudad y marcharse al bosque en busca de la tranquilidad que ya entonces se empezaba a echar de menos, o bien se iba cara la Cañadilla con los pies por delante o bien tiraba para el otro lado y se marchaba hacia La Rambla Rija donde había decido construir su casa.

LA FRESCA

He pensado como dicen ustedes, dirigiéndose a Perico y Gargallo, de la gente joven que yo también un día tendré que joparme del Barrio y dejar mi casa, y no creo que me equivoque pero siempre será mía, nadie se meterá en ella, ya solo quedo yo como aquel que dice, y Doña Josefina mientras estos estudien aguantara, pero ya todos se han ido, y los que vienen, se alquilan un piso, así que me voy allí a lo alto de la Rambla Rija a construirme una casa, con su gloria para el invierno, y vivir allí cuando este jubilada, porque si no tengo algo, en cuanto me jubile me iré a Zaragoza y yo allí no sabré estar más que lo justo, y no quiero que me pille sin nada sin un lugar donde poder volver, así que haremos la casa y con ya se conducir iré y vendré, aguantando esta casa tanto como me permitan. Qué les parece la idea, a ustedes que se conocen las trochas de todos lados. Sera como volver a vivir en Anento o en Lechón.

Perico no tardo en preguntar, en que campo exactamente, y no tardó en dar su aprobación por mucho que lloviese, o aquello fuese una rambla, Sue estaría a salvo. Y a escape Gargallo fue a lo práctico, … Pues conmigo no cuente, yo soy muy poca cosa, y cuando se quede a dormir no me llame para que la acompañe, no vaya a ser que entre alguno.

Sue Pilar se rio a carcajadas y agradeció el ofrecimiento a la vez que tranquilizo a Gargallo, entonces usted a un cree que yo estoy de buen ver y que mejor me cierre la ventana si alguna noche me quedo sola… Me ha hecho usted la mujer más feliz del mundo.

Hombre pues si, faltaría más, la otra noche mismo que tarde en salir a la fresca era porque en la tele estaba hablando la Lola Flores y decía que, aunque ella ya esta vieja y gorda y lo tiene todo fuera de sitio, no hay día en que el Pescadilla no mueva la cola… Fíjese usted, la de culos que nos hemos perdido por tontos…



CIEN DUROS

El cuatro latas del gitano, lleno de papel y cartón, estaba aparcado contra la acequia de los huertos, cara Santa Bárbara, el campo aquel que labraba Miguel el Trimoto, frente a la puerta del cuartel, el gitano, enrome, hablaba pausadamente casi llorando, con un Guardia Civil, mano a mano.

El silencio al caer la tarde en aquellas calles era tal, que aun sin querer te enterabas de todo, yo iba de paso a casa la Teresa a por la leche, y aquella extraña pareja, hablaba sin parar, una vez uno, otra vez otro. A aquel pobre gitano la emoción le desbordaba, pero el civil no cedía, quería que aquel billete de cien duros, quinientas pesetas, un dineral para la época, que el gitano le había traído, se volviese de nuevo con él.

Finalmente, el gitano metió el billete en su cartera… Déjame al menos, le dijo, que pode yo los arbustos, esos que tan mala vida empezaban a llevar y que rodeaban la valla de ladrillo del cuartel, vamos hombre no me jodas, le dijo el civil, me lo han ordenado a mí, yo me jodo y los podo…guárdate el dinero para casa, hombre.

Días antes, el gitano, recogiendo papel y cartón con el cuatro latas se había quedado sin gasolina en la ribera, allá donde vendían las cerezas, en Burbaguena, … y el Guardia Civil de paisano, camino del cuartel, al verlo, paro y le presto, en realidad le dio, aquellas quinientas pesetas, que días después le fue a devolver…Si no fuera por usted aun estaría allí, nadie le quiere prestar a un gitano, y menos de otro pueblo. Pobrecico decía la Amada, que volvía ya con la leche de casa la Teresa de cara al Barrio.

 “UN AÑO EN LOS BOSQUES”

Todo el material lo he comprado en Hernández, bien cerca de casa, y he pedido que me lo lleve José María. Aquellas palabras pronunciadas por Sue Pilar en la calma de una noche de fresca sonaron como lo que eran, una sentencia a trabajos forzados.

Mi padre cargaba el Pegaso Comet matricula TE2838A y nosotros lo esperábamos a la altura del puente Ratero, donde hacían dedo los que subían a Tornos y alrededores de Gallocanta cuando se saltaban alguna clase del instituto para subirnos a la caja en dirección a la Rambla Rija, llegar, descargar y merendar… Mi hermano, Tolo, Pedro, Jose Luis, y hasta algún día vendría Vicente Carajillo, con gran visión de futuro, con tal de tratar de subir nota una vez llegado el curso, subimos a descargar el camión, capitaneados una de las veces por mi Tío Blas, único enamorado de la idea. Estos franceses son unos desustanciados, dedica mi abuela de su hermano, quien veía con buenos ojos, el volverse a España y poner fin a su exilio, más concretamente a la Rambla Rija a vivir.

Terminada la obra, Sue Pilar viviría en el Barrio durante el curso, y a ratos los fines de semana y veranos en un lado y en otro, según le daba la gana. Así no tardo en descubrir los placeres de la vida en el campo, y trato de hacernos participe de su entusiasmo desbordante.

Sue Pilar requirió de unas cuantas lecciones de agricultura a mata caballo según avanzaba el calendario, de las cuales tomo buen detalle, si bien siempre se reservó el derecho a innovar con el fin de poder aportar su granito de arena a la lógica evolución del hortal calamochino. Pronto se planteó por su parte la posibilidad de coger dos cosechas de patatas, fallido el intento por su conservación de un año para otro, probo con coles y espinacas a fin de que aguantase el invierno, maldijo la borraja y sus pinchos, en esa variedad aun sin inventar, suave como el terciopelo, maldijo la lluvia acida de la central de Andorra que quemo sus primeras cosechas, ¿será verdad tanta mentira?, y mantuvo una durísima batalla con toda clase de lechugas el trabajo requerido y el escaso beneficio, pues tan a escape como se plantaban se espigaban, y es que a veces, no hacía caso de los consejos y quería correr mucho, Doña Sue, debe usted plantar un puñao de lechugas cada quince días, no todas a la vez… Comenzaron a llegar excedentes de toda clase que bien aprovecharon los tocinos y gallinas. Debí hacerme una corte para los tocinos y un pitañar para las gallinas se lamentaba. Sabe lo que hago Doña Rosa, tengo tantas lechugas y tantas patatas del año pasado, que me cuezo las lechugas con patatas, que le parece la idea.

Aún recuerdo la cara de mi abuela, preparando la comida en la cocina cuando Doña Sue le comento su hallazgo, había inventado las acelgas con patatas, pero sin acelgas, es decir con lechuga, mi abuela se volvió lentamente hasta que le pudo ver y Doña Sue que le miraba complacida esperando su aprobación, temblo de miedo y tan solo recibió un escueto. Redios que sanantonada, vamos no me joda.Y mi abuela siguió a lo suyo, cocinando.  Mujer es que todo me hace duelo.

Entonces Doña Sue, visto que no había descubierto nada, y que de ser aquello un manjar mi abuela, que más tarde confeso, en otros tiempos haber cocinado alguna vez su ocurrencia, reparo en mí, apoyado en la fregadera frente al cesto de las patatas, venga tu muchacho, que un par de años te jopas de aquí, no te estés parado, que eso ya está hirviendo, agarra esas patatas, lávalas, pelalas, cortalas a cachos y a la sopera, venga tu una y yo otra, ya verás que pronto aprendes.  Y aquel dia aprendi.




LA VALLA DEL CUARTEL

Un dia llegue al Barrio desde el Rabal, y me di cuenta, los guardias habían levantado de la noche a la mañana una valla, unos postes amarillos y una tela metalica, imposible de saltar para un niño, en realidad, para cualquiera, la vista se me iba hacia Santa Barbara ya no se veía el cuartel y frente a él, las casas de los maestros, ya prácticamente vacías, … aquella parte del Barrio moria.

Ya estábamos en el instituto a un paso de marcharnos para no volver, primero a Zaragoza y luego, vete a saber donde, Castellon en mi caso. Y la casa de Doña Josefina, donde antes viviera Doña Pili y Don Pedro se convirtió en el centro de aquellos días. Camino del instituto llamábamos a Antonio y hacíamos camino, entre la valla y las casas vacias.

Vallaron el cuartel, pero ya todo había cambiado tanto, que hasta nos dio pena. Era miedo, lógico y triste, los tiempos estaban cambiando, no era por miedo a nosotros. Para entonces, alguno de aquellos que vinieron a vivir al cuartel, como Vicente ya era uno más del Barrio… y tal cual sigue siendo hoy.

PERDIDO

He de terminar ya, cuanto más recientes son los recuerdos, más borroso es todo, y no consigo ver el final, aparece todo a un tiempo, hechos, personas, fechas, ya no logro distinguir la realidad de los días vividos con la claridad necesaria. Pero recuerdo que  un buen día los civiles levantaron la valla, que lejos de separarnos, nos unió, los maestros se fueron para no volver, poco a poco, y también, un mal día llego la muerte, de repente, cuando a mediados de los ochenta, mi abuela y la Moracha se marcharon hacia la cañadilla.

Desde el día en que me asome solo al Barrio o llegue a tocar el timbre apenas habían trascurrido una docena de años, cuando me marche a estudiar a Zaragoza, habían muerto mis abuelos, el Tio Perico, la Moracha… Y no sé muy bien, o quizás no lo quiera saber, si cuando el mundo a mi alrededor comenzó de alguna manera a cambiar,  lo hizo de repente, o fue poco a poco, mientras sigo sumando momentos que recuerdo a otros muchos que ya he olvidado. He de dejarlo. De modo que lo que comenzó como un bonito recuerdo, termina hoy como un dolor terrible a la hora de dejarlo escrito.
Un final.

Aquel día en que me aleje de la ventana y me asome al Barrio, de un lado nosotros, partidos por el callejón de los Condas, y de otro los maestros y civiles, me sentí como el niño dios de Juan Ramón Jiménez. Las casas de Calamocha, me parecían palacios, las iglesias catedrales y todos, absolutamente todos, estaban en su sitio, en la tierra, que no en el cielo… todos aquellos a los que de un modo u otro les debo lo que soy.
Principio.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Sonrisas y lágirmas


En el verano de 1974 yo tenía seis años por cumplir, para San Roque vestíamos de blanco, camiseta y pantalón corto y la faja y el pañuelo eran de color rojo sin más. Repasando las fotografías de aquellos días, aunque sea de memoria, en el cuarto de casa, en menos de diez metros cuadrados estábamos, mis abuelos maternos, Casimiro, a quien le quedaban un par de años de vida y Rosa, aun con una década por delante, mis padres, mi hermano y yo, además de mi Tío Víctor, hermano de mi abuelo quien ya falleció hace unos años, y su mujer Balbina junto con su hija Maria del Mar, llegados de Barcelona, la Felisa su marido Pedro, ambos ya nos dejaron, y su hija mi Tía Carmen, junto con su marido mi tío Pepe, tristemente ya en el cielo, quien con su cámara de fotos dejo constancia de todo, llegados estos últimos desde Valencia.



Abajo a la derecha, el que se asoma



En una de las fotografías se puede ver el calendario de Pygasa, Matinsa o Piensos Z, vete ya a saber del año 1974, mes de agosto, San Roque, el cual nos recuerda el momento en el que el tiempo se detuvo para todos nosotros.  Y en el centro de todo, la familia de Francia, o al menos una parte, mi tío abuelo Miguel, su mujer Maria, hermana de mí abuela, y su yerno, todos ya desaparecidos, y una de sus hijas, mi tía Maria, su marido, también muerto, junto con su hija Nelly. Quienes, sin ir más lejos, hace unos días volvieron por Calamocha.

A la familia le gusta hablar, de eso no hay duda, y siempre amó pasarse horas y horas junto a la mesa después de comer, eso es evidente, siempre fue así, la familia habla y mucho, recuerda con cariño los años vividos, y se le pasa el tiempo, trata de detenerlo, pero no puede, menos aún volver atrás, y darle la vuelta a las cosas, paso lo que paso, y hubo que tirar para adelante. Hoy yo además de hablar, trato de escribir, de lo escrito queda constancia, las palabras se las lleva el viento, aunque siempre quede algo. En las fotos, también aparece la familia de Torrijo, mi Tía Eulalia, muerta ya hace tantísimos años que uno siente al recordarlo que su tiempo también alguna se acabara, hermana de mi abuela Rosa, también por casa.
Crecí en veranos así, en una u otra casa, entre abuelos, creo que me hice mayor prematuramente junto a una mesa después de comer un día de fiesta, escuchando, porque yo no tenía ninguna historia que contar. Tan solo escuchar, maravillado, aquellas viejas historias, que un día poder recordar y contar a quien quisiera escuchar. Y en casa se oía hablar francés, catalán, valenciano, y mi abuela, sin saber leer ni escribir, intentado aprender todo lo que estuviese a su alcance, por si acaso algún día lo necesitaba, “y esto como decís que se dice”.

Mis tíos abuelos Miguel y Maria, muertos a principios de este siglo, era la primera vez que volvían a España desde que cruzaran a Francia andando en febrero de 1939. A mi tío le costó venir, no quería volver a su país hasta que no muriese el señor del Pardo. Pero debió pensar, que todo aquello ya acabo, que lo primero era la familia, y que si aquel, ya le había derrotado una vez, bien podía volver hacerlo de nuevo, si esperando en Francia a que el señor de Madrid se muriese, él se moría antes. Así que cruzó la frontera esta vez en su coche, llego a Calamocha y junto con su cuñado Blas, llegado días antes en tren también desde mas allá de los Pirineos, nos fuimos a la cooperativa a por vino con el talonario de mi abuelo Casimiro, y allí, mi tío Miguel cayo muerto, pero eso ya es otra historia, demasiadas emociones. Vino, tierra y libertad, vivió para contarlo muchos años más y volver a Calamocha en el verano de 1982. De nuevo todos reunidos, salvo Nelly, esta vez en septiembre para las fiestas del Santo Cristo, se perdieron San Roque, también llego su otra hija, Nati y su hijo Jean Luc. Ambos ya muertos. Cada vez quedamos menos, lo mismo que en cualquier otra familia. Aquel emocionante verano del 82 donde ya se veía que los socialistas llegarían al poder, y aunque la familia siempre tuvo la buena costumbre de no hablar de política, resultaba inevitable, tal es así, que mi Tío Blas se llevó dos canarios a Francia y los llamo Felipe y Alfonso. El les daba un voto de confianza, mientras su cuñado, mi Tío Miguel, no paraba de recordarle que socialismo o comunismo, no trae nada bueno, no hacía falta nada más que verse a ellos mismos, sin país. Las personas primero.
Detrás la marquesina de las Escuelas, las casas de los maestros aún no estaban hechas

Nelly había estado en España un par de veces más, cuando su madre le envió a Calamocha a finales de los cincuenta para aprender español, con apenas diez o doce años, redios, copón bendito, a cáscala, a escape, mi abuela hablaba así, ella ahora también, ella tiene su acento y hasta sus mismos gestos.  De aquella primera vez, a finales de los cincuenta recuerda que una tarde junto con Rosa y Jose Vicente, hijos de mi Tío Víctor, fascinados por las historias que de Torrijo se contaban y deseando vivir una aventura, tener algo que contar, dijeron que se acostaban a la siesta y se fueron andando a Torrijo, el pueblo de sus abuelos. Y si Nelly tenía unos diez o doce años, Rosa los mismos y Jose Vicente, media docena. Es de imaginar que se armó una gorda, cuando los echaron en falta. Nelly aún puede repetir palabra por palabra la bronca de mi abuela Rosa a los tres, una vez la familia de Torrijo mando recado a través de teléfono del Cuartel, único del Barrio, y los metió en el Chispas de las diez y mi abuelo Casimiro salió a la estación vieja a buscarlos. Con buen criterio, no dejo que fuese mi abuela como era su intención quien se acercase al tren a por la aventurera recua viajera. Los trapos sucios, se deben lavar en casa.

Nelly aun volvió sola otra vez ya moza, en el año 1967, para San Roque, y aquellas fueron las fiestas que ella recordaba y las que quería volver a vivir este año, por supuesto se trajo la ropa blanca, la charanga y correr las vaquillas, tras ello iba, cuando después de tanto tiempo ha vuelto. ¿Cómo se puede echar de menos tanto, algo que apenas se ha vivido una o dos veces? Añoraban pasar de nuevo unas fiestas de San Roque, echaban de menos Calamocha, la casa de mi abuela, la casa de todos. El sentir hablar español.
Paquito entre La Unión


La tarde del 14 de agosto de este mismo año 2017 sonó el timbre de casa, abrí la puerta y frente a mi estaba mi tía María y su hija Nelly. El sueño se había hecho realidad. Desde la muerte de su hermana Nati, ella uy su hija es ya casi la única familia que nos queda en Francia, hablamos con frecuencia, y últimamente no paraba de decir, “quiero ir a San Roque, los franceses no se saben divertir, como las fiestas de Calamocha, no he visto nada, y no quisiera morir sin volver a ver a mis primas, así que este año iremos, total son 500 kilómetros, yo puedo conducir un rato y mi hija el resto, quiero salir de ronda con las jotas. Es la cosa de cambiar de país lo que nos hace parecer que estamos tan lejos, pero ahora que dejan pasar a cualquiera, ahora que no hay fronteras, en un rato te plantas en Calamocha”.
Y así fue. Había tantas cosas de que hablar, tanto por recordar, tanto que ver, tanto que correr. Y tantos planes que hacer. “Mira ese, maletín, está lleno de recuerdos. Hay tantas cosas que quiero que veas”. 

Sin duda han sido las mejores fiestas de San Roque que uno pueda imaginar y ya recordar. Besos, abrazos, muchísimas lágrimas, alegría por todos los lados de la casa aquella tarde del chupinazo, y ¡cuánto había cambiado todo!. “Menudo recibimiento chiquillo. Mejor que cuando vine en el 74, que tu abuela en cuanto me vio me llamo marrana, por haberme separado y vuelto a casar, y me lo llamo delante de mi marido, que era francés, pero para entender eso, de cualquier manera, que ni sordo ni tonto era, solo era francés. Joder que mal me supo. En la vida se lo perdonare”. Todo eso sin perder la sonrisa mientras trataba de aprenderse los nombres de todos y comenzaban a llegarle los recuerdos de la casa uno tras otro, venga tía, no será para tanto, cuando su hermana se presentó con el querido, mi abuela le llamo “salope”, para que también el gacho lo entendiese, aunque aquel fuese medio francés medio español. “Y eso le dijo tu abuela, a mi hermana, a “su otra hija”, mira tú, que ha merecido la pena venir para oírte eso, vuelve a contármelo, que dices que le dijo, cuéntame más cosas, mejor que a una le llamen marrana que no puta puestas a elegir”. Seguro que eso de “salope” se lo enseñaste tu a mi abuela.
Hoy, una semana después, se han vuelto a Francia con la promesa de que por fin nosotros iremos y ellas volverán. Quedan los recuerdos, montones de ellos, apenas una hora después de llegar, tras refrescarse un poco, “no he comido, pero ya cenaremos, vámonos de fiesta”, se encontraban en la plaza disfrutando del chupinazo y persiguiendo a la charanga. España es maravillosa. Hasta se pasaron por el casino para la presentación del libro Los Días del Jarbe, el superventas del momento, y con buen criterio mi Tía María, pregunto, “chiquillo no había otro día”. Y se fue en busca de la charanga.

Y así casi corriendo de un lado para otro, pasamos todas las fiestas en la calle, mientras en casa no parábamos de hablar y ver viejos escritos y fotografías. “Tía no ande tan deprisa”, no había forma, andaba más que ninguno, no se cansaba y buscaba siempre el mejor sitio para ver las cosas, quedo encantada con la ofrenda del día de la Virgen y se hubiera hecho fotos con todos y cada uno de los trajes, entro a misa, las iglesias de España, si que son bonitas, salió de ronda por la noche, toda llena de emoción, creyendo estar en el cielo, oír jotas en la calle, ver bailar, llevarse algún que otro pisotón, repartir codazos…ella a su ritmo, imposible de seguir, me voy para dentro, cuando acabe nos vemos.

“Yo cruce a Francia andando, yo corrí tras los camiones cuando llegaban al campo de refugiados y nos tiraban la comida como animales, yo corrí y pase hambre cuando nos encarcelaron poco después, aunque allí estábamos seguras, nos marchamos nos dejaron ir por tener familia en el norte y nos cruzamos toda la Francia ocupada hasta casi Bélgica, a casa de mi tía, mi madre, mis abuelos y yo, pasamos más hambre que miedo, y nunca creímos que viviríamos un día como hoy, ni ninguno, veíamos pasar los aviones alemanes que iban a bombardear y cuando veían que había gente por los caminos bajaban y ponían la ametralladora, y eso que estábamos en su Francia, mi madre decía, Maria al suelo, al caño, la cabeza escondida, si te dan que te den en el culo… pol culo nos dieron pero bien…todos los días igual, si salíamos al campo todo eran tiros desde el cielo, había que elegir o morir de hambre o de un tiro, mejor de un tiro, había que comer. Y recuerdo que mi abuelo ya mayor, llego un momento que dijo, si estaría apurado el hombre, que se quedaba de pie, que ya no podía correr, que los alemanes lo entenderían, que solo era un pobre viejo español en una tierra que no era suya. Estaba ya harto de guerras, cansado, y un buen día, vista su buena estrella y que los alemanes no le acertaban nos dijo, mañana la abuela y yo nos volvemos a España. Y se pusieron andar, y llegaron a Barcelona para morir poco después en España como era su deseo.

A todos nos ocurre, los días de las fiestas somos tan felices, que se nos olvida que día es, y hasta donde estamos. “Chico te quieres creer, que me he despertado y dicho, algo tengo que hacer, algo tengo que hacer, y me parecía que tenía que encender el televisor para ver la novela, y estamos en fiestas. Vamos a ver el Baile a San Roque”. Y allá que se fue, nos fuimos, todos detrás de ella, siempre la primera.
Aprendiendo

El baile le impresiono, le gusto por encima de todas las cosas, no tenía palabras, lo tarareaba sin cesar e intentaba bailarlo. Sin duda, el viaje había merecido la pena. Y por la tarde jotas, en la plaza, no se puede pedir más, aplaudió a rabiar, “y allí en la tele, solo nos echan cosas de Andalucía, con lo bonitas que son las jotas”. Al día siguiente de nuevo dance y por la tarde más jotas, bueno, folclore cubano “he estado por levantarme y marcharme, no me ha gustado nada, no sé por que será, menos mal que era gratis” Tal vez sea porque su abuelo el de Torrijo hizo la mili en Cuba, buscándole una explicación es lo único que se me ocurrió decirle. Y ella di por buena la explicacion. Mientras su hija Nelly reconocía que le había gustado casi tanto como las jotas, había cantado “guantanamera”, bailado, tocado palmas… y además podía presumir de tener una foto con un torero hecha esa misma tarde, pues vino dispuesta a torear, a salir a las vaquillas, a ver a los mozos correr y ¡Cuánto ha cambiado San Roque!, y que ratos más buenos en la plaza de toros, toreros, rejones, recortadores, bota, merienda… y redescubrir el baile.

Y cuando Calamocha parece que se acaba, empieza Torrijo, y el viernes, madrugaron para irse al pueblo más bonito del mundo para llegar a la hora de comer, ¡ni que hubieran ido andando!, la familia se impacientaba, si no estaban en Calamocha ni en Torrijo, ande estaban madre e hija.  
Aprovechando cada momento, hicieron escala en el Poyo, Fuentes Claras y Caminreal. “En Francia esto no pasa, aquí en cuanto he bajado del coche y me he puesto a charrar con unos y con otros, todo han sido atenciones, todo buena gente, y que pueblos más bonitos, la pena es que no se pueden visitar las iglesias, que están cerradas, porque aquí con allí, todo lo roban, y nos hubiera gustado verlas. Aún así hemos visto muchas cosas, y hablado con todo el mundo hasta que se nos ha hecho la hora y hemos dicho de subir a Torrijo, para que la Placida y la Nati no se impacientaran”.
Solo falto la Delfina, quien murió días atrás, con la trápala del viaje, no me quiso escuchar cuando le comenté que ya no la podría ver, así que cuando por fin se enteró de la muerte de su prima, lloro y lloro, pero la fiesta continuó, y pasaron un día de padre y muy señor mío, cenando huevos fritos en la plaza del mano de Francisquito y demás sobrinos, como unas torrijanas más, volviendo a Calamocha de madrugada. “Oyes Jesús, no te lo vas a creer, como puede ser que en un pueblo como Torrijo, no lleven jotas paras las fiestas. Chiquillo que desilusión, hubiéramos subido a verlas”

Autorretrato 2017

Como quiera que los días pasaron volando, el fin de semana fue igualmente intenso. El sábado la sobremesa para mi acabo a las siete de la tarde, agotado, sin voz, mientras las familias seguían recordando hasta la misma hora de cenar. “Quiero que leas esto, me dijo, todo si quieres, o tan solo las líneas finales y la fecha, creo que, aunque ya lo sabes todo, comprenderás muchas cosas de la familia al verlo escrito” Saco del maletín de los recuerdos donde su tesoro más preciado es el árbol genealógico escrito a lápiz en una hoja, leí en voz alta lo que me dio, escrito por su padre a mediados de los ochenta, y simplemente dije, se acabó, no se hable más, esto lo explica todo, no cale darle más vueltas, aquello ya paso.
“Fueron unos días terribles, los que siguieron a la muerte de mi hermana, no sabía que hacer, como obrar. Si hacer caso a la voluntad que dejo escrita mi padre o a la mía. Menos mal que ella dejo su propia voluntad a la hora de donde dejar sus cenizas, por que cumplir la de mi padre, me habría supuesto un dolor atroz”
Llego la familia de Torrijo la mujer del pobre Herminio, quien hubiera disfrutado tanto una tarde como aquella, junto a su hijo Juan José y la mujer y seguimos hablando, grabamos en video unos y otros recuerdos, recuerdos y fotos, y esa niebla que da el tiempo a todo lo que ha pasado, un mismo recuerdo, contando de tantas y tantas maneras.  
Después de cenar, ya solos, continuamos, algo dije que llamo la atención de mi tía, y me pidió que lo volviese a contar desde el principio. “Nati decía, se lo pregunte muchas veces, y siempre me dijo lo mismo, lo tengo todo arreglado, por supuesto, y cuando llegue el día en que me muera, todo irá a parar a quien tiene que ir”. Mi tía lloro y lloro, como era posible que yo no le hubiese contado nada al respecto. Recupero el aliento, y paso de las lágrimas a la risa, y dijo: “Eso lo cambia todo, me has hecho muy feliz, el viaje a España ha merecido la pena. La familia de nuevo unida. Te quiero, niña, te quiero, ya tengo hermana otra vez y para siempre. A quien tenga que ir, a la familia”.
Y así amaneció el domingo 20 de agosto, con la familia de nuevo unida, y con el Baile a San Roque camino de la ermita, y allí en la cuesta, al saber mi Tia que aquello era el final, se puso a bailar, que noventa años no es nada. Y bailo los últimos sones de unos sanroques llenos de recuerdos, sonrisas y lágrimas. San Roque eterno.

Y el otro San Roque… Es aquel que ya casi no recuerdo, ante el vendaval que supone tanto lo contado como lo callado a propósito del reencuentro de la familia de España con al de Francia. El 14 presente en el Casino el libro del Dichero Olvidado, y conseguí hacer reír a la gente, cosa fácil, el autor se presta a mil y una historias, hasta llego a recriminarme cariñosamente que yo me había llevado todo el protagonismo, pero claro no se puede ir a presentar un libro como fue el autor y decir, bueno, no he preparado nada, así que preguntar lo que queráis.
Luego llegaron uno tras otro los días de fiestas, de reencuentros, de ir de un lado a otro arrastrado por todos los bonos, de disfrutar de la procesión de San Roque, que poco a poco se va difuminando entre los sones del dance y sus redobles, y algún que otro Dicho con el paso cambiado. Como si desde el mismo momento en el que fue declaro Bien de Interés Turístico hubiese sentido celos de las procesiones de Semana Santa y en lugar de tirar para adelante con la cabeza bien alta, mira hacia si y camina a tropezones.

Han sido unas fiestas de un calor enorme, cuando días atrás, en el pueblo se pelaban de frio, ni siquiera ha hecho falta la chaqueta para la noche, días de buscar la sombra, como aquel coche parado en el polígono que vimos cuando fuimos a dar vuelta de Navarrete, a las dos de la tarde el día San Roquico, comiendo a pie de asfalto casi la familia al completo pues faltaba uno, que no era oro que el tío que estaba meando en el centro mismo de la rotonda del museo al pie de la avenida recién inaugurada, todo tan folclórico que al propio Bigas Luna le habría hecho una ilusión tremenda y se habría parado a grabar un plano secuencia de principio a fin. España Dorada.


Queda por tanto para el recuerdo la tarde del Casino, éxito total, éxito bajo amenaza por parte del autor de volver, el cariñoso saludo de unos y otros, que leen y recuerdan, que escuchan y recuerdan. Un montón de fotos, retratos calamochinos que llegue hacer. La entrada a la plaza de toros el 15 de agosto con Eva ya sentada en las gradas, sus meriendas y charradas. El vermú, ya el 16, en la peña de Emilita con el Cuky, quien no se lo pensó dos veces frente a una paellera llena de gambas, y dejo pasar los Gigantes y Cabezudos, y el encargo que tenia de fotografiarlos, otro año será. El día San Roque según la aplicación del móvil, recorrí 24 km, sin hacer nada del otro mundo, de tal manera, que sumados los pasos de todos los calamochinos, bien podíamos a ver llegado a la luna, dado la vuelta al mundo unas cuantas veces, y acercarnos a Cochabamba para ver a Neus con toda tranqulidad y llevarle un poco de San Roque. La conversación con Conchi en la puerta de casa, para ella unas fiestas distintas, nos quedamos sin probar la paella de conserva, fiestas de las cuales espera la crónica, y aquí esta, espero te haya gustado.

Recuerdos a Reme, si nos decidimos y encontramos tiempo, al año próximo celebraremos los cincuenta años, también con Santiago y mujer, toda la vida pensando que era un año mayor, por dios, todo un traspiés de mi memoria, ahora empiezo a recordar. A Javier, mi quinto total, a José Maria, que en cuatro pasos los que van de la Castellana a la puerta del casino me conto los orígenes del Pichiclan, entre nombres de peñas de la niñez que ya había olvidado. A toda la Xurria…aun no os habéis ido, y ya os echamos de menos, el Barrio ya no será lo mismo sin vosotros. Siempre nos quedara Paquito.

Si bien queda un momento que contar, como fue el inicio del concierto de Seguridad Social, cuando el grupo subió al escenario a la una en punto, y el cantante, nos invitó a guardar un minuto de silencio, tras unas palabras verdaderamente emotivas en torno a lo ocurrido horas antes en Barcelona, palabras salidas del corazón. Se encendieron todas las luces del pabellón y Calamocha guardo un silencio sobrecogedor. El concierto fue impecable de principio a fin, un cantante, una guitarra, un bajo una batería y puro rock and roll… Eva, lo que te perdiste, maldito parné.
El domingo el día de nuestra despedida, volvíamos a la hora de comer de comprar en la Aragonia, de estar con Isidro y a la entrada del Barrio en la esquina de Inocencio, un coche subía del Rabal y como el perro el hortelano, se paró y dudo si seguir recto cara la estación o girar a la derecha.
Mi tía, que venía en el asiento del copiloto a mi lado, hacia planes para el día en el que su viejo Citröen BX deje de andar “me gusta mucho tu coche, si me deja tirado el mío, me comprare uno como este, un Cactus” Entonces, se dio cuenta de que estaba parado a la espera de ver que hacia el coche que subía la calle Real, y ni corta ni perezosa empezó a moverse en busca del botón que bajase la ventanilla, donde esta pregunto, bájala me ordeno, y empezó a gritar en francés una y otra vez mientras alzaba la mano animando al coche parado a reanudar la marcha.
Si vas a venir a Francia, me dijo, debes saber cómo decir “Tío cabrón, que haces. Deja ya de joder”.

Pd De los Años de la Cazalla. VIDA

martes, 1 de agosto de 2017

Bienvenido Mister Marshall


La pasada navidad tenía que acercarme al centro de Castellón a Lledó para recoger unas fotos, hacia un calor sofocante, y mi padre, recién llegado del pueblo me acompaño. Comenzamos andar y charrar del tiempo y al poco dimos con un viejo camión de reparto matricula Valencia, mi padre se quedó mirando y dijo: “casi es de los años de aquel primer camión que lleve cuando se abrió el matadero de Matinsa”. En qué año fue aquello, le pregunte.

No me acuerdo, pero sé que cuando tu naciste ya estaba hecho, recién inaugurado, unos años antes lo levantaron habían comprado los terrenos en mayo con todo sembrado y la cosecha ya casi con espiga con la condición de que no empezarían las obras hasta no haber cosechado. La tierra lo primero.

El caso es que, de buenas a primeras, y sin más, se ve que llamaron por teléfono, y dijeron que estaban en camino los mandamases, quienes quiera que fuesen, que se presentaban los que lo iban a poner en marcha, que venían a dar vuelta de los terrenos y sobre todo a ver las obras… Vamos que no tenían cosa mejor que hacer, que venir a dar faena.

Aún recuerdo como si fuera ayer ver salir al señor Jesús Serraller, de las oficinas de Piensos Z, donde trabajabamos, llamándome a gritos venga a chillar, con la cara desencajada, aquel buen hombre que a todos nos trataba de usted: ¡José María, José María!, y yo pensado que querrá, que habrá pasado, que habré hecho.

Conque me fui a ver, y ya le vi respirar y el hombre echo hablar: Oiga José María, buenos días, usted en su casa tiene segadora verdad, y si no es suya es de su suegro el Casimiro, … 

Si, le dije yo, si Don Jesús, de mi padre y mi suegro, a medias. ¿Y donde están segando? me pregunto. En la carretera Tornos con el Tío Frascuelo Inocencio Casamayor.

Pues venga Jose Maria, súbase usted el Land Rover y vaya a buscarlos, antes se coge al mentiroso que al cojo, han llamado que vienen a ver cómo van las obras del nuevo matadero y mañana los tenemos aquí, y nosotros poco menos que les hemos dicho que ya estamos pintando, … Estos de capital siempre van con prisas y no entiende de cosechas, así que esos campos estén como estén, los cosecháis hoy, tu ya no hace falta que vuelvas, échales una mano y quédate con el Land Rover hasta que acabéis, si habéis de dormir allí, pues allí,… y diles que les pagaremos el jornal doble, lo que haga falta. Que dejen lo que estén haciendo, y se bajen corriendo a segar.

Asi que me subí al Land Rover y me jope cara Tornos y a lo que mi guiparon los abuelos y el Tio Frascuelo, "pues este ande ira, pues viene a por nosotros, pues algo habra pasado.. Coño pero si es el zagal"

La faena fue mía, sabes, para convencerlos con el señor Serraller para arriba el señor Serraller para abajo, que de ninguna manera querían dejar el tajo y enfilar para la Estacion a segar. Que no era por no ir, que si había que ir se iba, me decían, pero aquella tierra iba quince días con retraso a la de Santa Barbara y estaba verde y era una pena segar aquello, fuera de quien fuese, y pagase lo que pagase, que los llevaran al Campo Aviación me decian, que total, si eran de fuera, no se iban a enterar, o que si era menester ya hablarían ellos con la visita y le explicarían como va la tierra en Calamocha… 

¡Que tiréis para arriba todos!… y para allá que nos fuimos a segar el trigo y la cebada verde, que ellos a cada tajo que daban, se morían un poco mas, venga a jurar y cagarse en la madre que pario a quien fuera que viniera y las prisas del copón de segar una tierra tan buena por el capricho de vete a saber quien.

La cosecha era del matadero, así que era la fábrica de Piensos Z la que más perdía con esto de las prisas y la visita de los señoritos, y el que manda, manda, así que a escape metimos allí la segadora y a matacaballo pin pan, pin pan, con los tres machos a relevo, todo a tajo parejo venga montones y montones… que lo dejaron más limpio que una patena… 

Y venga otra vez a echar a correr, cuando sube el señor Serraller a dar vuelta y ve todo por allí escampao pero ya mas contento que otra cosa, me llama otra vez y me dice: “venga Jose María, se baje a la fábrica y agarre los camiones, y a todo el que este por allí y se los trae aquí y que no quede ni rastro de cosecha, cargáis los fajos, y hacéis los viajes que hagan falta y repartís la cosecha, que no quede una casa de Calamocha sin su parte, en todas casas que haya vacas dejáis un poco, no os la quedéis toda vosotros, que os conozco, y cuando se acabe se acaba, pero si llega para todos mejor”.

Y venga a echar viajes y repartir con las dos Avias de Piensos Z, Ramón Alpeñes con la suya y yo con la mía, y para cargar venían Luis el Tololo, el padre del pobrecico Ignacio, Joaquin el Soguicas, y Manuel el Ronquilla toda la parva que trabajamos juntos allá en los piensos, menuda cuadrilla.

Al día siguiente vendrían y lo verían todo, ya no recuerdo más, aun creo que marcaron con cal y pusieron alguna estaca para enseñar por donde irían las trochas, pero con ver la maqueta del matadero ya tendrían bastante.

Y es que con la llegada del matadero, la cosa no había hecho sino empezar, la vida de pueblo se acabó, construir en una tierra tan buena, el acabose, ya todo eran prisas y ladrillos, y correr de un lado a otro para que la cosa saliera bien, que aquella buena gente que lucho por sacar adelante el matadero no paraba de hacer cosas por su pueblo y se iba a donde fuese menester y hablar con quien hiciera falta.. 

Asi que otro día, yo ya le temía, se me acerco el señor Serraller y me dijo, “Jose María, váyase usted a casa, coma, y échese a dormir, y a eso de las dos de la mañana o la hora que crea conveniente se viene aquí, se echa en el camión la maqueta del matadero, las botellas de vino con la foto de la maqueta que trajo el otro día de Cariñena, y los vasos de cerámica de Villafeliche que también trajo usted el otro día, esas que pone Matinsa, Matadero Industrial de Calamocha, no se equivoque y se vaya a Madrid con cualquier otra cosa, allí le esperan en la Feria Muestras en el Pabellón de Aragón al punto la mañana antes de la inauguración. Cuando llegue a Madrid, pues eso, se pare y pregunte y uno u otro le dara traslao de como llegar”.

Que te crees, que comí o que dormí… unos nervios, a Madrid, que me iba, y esperando que estaban al camión que me decian y yo no habia pasado ni de Teruel ni aun llegado nunca a Zaragoza.

Nada que no veía la hora de salir, hasta que ya me subí al camión, y de un tirón me plante de madrugada en la Puerta de Alcala, … pues ya estamos aquí me dije… Y a todos que les preguntaba nadie sabia indicarme, nadie era de allí… anda que para encontrar un guardia casi me veo apurado, pase las de Cain… y nada enseguida llegue a la Feria y allí ya empiezo a sentir “Viva Calamocha”, "Viva Calamocha" y paro el camión y era José Ruiz el Florentino que me estaba esperando para llevarme al sitio… Descargamos colocamos las cosas, y yo reventao le dije me voy a cáscala de aquí a echar una cabezada, y en eso que me ve Reynaldo Catalán por allí, “Jose Maria ven aquí… que no doy abasto, y venga hacer merengues, que me puse tibio, madre mía si comí… el haciendo merengues y yo dándole conversación y espera que en cuanto acabe me voy contigo y te saco de Madrid, que yo me lo conozco.. a mi me dejas en el centro y yo ya te indico”… 

Ya me parece que te he contado alguna vez la que nos pasó a los dos por Madrid… Si papá, lo tengo escrito cualquier día lo contare, por hoy ya vale de calamidades.

Construcciones Rubio lo levanto y en cuanto terminaron empezaron hacer pruebas Juan Jose Leon el Minino y la Nati, y comenzaron con los embutidos, asi que comiamos todo lo que queriamos y mas, recuerdo que el día que tu naciste al bajar del ver al Tio Chato, el de la Tia Eulalia de Torrijo entramos al matadero y la Nati, bueno en realidad aun no habias nacido y ya te regalo dos vueltas de longanizas para que tuvieras que comer, asi que naciste al dia siguiente y llegaste al mundo con dos vueltas de longaniza del matadero.

Y ya empezamos a echar viajes, a vender carne con las primeras Avias, aquellos camiones los bajamos con Ramon Alpeñes y luego con el pobre Eusebio... ibamos mucho a Barcelona, al mercado, toda noche en la carretera y todo el dia para volver y luego a Valencia ya con el señor Don Anselmo Gil que fue quien lo hizo funcionar a tope, venga trápalas y prisas, que la gente tiene que comer.



Aquel camión de 10 tn era un Pegaso Super, por la fecha debería ser el de la foto pero no lo sé, ya no se si eso es o no un Pegaso, su matricula era TE 12461 lo estrene y lo lleve a carrozar de frigorífico a Valencia, pero yo ya no fui a recogerlo, porque entre medias, el Matadero echo andar solo por un lado y los piensos, y las granjas por otro, lo que sería Pygasa, y a mí, a Manuel, Adolfo, al cachondo del pobre Barrao, a la pobre Concha la Ruiza y Ricardo Serrano nos dejaron en los piensos.

Y al matadero empezó a venir gente y mas gente de toda la comarca y de todos lados, Don Jose Gil de Pancrudo bajo de veterinario, y Apellaniz de Caminreal, también bajo, y ahí sigue, Mariano el del Bar, de Tordesillas, de vez en cuando me decían vete a tal pueblo y pregunta por fulano que se viene a trabajar y yo iba con el camión, y me traía a toda familia… Un día fui al Valle Gabriel, y lo deje vacio…

Alberto de Villafeliche, los Villanueva de Loscos, padre e hijo, y el de Lechago en la portería…no paraba de llegar gente a trabajar.

Ni para bien, ni para mal, los unos al matadero y los otros a los piensos nos separaron, y a cualquiera que le hubieran dado a elegir, entre una cosa u otra hubiera elegido los piensos. Era un trabajo más cómodo, así que tuvimos una suerte loca, por que aquellos primeros días de trabajo en el matadero hasta que se partió y nos mandaron a cada uno a un lado, fueron, jodidos de verdad, yo aún, que llevaba el camión, pero el que no, un frió y una humedad en la cadena de tres pares de cojones, mejor entrecavar y escardar remolacha o ir de pastor que un trabajo tan duro como aquel, siempre jodidos de frío por las cámaras y por cualquier lado que fueras, y con  botas de agua y los gabanes esos que se llevaban, y a limpiar y luego tira a cargar de madrugada el camión con hielo por todos lados. El caso es que no salimos del matadero porque ya empezamos a ensacar en la nave que hay detrás de los pisos del bar, a los Piensos Z ya no volvimos.

De aquellos primeros días del matadero lo mejor fue la primera navidad, cuando nos dieron el aguinaldo, cosa que no se había visto jamas por el pueblo, pero como en Valencia se estilaba y su gerente el señor Don Paco Rosa era de allí, se ve que dijo… aguinaldo para todos, y nos dieron una caja hasta arriba. 

Al final mereció la pena vivir aquellos primeros madrugones y viajes en el día a bajar carne a la capital del Reino, a Valencia, con camiones de segunda mano, con las Avias matricula de Valencia hasta que luego estrene el Pegaso, aunque solo fuera para llevarlo a carrozar, por que luego me pasaron a los piensos. Juan Miguel León te podría contar muchas cosas, fuimos un montón de viajes los dos juntos uno detrás de otro de Calamocha a Tarvernes Blanques, una noche que el no pudo venir cogió el camión Ciriaco, de Torrelacarcel, lo llevaba yo detrás, se distrajo un momento y se paso Puçol y a lo que tiro a darse cuenta acabo en un campo de naranjos. Así que en cuanto llegue a destino mande una furgoneta a buscarlo y sacaron la carga, que para rematar era la peor, por que llevábamos tocinos y terneras en canal, que pesaban como talegas, colgadas de cadenas, sin suspensión, que solo hacían que moverse y te tiraban el camión a todas caras, que parecía que ibas borracho…Así que nos volvimos los dos en un camión, y al siguiente viaje ya estaba arreglado… joder aquellos camiones.

Madre mía, aun me acuerdo de echar a correr otro dia, menuda se preparo, resulta que era la Feria del Jamon en Teruel, la primera y claro se ponia stand y de pronto se dieron cuenta los amos que no habia jamones, que en Calamocha no habia un jamon, en las casas si, todos los que quisieras, lso graneros llenos, pero en el matadero para vender no, ni uno... y venga José Maria mañana al hacer de día coges el camión y te vas a buscar a Elias el del Bar de la Calle Real, el ya te estará esperando y donde te diga de ir tu alli, el subira y lo que te diga eso tienes que hacer, y ya sabes, de esto ni una palabra.

Coño tanto misterio, con la buena persona que era Elias, casi me acojonan y les digo que no voy, pero nada alli que fui... venga señor Elias a donde vamos, a mi pueblo me dijo, a Cortes de Arenoso, y eso donde esta y por donde se va, ¿hay que traer alguna familia al matadero a trabajar, algún pariente?... calla y pega la vuelta que te me vas para Zaragoza, tira para Teruel que mi pueblo es el ultimo de la provincia, el siguiente es ya Villahermosa del Rio, provincia de Castellón. Es verdad le dije yo, que allí hay un matadero, pues allí vamos me dijo, a llenar el camión de jamones y luego llevarlos a la feria a Teruel, que el dueño es amigo mio. Asi que allí llenamos el camión de jamones de Calamocha y entramos a Cortes a saludar a su familia y esto y lo otro, y ¿un camion de jamones cuantos  jamones son?, lo sabes tu, no pues yo tampoco, hombre, pues si no han puesto la cantidad que llevamos, que va a peso.. hala, venga Jose Maria, sin escasear, voy al horno a por pan, baja un jamón, el mejor, y empieza a cortar que lo mismo que nadie notara si el jamon es o no de Calamocha, nadie notara que falta uno. Abri el camion, agarre el mas grande que vi, y nos comimos un jamon entero, el primer jamon de Calamocha, con su hermano o cuñado o quien fuera...y un reseco después camino de la feria de Teruel que aun me dura...


De Los Años de la Cazalla. Bienvenido Mister Marshall

(Fotografía del Museo del Jamón de Calamocha, un museo, que como todos, pero este con más razón, se debe visitar)