jueves, 15 de octubre de 2015

Cuando todo te incomoda. Calamocha y yo. ( II )


ESPEJO I

DE tantas veces como me he visto

Pienso deberia conocerme

Pero me miro en el espejo

Y me cuesta conocerme

No me conozco.

Esa es la verdad

La verdad, dia tras dia
 

LUZ II

SUENA el despertador, lo apago

Abró los ojos, veo la luz

Dejo la ventana abierta

En casa, de niño, las ventanas siempre abiertas

No ajustaban, dejaban pasar la luz, el frio, la vida

Era. Es maravilloso

Si no viera la luz, no me levantaria

Pensaria lo evidente

Descanse por fin.

Suena de nuevo el despertador

Trato de levantarme No puedo

A cada paso, siento el eco, eco, eco

El eco me acompaña hasta llegar al espejo
 

ESTRELLAS III

HEMOS llegado a Calamocha

Vamos al Pilar, es de noche, pero antes

Tenemos una ilusion: ver las estrellas

Alli en Calamocha. El cielo esta cubierto

No se dejan ver

Al menos el fresco, el aire, te envuelve

Y te dice, estas en Calamocha


Y pienso, “aun con los ojos tapados

Sabria decir: estoy en Calamocha”



No, no sabria, si ya no me reconozco

Y Calamocha me es desconocida

No, no sabria.

Me asustaria. Tendria miedo

Miedo a no reconocerla

 

PROBLEMA IV

QUERIA contarte una cosa

Tengo un problema

Para que habre vuelto al pueblo

Pueblo, donde, me parece, todo son problemas

Si no es por San Roque, no merece la pena

No es nada, me cuenta, pero no se que hacer

Sigue a la suya, he de escuchar

Un problema tras otro

 

Estamos, todos, manteniendo varias conversaciones a la vez

Es de locos, pero yo solo lo veo a el, a mi abuelo José

A mi abuelo y sus problemas.

 

Que poco bulto hace pienso

Cuanto ha envejecido. En tan poco tiempo

Con lo que ha sido este hombre

Tiene los ojos hundidos

El habla entrecortada

Hace gestos con las manos

Antes no los hacia, y los hace como pidiendo ayuda

Tiene un problema, bueno dos, matiza. Bueno...

No lo reconozco

 

PERDIDO V

A veces no me conozco

Eso ya lo he dicho

A veces me pierdo

Eso no le he dicho aún

Me pierdo en el espacio

Y tambien en el tiempo

Esto tampoco lo habia dicho

 

Bajo la basura y la llevo a reciclar, sin papel, sin plastico

La basura de casa la dejo caer al contenedor equivocado

Bajo un lunes y me parece volver a casa un viernes

 

Me canso, y veo borroso

y oigo como debajo del agua

veo y oigo lo que esta y no esta frente a mi

 

Veo pasar gente

Y juego a ponerles cara

Como si yo fuera un espejo

Este se parece a, aquel a...

Y de pronto pasa alguien

Alguien, que ya no esta

 

Lo veo y lo saludo

Espero a mi Tia Nati

Ella dijo que pasaria

 Cuando yo le dije lo que veia

Y le conte aquello otro de:

Como acaba todo

No puede tardar en pasar a verme.
 
 

PROBLEMAS VI

¿TU que harias me dice?

Y se me para el corazon

¿Pienso?

Yo soy el hijo, yo debo recibir consejos

Yo no quiero darlos

 

Hace un rato me he dado cuenta

Los problemas no son de mi abuelo

A quien yo creia ver.

Tienes razon, le digo

Yo lo arreglare

 

ECO ECO ECO VII

SI el corazon me llevase

Y creo ya, me llevara

A mis noventa años

Con los cincuenta por cumplir

Lo vamos a aconseguir

 

Y aquella ley de la que me hablaba mi Tia Nati

Cuando yo le contaba lo que sé

No se cumplira

Y yo, yo volvere a Calamocha

Y subiran conmigo

Las gradas de la Iglesia.

 

Pero ya no se si eso es o no lo que quiero

Yo ya no soy de Calamocha

Lo he dicho alguna vez

 

CONTAR ESTRELLAS VIII

¿VER el cielo quereis’

Yo conozco todas las estrellas

De Calamocha

A todas les pusimos nombres

Alla en el Campo Aviacion

 

Te echabas a dormir

En los años de pastor

Con el morral de almohada

Las noches de verano

Mientras las ovejas comian

Sentias los esquilos. Veias la estrelles

Las contabas. Las nombrabas

 

A veces, el faro del Campo Aviacion

Te deslumbraba

Te tapabas, te tumbabas, las veias

Llamabas a las estrelles, por su nombre

Los esquilos dejaban de oirse

Te quedabas dormido

Profundamente dormido

Uno u otro iria a buscar las ovejas

Colin, el Rito, el Gato, yo... ninguno se canteaba

Y nos preguntabamos:

 

Si los pastores como nosotros

Que dormian del lado de Santa Bàrbara

Veian o no esas mismas estrellas

Que teniamos por nuestras

 

Este verano, una noche sin luna

Subiremos a ver las estrelles

 

DE VUELTA DEL PILAR IX

HACEMOS la paella en el corral

Debe ser que todo me molesta

Todo me incomoda

Me decia mi abuela

Mirala me dice, y me vuelve a pasar lo mismo

Veo ahora a mi abuela Rosa

Esta mujer no para

¿Que te parece el Arroz me dice?

Es mi madre la que habla, y a quien veo es a mi abuela

De nuevo veo lo que no veo

Ya esta bien asi

¿Le falta caldo, le bajo el fuego, que hago?

De nuevo pienso lo evidente

Aqui en casa, estoy para recibir consejos

No para darlos

Un hijo no puede dar consejos a una madre

Menos aun a la hora de cocinar

 

RECETA X

MAÑA que haces

Niño que me dices

Chica que no te das cuenta

De que me estas hablando

 

¿Te has tomado las pastillas?

Si

Anda a por el pastillero y mira a ver

A mi me parece que no

Pues yo a ti tampoco te he visto

A mi para lo que me queda

Dos años y un dia

Ya me da lo mismo

 

Pues sabes niño que tienes razon

Que estan aquí las pastillas

Que no me las he tomado

Y venga vosotros tomaros esto

Os sentara bien

 

Y nos saca membrillo

Segun la receta que en los viejos

Le dio Manoloelhusares

A mi padre

 

Y nos saca tambien

Una tarta

Segun la receta que le dio

La mujerdelmocete a mi madre

Un dia que se encontraron andando

¿Sabes quien son? Me dicen

Si apenas me conozco yo le digo

Estas recetas son las mejores

Olvidaros del pastillero.

Olvidaros de las recetas de Don Pedro

 

CAPAZO XI

VENGA, andaros ya

Antes de que se prepare

Y se eche a llover

Enganchais cada capazo de miedo

 

Y ella, luego ademas me lo cuenta

A las tantas cuando llega

Que si sabes que ha pasado

Que si sabes a quien he visto

Que si hombre que no

 

He visto y me lo ha contado

A ( ), la nuera de no se quien

Pero aun no sabes quien te digo

La hija de ( ), y el de la

Redios estas tonto o que

 

Anda maña, que se nos hacen las tantas

Ahi tienes la borraja escogida las acelgas cocidas

Vamos a cenar le digo

Y ella a lo suyo

Pues aun he visto y me he enterado de otra cosa

Anda maña calla

Que no conozco a nadie

 

Y a vosotros lo mismo os digo

Callaros y andaros

A donde os conozcan

 

EPILOGO XI

CALAMOCHA me duele, me ahoga, me quita el aliento.

Vengo ahora con más obligaciones, que otra cosa

No vengo por devoción

Los fantasmas del futuro me persiguen

Y a esos no los conozco

Me persiguen lo mismo que los recuerdos

Y aunque a estos los conozco, no todos son buenos

Ni aun dormir puedo

Esta tarde vuelvo a casa

Allí no tengo recuerdos que me persigan

Y el futuro tan solo es recordar

Que he de abrir los ojos a la mañana siguiente.

Lejos de Calamocha

Todo me es más sencillo

jueves, 1 de octubre de 2015

La realidad de las cosas (II) Acordes.

AQUEL concurso, rompió nuestros sueños de gloria, que tal vez no fueran si no pura vanidad por nuestra parte, resumida en la ilusión de llegar a la final y tal vez ganarla, lo cierto es que la teníamos al alcance de la mano cuando se nos escapó. Y se nos fue para mostrarnos como era la vida fuera del colegio, quien manejaba los hilos, lejos de las aulas y el buen camino marcado por nuestros sabios y prudentes maestros de la infancia, hilos manejados por los bancos, las multinacionales y la iglesia, a los cuales se les podía aplicar la propiedad conmutativa, esa que dice que el orden de los factores no altera el producto, por si alguien ya la ha olvidado. La culpa era de todos a un tiempo, y también nuestra ¿o no?.

Poco importaban ya que las palabras de la Maestra de Sociales se cumplieran, y que el Tutor, se mostrase abatido al final del curso, recogiendo el sentir del colegio, pues su reacción y la de todos en general resulto un éxito, a la vez aprendíamos la lección mayor que la escuela nos pudiera enseñar, aquella que dice que el esfuerzo no siempre tiene recompensa, pero que a pesar de ello, hay que continuar esforzándose, para qué, qué más da. Si te pones a pensar, en este caso, es peor. Lección que llevaba consigo aquello tan práctico y vital como es, no culpar a nadie, no buscar excusas, la vida sigue, qué más da lo que pasara.

El premio final para todos fue ver el mar, y para muchos iba a ser la primera vez que lo verían, definitivamente, en este aspecto, si que eran otros tiempos, y el premio el mejor de todos posibles, mejor incluso que ganar, o quedar segundos como mal menor, o mejor que disfrutar de la fiesta final en Teruel en medio de aburridos colegios cómplices, de pago y oración. Nosotros nos íbamos a subir al autobús, tres, cuatro, cinco autobuses, y un luminoso día de junio, el mismo en el que se jugaba la final a todas luces amañada,  carretera y toalla, en busca del mar en tierras de Castellón.

De madrugada al atravesar Teruel fue la última vez, hasta este año tal vez, en que nos acordamos, o me acorde, vete a saber el porqué, de aquel concurso, y comenzamos a cantar y animar al Ricardo Mallen y Calamocha al tiempo que lanzábamos toda clase de insultos de mayor y menor tono a los colegios finalistas. La autoridad presente hubo de pedir calma y algo de cordura, pues aquello ya había pasado, había que olvidarlo y nos esperaba un día magnifico. Como así fue.

Todo lo bueno se hace esperar, y el mar no iba a ser menos, así que antes de llegar a la playa y disfrutar de nuestra bien ganada libertad, de la vida en sí, ahora que ya sabíamos lo que era y nada ni nadie nos iba a impedir gozar de ella, debíamos de hacer algo educativo, cultural, había, de ello se trataba, que aprovechar el viaje, el mar como excusa sí, pero la ciencia como fondo, el saber que no ocupa lugar, como motivo del viaje.

Así que tocaba la obligada visita al museo de turno, el cual en mí, años después continua siendo, cada tanto, una pesadilla recurrente, aún me despierto soñando en mitad de la noche que estoy perdido y solo entre sus pasillos, rodeado de animales disecados, y la megafonía con sus aullidos a tope, gabache que siempre fue uno. Un día de estos, quizás me haga al ánimo y nos acercaremos a verlo, en fin, camino del Museo de Ciencias Naturales de Onda, previo paso a nuestro desembarco en las playas de Benicasim a eso del mediodía, dispuestos a quemarnos al sol entre las olas, sin crema, la mayoría sin toallas, unos en bañador, otros en calzoncillos, como se bañaba uno en el Pozo los Hoyos, aquellos años en que se puso de moda, horas y horas de sol, arena y agua, hasta llegada la noche y caer derrotados en el autobús de vuelta a casa, tan derrotados, que la mayoría no bajo del mismo a cenar al parar en aquel otro bar de carretera, claro que la mayoría además estaba ya sin un duro.



Antes de todo esto, como venía diciendo, paramos a desayunar, ¿dónde?, no lo sé, solo recuerdo que había un único camarero, para todos nosotros, ciento y la madre, deseosos de libertad, y beber, Pepsi, que allá por los ochenta y para nosotros era lo más, frente a la imperialista Coca Cola.

No tengo, no tengo, no tengo… además sois incapaces de diferenciar su sabor de la Coca Cola. Tal cual el camarero nos lo dijo cuándo le pedimos una Pepsi nada más bajar del autobús, nos dejó  para el arrastre, nos puso en nuestro sitio y nos sirvió entre sonrisas, mientras a regañadientes frente a él nos bebíamos la receta de la Coca Cola…

En medio del follón el camarero, servía, daba lecciones, cobraba, vigilaba y podía con todos nosotros holgadamente, se bastaba solo, habría sido un buen maestro de escuela, el local era inmenso, y aun siendo nosotros un montón, no dejaba escapar nada, no teniendo ningún problema para hacerse oír y atendernos a todos.

De pronto, al tiempo que con sorna, nos enseñaba los envases que nos había servido, y nos habíamos bebido con tanta desgana como premura, efectivamente era Pepsi, nos la había colado, nos había engañado con tanta maestría que no nos quedaron ganas de chartir más con él, pedimos Pepsi, nos dijo que no tenía, que nos ponía Coca Cola, nos sirvió Pepsi nos dio el cambiazo en nuestras narices, y nos bebimos nuestra Pepsi a desgana, creyendo que era la infame Coca Cola.

Eh vosotros los de la Pepsi, nos dijo, no os habréis quedado con ganas de más, al camero le iba la marcha más que a nosotros que al fin y al cabo, estábamos empezando, una cosa, venga, animaros que esto no es el fin del mundo, aquellos que no paran de dar mal, ¿son de fiar? Y señalo al grupo que había traspasado las fronteras del bar hacia los salones interiores separando los biombos.

Si, totalmente, y no sé si en aquel momento le dijimos la verdad, le mentimos, o le engañamos, como él había hecho con nosotros. Está bien, nos dijo y empezó a gritarles.

Eh vosotros, esperar, subir las persianas, retirar los biombos y encender la máquina, esto es un bar, no la escuela, aquí viene uno a divertirse, y la vergüenza se deja en casa, vosotros pedir lo que queráis.

Y ahí me quede, ya solo, observando, lo que vino a ocurrir a continuación, y que aún recuerdo cada cierto tiempo, más aún cuando oigo la canción que sonó, para asombro de propios y extraños instantes después, asombro de todos o de cuando menos, mío.

Fue, lo ocurrido, toda una lección por parte de los tipos duros del colegio, de las chicas malas, de los eternos repetidores, y demás calamochinos que parecían haber elegido el camino del mal, aquellos que se asomaban precipitadamente a los años ochenta dispuestos a comerse el mundo, sin importarles nada, sin casi vergüenza, sin ningún tipo de reparo. Lo mejor de cada casa, chaquetas vaqueras, alguna de cuero, que más daba el calor, pelos largos, coletas de torero, imitando a Miguel Bosé, parches en la ropa, muñequeras, collares,…

Todos ellos, allí reunidos frente al mundo que apareció tras los biombos que separaban el bar de la pista de baile del restaurante aquel, menudo descubrimiento, pista en la cual reinaba con luz propia una gramola, una maquina con discos, de esas en las que metías cinco duros y elegías dos canciones, o quince pesetas, y una. Se imponían, las matemáticas prácticas, y la búsqueda de cinco duros.

Les costó lo suyo encontrar los cinco duros, ninguno, como es normal, quería soltar la pasta, al final, tras muchas idas y venidas, lograron reunir el dinero, pero si aquello fue costoso, ponerse de acuerdo en las canciones a elegir, parecía no tener fin. Para gustos los colores, y esas cincuenta o sesenta canciones que solían tener esas máquinas no parecían las suficientes como para hallar las dos que contentasen a tanto inmaduro marchoso preadolescente.

Se oían nombres, de grupos y cantantes, se oían canciones que unos y otros proponían, pero el tiempo pasaba, y de un momento a otro nos iban a llamar para volver al autobús. Finalmente, dejaron caer los cinco duros, y pulsaron las letras y números correspondientes, mientras yo esperaba oír lo que por su forma de vestir y modales transmitían, rock cañero, Leño, Coz, Miguel Rios, Kiss, los Rolling, quizás Grease o Tequila, cuyas canciones uno u otro había pedido. El silencio se apodero de ellos, y al tiempo de todo el local, cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de la canción y todos al unísono rodeando, casi abrazando la máquina, comenzaron a cantar.

A mí, que observaba todo desde una prudente distancia, y que por supuesto, les negué el duro de rigor, de lo cual me arrepentiré siempre, a mi, es como si de pronto el mundo se me hubiera venido encima, ni en un millón de años hubiera logrado adivinar la canción que finalmente eligieron para sonar en primer lugar, y no, no se trataba ni de un error, ni de un gracioso al que se le hubiera ido la mano y puesto la que no tocaba. Habían elegido, para eso se habían tomado su tiempo, lo que les había dado la gana. Comprendí aquel día muchas cosas, entre ellas, que los rockeros también lloran…

Así empezaron a cantar, todos a una, siguiendo el ritmo de la gramola, comiéndosela literalmente con sus voces de menos a más:

Cuando el silencio ensordecía el sentido de mi vida
y quería volver a nacer.
Cuando la cabeza me estallaba con palabras enredadas
y quería volver a nacer.
Era cuando te necesitaba y acostado con mi almohada,
imaginaba tu amor.
Luego, ya metido en tus entrañas, despertaba y tú no estabas
y quería llorar. 


Por dios, habían puesto Acordes, una canción de Los Pecos, el grupo de chicas por excelencia, no me lo podía creer, y además se sabían la letra, de pe a pa, y llegado el estribillo alzaron la voz y cantaron a todo pulmón… 


Yo me dormía y al rato moría por estar ausente de ti,
al día siguiente nacía y luchaba por sobrevivir.
Luego al verte sonriendo con cara de felicidad,
yo te maldecía y odiaba por no haber estado allí.

Por dios, una vez más, los tipos duros de clase, no solo las inalcanzables chicas, también los tios, cantando aquello que a todos nos producía un rechazo absoluto, pero como era posible, pero que tipo de rockeros eran estos… que vergüenza, a mí jamás se me habría pasado por la cabeza gastarme el dinero en Los Pecos, aunque me gustasen, y menos delante de todos, qué iban a pensar de mi. Pero no había duda, Los Pecos nos gustaban a todos, chicos y chicas, buenos y malos, yo también me sabía la canción, el rock podía esperar. Qué más da lo que piensen de ti. Gran lección. Y aún quedaba, lo mejor, aun quedaba por sonar la segunda canción tras el éxtasis colectivo que supuso el entonar entre todos calamochinos los Acordes de los Pecos.

Llegado el silencio a la gramola, tras el éxito de Los Pecos, se oyó con claridad, “cinco minutos y nos vamos”,… cundió la decepción, ahora que empezábamos a pasarlo bien, teníamos que irnos, mientras los rockeros seguían a lo suyo, esperando que la gramola volviese a sonar.

Los compañeros de aquel viaje y de otros muchos, llamados a liderar la noche calamochina de los años venideros, de la movida, recorriendo el Brindis, el Misa de Doce, el Nebraska, la Albonica, Las Vegas y sus mil nombres, y otros nobles garitos más, pedían silencio a todo el bar, para dejar que las notas de la gramola se oyesen a todo meter, creciendo la expectación en torno a cuál sería la siguiente canción.

Mi sorpresa ante lo que comenzó a oírse, fue también mayúscula, cuando todos a una empezaron, empezamos a entonar el Don Diablo de Miguel Bosé. ¡Ah!.Y ahí, acabo, o comenzó todo, aún estoy en ello. La movida calamochi entre nuestra generación, los años ochenta, en un bar perdido camino del mar.

Hoy, cuando en la radio, en M80 dicen aquello de la siguiente canción ochentera Acordes de Los Pecos, se la dedicamos a ( ) quien nos ha llamado desde, ( ) siempre tengo la esperanza que terminen diciendo desde Calamocha. *


Fin

Poco después Barón Rojo cantaría aquello de Los Rockeros van al infierno. Evidentemente era solo una frase, y mentira además. Nos veremos todos en el cielo.



Ni que decir tiene, en el coche, llevo la música de Los Pecos, y si también, algo, bastante de Miguel Bosé, guardada en la carpeta de los grandes éxitos ochenteros del Rock and Roll Español. Toma ya.

Aqui la primera parte de la historia: 

http://recuerdosdecalamocha.blogspot.com.es/2015/02/la-realidad-de-las-cosas.html