jueves, 1 de octubre de 2015

La realidad de las cosas (II) Acordes.

AQUEL concurso, rompió nuestros sueños de gloria, que tal vez no fueran si no pura vanidad por nuestra parte, resumida en la ilusión de llegar a la final y tal vez ganarla, lo cierto es que la teníamos al alcance de la mano cuando se nos escapó. Y se nos fue para mostrarnos como era la vida fuera del colegio, quien manejaba los hilos, lejos de las aulas y el buen camino marcado por nuestros sabios y prudentes maestros de la infancia, hilos manejados por los bancos, las multinacionales y la iglesia, a los cuales se les podía aplicar la propiedad conmutativa, esa que dice que el orden de los factores no altera el producto, por si alguien ya la ha olvidado. La culpa era de todos a un tiempo, y también nuestra ¿o no?.

Poco importaban ya que las palabras de la Maestra de Sociales se cumplieran, y que el Tutor, se mostrase abatido al final del curso, recogiendo el sentir del colegio, pues su reacción y la de todos en general resulto un éxito, a la vez aprendíamos la lección mayor que la escuela nos pudiera enseñar, aquella que dice que el esfuerzo no siempre tiene recompensa, pero que a pesar de ello, hay que continuar esforzándose, para qué, qué más da. Si te pones a pensar, en este caso, es peor. Lección que llevaba consigo aquello tan práctico y vital como es, no culpar a nadie, no buscar excusas, la vida sigue, qué más da lo que pasara.

El premio final para todos fue ver el mar, y para muchos iba a ser la primera vez que lo verían, definitivamente, en este aspecto, si que eran otros tiempos, y el premio el mejor de todos posibles, mejor incluso que ganar, o quedar segundos como mal menor, o mejor que disfrutar de la fiesta final en Teruel en medio de aburridos colegios cómplices, de pago y oración. Nosotros nos íbamos a subir al autobús, tres, cuatro, cinco autobuses, y un luminoso día de junio, el mismo en el que se jugaba la final a todas luces amañada,  carretera y toalla, en busca del mar en tierras de Castellón.

De madrugada al atravesar Teruel fue la última vez, hasta este año tal vez, en que nos acordamos, o me acorde, vete a saber el porqué, de aquel concurso, y comenzamos a cantar y animar al Ricardo Mallen y Calamocha al tiempo que lanzábamos toda clase de insultos de mayor y menor tono a los colegios finalistas. La autoridad presente hubo de pedir calma y algo de cordura, pues aquello ya había pasado, había que olvidarlo y nos esperaba un día magnifico. Como así fue.

Todo lo bueno se hace esperar, y el mar no iba a ser menos, así que antes de llegar a la playa y disfrutar de nuestra bien ganada libertad, de la vida en sí, ahora que ya sabíamos lo que era y nada ni nadie nos iba a impedir gozar de ella, debíamos de hacer algo educativo, cultural, había, de ello se trataba, que aprovechar el viaje, el mar como excusa sí, pero la ciencia como fondo, el saber que no ocupa lugar, como motivo del viaje.

Así que tocaba la obligada visita al museo de turno, el cual en mí, años después continua siendo, cada tanto, una pesadilla recurrente, aún me despierto soñando en mitad de la noche que estoy perdido y solo entre sus pasillos, rodeado de animales disecados, y la megafonía con sus aullidos a tope, gabache que siempre fue uno. Un día de estos, quizás me haga al ánimo y nos acercaremos a verlo, en fin, camino del Museo de Ciencias Naturales de Onda, previo paso a nuestro desembarco en las playas de Benicasim a eso del mediodía, dispuestos a quemarnos al sol entre las olas, sin crema, la mayoría sin toallas, unos en bañador, otros en calzoncillos, como se bañaba uno en el Pozo los Hoyos, aquellos años en que se puso de moda, horas y horas de sol, arena y agua, hasta llegada la noche y caer derrotados en el autobús de vuelta a casa, tan derrotados, que la mayoría no bajo del mismo a cenar al parar en aquel otro bar de carretera, claro que la mayoría además estaba ya sin un duro.



Antes de todo esto, como venía diciendo, paramos a desayunar, ¿dónde?, no lo sé, solo recuerdo que había un único camarero, para todos nosotros, ciento y la madre, deseosos de libertad, y beber, Pepsi, que allá por los ochenta y para nosotros era lo más, frente a la imperialista Coca Cola.

No tengo, no tengo, no tengo… además sois incapaces de diferenciar su sabor de la Coca Cola. Tal cual el camarero nos lo dijo cuándo le pedimos una Pepsi nada más bajar del autobús, nos dejó  para el arrastre, nos puso en nuestro sitio y nos sirvió entre sonrisas, mientras a regañadientes frente a él nos bebíamos la receta de la Coca Cola…

En medio del follón el camarero, servía, daba lecciones, cobraba, vigilaba y podía con todos nosotros holgadamente, se bastaba solo, habría sido un buen maestro de escuela, el local era inmenso, y aun siendo nosotros un montón, no dejaba escapar nada, no teniendo ningún problema para hacerse oír y atendernos a todos.

De pronto, al tiempo que con sorna, nos enseñaba los envases que nos había servido, y nos habíamos bebido con tanta desgana como premura, efectivamente era Pepsi, nos la había colado, nos había engañado con tanta maestría que no nos quedaron ganas de chartir más con él, pedimos Pepsi, nos dijo que no tenía, que nos ponía Coca Cola, nos sirvió Pepsi nos dio el cambiazo en nuestras narices, y nos bebimos nuestra Pepsi a desgana, creyendo que era la infame Coca Cola.

Eh vosotros los de la Pepsi, nos dijo, no os habréis quedado con ganas de más, al camero le iba la marcha más que a nosotros que al fin y al cabo, estábamos empezando, una cosa, venga, animaros que esto no es el fin del mundo, aquellos que no paran de dar mal, ¿son de fiar? Y señalo al grupo que había traspasado las fronteras del bar hacia los salones interiores separando los biombos.

Si, totalmente, y no sé si en aquel momento le dijimos la verdad, le mentimos, o le engañamos, como él había hecho con nosotros. Está bien, nos dijo y empezó a gritarles.

Eh vosotros, esperar, subir las persianas, retirar los biombos y encender la máquina, esto es un bar, no la escuela, aquí viene uno a divertirse, y la vergüenza se deja en casa, vosotros pedir lo que queráis.

Y ahí me quede, ya solo, observando, lo que vino a ocurrir a continuación, y que aún recuerdo cada cierto tiempo, más aún cuando oigo la canción que sonó, para asombro de propios y extraños instantes después, asombro de todos o de cuando menos, mío.

Fue, lo ocurrido, toda una lección por parte de los tipos duros del colegio, de las chicas malas, de los eternos repetidores, y demás calamochinos que parecían haber elegido el camino del mal, aquellos que se asomaban precipitadamente a los años ochenta dispuestos a comerse el mundo, sin importarles nada, sin casi vergüenza, sin ningún tipo de reparo. Lo mejor de cada casa, chaquetas vaqueras, alguna de cuero, que más daba el calor, pelos largos, coletas de torero, imitando a Miguel Bosé, parches en la ropa, muñequeras, collares,…

Todos ellos, allí reunidos frente al mundo que apareció tras los biombos que separaban el bar de la pista de baile del restaurante aquel, menudo descubrimiento, pista en la cual reinaba con luz propia una gramola, una maquina con discos, de esas en las que metías cinco duros y elegías dos canciones, o quince pesetas, y una. Se imponían, las matemáticas prácticas, y la búsqueda de cinco duros.

Les costó lo suyo encontrar los cinco duros, ninguno, como es normal, quería soltar la pasta, al final, tras muchas idas y venidas, lograron reunir el dinero, pero si aquello fue costoso, ponerse de acuerdo en las canciones a elegir, parecía no tener fin. Para gustos los colores, y esas cincuenta o sesenta canciones que solían tener esas máquinas no parecían las suficientes como para hallar las dos que contentasen a tanto inmaduro marchoso preadolescente.

Se oían nombres, de grupos y cantantes, se oían canciones que unos y otros proponían, pero el tiempo pasaba, y de un momento a otro nos iban a llamar para volver al autobús. Finalmente, dejaron caer los cinco duros, y pulsaron las letras y números correspondientes, mientras yo esperaba oír lo que por su forma de vestir y modales transmitían, rock cañero, Leño, Coz, Miguel Rios, Kiss, los Rolling, quizás Grease o Tequila, cuyas canciones uno u otro había pedido. El silencio se apodero de ellos, y al tiempo de todo el local, cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de la canción y todos al unísono rodeando, casi abrazando la máquina, comenzaron a cantar.

A mí, que observaba todo desde una prudente distancia, y que por supuesto, les negué el duro de rigor, de lo cual me arrepentiré siempre, a mi, es como si de pronto el mundo se me hubiera venido encima, ni en un millón de años hubiera logrado adivinar la canción que finalmente eligieron para sonar en primer lugar, y no, no se trataba ni de un error, ni de un gracioso al que se le hubiera ido la mano y puesto la que no tocaba. Habían elegido, para eso se habían tomado su tiempo, lo que les había dado la gana. Comprendí aquel día muchas cosas, entre ellas, que los rockeros también lloran…

Así empezaron a cantar, todos a una, siguiendo el ritmo de la gramola, comiéndosela literalmente con sus voces de menos a más:

Cuando el silencio ensordecía el sentido de mi vida
y quería volver a nacer.
Cuando la cabeza me estallaba con palabras enredadas
y quería volver a nacer.
Era cuando te necesitaba y acostado con mi almohada,
imaginaba tu amor.
Luego, ya metido en tus entrañas, despertaba y tú no estabas
y quería llorar. 


Por dios, habían puesto Acordes, una canción de Los Pecos, el grupo de chicas por excelencia, no me lo podía creer, y además se sabían la letra, de pe a pa, y llegado el estribillo alzaron la voz y cantaron a todo pulmón… 


Yo me dormía y al rato moría por estar ausente de ti,
al día siguiente nacía y luchaba por sobrevivir.
Luego al verte sonriendo con cara de felicidad,
yo te maldecía y odiaba por no haber estado allí.

Por dios, una vez más, los tipos duros de clase, no solo las inalcanzables chicas, también los tios, cantando aquello que a todos nos producía un rechazo absoluto, pero como era posible, pero que tipo de rockeros eran estos… que vergüenza, a mí jamás se me habría pasado por la cabeza gastarme el dinero en Los Pecos, aunque me gustasen, y menos delante de todos, qué iban a pensar de mi. Pero no había duda, Los Pecos nos gustaban a todos, chicos y chicas, buenos y malos, yo también me sabía la canción, el rock podía esperar. Qué más da lo que piensen de ti. Gran lección. Y aún quedaba, lo mejor, aun quedaba por sonar la segunda canción tras el éxtasis colectivo que supuso el entonar entre todos calamochinos los Acordes de los Pecos.

Llegado el silencio a la gramola, tras el éxito de Los Pecos, se oyó con claridad, “cinco minutos y nos vamos”,… cundió la decepción, ahora que empezábamos a pasarlo bien, teníamos que irnos, mientras los rockeros seguían a lo suyo, esperando que la gramola volviese a sonar.

Los compañeros de aquel viaje y de otros muchos, llamados a liderar la noche calamochina de los años venideros, de la movida, recorriendo el Brindis, el Misa de Doce, el Nebraska, la Albonica, Las Vegas y sus mil nombres, y otros nobles garitos más, pedían silencio a todo el bar, para dejar que las notas de la gramola se oyesen a todo meter, creciendo la expectación en torno a cuál sería la siguiente canción.

Mi sorpresa ante lo que comenzó a oírse, fue también mayúscula, cuando todos a una empezaron, empezamos a entonar el Don Diablo de Miguel Bosé. ¡Ah!.Y ahí, acabo, o comenzó todo, aún estoy en ello. La movida calamochi entre nuestra generación, los años ochenta, en un bar perdido camino del mar.

Hoy, cuando en la radio, en M80 dicen aquello de la siguiente canción ochentera Acordes de Los Pecos, se la dedicamos a ( ) quien nos ha llamado desde, ( ) siempre tengo la esperanza que terminen diciendo desde Calamocha. *


Fin

Poco después Barón Rojo cantaría aquello de Los Rockeros van al infierno. Evidentemente era solo una frase, y mentira además. Nos veremos todos en el cielo.



Ni que decir tiene, en el coche, llevo la música de Los Pecos, y si también, algo, bastante de Miguel Bosé, guardada en la carpeta de los grandes éxitos ochenteros del Rock and Roll Español. Toma ya.

Aqui la primera parte de la historia: 

http://recuerdosdecalamocha.blogspot.com.es/2015/02/la-realidad-de-las-cosas.html


lunes, 14 de septiembre de 2015

La guerra del fin del mundo.

HUBO un tiempo, en realidad, no hace de ello tanto, en el cual los bancos y en especial las cajas de ahorro, estaban de nuestra parte, eran como nosotros, uña y carne nuestra, navegábamos todos en el mismo barco. 

Queda todo ya tan lejos de la cruel realidad actual, sin embargo, no fuimos capaces de darnos cuenta, fue toda una pena,  nosotros los humildes siempre tan altivos, acostumbramos a mirar para otro lado, como si la cosa no fuese con nosotros, como si oler mejor o peor nos diese lo mismo, saber más o menos, siempre desconfiando de todo el mundo, especialmente si viste de uniforme o tiene dinero, nosotros nunca hemos tenido bastante por mucho que nos hayan dado de este último, nunca nos dejamos “gobernar”, ni aún mucho menos enseñar. Siempre lo supimos todo.


De la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza Aragón y Rioja, llegaban en aquellos años, calendarios y bolígrafos a mansalva, a cualquier hora, a cualquier gestión, nuestros padres y abuelos volvían a casa con un detalle u otro, así, sin más, toma, coge lo que quieras decía el cajero, el dueño de todo. 

Los bancos, aseguraban los mayores, en cambio nunca daban nada, si bien, “daban mas intereses por las perras”, pero ¿ quien tenia perras? en aquellos años, nadie. Los bancos solo daban a quien ya tenia dinero, intereses del doce, quince por ciento,una barbaridad, hoy que prácticamente ya no te dan ni los buenos días,y hasta les molesta que le lleves dinero... De prestamos no se hablaba, en aquellos tranquilos años, por que nadie en su sano juicio oso jamas ir a un banco a pedir dinero.

Lotería por Navidad, para el Niño, colonia, jabón, libros de temática aragonesa, soperas, cubiertos,era lo que había que pedir en las cajas, mucho mejor que los intereses, algo que se podía tocar... pero sobre todo colonia y  jabón, parecía se habían propuesto limpiar  España recién llegada la democracia a base de Heno de Pravia, y a fe que lo consiguieron. No habría dinero, pero olíamos muy bien.

Era maravilloso, todos los años, cada dos por tres, a la caja a por los regalos, y ya, ni siquiera hacia falta guardar las cinco, luego diez mil pesetas que había que meter para tener tu regalo, bastaba finalmente con acercarse sin un duro en el bolsillo y hacer el paripe en el cajero, que me das que te doy, y pastilla de jabón al bolso. 

Hasta lo bueno cansa, tanto Heno de Pravia, hizo que su olor se encontrase en todos los lados, en todas las sabanas, en todos los armarios como ambientador, en todos nosotros. Todo hay que decirlo, aun están en casa, los armarios llenos, y aun siguen oliendo a Ibercaja de antaño, a Heno de Pravia, más tarde, creo llego el Azur de Puig.

Y los bancos fíjate tu, no daban nada, o solo le daban al que ya tenia... quizás por eso solo recuerdo dos atracos en aquello años, uno al Zaragozano y otro al Hispano, de haber tenido colonia a mano, quizás no les hubiesen entrado, allí, olía a dinero, solo con entrar a esos bancos se veía, su caja acorazada, blindada de película. ¿Quien iba a robar en una caja donde solo tenían jabón?

Pero no hay mal que cien años dure, los regalos se acabaron, y ya si querías algo de colonia, o algún libro, enciclopedia, había que comprarlo, financiarlo... 

Si bien antes, llego la Caja de Ahorros de la Inmaculada al pueblo, habíamos oído hablar de ella, la habíamos visto en Zaragoza, tenían un equipo de baloncesto, eran simpáticos, y  aunque no sabíamos muy bien quienes eran o si eran de fiar, nos daba lo mismo pues igualmente daban regalos en las fechas señaladas, y tener un calendario de la Inmaculada en la cocina de casa, en lugar del eterno y triste de la CAZAR, te daba un prestigio fuera de lo común, así que no tardamos en hacer la de todos, abrir una cuenta, simple y llanamente para llegado el día volver a casa con los regalos de las dos cajas. Las colas eran impresionantes, sobre todo para hacerte con las diez o quince pesetas de lotería que regalaban a cambio de ingresar mil duros como poco. La cosa estaba se nos estaba yendo de las manos a todos.¿Pero por diez pesetas y semejante cola, si toca el gordo, que nos queda?

Y si la CAZAR y la CAI nos hicieron oler y leer bien, en cualquier caso, no ganar dinero, llego también la Caja Rural, para olvidándose de los abuelos y crios fijarse en los pobres agricultores a los cuales, empezaban a vigilarlos con un cariño excesivo,declaraciones de la renta, luego el iva,...la cosa se ponía fea para todos, bueno, no para todos, solo para los de siempre, los que no teníamos dinero y habíamos de conformarnos con oler bien, el año de su llegada, las patatas se cobraban en la Rural, y era “obligado” hacerte una cartilla, pues ingresando allí el dinero, te daban sin mas una bandeja de plata, que paso a presidir el comedor de todos los calamochinos de campo, y allí sigue, brillante y reluciente como el primer día, de modo que años hace ya, que nos tenemos no sea de plata.

Fue en el año 1982, a finales cuando, según siempre dijeron, se acabo lo bueno y empezó lo mejor, cuando, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza Aragón y Rioja, reacciono antes que nadie y nos aviso de los tiempos que entonces llegaban, en realidad se nos vendrían encima, y para ello regalo, "tiro" la casa por la ventana, ni mas ni menos que una edición propia, de La Guerra del Fin del Mundo, de Mario Vargas Llosa, Ed Plaza y Janés. 

Un tocho infernal, en un blanco pálido y en un papel áspero, como la vida misma y el futuro que amanecía. Fíjate tu lo que nos han dado en la caja, habrá que mandarlos a cascala a Luco. Supongo que poco mas o menos serian las palabras que se podrían sentir en cada casa calamcochina al llegar con el regalo, ni colonia, ni jabón, ni perolas, ni si quiera un libro de Rodriguez de la Fuente, con muchos Santos y pocas letras,aquello se acabó, y en su lugar un libro conforme dios manda, de esos que todos colocaban en la libreria del comedor. Seran sinvergüenzas, fíjate lo que dan los de la caja, pues aunque sea por joderlos, para algo que dan, yo iré a por otro con la otra cartilla.



En nuestro caso, con gran criterio el libro fue directamente a parar al granero, a una vieja cómoda donde se apiñaban libros similares, sin fotos, sin nada que ver, ni leer. Y allí, en el granero, el libro vio pasar mondongos, hielos y zarrios hasta nuestros días. Cual condena, allí paso el libro treinta años, toda una perpetua, hasta que un buen día, cortando jamón, me fije en el, y me pregunte, que hacia ahí, como había llegado hasta allí, cierto es que sabia de su existencia y que estaba en su sitio desde hace años, pero poco más, decidido a leerlo me lo traje a casa, y su olor a granero aún permanece. 

Cuando vi que era un regalo de la Caja, no me lo podía creer, no daba "crédito", ... ¿como era posible que la banca regalase un libro así?, ¿lo habían leído ellos antes?, ¿Sabían realmente lo que regalaban?...

Y uno que siente una extraña debilidad por Mario Vargas Llosa comenzó a leerlo. Maldito sector bancario, bien sabían lo que hacían, bien sabían lo que regalaban, pues nuestros abuelos a penas sabían leer, y nuestros padres, aun sabiendo, nunca necesitaron leer, pues lo sabían todo. Así que lo regalaron, para que nosotros, los hijos de quienes todo lo sabían, y nietos de Heno de Pravia, para que décadas después nos lo leyéramos, con la esperanza, vana por otra parte lo uno como lo otro, de leer y poner en practica lo que en el se cuenta. La Revolución.

Por dios, leer para creer, a nuestros abuelos la banca les regalo todo un manual revolucionario, monarquía versus república, prensa tergiversadora y real, intrigas, ejércitos derrotados, guerrillas triunfadoras, curas, predicadores, agitadores profesionales, uniones de conveniencia, país frente autonomía, trueque por dinero, anarquía, caos ...

Dado que la banca nunca ha sido tonta, ni ha dado duros a cuatro pesetas, escribo esto a falta de unas paginas para concluir su lectura. Cuyo fin supongo...

De Los Años de la Cazalla Los Nietos de la Revolución Heno de Pravia


PD Acabada la lectura volveré a Calamocha y leer el Anillo de Lisa de Beatriz Falomir, que compre estos días del Santo Cristo.

domingo, 23 de agosto de 2015

VOLVER A EMPEZAR

18 De agosto de 2015
Café.
De vez en cuando, si  me acuerdo, enciendo el teléfono, lo hago a eso de las diez de la mañana. Hay una llamada perdida. Al cabo de un rato, el Dichero Olvidado llama de nuevo y pregunta: ¿Cuándo quedamos para tomar café?
Me vuelvo a casa, le digo, me pillas subiendo al coche con la esencia de Calamocha en la mano, un paquete de Cafés el Hornero lo único que necesito para ser feliz cada mañana, con eso ya lo tengo todo, no me cabe nada más en el maletero, donde llevo también media Serrana, parte de la Aragonia, pastas y cañao de Micheto, el año es muy largo…
Tendrás, le digo, si quieres tomar café venir a Castellón. Se hace el silencio se resigna a su suerte y concluye: Entonces no me vas a contar nada de las fiestas. Nada, aquello se acabó. Y se hace el silencio entre nosotros.
Sabes que eres algo desustanciado, me dijiste que te irías por la tarde. Me reprocha. No tienes vergüenza, ni la conoces, es lo único que se me ocurre decirle, solo oyes lo que quieres, anda, alma cándida cuelga. Me voy. San Roque por fin se acabó y eso es lo mejor que podía pasarnos.


Mi madre, unos momentos antes, llega de comprar el cañao, al punto la mañana, me sorprende con eso de “¿pero maño, sabes quién se ha muerto hoy?, esta tarde otra vez de entierro”. Pobrecica.
Ya en casa, a media tarde el ordenador, esa ventana abierta al pasado, me devuelve a Calamocha, lo enciendo y zas, El Niño del Balcón, con todo el año por delante, el día que menos me apetece, ha enviado un video de la procesión de estas fiestas, y yo que vengo huyendo de San Roque me quedo frente a la pantalla sin perder detalle.


El Baile de San Roque Año 2015 Antonio Sanhez Gamas
El niño, ya jubilado, la mañana del 16 dejo su casa en Benidorm para ver salir a San Roque, llego en mangas de camisa, en pantalón corto, en albarcas, ni siquiera reparo en el frío que hacía y al oír el Dance comenzó a llorar, allí bajo, otro balcón el de las flores, el de teléfonos, se dejó un puñado de lágrimas del niño que fue, lloro luego al ver a los amigos, por momentos le llegó a parecer que vino para llorar. Don Antonio Sanchez Gamas, en si mismo Cuky.
El resto, cuando la emoción le dejó ponerse tras la cámara, puede verse en el video, es su procesión, la que recuerda, quien vivió la niñez en Calamocha y volvió después de casi cincuenta años, Dance, Dance, Dance… ni siquiera repara en los Dichos. Así la vio, resulta magnifico, casi veinte minutos en YouTube, por fin San Roque, su Dance, puede verse, y “sentirse”, aunque no “oírse”.


17 De agosto de 2015
Lejía
Por primera vez en años, acudo a la procesión vestido de blanco, además hace un día magnifico. Comienzo a fijarme en como vestimos y recuerdo que un día de San Roque veinte años atrás, agotadas todas las prórrogas me fui a la mili, al paradigma de la “uniformidad”.



Esa utopía, la uniformidad, a decir del Sargento Amigo del Pacharán. “A quien me lave el traje con lejía, le meteré más guardias que al palo la Bandera”, nos dijo aquel mismo día de San Roque en nuestra primera formación. Llevábamos un mes de mili y aquel buen hombre desesperado antes de la Jura, lloraba lágrimas de cerveza ante nuestro Capitán, un hombre bastante soso, o tranquilo, que no quiso saber nada de la advertencia inicial de nuestro amado Sargento, al menos ese día, luego sacaría el sable a diestro y siniestro, y repartiría guardias y arrestos por doquier a propósito de la uniformidad. Doscientos tíos allí, delante de él cada uno de su padre y de su madre, y salvo un puñado en perfecto estado de revista, el resto de trajes comprendían todo el arco iris. No digamos nada de gorras, ceñidores y botas. Comprendo hoy más que nunca su desesperación.
Aunque no cuelgue de la fachada de la iglesia, aunque ya lo hayamos olvidado, las fiestas fueron declaradas no hace tanto Bien de Interés Turístico, el Dance concretamente, pues el resto de actos, no dejan de ser una fiesta como otra cualquiera. Reconocimiento que por otra parte no debe ser nada fácil conseguir.
Me pongo en lugar del Sargento, me dan ganas de llorar, y pienso que si viene el Capitán de Fiestas Turísticas a pasarnos revista, no sabría que contarle, no hay excusa, veo entre las filas, más colores que en el arco iris en cuanto a fajas y pañuelos, el resto, es perdonable, la lejía no puede con la ropa blanca, es una ventaja, camisa o camiseta más o menos blancas, hasta las zapatillas pueden perdonarse, yo mismo con las prisas y nervios, me traje dos pies izquierdos y voy con zapatos.
Hablando de uniformidad, las autoridades han cambiado la banda por una medalla, no me lo puedo creer, colgarse una medalla hoy en día, me temo que requiere valor, así cuesta más reconocerlos, pasan más desapercibidos. Los políticos cargando con medallas, asombroso, mientras nosotros, los soldados de a pie, si frío, frío, si calor, calor. Me gustaban más la bandas, era, más “señorial”, aunque el hábito no haga al monje, le ayuda a parecerlo.
De camino a las primeras filas la madre de Fer, me saluda, hablamos de lo que trae el tiempo, de la salud, y le pregunto “está en la cama, ya veremos si viene”, vaya, no me lo esperaba, se pasa las fiestas durmiendo, pienso, en Semana Santa no estuvo le recuerdo con maldad a su madre, que ya lo había olvidado, esto pasa ya de claro a oscuro, le pregunto si es de los que no diferenciarían a San Roque de San Cristóbal, y me responde, pues casi, casi.
Lo dejo estar todo, guardamos un minuto de silencio, en un improvisado homenaje, estamos tristes, esa es la verdad, y me marcho a las primeras filas, esperando llegar al final de la Calle Mayor, donde el Dance, entre piedras de otro siglo parece sentirse, vivirse, de otra manera. La procesión transcurre en un visto y no visto, cuasi a paso de maniobra, el calor aprieta.


Fer por fin aparece, charramos cuanto podemos, y tratamos de quedar en la casa de la Tia Caminrealera,  sede social de la Xurria. Otra vez será, las fiestas de San Roque deberían ser eternas, para poder hablar con todos. Debían durar al menos hasta agotar todo el café de la comarca. Por otra parte pienso, en la cantidad de recuerdos que vendrían a mi nada más pasar la puerta de la casa de la Tía Antonia, nuestra abuela adoptiva de las tardes de la niñez en la escuela. Aquella mujer sabia más que los ratones coloraros, sabia de letra, recitaba, leía y mostraba una verdadera pasión por todo papel escrito, periódicos que había por casa y mi madre traía del instituto, donde repitió año tras año el curso de limpieza sin llegar jamás a terminar el bachillerato, revistas del corazón de meses atrás, que la Visi nos pasaba y que ella a su vez traía de la casa del farmacéutico donde limpiaba… Pero su pasión por encima de todo, su pasión eran los almanaques, aquellos calendarios hoja a hoja, día a día, con el santoral y alguna poesía, refrán, y adivinanzas, otra de sus pasiones, hojas que arrancaba a diario y traía a casa, para leerlos en voz alta a mi abuela, quien no sabia leer. Que suerte tuviste pájara, le decía mi abuela Rosa, cuando de cría entraste a servir en aquella casa, y los amos se preocuparon de que aprendieras a leer. Que suerte la tuya.
A la altura del Callejón de los Muertos, charro un rato con la Abuela de Marcos, me pregunta, y sí, soy yo, a propósito de aquello que escribí cuando conté la tarde en que murió el abuelo José, jamás pensé que llegase a tanta gente, lo leyeron de arriba abajo, pero en realidad, todos leyeron, vieron en ello, la muerte de algún ser querido.
Malos días llevamos, concluimos cuando nos despedimos. La procesión se nos escapa, me faltan las ultimas fotos, las mejores, y la banda no para de atacar redoble, tras redoble, andan los jóvenes más que bailan, y me voy a perder lo mejor, además, tengo el firme propósito de subir a la Salve en el Santo Cristo. No logro hacer grandes fotos este año, José Luis Sancho con una cámara que le cabe en el bolsillo de la camisa, me da cien mil vueltas.


Veo a Pepe Tomas justo en lado contrario a donde estoy, bajo el balcón del niño, y pienso, tengo que hablar con él, tengo que hablar, ayer tan solo nos saludamos, llevamos todo el año esperando vernos para charrar. No se puede escapar.
Acabada la procesión, la Banda de Música inicia el camino del Santo Cristo, me voy tras ellos. Oh sorpresa, allí en la Castellana esta Joaquín, bajo el don de la ubicuidad, me acaba de saludar su hermana, y verlo ahí parece un milagro, y a mí no se me ocurre nada mejor de que hablar, al acabar que pedirle se haga, llegado el caso, del CD Castellón, como si ser del Atlético de Madrid, no fuese ya  de por si un total padecer.
El amigo Pepe, y la Salve, quedan para el año que viene. Camino a casa cuando suena el móvil a la altura de la Poza. No puedo decir que no, hay gente a la que no se le puede decir que no, porque ellos, jamás te negarían, nada, así que me vuelvo cara las Cuatro Esquinas donde Manolo Gil me espera para un eterno vermú, en los Cuarteles del Minino. El, aunque lleva toda la vida en Castellón, desborda Calamocha por los cuatro costados. Y siente cada día la necesidad de decirle a todo el mundo que él es de Calamocha, el mejor lugar del mundo conocido. Sabe bien de lo que habla, pues no para de viajar.

VERMU EN EL MININO DEL RABAL Por Camen Taules Vidal CALAMOCHA 2015

Llegamos a casa pasadas las dos, entonces caemos en la cuenta, habíamos quedado para almorzar unos huevos fritos con puntilla con Pepe el Tarambana, la quinta esencia calamochina, el mayor embajador que jamás haya tenido el pueblo en estas tierras castelloneras, de nuevo, otra vez será, me paro en la puerta y pienso, me haría falta un palote de la alegría, como decía el Hombre sin Nombre, veinte años atrás, cuando justo al entrar al Barrio se lo encendía, la bronca de mi madre será buena, llegamos tarde a comer, y lo que es peor, comidos. Tenemos suerte, el sobrino no ha vuelto aun de los cabezudos y será el quien se lleve la bronca diaria de rigor, que ayer fue para mí. Como decía el padre de Inocencio, el que venga detrás que arree. Espabila, pardal.

16 De agosto de 2015
Besos.
Este año, por fin, de nuevo voy a ver salir a San Roque, el concierto de ayer noche ha hecho estragos entre la juventud, de modo que al primer toque salgo de casa, con todo el frío del mundo, me miro y no me lo puedo creer, llevo la misma ropa que aquí en el puro invierno de Castellón, camiseta interior, camisa, americana,… aún así, me muero de frío. Sería mejor algo de calor, pienso, o de menos frío, no parece ni San Roque, habrá que adelantarlo a julio, llevamos un par de años de fresco, se hace todo tan extraño sin ese agobiante calor seco del pueblo. No sé qué hacer con el sombrero.
A la entrada de la Balsa bajan por las Cuatro Esquinas los Sidrines y me junto con ellos, son demasiado competitivos, yo hace tiempo que deje de serlo, a duras penas puedo seguir sus pasos, “vamos que no se diga, me dicen y me animan, que los del Rabal siempre hemos madrugado mucho, vamos a ser los primeros, venga, venga, que nos va a ganar…”. Después del esfuerzo, no siempre llega la recompensa. “Pues este año han ganado los del Peiron” les digo al entrar a la plaza, donde las “localidades” de sol ya están ocupadas. No tardo en perderlos de vista, inquietos, dicharacheros, no paran de moverse, veo tras de mi a Ana, y charramos de lo que trae el tiempo. Fresco.
Llega entonces Chabier y su hijo disfrutando del momento, del fresco, para mi frío, del sonido de las castañuelas, desde el momento mismo que salen de casa hasta la plaza se siente el pueblo de una manera distinta, es San Roque, es el instante mismo, es un momento, de casa al inicio de la procesión, que refleja el paso de todo un año. Aprovecho para intentar hacerles un retrato, y los nervios no nos dejan, cuando se acerca Paco, el primer bailador, lo agradecemos, y terminamos cambiando de tema, somos así, el día por el que vivimos el resto del año, el momento justo, y solo nos preocupan las malas hierbas del huerto. Sera cosa de la emoción.


Suenan los primeros acordes, dejamos paso a la emoción más real, y la procesión comienza andar cuando me uno al Dichero Olvidado,no sé qué pareces, me dice, vestido así, a la procesión se viene de blanco”, trato de defenderme, lo tengo fácil, y le replico, “pero tú te has visto, no vas vestido de blanco, y esa guayabera que llevas,… pareces un dictador caribeño de medio pelo. Anda vamos, tira para adelante”.


Fue entonces, a la altura del Perion, cuando deje de temblar a causa del frio, y la tristeza se apodero definitivamente de mí, de la procesión, y en gran parte de las fiestas. De nuevo llego la tragedia a las puertas mismas del monumento. La megafonía nos dejó consternados y la procesión se desvió, comenzó a ir a tajo parejo, camino de la calle Zaragoza donde se reanudo, calle que por cierto parecía un parking, por si con los contenedores de basura no fuese suficiente…Si al menos de las fachadas de las casas colgaran colchas y santos como cuelgan ahora pendones de las farolas y banderas de Calamocha. Decidimos huir, nunca mejor dicho, y adelantarnos camino de la ermita, coger sitio y esperar la Salve. Allí en la entrada, salude al padre de Fer, “está en la cama me dijo”.


Sentados a la espera de las autoridades, el Dichero Olvidado, comenzó hablar, ¿sabes una cosa? Me dijo. Antes de que empieces, le interrumpí, ten presente, que me sobrevivirás, que te harás más viejo que yo, cuando tu llegues al cielo, yo ya seré veterano, cuida con lo que me cuentas, porque si quieres que se sepa, igual no me da tiempo a contarlo.
El caso es que sin preguntarle nada, resolvió una gran duda, por llamarlo de alguna manera, que yo venía arrastrando de varios sanroques atrás, de siempre.
Veras, con los frailes ya en mejor vida, si la había, con la desamortización, todo el convento poco a poco fue despareciendo, imagina no solo la ermita, imagina las estancias, los patios, la huerta y todas las tierras alrededor,… todo eso fue a parar a manos particulares a (…) Este buen señor, quien compro, o le dieron todo, qué hizo, pues nada nuevo, debió dar un pelotazo de padre y muy señor mío nunca mejor dicho, …pues que va hacer, lo que tú y yo haríamos, echarlo a bajo, trocearlo, venderlo, y así poco a poco fue desapareciendo el convento franciscano en sí, hasta quedar solo la ermita, que sería la construcción más noble, la más fuerte, la de más utilidad, o simplemente que no pudo venderla ni entera ni piedra a piedra para otras construcciones.
Y qué paso entonces te preguntaras, pues ahora viene lo bueno, porque sin este personaje, ni tú ni yo estaríamos sentados aquí a la espera de la Salve. Entro en escena el párroco del pueblo, un culto culo inquieto, en el noble sentido de la palabra, Mosén ( ), aquel buen hombre se puso a pensar, echaría la vista atrás, miraría hacia delante, y con la iglesia hemos topado, venga todos aquí a escote a comprar la ermita como sea para que de manos particulares pase al pueblo, antes de que su dueño deje todo pardina. Y la compro. Bueno, en realidad lo que Calamocha compro fue un granero, una corte, una paidera, que era la utilidad final que tenía la nave, hoy ermita, por donde campaban a sus anchas ovejas, mulas, gallinas,… menudo cuchitril a la entrega de llaves.
Pero ahí, como puedes imaginar, no acaba la cosa, el Mosén, a lo suyo, a pedir y rogar por la salvación de las almas, puso en marcha la segunda fase tras la compra, claro, aquí donde estamos, no había nada, un pitañar sin más, no quedaba nada de lo que fuera una iglesia, ni una cruz, ni un santo, nada que recordase que aquí se había cantado misa, si acaso una horca para la paja en el centro del altar.


Bueno, pues eso, había que convertir el pajar en una iglesia, y qué se le ocurrió, pues qué va a ser, pedir, pedir y pedir, lo que mejor saben hacer los curas, entonces no era como ahora, que esperas a que te llueva un subvención, y si no te la dan, te pones a patalear, que va, entonces las cosas se hacían por derecho y por la vía de urgencia y descaro a partes iguales, así que fue casa por casa, te hablo de las casas grandes a pedir mobiliario, oye tu que tienes, un cuadro de tal, pues para la ermita y me pones un altar entrando a la derecha, y tú, esa mesa, esa cruz, esos zarrios no los tires, los bajas a San Roque y entrando a la izquierda, me colocas un altar, y tú desustanciado que no tienes ni un crucifijo en casa, arreas y compras un altar…. Y así, a cachos, la fue decorando… pero claro, eso a los ricos, que los pobres, no te creas que se fueron de rositas, que los que no pueden pagarse el cielo, se lo han de ganar, a esos los fue reclutando para agachar los riñones, cuando a él le salía de los… pues eso, mañana todos a San Roque a limpiar, pasado apuntalar una pared, a encalar…
Han pasado los años, y en ello estamos, no sé en qué fase, pero ahí seguimos, tratando de culminar la obra de aquel gran hombre. Bueno, ya están aquí los de las medallas, luego sigo con la monserga.
Comenzó la Salve, y aquella historia de andar por casa que me contó, vino a explicar la sensación que siempre he tenido al entrar a la ermita y buscar el olor típico de las iglesias, el olor a sagrado, a humedad, a madera carcomida, a santos, a yeso, al refugio del fresco de sus muros… cosas que no logro encontrar. San Roque me huele a granero, a esfuerzo, a casa, a felicidad. Es diferente.
Rezamos la Salve, y a instancias del cura, lo hicimos por todos nosotros y en especial por qué lo del Peirón, no fuese más que un susto, y a escape nos volvimos para el pueblo un poco más animados.


Pasada la fuente del piojo saludé por fin a Juan Miguel, ya quedaremos, es la tónica, ya quedaremos para charrar, tomar café, y recordar viendo fotos antiguas, lo que hoy somos. Por cierto, le dije, la Chica de la Avioneta, está por ahí. He de verla me dijo, con los ojos llenos de alegría. Vuelve la procesión al pueblo. Cuando de nuevo en la calle Zaragoza, se desvía y se consuma la tragedia. Definitivamente, no estaba el pueblo para fiestas
Me entretengo un rato saludando en la puerta de José Cerillas, dejo a la gente pasar, todo se ralentiza, ya no tenemos frio, tenemos tristeza, recupero el aliento con su mujer, y su familia, con el hijo, hoy bailando bajo el santo, he de hacerle un retrato, me digo.
Charlamos un rato, como si el tiempo no hubiera pasado la veo ahí sentada en la puerta como la recuerdo de la niñez cuando bajaba las tardes de verano a casa de mi abuela, a la fresca, o los domingos cuando al salir de misa pasábamos a ver los a los abuelos, trasteando por la puerta de casa, por momentos la emoción nos puede a todos, es como si el tiempo se hubiera detenido. Pero no podemos hacerlo, no podemos volver atrás.


Camino hasta la plaza esperando todo acabe cuanto antes, por fin, la procesión, termina, si pudiéramos echar el tiempo atrás, tan solo a la tarde mismo del día 14, del 13, del 12… y volver a empezar. No me quedan ganas de nada, no he dormido, he pasado frio,.. Resuelvo irme a casa, saludo tras saludo.
Por fin me encuentro con la familia de Valencia encabezada por mi tía Pilar Bonet, tratamos de ponernos al día pero no es fácil, “he conocido a Emilita” es lo primero que me dice, he visto a Juan Miguel, a… y a … Me falta Jesús Blasco, ¿Dónde está?... no para de saludarle la gente, desde hace unos meses se ha convertido en la Primera Dama Calamochina a golpe de Facebook, rebosa carisma, volverá en unos días para reunirse con los de su quinta y ya está pensando en juntar a todos los primos, ahora que las bodas se han terminado, no es cuestión de esperar a los entierros para reunirse, en ellos, siempre faltara uno u otro en la foto.
Sin embargo, la estrella en las gradas, es Cuky, Antonio Sanchez Gamas, el alcalde virtual de la Calamocha 2.0 quien reparte más besos que el alcalde real, lo cual, ya es decir. Así da gusto. En cuanto al Dichero Olvidado, se fue sin conocerlo.
Llego por fin a casa, sumamente cansado, más de lo habitual, lo cual ya es decir, las piernas no me llevan, me duele todo, no sé si tengo frío o calor, pero si tengo una sensación agridulce, extraña, para el día que es, supongo, como el resto del pueblo.
No me apetece ni aun hacerme un remolachero, siendo como es, que el sifón, es lo único que me traje de Castellón para las fiestas. El caso es que si el dia de San Roque no te haces un remolachero, No eres de Calamocha si no... Bueno, traje también petardos, y este año, que no he visto el bando prohibiéndolos, no hemos tirado ni uno. Hay que ver cómo somos.
Y ahí, en el patio de casa, estaba mi padre, a quien apenas había visto en la procesión, esperando, para darme ánimos. Entiéndase, para recordarme quien soy y donde estoy, para ponerme de vuelta y media, en mi sitio, para echarme la bronca del día. Razón, a mi ver, no le faltaba.
Y una cosa te voy a decir, que sea la última vez que te vas a la procesión, vestido así, como si fueras al médico, con zapatos, pantalones marrones, camisa rosa y una americana verde, vamos, que no tienes vergüenza ni la conoces, a la procesión, hay que ir de blanco, la tele lo dijo el otro día, todos de blanco, o cuando menos ropa clara, para hacer de la procesión algo grande, a la procesión se va de peñista, y no como te has ido tu esta mañana, copón bendito, has madrugado y no te he visto salir, pero si te guipo, no te dejo salir a si de casa. Parece que cuanto más os dicen las cosas, menos caso hacéis, a la procesión, se va de blanco, así que mañana ya sabes lo que toca, o no saldrás de casa.
Doy la batalla por perdida, no sin antes apelar a la heroica, a lo sentimental, a la desesperada, consciente de que a la procesión de San Roquico acudiré vestido de blanco.
Papá, si voy así a la procesión, trato de explicarme, es porque la abuela, tu madre, la Xaltacion, siempre dijo, que si no se bailaba, a la procesión, había que ir bien vestido, que al fin y al cabo era como ir a misa, y así he ido desde entonces. Ahora que dicen, que hay que ir de blanco, pues se va, pero que sepas, que tu madre no opinaba igual. Así que tú me dirás, a quien he de hacer caso, si a la tele o a la familia.
Luego mi padre, habla de lo inevitable, de lo ocurrido en el Peiron, se criaron juntos, como pasa en todos los pueblos, aun éramos familia, recuerda aquellos años.


Nos olvidamos de todo en los toros, ver llegar el primero al Capitán de la Serrana a su localidad de sol donde siempre hay sombra, a Joaquín Malaco padre con su eterno peto blanco de matatocinos, ahora que llevan un tiempo de moda los petos, verlo cual mozo imberbe, es una delicia, o mirar para atrás y ver a Emilita actualizando el facebook para ser la primera en contar lo que todavía no esta pasando, hasta yo lo he hecho, para ver como Mari Carmen la vecina ha compartido el Bolero y Eva, me pide los recuerdos en papel, sentir a los Artistas del Gremio, hacernos una foto con Alejandro, el Mosén por excelencia, quien llega junto a un buen puñado de monaguillos, saludar a la María, la del pobre Vicente, y esperar la llegada de Luisa a toriles, por ver con que nos sorprende hoy.
Camino de las ferias, me encuentro con el de Soria, acaba de llegar, una boda a última hora le impidió estar antes, el caso es que me enseña las fotos, y pienso, que no debió de estar nada mal. Este año echo de menos a Vicente, apolillado en le sofá de casa, no ha venido a las fiestas.
15 De agosto de 2015
Cuco
La Virgen siempre será el día de antes de San Roque, el día más largo del año, se hace eterno, infinito, cuando la noche del chupinazo te acuestas, parece que jamás llegara el día grande, el  16, antes va la Virgen.
Siento un frío horroroso al despertarme, no sé qué ponerme, soy yo, no es el clima, aunque también ayude, me desespero, ni el cuco se oye cantar tras la ventana y las palomas parecen agostadas al poco sol que se adivina. Nos vamos a la ofrenda, este año la alargan, y quizás por eso mismo, llevan el paso ligero, imposible darles alcance, y casi lo mismo hacerles fotos, en este pueblo, como en el mío, todo parece hacerse con prisa, aun teniendo por delante el día más largo de las fiestas y aun del año. Con el firme propósito de asistir a la procesión, perdonando la misa por un vermú, salimos de casa.

Camino ya del Mirador, se oye la ambulancia, va a la plaza, algo habrá pasado, es lo que piensa todo el mundo.  Luego en los toros, se confirma lo peor. Por cierto, otro año será, una vez más me olvido de acudir a la procesión, y cuando oigo las campanas, ya es tarde.
Saludo a otro ilustre calamochino, Eduardo Cero, miembro del cuarto poder, bueno, en realidad es poyero consorte, si fuera de Calamocha, el azarollo lo tendría bien cuidado, sin faltarle el agua, listo para la cosecha. Ganas me dan, de quedar con él a la hora del Jarve y echarlo zaica de la orillada abajo, camino de Luco, después de todo un año, las azarollas sin coger, si total es un rato.
Mi madre, después, en la cena nos explica quién era, había coincidido con ella hace unos días en la peluquería, arreglándose el pelo de cara a las fiestas… le puede la emoción, nos puede.
Nos queda el concierto, los conciertos, esos por los que la chiquillería lleva esperando todo el verano, mientras nosotros no dejamos de preguntarnos, quienes son esos, que les ven…

Allí me encuentro una vez más con Pascual, en los toros, imposible hablar, no paramos en elogios hacia los Artistas del Gremio, que lo mismo valen, para un roto que para un descosido, quedarían bien hasta en un funeral, digo yo, sabrían estar, aunque maldito el momento en que lo digo, resultan magníficos, yo creo que son ellos los que acompañan a Steve Mcqueen en la escena inicial de El Rey del Juego (The Cincinnati Kid 1965). No nos extraña que lleven falda, y les quede tan bien, pues deben tener el culo pelao de años y años de esfuerzo, estudio y solfeo . La noche se alarga, levantarlos para ir a San Roque se antoja del todo imposible tras horas de dar botes y más botes junto al escenario.

Nos cruzamos con Pili, y me comenta que esta encantada con aquello de Cuando las Vacas daban Leche...

14 De Agosto de 2015
Conchi, Maria José, Emilita y otras chicas del facebook.
Era el momento de conocerlas, las fiestas, y también del primer vermú junto a Miguel, quien en un rato, carretera y manta, se marchaba a los Alpes, y allí sentados en el Mirador, me doy cuenta que en la mesa de al lado esta Conchi. Pienso que lo voy a conseguir, que las fiestas son muy largas y total solo tengo “seis amigos” en las redes sociales, todo un tesoro. La veo enfrascada, charrando junto a otras amigas, y dejo pasar la ocasión, no es el momento, de interrumpirlas, además, no logro reconocer a nadie, y lo dejo estar, dejo pasar la ocasión, para mas adelante. Nos levantamos y nos vamos, a comprar el Comarcal y el Heraldo, si bien, con Lechago para estas fiestas, tengo bastante. Se acerca el chupinazo y no queremos que pase lo de siempre, que llegamos tarde.



Por fin, se hacen las siete de la tarde y comienza la fiesta. Me doy cuenta, que da igual llegar antes que después, la emoción del momento quedo en los años de la juventud, yo no he venido al pueblo para oír el chupinazo, si no para ver salir a San Roque. A pesar de la multitud, de estar alli Todo Calamocha nos encontramos tan solos como el nuevo alcalde, el cual, junto con el apuntador es el único que queda en el balcón, con Calamocha a sus pies, pienso lo evidente, a él, como a los demás, nos gustaría que todos los días del año fuesen San Roque.



Pasada la emoción, que no es tal, siento un frío tremendo, a pesar de la camiseta interior, la faja, el pañuelo y las cervezas con limón que parecen se han puesto de moda, atravesar el Callejón de los Muertos me cuesta una eternidad, voy perdido cuando alguien me llama.
Es Emilita, frente a mi tiene sus dudas, asegura no haberme visto en la vida, no saber quién soy…por un momento me hace sentir como un extraterrestre, es la suerte que tengo, suelo pasar desapercibido. Me pide más historias, que escribo poco me dice, con el esfuerzo que empieza a costarme. Tendré que dejarlo bromeo, ya está todo escrito… Me pide algo de mi abuelo Casimiro, más adelante lo tendrá. Y para no haberme visto nunca, estas fiestas se cansa de verme una y otra vez, coincidimos en todos los sitios.
El frío nos puede, y la Peña Paraíso, con Ana a la cabeza, epicentro castellonero del momento, cual Calamochinos Por El Mundo nos ofrece cobijo a la espera de reunirnos todos para subir a matar el hambre y el frío por partes iguales. El camino de vuelta hacia el Rabal, el día 14 se hace eterno, siempre encuentras a alguien, generalmente a quien menos te apetece. Pasadas las Cuatro Esquinas, el camión de la limpieza se encarga de dejar el Rabal más limpio que una patena, no queda ni un alma, ni nadie en un portal, reina ya el silencio habitual, tan extraño a quienes vivimos allí tan solo hace unos años, en realidad no hace tanto, no hay trajín de ninguna clase, realmente, las fiestas están acabando ya.





13 De Agosto de 2013
Camino
Sentado en la puerta de casa, a la fresca, no paro de mirar a uno  y otro lado de la calle, esperando poder retroceder en el tiempo, quisiera decirles tantas cosas, a quienes ya no están, … en realidad, les diría, que no fue para tanto, que no se preocupen por nosotros, que logramos salir adelante, que vamos tirando. Ellos son los que nos preocupan, ¿dónde estarán?
No lo consigo, no hallo respuesta ni nadie acude a mi llamada, salvo una pareja que pasa y evita saludarme, van con prisa, como huyendo, pasan ante mi como si no los viera, como si no quisieran ser vistos, me parece ver que llevan algo bajo el brazo, y creo adivinar lo que es, van camino de la Xurria, tal vez o la peña de enfrente, a lo de Enric, donde los amigos de lo ajeno entraran una noche. Debe ser un amor furtivo, eso es lo que imagino. Me rindo, lo dejo estar, nadie vendrá, ni lograre responder. Abro el libro de Luis Alegre, Cerca de Casa, más no puedo estarlo, comienzo a leer. Libro que como la falsa moneda, de mano en mano va, todos lo quieren leer.


Antes de encerrar el coche, de cenar y salir a la fresca, recién llegado a las fiestas, llevo a mis padres al tanatorio, “así me aprendo el camino”, les digo bromeando, la verdad es que no he estado nunca.
Tampoco llego a imaginar que ese trayecto vaya a ser el habitual de estos días de fiesta. ¿Sabes maño quién se ha muerto? Me dicen, te acuerdas tú de la Tía Vitoriana, que era de Torrijo, como la abuela…
Como no voy a recordar a la Tia Vitoriana, su caminar dulce, tranquila, su voz,… A veces, pienso, que dado que no podemos volver a empezar, lo mejor, seria no tener memoria.


PD Por cierto, el Dichero Olvidado no quería tomar café para hablar de las fiestas, si no para hablar de Semana Santa, pues anda, andamos, tras otra utopía.

Castellón, domingo 23 de agosto de 2015 Día de la Vaca


Por Don Antonio Sanchez Gamas 2015