Fue en aquella primera verbena del Santo Cristo cuando
llega la Virgen del Carmen a Cala Mocha cuando de un modo u otro me di cuenta,
Paquito paternalmente me abrazaba a la altura del hombro mientras me hablaba y
caminábamos hacia casa. Habíamos vuelto la esquina de Inocencio y dejado atrás
tal vez la vida. “Se ha girado el tiempo, ojo que vienes de Valencia, no te
fíes, no dejes la ventana de par en par, te tocara volverla”
Serian cerca las dos. Había intentado el Raba que
saliésemos a pasear por la vía verde por donde antaño pasaba el ferrocarril de Jon
Lauko, a la mañana siguiente, hasta Luco. El corriendo, yo andando y a la
vuelta un cortado en el Amariello o un vermú en el Mirador. Paco, no me
fastidies, para mi llegar a San Roque es como alcanzar Santa Bárbara, imagina
llegar a Luco. Ve solo. Nos íbamos a la cama felices de verdad como tras una
noche de farra en nuestros años mozos.
Pero aquellos tiempos ya pasaron, también su música, la
cerveza quizás sea lo único que no haya cambiado, o eso me pareció a mí, de
buena que estaba a pesar del frio, solo bebí yo. Hacia frio para ser julio,
camisa y chaqueta. Odio el frio. Claro que hace muchos años ni lo hubiera notado,
pantalones cortos, chanclas, camisetas de tirantes, no parece que eso del
fresco vaya con el resto de los mortales.
Ni con los que ya no están, con esos, menos aún. Que ya
ni sienten ni padecen. En cambio, nosotros, lo uno y lo otro. Pero estamos de
fiesta y de vez en cuando hasta reconocemos alguna canción y tarareamos. Nada
de bailar. Nos conformamos con mirar caras conocidas, caras que te recuerdan a
uno u otro. Mira ese es hijo de tal, aquella la hija de tal, y a esos ¿no los
conoces? En algún momento te ves a ti mismo décadas atrás, ya muchas. Tantas
que empiezan a ser demasiadas.
Entonces mis padres tal vez tenían la edad que yo tengo ahora,
y mis hijas la mía de aquellos días y quien sabe si ellos como yo ahora se
preguntaban, que había pasado, como era posible que el tiempo hubiese
transcurrido tan rápidamente, y por qué, sobre todo eso, por qué, ¿acaso lo merecíamos?
Ni nosotros ni nadie. Eran aquellas vidas de nuestros padres junto a las
nuestras paralelas, ahora en cambio se cruzan a todas horas y en todos lados. Padres
e hijos salimos juntos de marcha, de fiesta, hacemos planes, ¡ver para creer!
me acuerdo de Labordeta cuando cantaba, “a veces me pregunto qué hago yo
aquí”
Paquito, alardea menos pero en realidad sabe más que
Manuel a cuya hija acabamos de saludar y termina sentenciando al modo en el que
lo hacían resignados los abuelos: “nuestro tiempo ya paso, poder ver como los
jóvenes se divierten es la mayor de nuestras felicidades. No cale darle más
vueltas”. Y añade:
“Tengo ganas de que llegue la fiesta y hacer la paella. Este
año me apetece cantar algo de Barricada el cuerpo no me pide baladas como
antaño, no sé qué me pasa: “Veo todo en blanco y negro, el vaso acaba siendo
amigo mudo, las mismas caras, los mismos gestos, amigo mudo...Quiero ser más
rápido que ellos, echar todo a perder un día tras otro y un buen rato después
saber llegar a casa, antes de que el sol me diga que es de día”. Calla tío no
sigas, vas a despertar a Máximo. Y el bailó más de lo que jamás bailaremos todos.
El Comarcal del Jiloca Santo Cristo 2023
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