viernes, 24 de agosto de 2018

San Roque en noviembre


En el año 1918 hubo en Calamocha dos fiestas de San Roque, una en agosto, y otra en noviembre. Afortunados ellos, aun en su desgracia, de ver salir al santo y poder bailarle dos veces en un mismo año. La gripe fue la causa, la gripe española de la Gran Guerra que los calamochinos en su eterno empeño por arreglar España y el mundo trataron de solucionar por medio de su santo. Y así como recuerda quien se le contaron y también como dicen las crónicas, sacaron de nuevo en noviembre a San Roque esta vez para que pusiese fin a la gripe como lo había hecho con la peste unos años antes. Se cumplen ahora por tanto cien años de aquellos insólitos sanroques. Afortunadamente cien años después parece que no hay motivo alguno entre las desgracias para poder sacarlo de nuevo en noviembre, mes donde muy probablemente hasta la climatología sería mejor que la vivida en agosto, tampoco parece haber motivo alguno entre las alegrías centenarias para poder así conmemorar tan entrañable como raro hecho.

La noche del 13 hacía fresco, ni un alma por la calle cuando perdidos salimos a tomar algo de la mano del Dichero Olvidado pensando que el pueblo herviría en fiesta, nada más lejos de la realidad, hablamos por supuesto de lo que él quiso, Don Jesús es una de esas pocas personas, afortunadas ellas y nosotros, a las que hay que dejar hablar incluso cuando lleva poca o nula razón, o a consecuencia de la edad, vuelve a repetirse una y otra vez. Habíamos llegado a Calamocha a la hora de comer y esperado a que el sol dejase salir de casa para pasear por el ya obligado y esperanzador trayecto que se abre entre la Fuente del Bosque y la Huerta Grande  el camino junto al rio de la Calamocha de la esperanza, donde lejos de las redes sociales pude por fin saludar a Bea Ballestin y familia, y quede con ella para acercarle un regalo, la eterna novela por escribir, la vida de mi Tía Nati, ya leída por Conchi, Emilita, la Boneta, y por supuesto mi hortelano de referencia Pascual. Seguro de alguien me olvidare, ya me va siendo imposible recordar a tanta gente como saludo.

Finalmente terminamos la tarde en El Rincón de Luis, donde pude saludar a Joaquín Serrano y mandar recuerdos para su hermana, quienes están conmigo en el blog desde el primer día, años ya. Allí había quedado con  JMDJ, charramos un rato entre unas copas de vino blanco, cuando ya comenzaba hacer fresco. Calamocha en la literatura contemporánea fue el tema, sin duda apasionante, todo lo que huela a granero lo es, ver impresa la palabra Calamocha en libros y autores de otros lugares es muy de agradecer y lo vamos hacer.



Días antes de comenzar las fiestas fuimos conociendo los detalles y la verdad sea dicha no cundió el entusiasmo a través de ninguno de los cauces habituales. Como estrellas llegaban de nuevo y una vez más Los Inhumanos, posiblemente actuaban por quinta vez, y no hay quinto malo dicen, mismo camino que lleva Jesulin quien de nuevo llegaba como primer espada a la monumental calamochi y van dos. Además, gracias a las nuevas tecnologías que poco a poco van sustituyendo a la religión, daban frio y lluvia y por tanto el desánimo era manifiesto antes de empezar.

Más allá de los augurios y dentro del bono, un par de espectáculos musicales con los ochenta como base, por fin nos libramos de los tributos y ¡cómo no!, pompas y magia, sin duda alguna esto último casi lo mejor con permiso de La Banda del Otro y su magnífico espectáculo. Volvíamos a los ochenta, pero segundas partes no siempre fueron buenas.

Y amaneció el día 14 de agosto en Calamocha, el mas esperado del año con permiso de San Roque y lo primero que hicimos fue mirar al cielo a ver si caían capazos de sol o de lluvia o ¿por qué no? puestos en lo peor nevaba, las horas se hicieron eternas hasta la llegada del chupinazo. La Peña La Unión tuvo la genial idea de disparar en la hora previa 50 Salvas, una por cada año, cohetes verbeneros sin más, tan molestos quizás como las salvas, pero sin el brillo ni elegancia que tal vez merecía el momento. Como son jóvenes y vivirán el centenario le pondrá remedio a todo, pues a ojos de un extraño, de alguien ajeno a la Peña ha faltado algo en tan redonda fecha, algo con el pueblo y los viejos peñistas como protagonistas.

“Calamochinas”, grito en primer lugar la Mantenedora desde el balcón del ayuntamiento momentos antes de que sonase por fin el cohete anunciador, Maria Angeles también cumplió los 50 años y estuvo sensacional, volvería a echar Dichos y le echaron unos cuantos y ahora ya todo el pueblo espera que se cumplan y reparta el gordo de la lotería. San Roque dirá.

Es el momento del encuentro con unos y con otros, parece haber mas gente que nunca y la fiesta llega a todos los rincones, saludos y ausencias, nada nuevo, salvo que me encuentro con Pepe Tomas y nos ponemos a charrar de un tema que realmente nos apasiona, y que no es otro que la eterna Calamocha y así me pone tras la pista de lo que puede ser un bombazo, toda una historia de amor, he de darme prisa en acabar de leer Orgullo y Prejuicio de todas formas no conviene ilusionarse sin haber estudiado todo antes, y para eso esta el invierno y los días lejos del pueblo.


Siguió la fiesta con la carroza a la cola, ese velador, confesionario, mirador, lo que fuese, todo glamour y encanto lleno de un puñado de valientes que se echaron el pueblo al hombro y lo representaron de un modo estupendo, camino del Peirón y los pañuelicos sobre el monumento. Luego la charanga, que no San Roque a este ya no se le espera, se encamino un año mas hacia ese pueblo durmiente y silencioso en que se ha convertido la Rabal de puertas y ventanas cerradas y calles desiertas, ya están prácticamente todos descansando juntos allí donde reposan los mejores calamochinos, Rabal casi ajeno a la fiesta de no ser por ese instante charanguero y el titánico esfuerzo de los cabezudos por llegar a todos los rincones amen del templo del vermú el Minino. Acompañe en su salida por dos veces a la Comparsa y hay que reconocer el trabajo y la ilusión que derrochan. Batalladores bajo el sol, la dulzaina y el tambor, vara de avellano en mano, llevan la fiesta a casi todos los rincones en esas horas del centro del día donde cae el sol de lleno y no apetece otra cosa que no sea el careo del bar.




A las ocho y por primera vez en ese horario jotas. Llenazo hasta la bandera y otro éxito que se apunta con razón o sin ella el Dichero Olvidado. Cuando el año pasado tuvo la osadía de presentar su libro a esa misma hora y día escucho de todo menos bonito, y lo hizo si más, con el fin de que la gente mayor sentada tuviese un lugar donde pasar el rato. Fue todo un éxito aquello y las jotas y es de imaginar que han llegado para quedarse. Tan ese así la cosa que la presentación de la segunda parte y fin de la trilogía Los Días del Jarbe que inicialmente había previsto para ese día, la pospuso sine die al saber que el ayuntamiento había programado las jotas. Toda una maniobra genial para silenciar a Don Jesus al menos en fiestas.

Un rato después no me quedaba otra, ni a mi ni a nadie que no fuera marchar hacia la plaza de la iglesia como se hacia en el siglo pasado a ver el concierto de Los Inhumanos, tras tomar un pacharán casero con Reme y compañía en la Balsa frente a la peña cuyo balcón no descansa ese día y está más concurrido que el del ayuntamiento.

“Buenas noches Calamocha hemos vuelto” dijo el cantante al comenzar el concierto. Y fue como volver a tener a veinte años, ósea terrible, sinceramente estamos mejor ahora, al menos nosotros, el tiempo ha pasado para todos pero no sé si para ellos un grupo que ya cuando venia nos hacia una ilusión tremenda pero siempre nos quedaba la idea de que cualquier orquesta de verbena tocaba sus canciones mucho mejor que ellos, pero ahí estaban los auténticos, que apenas han envejecido o evolucionado técnicamente, por un momento fue absolutamente genial, pero la verdad sea dicha, apenas se oía nada, apenas sonaban, en fin, lo mismo que en el siglo pasado, si bien el repertorio ha aumentado.

Por ellos por tanto parece no haber pasado el tiempo o haberlo hecho de un modo diferente a los demás, eso sí nos devolvieron si quiera por un momento a las fiestas de nuestra juventud en un escenario magnifico como es la plaza de la iglesia, cuya torre antaño iluminada estaba tristemente apagada. ¡Como se echan de menos aquellos sanroques! y su insuperable trajín artístico y como eche de menos el frontón y la casa del gorrión que ya no están y dejan pasar toda la humedad del rio, ¡la virgen, que frio!

Creo que, terminado el concierto, se acabó el día. El escenario del Peirón estaba desierto sin orquesta ni música enlatada y allí no había nada más, ni aun gente quedaba. Nuestra generación los conocía, pero el resto que ya son mayoría no, y nosotros llegados a los cincuenta empezamos a echar de menos pasodobles, mexicanas y a Paquito el Chocolatero un día así, siquiera por un rato y si hay sillas, mejor que mejor, mientras esperamos sentados a aquellos que nunca vimos  Alaska, Loquillo, Los Secretos, Hombres G, Celtas Cortos, Coke Malla, Miguel Bose… y tantos otros, por soñar que no sea.

De modo que lo mejor del concierto fue el reencuentro con Conchi, aburrida ella también, se alejo de las primeras filas de la jarana hasta dar conmigo y charrar largo y tendido, ¿cómo no? de Calamocha y nuestros días de gloria, he de ponerme a escribir ahora es demasiado tarde para dejarlo, me insistió en ello y con razón. Hablamos justo en ese momento en el que parece que las fiestas no van a tener fin y duraran eternamente, llegara la Virgen, San Roque, pero nunca acabaran… prometimos volver a vernos, tomar un café con merengue de Reynaldos mas otro año será. Es la noche mágica del 14 de agosto cuanto todo parece empezar y que nunca tendrá fin, noche tan efímera como las mismas fiestas. Ojalá todos los días fuesen San Roque, pero no lo son. Supongo que el cantante terminaría el concierto diciendo “Gracias Calamocha Volveremos”. Amen.


Todavía, lo mismo que hay quien no es capaz de diferenciar a San Roque de San Cristóbal aun viviendo la fiesta a tope, hay quien piensa que la mañana del 15 amanece en Calamocha cuando canta el tocino y te despierta el hambre a la hora de comer y que todo cuanto pueda haber es un aburrimiento total. Nada mas lejos de la realidad, hay de todo y todo bueno.

Para no perderse nada hay que madrugar mas que el día San Roque y salir de casa con la ropa de mudar hecho un pincel, si ya se sabe, son actos religiosos, pero hay gente para todo, y la misma procesión del Baile, aunque no lo parezca, lo es. A las once sale la ofrenda del Santo Cristo, pronto la fila alcanzara del Rabal al Peirón, crece año tras año en un acto sencillo y emotivo, y además les regalan una pulsera, todo un detalle, en realidad no se puede pedir más. Después llega la misa, canta la Coral y cada vez lo hace mejor y arrastra mas gente, la iglesia se queda pequeña, y para acabar la mañana, hay procesión con la Virgen de la Asunción, la de la cama, otrora invitada de piedra a la procesión de San Roque y hoy estrella principal de su día.



Finalmente, este año no entre a misa y nos marchamos al primer vermú al Marzos, tras charlar y comprar las fotos del día anterior a los gemelos de Mercafoto que llevaban retratando las fiestas desde 1987, es entonces cuando recibo un wasap que con gran acierto me obliga a ir a la procesión, “ve a ver la procesión y me cuentas”.  Que yo recuerde es la primera vez que asisto desde que unos diez o doce años atrás viene celebrándose al dejar de salir la cama el día grande de las fiestas, y lo que veo me gusta y mucho.


Ofrenda, misa y procesión, es el tercer acto en apenas dos horas, todos ellos actos religiosos, y para este último es ya la hora del vermú, cae el sol a capazos, menos mal que no hay que segar ni trillar y uno puede pensar que sobra alguno, pero no. La procesión resulta un visto y no visto, sale bajo el himno de España y yo esperando en la Castellana veo como se marchan cara las Monjas, la vuelta al revés y en unos quince minutos están de nuevo subiendo las gradas ya precipitadamente desnudas de ornamentos esta vez sí bajan por la Castellana.


Marchan uniformados bajo los sones de la banda municipal que suena a gloria bendita cuando se trata de procesiones festivas, como esta lo es, resulta bonita, colorida y entrañable, lógicamente a su paso las calles están desiertas, es mala hora para todo y a falta de jamón ni van tirando petardos, ni reparten caramelos, lo cual, a esto último me refiero, lo otro sigue absurda y absolutamente prohibió, aseguraría la presencia infantil, bastaría por tanto repartir caramelos a la altura de la Calle Mayor y la Moreria para llevar un montón de niños alrededor previa a la salida de los cabezudos.

El verlos cruzar la calle Mayor del revés resulta precioso lo mismo que verles aparecer por la Castellana, blanco y azul celestial, un buen puñado de gente les ha visto salir y espera pacientemente apurando la sombra su llegada y entrada a la iglesia que pone fin a unas horas tan intensas como cargadas de ese otro fervor religioso del cual poco a poco se va desprendiendo la procesión del día grande.


La merecida siesta queda reducida a una clase de ornitología cuando descubre Paquito al ir a buscar las albarcas y la alforja para la ronda jotera de la noche un pájaro de mil colores atrapado en la pajera y nos proponemos liberarlo para que así continúe su camino hacia África, una oropéndola camino de Tanzania que parece haber hecho escala en el Rabal, hacemos lo que podemos, que no es poco, y rendidos le dejamos al menos un pozal de agua para que lleve mejor el calor confiando en que por sí sola encuentre la salida tal y como encontró la entrada, abrimos todo y nos marchamos. Quedamos ya para la paella del Santo Cristo y a los postres entre canción y canción, repasaremos mates, pues se examina el día 25 y se lía con las ecuaciones. Jesulin y otro esperan en la plaza.



A Jesulin lo acompañó Antonio Romero de México, quien no estaba anunciado en el cartel y del cual no supe nada hasta días mas tarde cuando pude localizarlo en la red, hacia su presentación en España, y no pudo ser mejor, corto dos orejas a su segundo y puerta grande, de modo que Calamocha apareció en todos los medios mexicanos del mundo del toro, habrá que seguirlo de cerca y desearle suerte, que llegue a figura y que un buen día pueda decir, “la primera vez que toree en España fue en un pueblo llamado Calamocha, junto al Maestro Jesulin de Ubrique, quien también corto dos orejas, pero todos los besos, abrazos y fotos fueron para él, sonrió a todo el mundo y derrocho simpatía y amabilidad a raudales a nadie le dijo que no, se gano hasta el ultimo peso”. Fue una tarde fenomenal, y una merienda estupenda junto al rey de la cerveza Inocencio Casamayor y familia reconocido crítico taurino local y gran orador de recuerdos. Juntos comenzamos diciéndole de todo a uno de los atléticos subalternos de Jesulin hasta que finalmente caímos rendidos a sus pies y le lanzamos una cerveza bien fría que se había ganado con creces a falta de tener a mano un barril. Suerte a los dos.


Y tras los toros llego el follón en la puerta del pabellón del recinto ferial al no poder entrar de primeras al espectáculo de las pompas por lo delicado del mismo, nadie sabía nada, también es mala suerte, ¿cuándo en Calamocha ha empezado algo a su hora?, rara vez esa es la verdad, en fin, fueron llegando wasap y decidimos no ir y evitarnos disgustos, acudimos ya a media noche para el espectáculo Hits, vuelven los ochenta, estas sentado, estas bien, pero echas de menos mirar al cielo y ver las estrellas, estas encerrado, hace calor, retumba, no termina de ser un escenario festivo, calor y ruido. Mientras por todos los corros no se oía otra cosa que no fuera “dan agua para mañana”



Y llovió el día San Roque, pero por la tarde, no por la mañana, ¿Quién recuerda ver llover en la procesión? Muy probablemente nadie. Contaba mi Tío Antonio que hubo un año que no salió por que les cayó una tronada a destiempo, eran aquellos días de antes de la guerra cuando en poco tiempo la procesión salió tanto bajo el Himno de Riego como del Cara al Sol y que allá por los días de la república o los otros triste San Roque por unos y por otros dejo que lloviese y con el santo a la espera de salir abiertas las puertas de par en par la docena escasa de bailadores tras el himno de rigor le bailaron un rato y se marcharon a casa a la espera de que escampase en todos los sentidos. Raro es pues que llueva la mañana de San Roque pero no lo es tanto, de hecho sucede con frecuencia que llueva por la tarde, como así seria.

Me duele San Roque y lo alcanzo a la altura del Cantón. El día sin duda es ideal para el Bailador, pero la ausencia de sol le resta ese carácter épico, por momentos deportivos en tanto que competitivo, que ya tiene la procesión, acompaño al santo entre las primeras filas disfrutando tan solo a ratos, con aquellos que han llevado con su empeño, buen hacer, entusiasmo y décadas de sudor el dance de San Roque a lo más alto como Fiesta de Interés Turístico de Aragón. Me pregunto si habrá algo similar a nivel nacional y si algún día lo alcanzaremos. Pero aún queda mucho por hacer.

No tardo en fijarme en los detalles, esos que en un principio entre la grandiosidad del dance en si pasan desapercibidos y me pregunto por qué nos cuesta tanto alcanzado aquel objetivo de ser fiesta de interés turístico dar un paso más y creérnoslo, dejar de mirarnos a nosotros mismos y mirar por el pueblo y su procesión, hablo de la tan traída y llevada uniformidad, principalmente pañuelos de todos los colores y fajas sin color alguno precisamente entre las primeras filas que vienen soportando el peso del baile.

Bonito es el detalle de haber bailado durante décadas con el mismo pañuelo o faja, o con el heredado de algún pariente e ir haciendo una muesca en el cada año, pero eso era antes, ahora corren otros tiempos, pañuelos de mil colores, fajas sin color, empiezan a estar de más, ahora el Baile declarado Bien de Interés Turístico es algo más, exige algo tan fácil como cambiar de chip, la mentalidad, mirar más allá. La uniformidad resta individualidad, pero engrandece al grupo, y el Baile, es de todos.



En la cuesta de San Roque me fijo en el monumento al peñista, es bonito y un gran acierto en todos los sentidos, ese es su lugar y no dejo de preguntarme las cenizas de cuantos calamochinos descansaran ya en la cuesta que nos acoge desde que años atrás alguien me confesase su última voluntad. “Aquel es el único lugar que te garantiza disfrutar de San Roque mientras haya fiestas de aquí a la eternidad”.

Sin embargo, realizan un pequeño homenaje al salir de vuelta la procesión y no parece que ese sea el momento adecuado, mejor quizás cuando se sube a San Roque el día la vaca, ahora toca fiesta y alegría, la tristeza y el recuerdo en un día así pueden esperar.

Alguien me para y me comenta: “Te has dado cuenta, no ha sonado el campanico de la ermita”. Lo cierto es que no me había dado cuenta pero tenía razón, el comentario general sigue siendo “va a llover” y la gente mira sus móviles con total fe, y yo miro al cielo y lo veo aún con el sol escondido, todo despejado.


Salvada la carretera en la calle Zaragoza la procesión trata de organizarse, militarmente hablando de formar, bastaría con marcar en el suelo, cuatro líneas, cuatro cruces, aquí la bandera, aquí San Roquico, aquí los más pequeños, y así hasta San Roque, y cogerle un año la media a la procesión y entonces juntar a todos y echar a tocar y bailar. De modo y manera que este año prácticamente no consiguen formar en todo el trayecto de vuelta. La procesión completa a su regreso del más joven al más viejo roza el desastre. La milicia sanroquera esta lejos de llegar a ser un ejército regular.

Es una pena, solo parecen importar las primeras filas que bailan bajo el santo de mitad procesión hacia el principio cunde el desánimo y hay que mimarlo porque lo hacen de quitarse el sombrero en todos los aspectos, apenas se baila, se anda y se corre de un lado a otro tapando huecos, no pueden hacer otra cosa, no les dejan, la procesión se corta, ya no existe a la altura de la calle Mayor y ya prácticamente se camina hacia las gradas a la espera del resto y poder volver a bailar. 

Este año en Semana Santa hubo un gran acierto, y ese no fue otro que el hecho de que no hubo ningún organizador entre medias de la procesión y esta permaneció unida con algo tan sencillo como que cada cofradía se preocupase de guardar la distancia mínima con la que llevase delante. El Baile es distinto, pero bien podrían bailar de principio a fin de esa otra procesión una docena de parejas mayores y que cada una tuviese bajo su mando a un grupo de niños, pequeños y grandes y a su vez ellos mas experimentados evitasen los huecos bailando codo con codo entre ellos. Así los pequeños junto con la ayuda que ya reciben podrían fijarse a su vez por tener cerca en parejas bailadoras experimentadas.



Acabó la procesión sin llover y los mas pequeños y no tan pequeños pudieron bailar un rato en la plaza que les valió por toda la procesión. Una misa a escape, de campaña, bajo la generosa sombra del frontón serviría para que muchos conociesen que después de la procesión hay misa, algún día hasta yo me quedare, pero lo cierto es que da pereza entrar.

En la plaza había rejones, y ya se sabe, a la gente le gustan los caballos y se llena hasta la bandera así que allí fuimos confiados en San Roque pues cualquiera sabia que iba a llover bastaba mirar al cielo, sin paraguas, sin chubasquero. Ya sentados esperando el inicio del festejo entre las gradas se oía aquello de “igual llueve y nos toca correr al pabellón”.

De repente llovió a capazos como nunca, afortunadamente Santa Barbara evito el granizo y nos echamos a correr cara el pabellón deportivo que por cierto y como tocaba estaba cerrado, no todos habían pensado lo mismo que nosotros los confiados, así que nos chupamos de arriba abajo refugiados en los servicios y donde pudimos a la espera de que alguien viniese a rescatarnos.



Calado hasta los huesos llegue a la Aragonia y al ver a la Charanga Los Mataos correr despavorida en apariencia perdidos y sin rumbo salí y rescate a una parte, de modo y manera que hasta que dejo de llover, largo rato, porrón y jamón, casualidades de la vida, la genial Charanga era de Burriana, una maravilla, confiemos en que vuelvan, así que no tardamos en salir medio familia, Nules, Moncofar, Museros, la Vall, … en fin pueblos donde paso los 360 días del año restantes. Uno de ellos al ver un cartel con las fiestas de Lechago sintió curiosidad por tan bonito nombre y le conté la leyenda de su fundación a cargo de Nuestro Señor Jesucristo, asimismo le llamaron la atención ver tanto jamón y tanta tienda junta y le vine a explicar que ninguno de ellos podía volver a casa sin un buen pernil bajo el brazo dado que Calamocha es al jamón lo que Villarreal a la cerámica.

De parte tarde volvió a llover y con gran acierto tras el fenomenal espectáculo de La Banda del Otro en la cama es donde mejor se está, las fiestas a mis años se hacen largas, eternas, lo mejor es descansar lejos del ruido, dicen que estuvo muy bien, el espectáculo de los Ochenta Principales, total a los diez minutos me habría tenido que marchar maltrecho mi pobre corazón de tanta nostalgia.

La mañana de San Roquico lució el sol, la lluvia había desaparecido y comenzó la procesión, y desde un principio opte por seguir las primeras filas, a los mas jóvenes, al futuro, y resulto maravilloso.


La procesión en el Cantón, como ha hecho siempre, como es tradición, en un ya aburrido trayecto gira hacia el Peirón, le da la vuelta al monumento y regresa a la iglesia, cuando todo acaba las autoridades y la Banda, prácticamente solos suben al Santo Cristo a rezar la Salve y así darle las gracias a  Dios, al jefe del pueblo, al Santo Cristo, porque las fiestas han trascurrido bien, y así lleva haciéndose la procesión la tira de años, años que tampoco son muchos.

Me pregunto como recordaba Inocencio si algún día la procesión el día San Roquico girara el Cantón hacia el Rabal, y así subirá San Roque al Santo Cristo, al menos por segunda vez en su historia, bailaran con él las desiertas calles del Rabal se abrirán las viejas ventanas donde ya no hay gente para entreabrir la persiana sin hacer ruido y asomarse y los balcones de par en par desvencijados a su paso se llenaran bajo la generosa sombra de la calle Ramon y Cajal. Se cantará a su llegada la Salve con una ermita hasta arriba y se volverá a la plaza por el mismo Cantón viendo llegar la procesión a través de la engalanada Castellana. Seria emocionante para todos.



La procesión mas corta, sin interrupciones entre las filas luce mejor, hay muchos Dichos mas incluso que el día anterior y rompen el ritmo con frecuencia, las filas jóvenes se quejan quieren bailar, es su día. El Dichero puede parar la procesión y decir lo que quiera así que toca callar, pero ante ciertos Dichos no se guarda silencio, ¿será porque no gustan?, en especial las esquelas, a dios gracias va habiendo menos, junto a los insoportables Dichos de temática nacional. Si los calamochinos pudiéramos arreglar España y el mundo, hacer algo en torno a aquello de lo que nos hablan, pero no creo que podamos. Además las fiestas son para olvidar y disfrutar en la medida de lo que se pueda, no es ni el momento ni el lugar de ciertos vates mientras quede un descosido por el que llamar la atención a las autoridades y pueblo en general y por tanto coser, entre las cuatro esquinas del pueblo,  de la estación a la ermita, del Barrio el Bao a la Cañadilla.


Las primeras dos docenas de Bailadores zagales y zagalas de entre cuatro y unos doce años van prácticamente todos uniformados, da gusto verlos, alguno por desconocimiento no va como toca, pero el año próximo seguro que lo hará, bailan y aprenden, es emocionante.




Y lo que viene a continuación es realmente maravilloso. Así veo unos cincuenta, sesenta bailadores, el noventa por ciento o más son mujeres, chicas de entre 12 y 16 años que son el futuro y que cuando la Peña celebre su centenario deberán bailar bajo el santo. Van todas impecablemente vestidas de blanco con su faja azul oscuro y su pañuelo rojo y negro y además bailan divinamente como años atrás les enseñaron en las primeras filas, son sin duda lo mejor de la procesión, y son quienes un día deberán estar bajo el santo. Todo un espectáculo.


Maravillado no me fijo en el resto, aunque luego va igualándose algo aunque siempre a favor de las mujeres la proporción de chicos y chicas al llegar a los veinte años en adelante. Hasta que llegan las primeras filas donde los hombres son mayoría, si bien hay una mujer entre ellos, ya muy cerca de la peana a dos, tres pasos y a quien pacientemente un día esperamos verle bailar bajo la capa de San Roque.


Me marcho finalmente con un buen sabor de boca, en unos años la procesión será perfecta de arriba abajo se habrá completado la transición, mandaran las mujeres, “calamochinas” como bien dijo la mantenedora.


Quedaba la tarde con unos desangelados recortes no acompaño ni el tiempo, algo fresco ni las vacas salvo el toro final que embistió con ganas. Los recortadores eran todos del terreno, y esperábamos ver alguno que otro de Castellón y Valencia, pero resultaron todos aragoneses, entre ellos uno de Monreal. Hace años ya lo gano uno del vecino pueblo, pero este año no fue el caso, no lo pasaron a la final y aun no entiendo el porqué, no solo lo hizo bien si no distinto a los demás, lo cual es de agradecer. Otra vez será. Quedaba la magia para cerrar San Roque y sus días mágicos.

La mañana del sábado 18 si mire la pantalla del móvil al levantarme, decía que estábamos a 8 grados. Era el momento de volver a casa y esperar noviembre.

martes, 7 de agosto de 2018

Merengue de Calamocha


El año que abrieron el Matadero de Matinsa me mandaron a Cariñena y allí cargue el Avia valenciana hasta arriba de cajas llenas de botellas de plástico de un litro de vino y de cajas con  jarras de barro envueltas en paja, jarras para echar un chato, no más, en las botellas había una etiqueta con la fotografía del matadero, y en las jarras ponía Matinsa, aún quedara alguna por casa, las hacían en Villafeliche cuando en la comarca teníamos y sabíamos hacer de todo, de todo para regalar, de tan feas que eran a todo el mundo le gustaban, eran graciosas, estaban recién hechas y parecían yo que sé,  del año catapún. Jarras como las que luego se vieron en Curro Jimenez, pues eso más o menos las mismas, de cuando la guerra con los franceses debía ser el molde.

Mi madre la Xaltación decía: “Pero maño, a Madrid te vas, allí te han mandado, con lo grande y lejos que esta”. Y allí que me fui, me levanté a las cuatro de la mañana, sin pegar ojo de tantos nervios que tenía y estaba deseando jopar, dormí peor que la noche en que me fui a la mili y mi madre solo hacia que pasar puta pena por si acabábamos matando hormigas con las botas de Segarra en el Sahara Español como los de la quinta de antes, me subí al Avía y cara Monreal carretera y manta hacia la Feria de Muestras de Madrid.

Luego iríamos unos cuantos años más, justo hasta que nos aprendimos el camino, directos al Pabellón de Aragón a encontrarme con los de Calamocha que ya estaban allí en avanzadilla, con Reinaldo el confitero a la cabeza. Tenía todo Madrid para mi, entonces ni coches ni circulación, y de guardia a guardia y algún que otro samaritano llegue a la Feria sin problemas. Se apostaban en los semáforos de entrada los madrileños desfaenaos y en cuanto veían una matrícula rara y que buscabas a un guardia se acercaban y se ofrecían a llevarte, se subían al camión y te guiaban por unos duros, conmigo subió uno que era el vivo retrato de Tony Lebanc, vamos aun hoy creo que era él.

A escape salieron todos los que estaban por allí a descargar el camión en cuanto que llegue a la feria y dejaron las cajas por todos lados, porque aquel rincón de Calamocha estaba hasta arriba de huevos, yo jamás en mi vida había visto tantos, venga huevos y más huevos por todos los lados, huevos para hacer merengues, las colas para comerlos eran enormes, y es que en Madrid todo es más que grande, grandismo.

Y Madrid debía estar llena de gachís, eso en aquellos años lo sabíamos todos, y de cabaretes pero jamás en aquellos dias de tanta trápala ni aquel año ni ninguno nos dio tiempo a salir de la feria, allí hacíamos la vida esos días y  allí teníamos lo que llamábamos el picadero de la ilusión, pasa y acuéstate un rato, me dijeron tenían cuatro camas, para los días de feria y dormían a turnos. Madrid ni tocarlo.  Pero bueno, no te voy a engañar ni mentir, un año de aquellos y sin feria desde de Calamocha nos llevaron a todos a ver el Valle de los Caidos y luego a dormir a Madrid, pero eso ya es otra historia.

Aquel primer día a lo que me iba a recostar un poco después de no haber dormido y de tanto nervio a escape echaron mano al camión y su carga, “venga vamos almorzar, que ya tenemos vino” y allí todos dale que te pego, jamón, longaniza, chorizo, de todo y todo bueno, de lo primero que hacia el matadero, y botella va botella viene que de pocas nos bebemos el Avía entera, y el que venga detrás que arree  y luego para despejarnos a dar una vuelta, a recorrernos toda España de caseta en caseta que estaban todos preparando la feria. Mañana echada y a comer lo que nos dejamos del almuerzo y Reinaldo dale que te pego no paraba de hacer merengues, y la gente venga a llevarse bandejas y mas bandejas, no le quedaba tiempo ni de sentarse a comer. Era el hombre mas feliz del mundo. Comimos lo mismo que almorzamos o más y ya estorbaba el camión, así que les dije, oye yo me voy a echar un rosquete, me despejo y me voy, ¿queréis algo para el pueblo?
 
Y no me había ni tumbado en el catre, que aparece Reinaldo por el picadero y me dice: “Oye maño, y que vas hacer, irte de vacío o has de cargar en algún lado, si le echamos al camión una máquina y un horno que he comprado, te dirán algo?". Que van a decir, nada.
 

 

Así que entre todos metimos la maquinaria al camión que la tenía allí en la caseta de la feria y se comía media parcela y ya la gente que empezaba otra vez a llenar aquello venga merengues para todos lados y el Florentino, mecaguen el tío el copón, que ya estaba viviendo en Madrid y que tenía que venir para sacarme de allí, que no venía, y la feria llena que ya ni se podía circular ni andando ni en camión y echa a buscar a uno de Madrid para que te sacase que allí no había ninguno y los guardas que quitásemos el camión, y el pobre Reinaldo que no sabía ya que hacer de puro contento que estaba con los merengues que se los quitaban de las manos y la maquina empaquetada para el pueblo culpable como se sentía se lio la manta a la cabeza y dijo, “espera que yo te acompaño a la salida de Madrid, que yo esto me lo conozco de los viajes que hemos hecho ya estos días, para unas cosas y otras, te saco, te encamino y ya me buscare la vida para volver, no te preocupes de nada, con alguno de los que a la entrada de Madrid vengan a la feria me vendré  y con una bandeja de merengues les pagare”. De ninguna manera me iba a dejar solo, "venga que aún quedan merengues, vámonos luego hare más". Y se subió al camión conmigo.

No hubo forma, ninguno de los dos atinábamos a cómo salir de Madrid, ni guardias, ni indicadores, nada, venga a dar vueltas como tontos de un lado a otro y la tarde se acababa, y el ya preocupado por lo uno y por lo otro, “a esta hora ya no quedaran merengues, tira por allí, por allá” y al cabo las mil vi un camión matricula Guadalajara en una finca descargando muebles, y le dije, anda vamos a ver qué marcha llevan los paisanos, y allí me quede, aun me subí a la caja a terminar de ayudarles y ellos me sacaron de la capital y a lo que me estaba despidiendo del pobre Reinaldo, que si el autobús, que si un taxi, que si me voy andando que la feria está ahí detrás, que hemos dado más vueltas que un tonto, "perdona maño es que no sé cómo darte las gracias" que no sabia que hacese, y en eso  un coche que para y nos pregunta cómo llegar al Feria.

A escape se subió Reinaldo con ellos le falto tiempo, yo os llevo, que vengo de allí. De vuelta para Calamocha me acordaba una y otra vez de Reinaldo subiendo al coche de aquellos buenos e inocentes samaritanos pensando, llegare yo antes a Calamocha que Reinaldo a la feria, memos mal que les pagara con merengues y los dejara contentos y en su vida olvidaran que los mejores merengues de Madrid los hacen en Calamocha.
 
De Los Años de la Cazalla. Merengue para todos