En el año 1918 hubo en Calamocha
dos fiestas de San Roque, una en agosto, y otra en noviembre. Afortunados
ellos, aun en su desgracia, de ver salir al santo y poder bailarle dos veces en
un mismo año. La gripe fue la causa, la gripe española de la Gran Guerra que
los calamochinos en su eterno empeño por arreglar España y el mundo trataron de
solucionar por medio de su santo. Y así como recuerda quien se le contaron y
también como dicen las crónicas, sacaron de nuevo en noviembre a San Roque esta
vez para que pusiese fin a la gripe como lo había hecho con la peste unos años
antes. Se cumplen ahora por tanto cien años de aquellos insólitos sanroques. Afortunadamente cien años
después parece que no hay motivo alguno entre las desgracias para poder sacarlo
de nuevo en noviembre, mes donde muy probablemente hasta la climatología sería
mejor que la vivida en agosto, tampoco parece haber motivo alguno entre las
alegrías centenarias para poder así conmemorar tan entrañable como raro hecho.
La noche del 13 hacía fresco, ni
un alma por la calle cuando perdidos salimos a tomar algo de la mano del
Dichero Olvidado pensando que el pueblo herviría en fiesta, nada más lejos de
la realidad, hablamos por supuesto de lo que él quiso, Don Jesús es una de esas
pocas personas, afortunadas ellas y nosotros, a las que hay que dejar hablar
incluso cuando lleva poca o nula razón, o a consecuencia de la edad, vuelve a
repetirse una y otra vez. Habíamos llegado a Calamocha a la hora de comer y
esperado a que el sol dejase salir de casa para pasear por el ya obligado y
esperanzador trayecto que se abre entre la Fuente del Bosque y la Huerta Grande
el camino junto al rio de la Calamocha
de la esperanza, donde lejos de las redes sociales pude por fin saludar a Bea Ballestin
y familia, y quede con ella para acercarle un regalo, la eterna novela por
escribir, la vida de mi Tía Nati, ya leída por Conchi, Emilita, la Boneta, y
por supuesto mi hortelano de referencia Pascual. Seguro de alguien me olvidare,
ya me va siendo imposible recordar a tanta gente como saludo.
Finalmente terminamos la tarde en
El Rincón de Luis, donde pude saludar a Joaquín Serrano y mandar recuerdos para
su hermana, quienes están conmigo en el blog desde el primer día, años ya. Allí
había quedado con JMDJ, charramos un
rato entre unas copas de vino blanco, cuando ya comenzaba hacer fresco.
Calamocha en la literatura contemporánea fue el tema, sin duda apasionante,
todo lo que huela a granero lo es, ver impresa la palabra Calamocha en libros y
autores de otros lugares es muy de agradecer y lo vamos hacer.
Días antes de comenzar las fiestas fuimos conociendo los detalles y la verdad
sea dicha no cundió el entusiasmo a través de ninguno de los cauces habituales.
Como estrellas llegaban de nuevo y una vez más Los Inhumanos, posiblemente
actuaban por quinta vez, y no hay quinto malo dicen, mismo camino que lleva
Jesulin quien de nuevo llegaba como primer espada a la monumental calamochi y
van dos. Además, gracias a las nuevas tecnologías que poco a poco van
sustituyendo a la religión, daban frio y lluvia y por tanto el desánimo era
manifiesto antes de empezar.
Más allá de los augurios y dentro
del bono, un par de espectáculos musicales con los ochenta como base, por fin
nos libramos de los tributos y ¡cómo no!, pompas y magia, sin duda alguna esto último
casi lo mejor con permiso de La Banda del Otro y su magnífico espectáculo.
Volvíamos a los ochenta, pero segundas partes no siempre fueron buenas.
Y amaneció el día 14 de agosto en
Calamocha, el mas esperado del año con permiso de San Roque y lo primero que
hicimos fue mirar al cielo a ver si caían capazos de sol o de lluvia o ¿por qué
no? puestos en lo peor nevaba, las horas se hicieron eternas hasta la llegada
del chupinazo. La Peña La Unión tuvo la genial idea de disparar en la hora
previa 50 Salvas, una por cada año, cohetes verbeneros sin más, tan molestos
quizás como las salvas, pero sin el brillo ni elegancia que tal vez merecía el
momento. Como son jóvenes y vivirán el centenario le pondrá remedio a todo,
pues a ojos de un extraño, de alguien ajeno a la Peña ha faltado algo en tan redonda
fecha, algo con el pueblo y los viejos peñistas como protagonistas.
“Calamochinas”, grito en primer
lugar la Mantenedora desde el balcón del ayuntamiento momentos antes de que
sonase por fin el cohete anunciador, Maria Angeles también cumplió los 50 años
y estuvo sensacional, volvería a echar Dichos y le echaron unos cuantos y ahora
ya todo el pueblo espera que se cumplan y reparta el gordo de la lotería. San
Roque dirá.
Es el momento del encuentro con
unos y con otros, parece haber mas gente que nunca y la fiesta llega a todos
los rincones, saludos y ausencias, nada nuevo, salvo que me encuentro con Pepe
Tomas y nos ponemos a charrar de un tema que realmente nos apasiona, y que no
es otro que la eterna Calamocha y así me pone tras la pista de lo que puede ser
un bombazo, toda una historia de amor, he de darme prisa en acabar de leer
Orgullo y Prejuicio de todas formas no conviene ilusionarse sin haber estudiado
todo antes, y para eso esta el invierno y los días lejos del pueblo.
Siguió la fiesta con la carroza a
la cola, ese velador, confesionario, mirador, lo que fuese, todo glamour y
encanto lleno de un puñado de valientes que se echaron el pueblo al hombro y lo
representaron de un modo estupendo, camino del Peirón y los pañuelicos sobre el
monumento. Luego la charanga, que no San Roque a este ya no se le espera, se
encamino un año mas hacia ese pueblo durmiente y silencioso en que se ha
convertido la Rabal de puertas y ventanas cerradas y calles desiertas, ya están
prácticamente todos descansando juntos allí donde reposan los mejores
calamochinos, Rabal casi ajeno a la fiesta de no ser por ese instante charanguero
y el titánico esfuerzo de los cabezudos por llegar a todos los rincones amen
del templo del vermú el Minino. Acompañe en su salida por dos veces a la
Comparsa y hay que reconocer el trabajo y la ilusión que derrochan.
Batalladores bajo el sol, la dulzaina y el tambor, vara de avellano en mano,
llevan la fiesta a casi todos los rincones en esas horas del centro del día
donde cae el sol de lleno y no apetece otra cosa que no sea el careo del bar.
A las ocho y por primera vez en
ese horario jotas. Llenazo hasta la bandera y otro éxito que se apunta con
razón o sin ella el Dichero Olvidado. Cuando el año pasado tuvo la osadía de
presentar su libro a esa misma hora y día escucho de todo menos bonito, y lo
hizo si más, con el fin de que la gente mayor sentada tuviese un lugar donde
pasar el rato. Fue todo un éxito aquello y las jotas y es de imaginar que han
llegado para quedarse. Tan ese así la cosa que la presentación de la segunda
parte y fin de la trilogía Los Días del Jarbe que inicialmente había previsto
para ese día, la pospuso sine die al
saber que el ayuntamiento había programado las jotas. Toda una maniobra genial
para silenciar a Don Jesus al menos en fiestas.
Un rato después no me quedaba
otra, ni a mi ni a nadie que no fuera marchar hacia la plaza de la iglesia como
se hacia en el siglo pasado a ver el concierto de Los Inhumanos, tras tomar un
pacharán casero con Reme y compañía en la Balsa frente a la peña cuyo balcón no
descansa ese día y está más concurrido que el del ayuntamiento.
“Buenas noches Calamocha hemos
vuelto” dijo el cantante al comenzar el concierto. Y fue como volver a tener a
veinte años, ósea terrible, sinceramente estamos mejor ahora, al menos
nosotros, el tiempo ha pasado para todos pero no sé si para ellos un grupo que
ya cuando venia nos hacia una ilusión tremenda pero siempre nos quedaba la idea
de que cualquier orquesta de verbena tocaba sus canciones mucho mejor que
ellos, pero ahí estaban los auténticos, que apenas han envejecido o
evolucionado técnicamente, por un momento fue absolutamente genial, pero la
verdad sea dicha, apenas se oía nada, apenas sonaban, en fin, lo mismo que en
el siglo pasado, si bien el repertorio ha aumentado.
Por ellos por tanto parece no
haber pasado el tiempo o haberlo hecho de un modo diferente a los demás, eso sí
nos devolvieron si quiera por un momento a las fiestas de nuestra juventud en
un escenario magnifico como es la plaza de la iglesia, cuya torre antaño
iluminada estaba tristemente apagada. ¡Como se echan de menos aquellos sanroques! y su insuperable trajín artístico
y como eche de menos el frontón y la casa del gorrión que ya no están y dejan
pasar toda la humedad del rio, ¡la virgen, que frio!
Creo que, terminado el concierto,
se acabó el día. El escenario del Peirón estaba desierto sin orquesta ni música
enlatada y allí no había nada más, ni aun gente quedaba. Nuestra generación los
conocía, pero el resto que ya son mayoría no, y nosotros llegados a los
cincuenta empezamos a echar de menos pasodobles, mexicanas y a Paquito el Chocolatero
un día así, siquiera por un rato y si hay sillas, mejor que mejor, mientras
esperamos sentados a aquellos que nunca vimos Alaska, Loquillo, Los Secretos, Hombres G, Celtas
Cortos, Coke Malla, Miguel Bose… y tantos otros, por soñar que no sea.
De modo que lo mejor del
concierto fue el reencuentro con Conchi, aburrida ella también, se alejo de las
primeras filas de la jarana hasta dar conmigo y charrar largo y tendido, ¿cómo
no? de Calamocha y nuestros días de gloria, he de ponerme a escribir ahora es
demasiado tarde para dejarlo, me insistió en ello y con razón. Hablamos justo
en ese momento en el que parece que las fiestas no van a tener fin y duraran
eternamente, llegara la Virgen, San Roque, pero nunca acabaran… prometimos
volver a vernos, tomar un café con merengue de Reynaldos mas otro año será. Es
la noche mágica del 14 de agosto cuanto todo parece empezar y que nunca tendrá
fin, noche tan efímera como las mismas fiestas. Ojalá todos los días fuesen San
Roque, pero no lo son. Supongo que el cantante terminaría el concierto diciendo
“Gracias Calamocha Volveremos”. Amen.
Todavía, lo mismo que hay quien
no es capaz de diferenciar a San Roque de San Cristóbal aun viviendo la fiesta
a tope, hay quien piensa que la mañana del 15 amanece en Calamocha cuando canta
el tocino y te despierta el hambre a la hora de comer y que todo cuanto pueda
haber es un aburrimiento total. Nada mas lejos de la realidad, hay de todo y
todo bueno.
Para no perderse nada hay que
madrugar mas que el día San Roque y salir de casa con la ropa de mudar hecho un
pincel, si ya se sabe, son actos religiosos, pero hay gente para todo, y la
misma procesión del Baile, aunque no lo parezca, lo es. A las once sale la
ofrenda del Santo Cristo, pronto la fila alcanzara del Rabal al Peirón, crece
año tras año en un acto sencillo y emotivo, y además les regalan una pulsera,
todo un detalle, en realidad no se puede pedir más. Después llega la misa,
canta la Coral y cada vez lo hace mejor y arrastra mas gente, la iglesia se
queda pequeña, y para acabar la mañana, hay procesión con la Virgen de la Asunción,
la de la cama, otrora invitada de piedra a la procesión de San Roque y hoy
estrella principal de su día.
Finalmente, este año no entre a
misa y nos marchamos al primer vermú al Marzos, tras charlar y comprar las
fotos del día anterior a los gemelos de Mercafoto
que llevaban retratando las fiestas desde 1987, es entonces cuando recibo un
wasap que con gran acierto me obliga a ir a la procesión, “ve a ver la procesión y me cuentas”. Que
yo recuerde es la primera vez que asisto desde que unos diez o doce años atrás
viene celebrándose al dejar de salir la cama el día grande de las fiestas, y lo
que veo me gusta y mucho.
Ofrenda, misa y procesión, es el
tercer acto en apenas dos horas, todos ellos actos religiosos, y para este
último es ya la hora del vermú, cae el sol a capazos, menos mal que no hay que
segar ni trillar y uno puede pensar que sobra alguno, pero no. La procesión
resulta un visto y no visto, sale bajo el himno de España y yo esperando en la
Castellana veo como se marchan cara las Monjas, la vuelta al revés y en unos
quince minutos están de nuevo subiendo las gradas ya precipitadamente desnudas
de ornamentos esta vez sí bajan por la Castellana.
Marchan uniformados bajo los
sones de la banda municipal que suena a gloria bendita cuando se trata de
procesiones festivas, como esta lo es, resulta bonita, colorida y entrañable,
lógicamente a su paso las calles están desiertas, es mala hora para todo y a
falta de jamón ni van tirando petardos, ni reparten caramelos, lo cual, a esto último
me refiero, lo otro sigue absurda y absolutamente prohibió, aseguraría la
presencia infantil, bastaría por tanto repartir caramelos a la altura de la
Calle Mayor y la Moreria para llevar un montón de niños alrededor previa a la
salida de los cabezudos.
El verlos cruzar la calle Mayor
del revés resulta precioso lo mismo que verles aparecer por la Castellana,
blanco y azul celestial, un buen puñado de gente les ha visto salir y espera
pacientemente apurando la sombra su llegada y entrada a la iglesia que pone fin
a unas horas tan intensas como cargadas de ese otro fervor religioso del cual
poco a poco se va desprendiendo la procesión del día grande.
La merecida siesta queda reducida
a una clase de ornitología cuando descubre Paquito al ir a buscar las albarcas
y la alforja para la ronda jotera de la noche un pájaro de mil colores atrapado
en la pajera y nos proponemos liberarlo para que así continúe su camino hacia
África, una oropéndola camino de Tanzania que parece haber hecho escala en el
Rabal, hacemos lo que podemos, que no es poco, y rendidos le dejamos al menos
un pozal de agua para que lleve mejor el calor confiando en que por sí sola
encuentre la salida tal y como encontró la entrada, abrimos todo y nos
marchamos. Quedamos ya para la paella del Santo Cristo y a los postres entre
canción y canción, repasaremos mates, pues se examina el día 25 y se lía con
las ecuaciones. Jesulin y otro esperan en la plaza.
A Jesulin lo acompañó Antonio
Romero de México, quien no estaba anunciado en el cartel y del cual no supe
nada hasta días mas tarde cuando pude localizarlo en la red, hacia su
presentación en España, y no pudo ser mejor, corto dos orejas a su segundo y
puerta grande, de modo que Calamocha apareció en todos los medios mexicanos del
mundo del toro, habrá que seguirlo de cerca y desearle suerte, que llegue a
figura y que un buen día pueda decir, “la
primera vez que toree en España fue en un pueblo llamado Calamocha, junto al
Maestro Jesulin de Ubrique, quien también corto dos orejas, pero todos los
besos, abrazos y fotos fueron para él, sonrió a todo el mundo y derrocho
simpatía y amabilidad a raudales a nadie le dijo que no, se gano hasta el
ultimo peso”. Fue una tarde fenomenal, y una merienda estupenda junto al
rey de la cerveza Inocencio Casamayor y familia reconocido crítico taurino
local y gran orador de recuerdos. Juntos comenzamos diciéndole de todo a uno de
los atléticos subalternos de Jesulin hasta que finalmente caímos rendidos a sus
pies y le lanzamos una cerveza bien fría que se había ganado con creces a falta
de tener a mano un barril. Suerte a los dos.
Y tras los toros llego el follón
en la puerta del pabellón del recinto ferial al no poder entrar de primeras al
espectáculo de las pompas por lo delicado del mismo, nadie sabía nada, también
es mala suerte, ¿cuándo en Calamocha ha empezado algo a su hora?, rara vez esa
es la verdad, en fin, fueron llegando wasap y decidimos no ir y evitarnos disgustos,
acudimos ya a media noche para el espectáculo Hits, vuelven los ochenta, estas
sentado, estas bien, pero echas de menos mirar al cielo y ver las estrellas,
estas encerrado, hace calor, retumba, no termina de ser un escenario festivo,
calor y ruido. Mientras por todos los corros no se oía otra cosa que no fuera
“dan agua para mañana”
Y llovió el día San Roque, pero
por la tarde, no por la mañana, ¿Quién recuerda ver llover en la procesión? Muy
probablemente nadie. Contaba mi Tío Antonio que hubo un año que no salió por
que les cayó una tronada a destiempo, eran aquellos días de antes de la guerra
cuando en poco tiempo la procesión salió tanto bajo el Himno de Riego como del
Cara al Sol y que allá por los días de la república o los otros triste San Roque
por unos y por otros dejo que lloviese y con el santo a la espera de salir
abiertas las puertas de par en par la docena escasa de bailadores tras el himno
de rigor le bailaron un rato y se marcharon a casa a la espera de que escampase
en todos los sentidos. Raro es pues que llueva la mañana de San Roque pero no
lo es tanto, de hecho sucede con frecuencia que llueva por la tarde, como así
seria.
Me duele San Roque y lo alcanzo a
la altura del Cantón. El día sin duda es ideal para el Bailador, pero la
ausencia de sol le resta ese carácter épico, por momentos deportivos en tanto
que competitivo, que ya tiene la procesión, acompaño al santo entre las
primeras filas disfrutando tan solo a ratos, con aquellos que han llevado con
su empeño, buen hacer, entusiasmo y décadas de sudor el dance de San Roque a lo
más alto como Fiesta de Interés Turístico de Aragón. Me pregunto si habrá algo
similar a nivel nacional y si algún día lo alcanzaremos. Pero aún queda mucho
por hacer.
No tardo en fijarme en los
detalles, esos que en un principio entre la grandiosidad del dance en si pasan
desapercibidos y me pregunto por qué nos cuesta tanto alcanzado aquel objetivo
de ser fiesta de interés turístico dar un paso más y creérnoslo, dejar de
mirarnos a nosotros mismos y mirar por el pueblo y su procesión, hablo de la tan
traída y llevada uniformidad, principalmente pañuelos de todos los colores y
fajas sin color alguno precisamente entre las primeras filas que vienen
soportando el peso del baile.
Bonito es el detalle de haber
bailado durante décadas con el mismo pañuelo o faja, o con el heredado de algún
pariente e ir haciendo una muesca en el cada año, pero eso era antes, ahora
corren otros tiempos, pañuelos de mil colores, fajas sin color, empiezan a
estar de más, ahora el Baile declarado Bien de Interés Turístico es algo más,
exige algo tan fácil como cambiar de chip, la mentalidad, mirar más allá. La
uniformidad resta individualidad, pero engrandece al grupo, y el Baile, es de
todos.
En la cuesta de San Roque
me fijo en el monumento al peñista, es bonito y un gran acierto en todos los
sentidos, ese es su lugar y no dejo de preguntarme las cenizas de cuantos
calamochinos descansaran ya en la cuesta que nos acoge desde que años atrás
alguien me confesase su última voluntad. “Aquel
es el único lugar que te garantiza disfrutar de San Roque mientras haya fiestas
de aquí a la eternidad”.
Sin embargo, realizan un pequeño
homenaje al salir de vuelta la procesión y no parece que ese sea el momento
adecuado, mejor quizás cuando se sube a San Roque el día la vaca, ahora toca
fiesta y alegría, la tristeza y el recuerdo en un día así pueden esperar.
Alguien me para y me comenta: “Te has dado cuenta, no ha sonado el
campanico de la ermita”. Lo cierto es que no me había dado cuenta pero
tenía razón, el comentario general sigue siendo “va a llover” y la gente mira
sus móviles con total fe, y yo miro al cielo y lo veo aún con el sol escondido,
todo despejado.
Salvada la carretera en la calle
Zaragoza la procesión trata de organizarse, militarmente hablando de formar,
bastaría con marcar en el suelo, cuatro líneas, cuatro cruces, aquí la bandera,
aquí San Roquico, aquí los más pequeños, y así hasta San Roque, y cogerle un
año la media a la procesión y entonces juntar a todos y echar a tocar y bailar.
De modo y manera que este año prácticamente no consiguen formar en todo el
trayecto de vuelta. La procesión completa a su regreso del más joven al más
viejo roza el desastre. La milicia sanroquera
esta lejos de llegar a ser un ejército regular.
Es una pena, solo parecen
importar las primeras filas que bailan bajo el santo de mitad procesión hacia
el principio cunde el desánimo y hay que mimarlo porque lo hacen de quitarse el
sombrero en todos los aspectos, apenas se baila, se anda y se corre de un lado
a otro tapando huecos, no pueden hacer otra cosa, no les dejan, la procesión se
corta, ya no existe a la altura de la calle Mayor y ya prácticamente se camina
hacia las gradas a la espera del resto y poder volver a bailar.
Este año en Semana Santa hubo un
gran acierto, y ese no fue otro que el hecho de que no hubo ningún organizador entre
medias de la procesión y esta permaneció unida con algo tan sencillo como que
cada cofradía se preocupase de guardar la distancia mínima con la que llevase
delante. El Baile es distinto, pero bien podrían bailar de principio a fin de
esa otra procesión una docena de parejas mayores y que cada una tuviese bajo su
mando a un grupo de niños, pequeños y grandes y a su vez ellos mas
experimentados evitasen los huecos bailando codo con codo entre ellos. Así los
pequeños junto con la ayuda que ya reciben podrían fijarse a su vez por tener
cerca en parejas bailadoras experimentadas.
Acabó la procesión sin llover y
los mas pequeños y no tan pequeños pudieron bailar un rato en la plaza que les
valió por toda la procesión. Una misa a escape, de campaña, bajo la generosa
sombra del frontón serviría para que muchos conociesen que después de la
procesión hay misa, algún día hasta yo me quedare, pero lo cierto es que da
pereza entrar.
En la plaza había rejones, y ya
se sabe, a la gente le gustan los caballos y se llena hasta la bandera así que
allí fuimos confiados en San Roque pues cualquiera sabia que iba a llover
bastaba mirar al cielo, sin paraguas, sin chubasquero. Ya sentados esperando el
inicio del festejo entre las gradas se oía aquello de “igual llueve y nos toca
correr al pabellón”.
De repente llovió a capazos como
nunca, afortunadamente Santa Barbara evito el granizo y nos echamos a correr
cara el pabellón deportivo que por cierto y como tocaba estaba cerrado, no
todos habían pensado lo mismo que nosotros los confiados, así que nos chupamos
de arriba abajo refugiados en los servicios y donde pudimos a la espera de que
alguien viniese a rescatarnos.
Calado hasta los huesos llegue a
la Aragonia y al ver a la Charanga Los Mataos correr despavorida en apariencia
perdidos y sin rumbo salí y rescate a una parte, de modo y manera que hasta que
dejo de llover, largo rato, porrón y jamón, casualidades de la vida, la genial Charanga
era de Burriana, una maravilla, confiemos en que vuelvan, así que no tardamos
en salir medio familia, Nules, Moncofar, Museros, la Vall, … en fin pueblos
donde paso los 360 días del año restantes. Uno de ellos al ver un cartel con
las fiestas de Lechago sintió curiosidad por tan bonito nombre y le conté la
leyenda de su fundación a cargo de Nuestro Señor Jesucristo, asimismo le
llamaron la atención ver tanto jamón y tanta tienda junta y le vine a explicar
que ninguno de ellos podía volver a casa sin un buen pernil bajo el brazo dado
que Calamocha es al jamón lo que Villarreal a la cerámica.
De parte tarde volvió a llover y
con gran acierto tras el fenomenal espectáculo de La Banda del Otro en la cama
es donde mejor se está, las fiestas a mis años se hacen largas, eternas, lo
mejor es descansar lejos del ruido, dicen que estuvo muy bien, el espectáculo
de los Ochenta Principales, total a los diez minutos me habría tenido que
marchar maltrecho mi pobre corazón de tanta nostalgia.
La mañana de San Roquico lució el
sol, la lluvia había desaparecido y comenzó la procesión, y desde un principio
opte por seguir las primeras filas, a los mas jóvenes, al futuro, y resulto
maravilloso.
La procesión en el Cantón, como ha
hecho siempre, como es tradición, en un ya aburrido trayecto gira hacia el
Peirón, le da la vuelta al monumento y regresa a la iglesia, cuando todo acaba
las autoridades y la Banda, prácticamente solos suben al Santo Cristo a rezar
la Salve y así darle las gracias a Dios,
al jefe del pueblo, al Santo Cristo, porque las fiestas han trascurrido bien, y
así lleva haciéndose la procesión la tira de años, años que tampoco son muchos.
Me pregunto como recordaba
Inocencio si algún día la procesión el día San Roquico girara el Cantón hacia
el Rabal, y así subirá San Roque al Santo Cristo, al menos por segunda vez en
su historia, bailaran con él las desiertas calles del Rabal se abrirán las viejas
ventanas donde ya no hay gente para entreabrir la persiana sin hacer ruido y asomarse y los balcones
de par en par desvencijados a su paso se llenaran bajo la generosa sombra de la calle Ramon y
Cajal. Se cantará a su llegada la Salve con una ermita hasta arriba y se
volverá a la plaza por el mismo Cantón viendo llegar la procesión a través de
la engalanada Castellana. Seria emocionante para todos.
La procesión mas corta, sin
interrupciones entre las filas luce mejor, hay muchos Dichos mas incluso que el día anterior y
rompen el ritmo con frecuencia, las filas jóvenes se quejan quieren bailar, es
su día. El Dichero puede parar la procesión y decir lo que quiera así que toca
callar, pero ante ciertos Dichos no se guarda silencio, ¿será porque no gustan?,
en especial las esquelas, a dios gracias va habiendo menos, junto a los
insoportables Dichos de temática nacional. Si los calamochinos pudiéramos arreglar
España y el mundo, hacer algo en torno a aquello de lo que nos hablan, pero no creo
que podamos. Además las fiestas son para olvidar y disfrutar en la medida de lo
que se pueda, no es ni el momento ni el lugar de ciertos vates mientras quede
un descosido por el que llamar la atención a las autoridades y pueblo en general y por tanto coser, entre las cuatro
esquinas del pueblo, de la estación a la
ermita, del Barrio el Bao a la Cañadilla.
Las primeras dos docenas de
Bailadores zagales y zagalas de entre cuatro y unos doce años van prácticamente
todos uniformados, da gusto verlos, alguno por desconocimiento no va como toca,
pero el año próximo seguro que lo hará, bailan y aprenden, es emocionante.
Y lo que viene a continuación es
realmente maravilloso. Así veo unos cincuenta, sesenta bailadores, el noventa
por ciento o más son mujeres, chicas de entre 12 y 16 años que son el futuro y
que cuando la Peña celebre su centenario deberán bailar bajo el santo. Van
todas impecablemente vestidas de blanco con su faja azul oscuro y su pañuelo rojo y negro y además
bailan divinamente como años atrás les enseñaron en las primeras filas, son sin
duda lo mejor de la procesión, y son quienes un día deberán estar bajo el
santo. Todo un espectáculo.
Maravillado no me fijo en el
resto, aunque luego va igualándose algo aunque siempre a favor de las mujeres la proporción de chicos y chicas al llegar
a los veinte años en adelante. Hasta que llegan las primeras filas donde los
hombres son mayoría, si bien hay una mujer entre ellos, ya muy cerca de la
peana a dos, tres pasos y a quien pacientemente un día esperamos verle bailar
bajo la capa de San Roque.
Me marcho finalmente con un buen
sabor de boca, en unos años la procesión será perfecta de arriba abajo se habrá
completado la transición, mandaran las mujeres, “calamochinas” como bien dijo
la mantenedora.
Quedaba la tarde con unos
desangelados recortes no acompaño ni el tiempo, algo fresco ni las vacas salvo
el toro final que embistió con ganas. Los recortadores eran todos del terreno,
y esperábamos ver alguno que otro de Castellón y Valencia, pero resultaron
todos aragoneses, entre ellos uno de Monreal. Hace años ya lo gano uno del
vecino pueblo, pero este año no fue el caso, no lo pasaron a la final y aun no
entiendo el porqué, no solo lo hizo bien si no distinto a los demás, lo cual es
de agradecer. Otra vez será. Quedaba la magia para cerrar San Roque y sus días
mágicos.
La mañana del sábado 18 si mire
la pantalla del móvil al levantarme, decía que estábamos a 8 grados. Era el
momento de volver a casa y esperar noviembre.