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miércoles, 28 de mayo de 2025

Tierra Calamochina V

 Como cada año te escribo esta carta padre, quinta ya, desde que marchaste a la Cañadilla para entregarte la crónica de los últimos meses, aunque este año, me temo será diferente: “Ahora solo muy de tarde en tarde voy a visitarte al cementerio, donde ya no hay huecos alrededor, no quiero que la menor sombra profane tu recuerdo, imaginando que la madera de tu caja se habrá carcomido ya, que tu carne… Quiero rezar por ti, o, mejor dicho, rezarte a ti.” JM Gironella

Veo las fotografías de aquellos días pasados entre acabar la universidad, las oposiciones, la mili y el trabajo, cuando tu tenías mi edad de hoy, tu subido al camión de Hernandez, y mama limpiando en el instituto; Y en ti me reconozco 



En realidad, pienso que aquello sucedió ayer mismo, pero me engaño una vez más, y resulta un ayer muy lejano. Moriste a causa de la edad, de viejo y agotado, y yo sin embargo aun sigo siendo el niño al que aupabas a tocar el timbre de casa y se creía inmortal a tu lado. 

Ahora soy consciente de que no es así. Este año me he dado cuenta de ello un poco más si cabe. Yo y cuantos me rodean no dejan de gritármelo una y otra vez, sobre todo mis hijas, tus nietas. Pero también las personas que te conocieron y aún recuerdan y me cuenta momentos vividos junto a ti y te mandan todos los besos del mundo… Pero ¿Qué nos ha pasado? Esa es la pregunta que no cesa, aunque la respuesta sea sencilla: Ha pasado el tiempo.

Mosén Alejandro te recordó por San José. Te hizo una misa aquí en Castellón, y fuimos todos con mama, quien surca los caminos del olvido con paso de gigante. Para ella ir a misa, es como aquellos días en los que esperabais la noche de la Verbena del Comercio, en la víspera de San Roque: Todo un acontecimiento. 

Después de años y años, toda una vida, el verano pasado volví a Singra y pude verte en el apeadero junto a mama. Ella con un niño en brazos pensando que se iba a morir sin llegar al año, el agua y la piedra, las ramblas os impiden seguir y aparcas y lloras en la DKV de los Piensos Z, a la espera de que escampé y de un milagro: Que quien un día será cronista no deje de respirar. 

Aquella vuelta me ha traído hasta lo que hoy escribo. Allá por navidad Ángeles, la del Tío Loreto nos regaló un cardo, pero lo mejor fue la conversación: “Te duele, y es normal, pero piensa que ya estás solo, que antes todos esos quebraderos de cabeza los llevaban tus padres, y reconócelo, te daba lo mismo, ahora te toca a ti, y esto va muy rápido, cuanto antes aprendas a dejarlo estar, mejor, esto se acaba para todos”

Me despido, no sin antes mandarte los abrazos y los besos que me dieron esta Semana Santa Salvadora y Paco… “¡Jesusin…maño…no te vayas, dame otro abrazo!” Uno de esos instantes, otro más, que vale por una eternidad. De no haber salido de su casa acompañado de su hija y marido, me habría derrumbado allí mismo en su portal; Todo te tiembla cuando tienes miedo a perderlo. La procesión del Viernes Santo vestí con el Hábito del Patre, del palo del Agapito, pero no estamos para comedias. En casa hacemos corto con todos los que hay, ¡si vieras al Nazareno, hasta banda de música llevamos! Inocencio no cabe en sí de gozo…fue muy especial para mí, y para ellos y lo mejor la conversación en la calle Enmedio, en la rambla Bañon, los días de lluvia debe ser bonito ver el agua pasar mientras no se ponga la cosa fea pues ya no estamos para correr y en fiestas será imposible pegar ojo con la Peña la Unión, aunque a esa edad ver disfrutar a la juventud, te hace revivir y muchas cosas ya han dejado de importar, y sol tienen todo el del mundo, en frente no hay nada construido, en aquel vergel que fue la cerrada Sancho donde saltabais de zagales a mangar lo que podíais antes de ir a sacar las ovejas.

Siempre nos quedara la tierra calamochina, principio y fin de nuestros días, esa que la familia nos enseñó amar… Espero el día de vuelta, llamar a Antoñin y bebernos el mundo…”sobrinos, no sé qué hostias nos ha pasado, pero entre todos tenemos muchísmos años, y yo más que ninguno, anda pide otro Borsao, la botella entera, sin escasear que diría tu padre”

Publicado en El Comarcal del Jiloca, Mayo 2025

jueves, 1 de mayo de 2025

San Google

 

Ya con la hora cambiada el Vía Crucis del Domingo de Ramos se anunciaba a las seis de la tarde. Como de costumbre habíamos quedado un rato antes de cara a ponernos al día y poder darle matarile a cualquier sorpresa o imprevisto que más de medio siglo, como llevamos, de procesiones nos pudiese acontecer.

Momentos antes nos vestimos de Nazareno, con la misma emoción, más si cabe, (por la tradición familiar que atesoramos, aquí ya hablamos de siglos), que cada catorce de agosto lo hacemos de blanco. Tal cual me asome a la ventana comenzó a llover.

No quedaba otra que tomárselo con humor. Enfilar cara la Balsa a caballo, como buen calamochino con el coche y agarrar una buena chupa para alcanzar las gradas de una iglesia aun cerrada. A la derecha cobijado bajo el portal de la casa cuna de la mitología del azafrán del escritor Bernad Polo se encontraba en cuerpo y alma presente el Señor Don Antonio Pamplona Perisé, Primero de los Nazarenos. “Sobrinos, ya os he dicho: iba a llover. Hoy ya no es aquello de “será lo que Dios quiera” si no lo que leemos en Google. Debemos ponerle un paso, crearle una cofradía”

Roto el silencio a escape nos guipo y sintió Mosén Paco quien salió llave en mano y nos abrió las puertas. Nos echamos unas risas a falta de algo mejor y en cuestión de segundos comenzó a llegar el resto de los parroquianos. 




La escena se repite, cada tantos años llueve y la procesión se realiza dentro de la iglesia siguiendo las cruces dispuestas en sus paredes. La Dolorosa y el Nazareno esta vez se colocaron a pie del altar, no se cantearon. Los estandartes y la cruz procesional que portaba Inocencio López iban de estación en estación, y cada tres, tocaba la Banda de la Cofradía del Santo Cristo, apostada entre las gradas y el interior de la iglesia, sin perder de vista ninguno el cielo de la nave por temor a los desprendimientos, necesita un repaso explico con resignación cristiana Mosén Paco quien tiraba del rebaño de los 14 futuros confirmandos que arreaban detrás de Inocencio. Cada uno leyó una estación, un folio, unas bonitas palabras de una iglesia que parece renovarse, ¡qué remedio le queda! o nos queda. Ganándose así el cielo por muy jóvenes que aun sean. “Paco al próximo año, ese folio déjalo en cuarto y mitad” le sugerí, le ordene, ya no recuerdo. Los cofrades permanecimos junto a nuestras imágenes, con la cara descubierta y los fieles repartidos por los bancos pudieron disfrutar de un entrañable, emotivo y bonito momento de oración. Por supuesto dejo de llover nada más se decidió no salir a la plaza y encarar el callejón de los muertos. Al comenzar ya lucia el sol, ¡y que sol! dada la normal orientación cristiana de la iglesia los rayos del atardecer entraban directos hacia el altar, iluminando los rostros de la Dolorosa y el Nazareno. ¡Ver para creer! uno no cabía en sí de gozo, había que estar allí, y el cronista lo estaba para contarlo. 

Inevitable en aquel precioso instante acordarte de los mayores y sonreír, sobre todo del padre del portador de la cruz procesional: “Maños, podíais haber heredado un par de yuvadas en la Retuerta o mejor en la vega, o un par de cubanos llenos de zafrán ya tostao en el granero pero vais a heredar el Nazareno… No sabéis la suerte que tenéis” Aquella tarde sus palabras tomaron sentido, solo siendo cofrade puedes vivir una semana santa así, y desgraciadamente no todos lo son, no es como en San Roque que quien más y quien menos participa de un modo u otro, una lástima. Más cuando la soberbia Banda de la Cofradía del Santo Cristo se doctoro e hizo sonar tambores, bombos y trompetas de un modo extraordinario, acompañados de una acústica celestial que acabo haciendo del Vía Crucis un acto verdaderamente hermoso. Así pues, ojalá quiera San Google que al año que venga, vuelva a llover.   

 

Publicado en El Comarcal del Jiloca el 25 de abril de 2025