viernes, 21 de septiembre de 2018

El Otro Barrio


Aunque fui a nacer en el Barrio de las Escuelas por estas mismas fechas hace ahora tan solo cincuenta años. Los primeros meses de mi vida vine a vivirlos en El Otro Barrio, fueron tan solo dos o tres años que ya nadie alcanza a saber con seguridad cuanto tiempo fue, ni aun importancia tiene. Hasta que por fin un día nos trasladamos a vivir al Barrio, a la casa de mis abuelos, casa que ya era de mis padres.

Fueron aquellos unos instantes de mi vida de los que no tengo ni un solo recuerdo propio, todos son adquiridos, contados por mis padres, familia y aledaños, recuerdos que junto con un par de fotografías de aquella hoy vieja y entonces digamos nueva casa, es lo único que hay. Casa aquella, cosa extraña sin portaladas ni cochera abierta a la calle, pintada su fachada de un blanco inmaculado casi en su totalidad rematado con un zócalo azul marino, colores de los cuales el tiempo ha ido dando buena cuenta, tal cual aún puede verse hoy. Mismos colores que eligieron luego mis padres para la fachada de la casa de mis abuelos una vez reformada de arriba abajo y lucida la piedra original a cemento y tierra, vieja fachada desde el mismo día en que la levanto aquel caprichoso albañil de Caminreal que tan buen gusto tenia a decir de mi abuela Rosa a mediados de los cuarenta una vez acabada la guerra. Fechas aquellas en las que las casas del Barrio una tras otra se fueron levantando confiando sin equivocarse quienes nos precedieron en que llegaban otros tiempos.

¿Por qué le dicen Barrio si tan solo es una calle? Era la pregunta a la que siempre respondimos de la misma manera. Porque lo es. ¿Y qué más da? después de tanto tiempo como llamemos o no a las cosas, más aún a aquellas que tienen vida y más todavía si seguimos llamándolas como siempre se han llamado.

Así la calle de las Escuelas siempre fue el Barrio, la Calle Nueva el Otro Barrio, como si ella misma fuese el otro mundo, la eternidad, y la calle Ensanche, el Tercer Barrio, simplemente porque después del uno va el dos y luego el tres y más allá de la eternidad no está claro que haya nada ni para bien ni para mal. Fue al acabar el jaleo cuando uno tras otro se fueron levantando los Barrios y así una calle dio paso a la otra y esta a otra hasta un total de tres que conformaron el universo de nuestra niñez.

Aquellas tierras de eras y vega fueron convertidas en casas mientras el secano permanecía eternamente yermo, nada nuevo. Poco a poco todo se fue poblando y vivía tanta gente en cada calle que conformaban un Barrio en sí. ¡Qué grande llego a ser el Rabal! Calle Ramon y Cajal su calle principal, el Rabal de Calamocha. Así la llamaron a petición de los propios vecinos, quienes no dudaron en invitar al mismismo Don Santiago a su inauguración, aquello iba a ser algo grande, un premio nobel en Calamocha, finalmente por motivos de salud no pudo asistir y mando una carta de agradecimiento según pude leer días atrás. Cuanta vida tras sus muros y en sus calles guardo el Barrio Alto hasta hace tan solo unos años. Nosotros mismos en la Calle Escuelas teníamos por un lado el callejón de los Condas que partía el Barrio en dos, y por otro y más allá, los maestros y hasta los civiles, muchos de ellos tan de paso que nadie los recuerda, venga gente y mas gente, vacías las calles de coches llenas de zagales jugando.

Supongo que el Otro Barrio se llamó la Calle Nueva por que vino después de las Escuelas, pero nunca comprendí muy bien porque el Tercer Barrio se llamó el Ensanche supongo que a imagen y semejanza del ensanche barcelonés que salía en los libros del colegio, eso sí con décadas de retraso y más aún cuando aquel Tercer Barrio era una calle de principio a fin recta y más nueva, por el contrario el Otro Barrio, el segundo, cara el rio era y es estrecho y luego se va ensanchando.
De pequeño cuando iba a por la leche las noches de invierno y giraba el cuartel a veces daba miedo llevar la vista al final de la calle donde se ensanchaba cara la costera con el Santo Cristo a oscuras o medio oscuras, el fin del mundo mismo y el infierno sin más las noches de hoguera cuando para Santa Lucia o tal vez San Antonio, el Otro Barrio se llenaba o eso me parecía a mí de hogueras y trápala, sin importar el mucho frio

Los ya pasados días del Santo Cristo fui de un Barrio a otro como cuando era niño, me falto tal vez eso si la bicicleta ¿cómo era posible que lográsemos circular por las aceras de un Barrio a otro? sin caernos y apostatásemos por ello, me flato también alcanzar a poner pie en el Tercero, el cual por cierto me pareció estaba lejísimos y no me atreví a llegar hasta él. Sentí por primera vez que mi pequeño universo de la infancia comienza a parecerme infinito. Del Primero al Segundo por el Cuartel o por la esquina de Inocencio con sus árboles e inmensa acera allí donde comenzó el Pilero, una y otra vez, camino de casa de Joaquín.

Fue entonces cuando los recuerdos aparecieron mientras entre todos quemada ya la hoguera intentábamos revivir aquellos días que nos son imposibles de alcanzar, aquellos días de la perdida niñez.



Aunque el Guardia Civil seguía vestido de verde era fácil ver que aquello no era el uniforme habitual, iba también descubierto sin tricornio y sudaba como todos, de modo que desde la calle parecía una persona normal y hasta agradable a la vista, mucho más agradable que cuando atravesaba el Barrio junto a la pareja, capa y mosquetón camino del Minino y más allá del Peirón los días de invierno. A su marcha, era evidente que aquello no era lo suyo, a su marchica y poco a poco con unas enormes tijeras de podar en la mano y otras más pequeñas a mano para los troncos gordos, esquilaba al tiempo que emparejaba los setos que desde hacía años orlaban el cuartel. Tenía de este modo el civil un aspecto más normal, por decirlo de alguna manera fácil de entender se le veía jodido, mas humano, mas accesible, unos y otros que pasaban por allí no perdían la ocasión de saludarlo y animarle. 

Buenos días Señor Guardia. Buena falta le hacía y venga que ya no le queda nada y a la tarde cuando baje el calor a regar, que no le falte agua, que se emboten bien. Este Capitán está en todo. Lo va a dejar usted como un vergel

Buenoz diaz zeñor, muchas gracias, me lo habrá mandado el Capitán, pero esto zeño zerá cosa de la Capitana que le gustan mucho las flores. Que faena maz mala ¡No se acaba nunca!

Las ramas recién cortadas caían sobre la acera y dejaban una alfombra verde conforme avanzaba el guardia en servicio de poda que unía los dos Barrios, todos los setos a la misma altura le daban un aspecto señorial al rojo edificio del cuartel, donde Emili Bayo situó el final de su novela Tan tuyo como tu muerte, los arbustos de las atalayas una vez podados terminaban de darle una imagen casi mágica. En la faena al civil de turno se le iba todo el día y a la tarde aún de uniforme antes de arriar la bandera y cerrar las puertas a eso de las ocho, otros salían y le echaban una mano, limpiaban, regaban y charraban con quienes por la calle pasaban y admiraban el trabajo.

Los días de poda a la hora de pasar al Otro Barrio a casa la Teresa a por la leche, aprovechaba y creo recordar, si bien la mayoría de las veces solo recordamos lo que nos hubiera gustado haber vivido, caminaba sobre la minúscula acera pasando la mano por lo alto de los arbustos recién podados, olía a verde, a tierra, a vida y yo con tal que alcanzaba a ver lo que había al otro lado seguía mí camino, resultaba tranquilizante hacer aquello mientras me cegaba el sol de la tarde que se ponía. Al pasar junto a las puertas con respeto y miedo a partes iguales me separa de la acera no fuese a ser que me llamasen la atención, un momento después ya en el Otro Barrio volvía a tratar de alcanzar los setos, pero allí, la distinta orientación y el nivel del suelo hacía que fuesen casi inalcanzables para un niño mientras oía a las civilas, siempre en grupo caminar al otro lado en mi misma dirección, charraban alegremente con su cariñoso acento y yo aligeraba el paso para llegar antes que ellas cuando ya saliesen a la calle junto a los viejos cubos de basura, aquellos bidones metálicos cortados en dos con sus cuatro asas con todos los gatos del Rabal y algún  perro en armonía allí sentados aguardando la cena. A la espera de la leche, guardaban silencio, Teresa nos despachaba a escape y en medio de tanta faena como tenia, lo que menos parecía apetecerle era dar conversación, por el contrario, si Miguel aparecía por el patio o la cocina, no dejaba perder la ocasión de provocarlas.

Cuando estos días atrás recorrí ese mismo camino pensé que muchos de aquellos setos seguían allí desde el primer día, dicho de otro modo, eran más viejos que yo, pero hoy resulta evidente que todo es distinto a como lo conocí y asimismo bastante impersonal, a ratos hasta feo y triste, aunque feo no creo que sea la palabra, pero de bonito vi ya más bien poco. Ahora hay una valla, otros arbustos, setos de otras clases que semejan a cipreses, tierra sin nada y todo a tajo parejo, sin podar, a la espera de que llueva, a la espera como todos, del fin de sus días. Hasta la acera me pareció que no era la misma por donde de crio con la lechera en la mano caminaba hacia el Otro Barrio al atardecer, me pareció del todo imposible que nadie nunca haya podido hacer uso de ella. Hoy en buena parte es un camino de tierra de apenas dos palmos, hasta el rojo del ladrillo de su otrora regia fachada me resulto de un blanquecino fantasmal, cuasi mortal.



Camino de los restos de la hoguera me pare por un momento frente a la casa del Otro Barrio donde dicen vivimos, la luz hoy amarilla de nuestras calles antes era blanca, y eso lleva años despistándome. Así, la noche de hoy no es como yo recuerdo las noches de la infancia, es distinta, aquella luz blanca, convertía la noche de la calle en un lugar donde el tiempo parecía detenerse, invitaba a quedarse quieto a la fresca en verano y charrar y contemplar, o andar con suma tranquilidad en invierno dejando que el frio te hiciese sentir vivo frente al azul oscuro del cielo despejado, cielo raso de hielo, visibles sus estrellas. Ahora el amarillo brilla con fuerza y te ciega, te obliga a bajar la cabeza y hasta te impide levantar la vista para ver las estrellas sea invierno o verano. ¿Qué recordar frente a la casa?

Si recuerda mi hermano algo, el corral, un columpio que nos construyo mi padre aprovechando un árbol o tal vez bajo la viga de la bardera, los cubanos entre los que jugábamos. La calle y los amigos de su misma edad, cuando todos los barrios rebosaban vida, Manuel, Ernesto y la foto en un caballo de juguete sobre la acera, Pedro un año mayor. Pero todo nos lo han contado. Once días después de nacer yo, nació Joaquín, pasé con mi madre a su casa a verlo y fue el primer amigo que tuve. Entonces vivía a unos metros de donde luego viviría, también de alquiler bajo una sencilla y majestuosa fachada de piedra aun visible.

Por aquellas fechas justo unos años antes mis bisabuelos la Tía Martina la navarretina y el Tío Perico el Royo habían vendido la casa justo a unas puertas de donde ahora vivíamos, era la casa donde paso los veranos su nieta Pilarin, la Boneta, y su bicicleta, también tenía una avioneta pero eso ya lo conté y aquel es su Barrio, siempre lo será y lo recuerda. “Aún conoceré al bisnieto” decía el Tío Perico y así fue, nació mi hermano, lo conoció y como esos pocos afortunados que pueden elegir cuando morir, se dejó morir, con la navarretina pasaría algo similar, nací, me conoció y se marchó.

La Tía Matea su cariño y sonrisa como la abuela de unos y de otros y la casa de la Tía Presen con la puerta siempre abierta para que nuestras madres nos pudiesen llevar a ver los machos los días de las pataletas y comer allí en la cuadra. Caballerías, vacas, ovejas, en aquella calle siempre hubo de todo, solares yermos donde explorar, casas de piedra que aun hoy están y que a nuestro juicio nos resultan monumentales, casi cual catedrales. Queremos que nada cambie, también queremos que quienes en ellas vivieron, vuelvan. A ellos y a ellas a quienes ya casi ni acertamos a recordar ni aun poner cara ni nombre tratamos de ver la pasada noche de la hoguera, casas grandes, casas pequeñas, viejas y nuevas y la Casa de Serrano con el camión que entraba y salía poniendo fin a una era. Hubo un año que allí en el almacén de Serrano entrando por el muelle al llover se celebro la verbena del Santo Cristo, era un Barrio inmenso. ¡Cuanto por recordar y que bonito nos sigue pareciendo todo aquello que hoy creemos ver que esta en sus últimos días!

Quieto frente a la casa donde viví los primeros años de mi vida trate de recordar, de imaginar mis primeros pasos, mis primeros paisajes por así decir, yo y la casa, la casa y yo, el lugar donde dicen vivimos el ultimo terremoto que se dejó sentir en Calamocha cuando recuerda mi madre, la cuna en la que yo dormía se movió del sitio, mi madre lo vivió a mí me lo han contado y ahora yo lo cuento, dicen que así es la vida.

Allí quieto sin importarme la amarilla luz cegadora que hoy hay frente a la de entonces, deje de oír la música, me distraje, trate de verme allí años atrás fuera y dentro de la casa, pero nada, no pude recordar absolutamente nada, tan es así, que para mí es como si jamás hubiera vivido allí. Sentí pena de mí mismo si nada que recordar de un Barrio tan bonito como aquel. El Otro Barrio el del más allá, el de la eternidad.

Finalmente, oí mi nombre desde la esquina de Serrano y me marché, aquello parecía no tener sentido.

viernes, 24 de agosto de 2018

San Roque en noviembre


En el año 1918 hubo en Calamocha dos fiestas de San Roque, una en agosto, y otra en noviembre. Afortunados ellos, aun en su desgracia, de ver salir al santo y poder bailarle dos veces en un mismo año. La gripe fue la causa, la gripe española de la Gran Guerra que los calamochinos en su eterno empeño por arreglar España y el mundo trataron de solucionar por medio de su santo. Y así como recuerda quien se le contaron y también como dicen las crónicas, sacaron de nuevo en noviembre a San Roque esta vez para que pusiese fin a la gripe como lo había hecho con la peste unos años antes. Se cumplen ahora por tanto cien años de aquellos insólitos sanroques. Afortunadamente cien años después parece que no hay motivo alguno entre las desgracias para poder sacarlo de nuevo en noviembre, mes donde muy probablemente hasta la climatología sería mejor que la vivida en agosto, tampoco parece haber motivo alguno entre las alegrías centenarias para poder así conmemorar tan entrañable como raro hecho.

La noche del 13 hacía fresco, ni un alma por la calle cuando perdidos salimos a tomar algo de la mano del Dichero Olvidado pensando que el pueblo herviría en fiesta, nada más lejos de la realidad, hablamos por supuesto de lo que él quiso, Don Jesús es una de esas pocas personas, afortunadas ellas y nosotros, a las que hay que dejar hablar incluso cuando lleva poca o nula razón, o a consecuencia de la edad, vuelve a repetirse una y otra vez. Habíamos llegado a Calamocha a la hora de comer y esperado a que el sol dejase salir de casa para pasear por el ya obligado y esperanzador trayecto que se abre entre la Fuente del Bosque y la Huerta Grande  el camino junto al rio de la Calamocha de la esperanza, donde lejos de las redes sociales pude por fin saludar a Bea Ballestin y familia, y quede con ella para acercarle un regalo, la eterna novela por escribir, la vida de mi Tía Nati, ya leída por Conchi, Emilita, la Boneta, y por supuesto mi hortelano de referencia Pascual. Seguro de alguien me olvidare, ya me va siendo imposible recordar a tanta gente como saludo.

Finalmente terminamos la tarde en El Rincón de Luis, donde pude saludar a Joaquín Serrano y mandar recuerdos para su hermana, quienes están conmigo en el blog desde el primer día, años ya. Allí había quedado con  JMDJ, charramos un rato entre unas copas de vino blanco, cuando ya comenzaba hacer fresco. Calamocha en la literatura contemporánea fue el tema, sin duda apasionante, todo lo que huela a granero lo es, ver impresa la palabra Calamocha en libros y autores de otros lugares es muy de agradecer y lo vamos hacer.



Días antes de comenzar las fiestas fuimos conociendo los detalles y la verdad sea dicha no cundió el entusiasmo a través de ninguno de los cauces habituales. Como estrellas llegaban de nuevo y una vez más Los Inhumanos, posiblemente actuaban por quinta vez, y no hay quinto malo dicen, mismo camino que lleva Jesulin quien de nuevo llegaba como primer espada a la monumental calamochi y van dos. Además, gracias a las nuevas tecnologías que poco a poco van sustituyendo a la religión, daban frio y lluvia y por tanto el desánimo era manifiesto antes de empezar.

Más allá de los augurios y dentro del bono, un par de espectáculos musicales con los ochenta como base, por fin nos libramos de los tributos y ¡cómo no!, pompas y magia, sin duda alguna esto último casi lo mejor con permiso de La Banda del Otro y su magnífico espectáculo. Volvíamos a los ochenta, pero segundas partes no siempre fueron buenas.

Y amaneció el día 14 de agosto en Calamocha, el mas esperado del año con permiso de San Roque y lo primero que hicimos fue mirar al cielo a ver si caían capazos de sol o de lluvia o ¿por qué no? puestos en lo peor nevaba, las horas se hicieron eternas hasta la llegada del chupinazo. La Peña La Unión tuvo la genial idea de disparar en la hora previa 50 Salvas, una por cada año, cohetes verbeneros sin más, tan molestos quizás como las salvas, pero sin el brillo ni elegancia que tal vez merecía el momento. Como son jóvenes y vivirán el centenario le pondrá remedio a todo, pues a ojos de un extraño, de alguien ajeno a la Peña ha faltado algo en tan redonda fecha, algo con el pueblo y los viejos peñistas como protagonistas.

“Calamochinas”, grito en primer lugar la Mantenedora desde el balcón del ayuntamiento momentos antes de que sonase por fin el cohete anunciador, Maria Angeles también cumplió los 50 años y estuvo sensacional, volvería a echar Dichos y le echaron unos cuantos y ahora ya todo el pueblo espera que se cumplan y reparta el gordo de la lotería. San Roque dirá.

Es el momento del encuentro con unos y con otros, parece haber mas gente que nunca y la fiesta llega a todos los rincones, saludos y ausencias, nada nuevo, salvo que me encuentro con Pepe Tomas y nos ponemos a charrar de un tema que realmente nos apasiona, y que no es otro que la eterna Calamocha y así me pone tras la pista de lo que puede ser un bombazo, toda una historia de amor, he de darme prisa en acabar de leer Orgullo y Prejuicio de todas formas no conviene ilusionarse sin haber estudiado todo antes, y para eso esta el invierno y los días lejos del pueblo.


Siguió la fiesta con la carroza a la cola, ese velador, confesionario, mirador, lo que fuese, todo glamour y encanto lleno de un puñado de valientes que se echaron el pueblo al hombro y lo representaron de un modo estupendo, camino del Peirón y los pañuelicos sobre el monumento. Luego la charanga, que no San Roque a este ya no se le espera, se encamino un año mas hacia ese pueblo durmiente y silencioso en que se ha convertido la Rabal de puertas y ventanas cerradas y calles desiertas, ya están prácticamente todos descansando juntos allí donde reposan los mejores calamochinos, Rabal casi ajeno a la fiesta de no ser por ese instante charanguero y el titánico esfuerzo de los cabezudos por llegar a todos los rincones amen del templo del vermú el Minino. Acompañe en su salida por dos veces a la Comparsa y hay que reconocer el trabajo y la ilusión que derrochan. Batalladores bajo el sol, la dulzaina y el tambor, vara de avellano en mano, llevan la fiesta a casi todos los rincones en esas horas del centro del día donde cae el sol de lleno y no apetece otra cosa que no sea el careo del bar.




A las ocho y por primera vez en ese horario jotas. Llenazo hasta la bandera y otro éxito que se apunta con razón o sin ella el Dichero Olvidado. Cuando el año pasado tuvo la osadía de presentar su libro a esa misma hora y día escucho de todo menos bonito, y lo hizo si más, con el fin de que la gente mayor sentada tuviese un lugar donde pasar el rato. Fue todo un éxito aquello y las jotas y es de imaginar que han llegado para quedarse. Tan ese así la cosa que la presentación de la segunda parte y fin de la trilogía Los Días del Jarbe que inicialmente había previsto para ese día, la pospuso sine die al saber que el ayuntamiento había programado las jotas. Toda una maniobra genial para silenciar a Don Jesus al menos en fiestas.

Un rato después no me quedaba otra, ni a mi ni a nadie que no fuera marchar hacia la plaza de la iglesia como se hacia en el siglo pasado a ver el concierto de Los Inhumanos, tras tomar un pacharán casero con Reme y compañía en la Balsa frente a la peña cuyo balcón no descansa ese día y está más concurrido que el del ayuntamiento.

“Buenas noches Calamocha hemos vuelto” dijo el cantante al comenzar el concierto. Y fue como volver a tener a veinte años, ósea terrible, sinceramente estamos mejor ahora, al menos nosotros, el tiempo ha pasado para todos pero no sé si para ellos un grupo que ya cuando venia nos hacia una ilusión tremenda pero siempre nos quedaba la idea de que cualquier orquesta de verbena tocaba sus canciones mucho mejor que ellos, pero ahí estaban los auténticos, que apenas han envejecido o evolucionado técnicamente, por un momento fue absolutamente genial, pero la verdad sea dicha, apenas se oía nada, apenas sonaban, en fin, lo mismo que en el siglo pasado, si bien el repertorio ha aumentado.

Por ellos por tanto parece no haber pasado el tiempo o haberlo hecho de un modo diferente a los demás, eso sí nos devolvieron si quiera por un momento a las fiestas de nuestra juventud en un escenario magnifico como es la plaza de la iglesia, cuya torre antaño iluminada estaba tristemente apagada. ¡Como se echan de menos aquellos sanroques! y su insuperable trajín artístico y como eche de menos el frontón y la casa del gorrión que ya no están y dejan pasar toda la humedad del rio, ¡la virgen, que frio!

Creo que, terminado el concierto, se acabó el día. El escenario del Peirón estaba desierto sin orquesta ni música enlatada y allí no había nada más, ni aun gente quedaba. Nuestra generación los conocía, pero el resto que ya son mayoría no, y nosotros llegados a los cincuenta empezamos a echar de menos pasodobles, mexicanas y a Paquito el Chocolatero un día así, siquiera por un rato y si hay sillas, mejor que mejor, mientras esperamos sentados a aquellos que nunca vimos  Alaska, Loquillo, Los Secretos, Hombres G, Celtas Cortos, Coke Malla, Miguel Bose… y tantos otros, por soñar que no sea.

De modo que lo mejor del concierto fue el reencuentro con Conchi, aburrida ella también, se alejo de las primeras filas de la jarana hasta dar conmigo y charrar largo y tendido, ¿cómo no? de Calamocha y nuestros días de gloria, he de ponerme a escribir ahora es demasiado tarde para dejarlo, me insistió en ello y con razón. Hablamos justo en ese momento en el que parece que las fiestas no van a tener fin y duraran eternamente, llegara la Virgen, San Roque, pero nunca acabaran… prometimos volver a vernos, tomar un café con merengue de Reynaldos mas otro año será. Es la noche mágica del 14 de agosto cuanto todo parece empezar y que nunca tendrá fin, noche tan efímera como las mismas fiestas. Ojalá todos los días fuesen San Roque, pero no lo son. Supongo que el cantante terminaría el concierto diciendo “Gracias Calamocha Volveremos”. Amen.


Todavía, lo mismo que hay quien no es capaz de diferenciar a San Roque de San Cristóbal aun viviendo la fiesta a tope, hay quien piensa que la mañana del 15 amanece en Calamocha cuando canta el tocino y te despierta el hambre a la hora de comer y que todo cuanto pueda haber es un aburrimiento total. Nada mas lejos de la realidad, hay de todo y todo bueno.

Para no perderse nada hay que madrugar mas que el día San Roque y salir de casa con la ropa de mudar hecho un pincel, si ya se sabe, son actos religiosos, pero hay gente para todo, y la misma procesión del Baile, aunque no lo parezca, lo es. A las once sale la ofrenda del Santo Cristo, pronto la fila alcanzara del Rabal al Peirón, crece año tras año en un acto sencillo y emotivo, y además les regalan una pulsera, todo un detalle, en realidad no se puede pedir más. Después llega la misa, canta la Coral y cada vez lo hace mejor y arrastra mas gente, la iglesia se queda pequeña, y para acabar la mañana, hay procesión con la Virgen de la Asunción, la de la cama, otrora invitada de piedra a la procesión de San Roque y hoy estrella principal de su día.



Finalmente, este año no entre a misa y nos marchamos al primer vermú al Marzos, tras charlar y comprar las fotos del día anterior a los gemelos de Mercafoto que llevaban retratando las fiestas desde 1987, es entonces cuando recibo un wasap que con gran acierto me obliga a ir a la procesión, “ve a ver la procesión y me cuentas”.  Que yo recuerde es la primera vez que asisto desde que unos diez o doce años atrás viene celebrándose al dejar de salir la cama el día grande de las fiestas, y lo que veo me gusta y mucho.


Ofrenda, misa y procesión, es el tercer acto en apenas dos horas, todos ellos actos religiosos, y para este último es ya la hora del vermú, cae el sol a capazos, menos mal que no hay que segar ni trillar y uno puede pensar que sobra alguno, pero no. La procesión resulta un visto y no visto, sale bajo el himno de España y yo esperando en la Castellana veo como se marchan cara las Monjas, la vuelta al revés y en unos quince minutos están de nuevo subiendo las gradas ya precipitadamente desnudas de ornamentos esta vez sí bajan por la Castellana.


Marchan uniformados bajo los sones de la banda municipal que suena a gloria bendita cuando se trata de procesiones festivas, como esta lo es, resulta bonita, colorida y entrañable, lógicamente a su paso las calles están desiertas, es mala hora para todo y a falta de jamón ni van tirando petardos, ni reparten caramelos, lo cual, a esto último me refiero, lo otro sigue absurda y absolutamente prohibió, aseguraría la presencia infantil, bastaría por tanto repartir caramelos a la altura de la Calle Mayor y la Moreria para llevar un montón de niños alrededor previa a la salida de los cabezudos.

El verlos cruzar la calle Mayor del revés resulta precioso lo mismo que verles aparecer por la Castellana, blanco y azul celestial, un buen puñado de gente les ha visto salir y espera pacientemente apurando la sombra su llegada y entrada a la iglesia que pone fin a unas horas tan intensas como cargadas de ese otro fervor religioso del cual poco a poco se va desprendiendo la procesión del día grande.


La merecida siesta queda reducida a una clase de ornitología cuando descubre Paquito al ir a buscar las albarcas y la alforja para la ronda jotera de la noche un pájaro de mil colores atrapado en la pajera y nos proponemos liberarlo para que así continúe su camino hacia África, una oropéndola camino de Tanzania que parece haber hecho escala en el Rabal, hacemos lo que podemos, que no es poco, y rendidos le dejamos al menos un pozal de agua para que lleve mejor el calor confiando en que por sí sola encuentre la salida tal y como encontró la entrada, abrimos todo y nos marchamos. Quedamos ya para la paella del Santo Cristo y a los postres entre canción y canción, repasaremos mates, pues se examina el día 25 y se lía con las ecuaciones. Jesulin y otro esperan en la plaza.



A Jesulin lo acompañó Antonio Romero de México, quien no estaba anunciado en el cartel y del cual no supe nada hasta días mas tarde cuando pude localizarlo en la red, hacia su presentación en España, y no pudo ser mejor, corto dos orejas a su segundo y puerta grande, de modo que Calamocha apareció en todos los medios mexicanos del mundo del toro, habrá que seguirlo de cerca y desearle suerte, que llegue a figura y que un buen día pueda decir, “la primera vez que toree en España fue en un pueblo llamado Calamocha, junto al Maestro Jesulin de Ubrique, quien también corto dos orejas, pero todos los besos, abrazos y fotos fueron para él, sonrió a todo el mundo y derrocho simpatía y amabilidad a raudales a nadie le dijo que no, se gano hasta el ultimo peso”. Fue una tarde fenomenal, y una merienda estupenda junto al rey de la cerveza Inocencio Casamayor y familia reconocido crítico taurino local y gran orador de recuerdos. Juntos comenzamos diciéndole de todo a uno de los atléticos subalternos de Jesulin hasta que finalmente caímos rendidos a sus pies y le lanzamos una cerveza bien fría que se había ganado con creces a falta de tener a mano un barril. Suerte a los dos.


Y tras los toros llego el follón en la puerta del pabellón del recinto ferial al no poder entrar de primeras al espectáculo de las pompas por lo delicado del mismo, nadie sabía nada, también es mala suerte, ¿cuándo en Calamocha ha empezado algo a su hora?, rara vez esa es la verdad, en fin, fueron llegando wasap y decidimos no ir y evitarnos disgustos, acudimos ya a media noche para el espectáculo Hits, vuelven los ochenta, estas sentado, estas bien, pero echas de menos mirar al cielo y ver las estrellas, estas encerrado, hace calor, retumba, no termina de ser un escenario festivo, calor y ruido. Mientras por todos los corros no se oía otra cosa que no fuera “dan agua para mañana”



Y llovió el día San Roque, pero por la tarde, no por la mañana, ¿Quién recuerda ver llover en la procesión? Muy probablemente nadie. Contaba mi Tío Antonio que hubo un año que no salió por que les cayó una tronada a destiempo, eran aquellos días de antes de la guerra cuando en poco tiempo la procesión salió tanto bajo el Himno de Riego como del Cara al Sol y que allá por los días de la república o los otros triste San Roque por unos y por otros dejo que lloviese y con el santo a la espera de salir abiertas las puertas de par en par la docena escasa de bailadores tras el himno de rigor le bailaron un rato y se marcharon a casa a la espera de que escampase en todos los sentidos. Raro es pues que llueva la mañana de San Roque pero no lo es tanto, de hecho sucede con frecuencia que llueva por la tarde, como así seria.

Me duele San Roque y lo alcanzo a la altura del Cantón. El día sin duda es ideal para el Bailador, pero la ausencia de sol le resta ese carácter épico, por momentos deportivos en tanto que competitivo, que ya tiene la procesión, acompaño al santo entre las primeras filas disfrutando tan solo a ratos, con aquellos que han llevado con su empeño, buen hacer, entusiasmo y décadas de sudor el dance de San Roque a lo más alto como Fiesta de Interés Turístico de Aragón. Me pregunto si habrá algo similar a nivel nacional y si algún día lo alcanzaremos. Pero aún queda mucho por hacer.

No tardo en fijarme en los detalles, esos que en un principio entre la grandiosidad del dance en si pasan desapercibidos y me pregunto por qué nos cuesta tanto alcanzado aquel objetivo de ser fiesta de interés turístico dar un paso más y creérnoslo, dejar de mirarnos a nosotros mismos y mirar por el pueblo y su procesión, hablo de la tan traída y llevada uniformidad, principalmente pañuelos de todos los colores y fajas sin color alguno precisamente entre las primeras filas que vienen soportando el peso del baile.

Bonito es el detalle de haber bailado durante décadas con el mismo pañuelo o faja, o con el heredado de algún pariente e ir haciendo una muesca en el cada año, pero eso era antes, ahora corren otros tiempos, pañuelos de mil colores, fajas sin color, empiezan a estar de más, ahora el Baile declarado Bien de Interés Turístico es algo más, exige algo tan fácil como cambiar de chip, la mentalidad, mirar más allá. La uniformidad resta individualidad, pero engrandece al grupo, y el Baile, es de todos.



En la cuesta de San Roque me fijo en el monumento al peñista, es bonito y un gran acierto en todos los sentidos, ese es su lugar y no dejo de preguntarme las cenizas de cuantos calamochinos descansaran ya en la cuesta que nos acoge desde que años atrás alguien me confesase su última voluntad. “Aquel es el único lugar que te garantiza disfrutar de San Roque mientras haya fiestas de aquí a la eternidad”.

Sin embargo, realizan un pequeño homenaje al salir de vuelta la procesión y no parece que ese sea el momento adecuado, mejor quizás cuando se sube a San Roque el día la vaca, ahora toca fiesta y alegría, la tristeza y el recuerdo en un día así pueden esperar.

Alguien me para y me comenta: “Te has dado cuenta, no ha sonado el campanico de la ermita”. Lo cierto es que no me había dado cuenta pero tenía razón, el comentario general sigue siendo “va a llover” y la gente mira sus móviles con total fe, y yo miro al cielo y lo veo aún con el sol escondido, todo despejado.


Salvada la carretera en la calle Zaragoza la procesión trata de organizarse, militarmente hablando de formar, bastaría con marcar en el suelo, cuatro líneas, cuatro cruces, aquí la bandera, aquí San Roquico, aquí los más pequeños, y así hasta San Roque, y cogerle un año la media a la procesión y entonces juntar a todos y echar a tocar y bailar. De modo y manera que este año prácticamente no consiguen formar en todo el trayecto de vuelta. La procesión completa a su regreso del más joven al más viejo roza el desastre. La milicia sanroquera esta lejos de llegar a ser un ejército regular.

Es una pena, solo parecen importar las primeras filas que bailan bajo el santo de mitad procesión hacia el principio cunde el desánimo y hay que mimarlo porque lo hacen de quitarse el sombrero en todos los aspectos, apenas se baila, se anda y se corre de un lado a otro tapando huecos, no pueden hacer otra cosa, no les dejan, la procesión se corta, ya no existe a la altura de la calle Mayor y ya prácticamente se camina hacia las gradas a la espera del resto y poder volver a bailar. 

Este año en Semana Santa hubo un gran acierto, y ese no fue otro que el hecho de que no hubo ningún organizador entre medias de la procesión y esta permaneció unida con algo tan sencillo como que cada cofradía se preocupase de guardar la distancia mínima con la que llevase delante. El Baile es distinto, pero bien podrían bailar de principio a fin de esa otra procesión una docena de parejas mayores y que cada una tuviese bajo su mando a un grupo de niños, pequeños y grandes y a su vez ellos mas experimentados evitasen los huecos bailando codo con codo entre ellos. Así los pequeños junto con la ayuda que ya reciben podrían fijarse a su vez por tener cerca en parejas bailadoras experimentadas.



Acabó la procesión sin llover y los mas pequeños y no tan pequeños pudieron bailar un rato en la plaza que les valió por toda la procesión. Una misa a escape, de campaña, bajo la generosa sombra del frontón serviría para que muchos conociesen que después de la procesión hay misa, algún día hasta yo me quedare, pero lo cierto es que da pereza entrar.

En la plaza había rejones, y ya se sabe, a la gente le gustan los caballos y se llena hasta la bandera así que allí fuimos confiados en San Roque pues cualquiera sabia que iba a llover bastaba mirar al cielo, sin paraguas, sin chubasquero. Ya sentados esperando el inicio del festejo entre las gradas se oía aquello de “igual llueve y nos toca correr al pabellón”.

De repente llovió a capazos como nunca, afortunadamente Santa Barbara evito el granizo y nos echamos a correr cara el pabellón deportivo que por cierto y como tocaba estaba cerrado, no todos habían pensado lo mismo que nosotros los confiados, así que nos chupamos de arriba abajo refugiados en los servicios y donde pudimos a la espera de que alguien viniese a rescatarnos.



Calado hasta los huesos llegue a la Aragonia y al ver a la Charanga Los Mataos correr despavorida en apariencia perdidos y sin rumbo salí y rescate a una parte, de modo y manera que hasta que dejo de llover, largo rato, porrón y jamón, casualidades de la vida, la genial Charanga era de Burriana, una maravilla, confiemos en que vuelvan, así que no tardamos en salir medio familia, Nules, Moncofar, Museros, la Vall, … en fin pueblos donde paso los 360 días del año restantes. Uno de ellos al ver un cartel con las fiestas de Lechago sintió curiosidad por tan bonito nombre y le conté la leyenda de su fundación a cargo de Nuestro Señor Jesucristo, asimismo le llamaron la atención ver tanto jamón y tanta tienda junta y le vine a explicar que ninguno de ellos podía volver a casa sin un buen pernil bajo el brazo dado que Calamocha es al jamón lo que Villarreal a la cerámica.

De parte tarde volvió a llover y con gran acierto tras el fenomenal espectáculo de La Banda del Otro en la cama es donde mejor se está, las fiestas a mis años se hacen largas, eternas, lo mejor es descansar lejos del ruido, dicen que estuvo muy bien, el espectáculo de los Ochenta Principales, total a los diez minutos me habría tenido que marchar maltrecho mi pobre corazón de tanta nostalgia.

La mañana de San Roquico lució el sol, la lluvia había desaparecido y comenzó la procesión, y desde un principio opte por seguir las primeras filas, a los mas jóvenes, al futuro, y resulto maravilloso.


La procesión en el Cantón, como ha hecho siempre, como es tradición, en un ya aburrido trayecto gira hacia el Peirón, le da la vuelta al monumento y regresa a la iglesia, cuando todo acaba las autoridades y la Banda, prácticamente solos suben al Santo Cristo a rezar la Salve y así darle las gracias a  Dios, al jefe del pueblo, al Santo Cristo, porque las fiestas han trascurrido bien, y así lleva haciéndose la procesión la tira de años, años que tampoco son muchos.

Me pregunto como recordaba Inocencio si algún día la procesión el día San Roquico girara el Cantón hacia el Rabal, y así subirá San Roque al Santo Cristo, al menos por segunda vez en su historia, bailaran con él las desiertas calles del Rabal se abrirán las viejas ventanas donde ya no hay gente para entreabrir la persiana sin hacer ruido y asomarse y los balcones de par en par desvencijados a su paso se llenaran bajo la generosa sombra de la calle Ramon y Cajal. Se cantará a su llegada la Salve con una ermita hasta arriba y se volverá a la plaza por el mismo Cantón viendo llegar la procesión a través de la engalanada Castellana. Seria emocionante para todos.



La procesión mas corta, sin interrupciones entre las filas luce mejor, hay muchos Dichos mas incluso que el día anterior y rompen el ritmo con frecuencia, las filas jóvenes se quejan quieren bailar, es su día. El Dichero puede parar la procesión y decir lo que quiera así que toca callar, pero ante ciertos Dichos no se guarda silencio, ¿será porque no gustan?, en especial las esquelas, a dios gracias va habiendo menos, junto a los insoportables Dichos de temática nacional. Si los calamochinos pudiéramos arreglar España y el mundo, hacer algo en torno a aquello de lo que nos hablan, pero no creo que podamos. Además las fiestas son para olvidar y disfrutar en la medida de lo que se pueda, no es ni el momento ni el lugar de ciertos vates mientras quede un descosido por el que llamar la atención a las autoridades y pueblo en general y por tanto coser, entre las cuatro esquinas del pueblo,  de la estación a la ermita, del Barrio el Bao a la Cañadilla.


Las primeras dos docenas de Bailadores zagales y zagalas de entre cuatro y unos doce años van prácticamente todos uniformados, da gusto verlos, alguno por desconocimiento no va como toca, pero el año próximo seguro que lo hará, bailan y aprenden, es emocionante.




Y lo que viene a continuación es realmente maravilloso. Así veo unos cincuenta, sesenta bailadores, el noventa por ciento o más son mujeres, chicas de entre 12 y 16 años que son el futuro y que cuando la Peña celebre su centenario deberán bailar bajo el santo. Van todas impecablemente vestidas de blanco con su faja azul oscuro y su pañuelo rojo y negro y además bailan divinamente como años atrás les enseñaron en las primeras filas, son sin duda lo mejor de la procesión, y son quienes un día deberán estar bajo el santo. Todo un espectáculo.


Maravillado no me fijo en el resto, aunque luego va igualándose algo aunque siempre a favor de las mujeres la proporción de chicos y chicas al llegar a los veinte años en adelante. Hasta que llegan las primeras filas donde los hombres son mayoría, si bien hay una mujer entre ellos, ya muy cerca de la peana a dos, tres pasos y a quien pacientemente un día esperamos verle bailar bajo la capa de San Roque.


Me marcho finalmente con un buen sabor de boca, en unos años la procesión será perfecta de arriba abajo se habrá completado la transición, mandaran las mujeres, “calamochinas” como bien dijo la mantenedora.


Quedaba la tarde con unos desangelados recortes no acompaño ni el tiempo, algo fresco ni las vacas salvo el toro final que embistió con ganas. Los recortadores eran todos del terreno, y esperábamos ver alguno que otro de Castellón y Valencia, pero resultaron todos aragoneses, entre ellos uno de Monreal. Hace años ya lo gano uno del vecino pueblo, pero este año no fue el caso, no lo pasaron a la final y aun no entiendo el porqué, no solo lo hizo bien si no distinto a los demás, lo cual es de agradecer. Otra vez será. Quedaba la magia para cerrar San Roque y sus días mágicos.

La mañana del sábado 18 si mire la pantalla del móvil al levantarme, decía que estábamos a 8 grados. Era el momento de volver a casa y esperar noviembre.

martes, 7 de agosto de 2018

Merengue de Calamocha


El año que abrieron el Matadero de Matinsa me mandaron a Cariñena y allí cargue el Avia valenciana hasta arriba de cajas llenas de botellas de plástico de un litro de vino y de cajas con  jarras de barro envueltas en paja, jarras para echar un chato, no más, en las botellas había una etiqueta con la fotografía del matadero, y en las jarras ponía Matinsa, aún quedara alguna por casa, las hacían en Villafeliche cuando en la comarca teníamos y sabíamos hacer de todo, de todo para regalar, de tan feas que eran a todo el mundo le gustaban, eran graciosas, estaban recién hechas y parecían yo que sé,  del año catapún. Jarras como las que luego se vieron en Curro Jimenez, pues eso más o menos las mismas, de cuando la guerra con los franceses debía ser el molde.

Mi madre la Xaltación decía: “Pero maño, a Madrid te vas, allí te han mandado, con lo grande y lejos que esta”. Y allí que me fui, me levanté a las cuatro de la mañana, sin pegar ojo de tantos nervios que tenía y estaba deseando jopar, dormí peor que la noche en que me fui a la mili y mi madre solo hacia que pasar puta pena por si acabábamos matando hormigas con las botas de Segarra en el Sahara Español como los de la quinta de antes, me subí al Avía y cara Monreal carretera y manta hacia la Feria de Muestras de Madrid.

Luego iríamos unos cuantos años más, justo hasta que nos aprendimos el camino, directos al Pabellón de Aragón a encontrarme con los de Calamocha que ya estaban allí en avanzadilla, con Reinaldo el confitero a la cabeza. Tenía todo Madrid para mi, entonces ni coches ni circulación, y de guardia a guardia y algún que otro samaritano llegue a la Feria sin problemas. Se apostaban en los semáforos de entrada los madrileños desfaenaos y en cuanto veían una matrícula rara y que buscabas a un guardia se acercaban y se ofrecían a llevarte, se subían al camión y te guiaban por unos duros, conmigo subió uno que era el vivo retrato de Tony Lebanc, vamos aun hoy creo que era él.

A escape salieron todos los que estaban por allí a descargar el camión en cuanto que llegue a la feria y dejaron las cajas por todos lados, porque aquel rincón de Calamocha estaba hasta arriba de huevos, yo jamás en mi vida había visto tantos, venga huevos y más huevos por todos los lados, huevos para hacer merengues, las colas para comerlos eran enormes, y es que en Madrid todo es más que grande, grandismo.

Y Madrid debía estar llena de gachís, eso en aquellos años lo sabíamos todos, y de cabaretes pero jamás en aquellos dias de tanta trápala ni aquel año ni ninguno nos dio tiempo a salir de la feria, allí hacíamos la vida esos días y  allí teníamos lo que llamábamos el picadero de la ilusión, pasa y acuéstate un rato, me dijeron tenían cuatro camas, para los días de feria y dormían a turnos. Madrid ni tocarlo.  Pero bueno, no te voy a engañar ni mentir, un año de aquellos y sin feria desde de Calamocha nos llevaron a todos a ver el Valle de los Caidos y luego a dormir a Madrid, pero eso ya es otra historia.

Aquel primer día a lo que me iba a recostar un poco después de no haber dormido y de tanto nervio a escape echaron mano al camión y su carga, “venga vamos almorzar, que ya tenemos vino” y allí todos dale que te pego, jamón, longaniza, chorizo, de todo y todo bueno, de lo primero que hacia el matadero, y botella va botella viene que de pocas nos bebemos el Avía entera, y el que venga detrás que arree  y luego para despejarnos a dar una vuelta, a recorrernos toda España de caseta en caseta que estaban todos preparando la feria. Mañana echada y a comer lo que nos dejamos del almuerzo y Reinaldo dale que te pego no paraba de hacer merengues, y la gente venga a llevarse bandejas y mas bandejas, no le quedaba tiempo ni de sentarse a comer. Era el hombre mas feliz del mundo. Comimos lo mismo que almorzamos o más y ya estorbaba el camión, así que les dije, oye yo me voy a echar un rosquete, me despejo y me voy, ¿queréis algo para el pueblo?
 
Y no me había ni tumbado en el catre, que aparece Reinaldo por el picadero y me dice: “Oye maño, y que vas hacer, irte de vacío o has de cargar en algún lado, si le echamos al camión una máquina y un horno que he comprado, te dirán algo?". Que van a decir, nada.
 

 

Así que entre todos metimos la maquinaria al camión que la tenía allí en la caseta de la feria y se comía media parcela y ya la gente que empezaba otra vez a llenar aquello venga merengues para todos lados y el Florentino, mecaguen el tío el copón, que ya estaba viviendo en Madrid y que tenía que venir para sacarme de allí, que no venía, y la feria llena que ya ni se podía circular ni andando ni en camión y echa a buscar a uno de Madrid para que te sacase que allí no había ninguno y los guardas que quitásemos el camión, y el pobre Reinaldo que no sabía ya que hacer de puro contento que estaba con los merengues que se los quitaban de las manos y la maquina empaquetada para el pueblo culpable como se sentía se lio la manta a la cabeza y dijo, “espera que yo te acompaño a la salida de Madrid, que yo esto me lo conozco de los viajes que hemos hecho ya estos días, para unas cosas y otras, te saco, te encamino y ya me buscare la vida para volver, no te preocupes de nada, con alguno de los que a la entrada de Madrid vengan a la feria me vendré  y con una bandeja de merengues les pagare”. De ninguna manera me iba a dejar solo, "venga que aún quedan merengues, vámonos luego hare más". Y se subió al camión conmigo.

No hubo forma, ninguno de los dos atinábamos a cómo salir de Madrid, ni guardias, ni indicadores, nada, venga a dar vueltas como tontos de un lado a otro y la tarde se acababa, y el ya preocupado por lo uno y por lo otro, “a esta hora ya no quedaran merengues, tira por allí, por allá” y al cabo las mil vi un camión matricula Guadalajara en una finca descargando muebles, y le dije, anda vamos a ver qué marcha llevan los paisanos, y allí me quede, aun me subí a la caja a terminar de ayudarles y ellos me sacaron de la capital y a lo que me estaba despidiendo del pobre Reinaldo, que si el autobús, que si un taxi, que si me voy andando que la feria está ahí detrás, que hemos dado más vueltas que un tonto, "perdona maño es que no sé cómo darte las gracias" que no sabia que hacese, y en eso  un coche que para y nos pregunta cómo llegar al Feria.

A escape se subió Reinaldo con ellos le falto tiempo, yo os llevo, que vengo de allí. De vuelta para Calamocha me acordaba una y otra vez de Reinaldo subiendo al coche de aquellos buenos e inocentes samaritanos pensando, llegare yo antes a Calamocha que Reinaldo a la feria, memos mal que les pagara con merengues y los dejara contentos y en su vida olvidaran que los mejores merengues de Madrid los hacen en Calamocha.
 
De Los Años de la Cazalla. Merengue para todos

sábado, 14 de julio de 2018

Vivirás más que yo

En realidad, no fue una afirmación, si no una pregunta que vino a romper el silencio entre nosotros y atravesó la cochera del corral a la calle dejándome helado una calurosa mañana de julio al mediodía. No hay respiro posible o al menos esa es la sensación, el tiempo congelado se paró y alce la vista para mirarle y responder. 

Llevaba ya un largo rato sentado en el sofá descansando yo allá en Calamocha un sábado de esos que ahora llaman de vaquillas y que también lo es de San Fermín, camino de Zaragoza y el sentado frente a mí, donde estuviese, en la que fuera mí casa, junto a lo que un día fue el pozo el rincón más fresco de lo que hoy es un salón comedor, hizo la pregunta tal vez sin venir a cuento, pero seguro la había pensado mil veces a lo largo de al menos los últimos diez años, un secreto a voces del que no hay nada seguro, una pregunta de esas que en ningún momento deben hacerse por que la respuesta es de sobra conocida. Algo le rondaba por la cabeza. Lo mismo se muere la oveja que el cordero.

Momentos atrás estaba recordando cómo había cambiado todo tanto y en apariencia en tan poco tiempo hablando de un montón de recuerdos también solo en apariencia sin orden alguno, mezclados con aquello que trae el tiempo, el presente que se pierde entra las manos. Nada nuevo.

El morico que tiene el huerto quiere conocerte, este verano te lo presentare y será ya cosa tuya cuando al año que viene lo siembre, “los moros de dios” que decía tu abuelo cuando pasaban a caballo por el Barrio Nuevo desde el Rincón, él que hacía buenas migas con todos estaría encantando de ver su tierra vuelta a cultivar, le tendrás que decir que te plante borraja. 

Iremos cuando vengas con tiempo a dar vuelta de todo, lleno de yerba como esta, da pena, pero ni más ni menos que todos los demás, que triste esta la Serrana y el Ventorrilo no te puedes dar una idea, da miedo seguir el camino, con la vida que tenía años atrás, ahora todo baldío, sin una cara conocida a la que saludar, sin un alma, con un camino imposible aun para andar, devorado por los cacharros, las motos, las bicis, las prisas, no reconozco nada de lo que veo, mires donde mires todo pardina. 

No queda paisaje, no queda vega, da miedo y pena a partes iguales mirar donde mires, ya no es un camino agradable el seguir y dar la vuelta por el Tormo, todo jodido, mejor pasear por la Jampudia, el secano no engaña sigue igual que siempre, la vega con el agua a los pies, muere. 



Deberás correr cuando llegue el día, y dejarlo todo hecho y dicho de cuanto vayamos hablando, cuando menos dicho, el que venga detrás que arree que decía Inocencio. Porque llega un día en el que se te van las ganas de seguir haciendo faenas, te paras y ves que ya lo tienes todo o casi todo hecho, y piensas la del Tío Cachurro, que hago yo ya aquí, si no es padecer. Que recuerden ellos la tierra. 

Sabes que el pozo no se tapó, ¿a qué venia contarlo?, el pozo se tapio y se cruzaron unas tablas, pero no se enruno, mucha gente lo hacía, en cuanto llego el agua a las casas, y para enrunarlo todo valía, basura todo basura, trastos y zarrios, se pensaban que ya no habría que utilizarlo, que era algo viejo y de pobres, de muertos de hambre que criaban nabos y tocinos cojos y sembraban los barbechos abandonados por los parientes de la capital sin que se enterasen, pero aquí se hizo bien, por si acaso un día ocurría y de nuevo había que abrirlo se respetó. Acuérdate. 

No le pegare fuego a la hacienda como han hecho otros muchos cuando han llegado a mis años con la excusa de dejar todo hecho a los hijos antes de enderezar la Cañadilla, os jodis sin mi como podáis, esos que luego van por ahí a fanfarronear de corro en corro de las perras que les han dado por una tierra que no era suya sino de sus padres, suegros, vete a saber, que no vale nada, que nada cría, que nada renta, y que no la han trabajado. Además de lo que queda ya nada es mío, no lo compre, no lo trabaje, vuestro será. 

Conviene, dejarles algo a toda esta recua que viene detras, algo que los ate, que tengan un palmo tierra donde caer muertos, donde les den tierra, algo que les tire cara Calamocha, además de una casa, como el pozo, quien sabe si igual un día, les apetece cuidar de la tierra, lo llevaran en la sangre. No lo veremos.

Pascual te traerá verdura, sabes que ya tiene tomates, jodelo, será cosa del tiempo y del hortelano, tomates antes de San Roque, casi en junio, que loco está el clima, aquella tierra no hay otra igual, allí pasa los días y casi las noches, en la puerta de casa, si lo vieras, tiene unas lechugas que podrías atar los machos de Perico, el Bayo y el Romo y no tendrían cojones a soltarse. Borraja me parece que no tiene, le daré un sombrero de esos que trajiste, y si se quiere llevar ese poco plantero que me has traído, que se lo lleve, chili, aguacate, tomate catalán, siempre estás de probatinas, yo no quiero nada, aquí en el corral cae todos los días una calorina que todo lo quema, salvo la higuera. La higuera de la Moracha, cuanto le haría parecer, y sin gustarle los higos que no le gustaban.

Salía el abuelo al hacerse de noche después de cenar y primero se recostaba ande estas tu ahora con el trajon de bastón y luego con la cantinela de siempre de dar vuelta de los animales todas luces encendía hasta llegar a la cuadra, una tras otra, le maravillaba el darle a una clavija y tener luz, debía pensar que era el mejor invento que podía hacerse, y lo tenia en casa, y al poco salía la torrijana detrás con un genio de tres pares de cojones venga a gritar, “si te quieres matar, te matas, pero fumas a oscuras, no gastes” y tu abuelo se sentaba bajo la bombilla de las vacas a encender el cigarro en el umbral de la puerta y allí se le iban las horas antes de acostarse, solo, sentado, fumando, charrando con las vacas y el tordillo, y de allí al catre tan obligado como cansado enderezaba el rellano del patio escaleras para llegar a la habitación, yo creo que jamás durmió mas de cuatro o cinco horas, ni de pequeño ni de mayor. Así de la nada y sin dormir compro lo poco que de tierra queda y debe quedar.

Te dije, que te trajeron un pollo que parece un pavo, un auco, grandísimo, para los días de San Roque, por aquello que les regalaste. El que siembra recoge, también te llevare un día a que veas aquel hortal y le hagas fotos, y ver si ha funcionado lo que trajiste esa mestura para la tierra, te gustara, esta todo como hace cien años, como cuando tu abuelo pasaba allí las noches fumando, sin dormir, vigilando después de haber trabajado de sol a sol y así ganar alguna perra más. Y así te los presentare y los conoces. Solo a el le dejaban fumar. 

Está haciendo una barbaridad de calor, pero aun hará más, no te lo he contado, pero en el concurso de guiñote del hogar nos echaron a las primeras de cambio, todos nos tenían miedo, nadie quería jugar contra nosotros, pero las cartas se van con quien menos te lo esperas, nos dejaron cao, ni un coto ganamos. Llevo unos días sin bajar, me jode el aire acondicionado, y además a escape lo cerraran por vacaciones, por ahorrar.

Las portaladas estaban siempre abiertas, ahora todo lo cerramos, más desde aquel día en que entraron a picar y envigar contra obra, hay que joderse, aprovechando que no estábamos en casa y que era un bien para el pueblo, adiós al paso, la faena será vuestra, nadie os creerá, hasta las ventanas cerramos, aquí encerraba el carro y debajo se echaba el Chato a dormir, no entraba en casa, todo estaba lleno de aperos, no se cabía tanto zarrio en tan poco trozo como este donde estamos, ahora que ya para comer todos juntos nos viene pequeño. Que pechadas de sacar fiemo se pegaba con la puta falsa escuadra que hacia que el carro no pudiese llegar al corral, con el carretillo a mitad camino y luego con la horquilla, miles y miles de veces la misma historia, el fiemo a la era y de la era a la tierra, sin descanso año tras año, a última hora ya lo sacamos con la Dumper de las granjas o de Vicente el Torrijano, el pariente, pero era lo mismo, todo a mano y sin una queja, lo hacíamos a gusto, era un día grande en todas casas cuando se sacaba el fiemo para la tierra, trabajar en casa, almorzar, la bota, los carros llenos de abajo arriba y que bien le sentaba aquello a la tierra, ahora que para criar algo te tienes que dejar las perras.

Luego encerrábamos aquí el coche, te acuerdas, la de maniobras que teníais que hacer para llevarlo al sitio, junto a la leña de la gloria, debajo las rastras de las cebollas, frente al banco de cocinar, el ventanuco de la bodega, la nevera de Doña Pilar, el armario sobre el pozo, la moto, las bicis, el pienso de los conejos y los tocinos, … y un día, como todo, se acabó, llamamos a Paco y ablentamos todo, las portaladas verdes, una pared, ventanales, suelo, yesaire, vigas, y convertimos la cochera en un salón con cocina, te acuerdas donde compramos la chimenea, y lo que costo, y como la trajimos, y el puente romano pintado por Ramon… hace de eso ya treinta años, no cuarenta. Se os va hacer tarde, tendréis que joparos al charco, ya seguiremos mañana 

Iremos este verano una mañana antes del calor y daremos vuelta de la tierra, ya habrás olvidado los caminos, haremos fotos, y recordaremos para que luego tu lo puedas contar y decirles que ahí la tienen, para lo que quieran, pero que aun siendo suya, ni la compraron, ni la van a trabajar. Y a mi que me importara ya todo eso, ni a mi ni a nadie de los que ya se han ido. Que dejen estar la tierra, que la dejen trabajar.

No llegue a decir palabra alguna, él fue más rápido a la hora de responder a la pregunta de si viviré o no más años que él, y se contestó así mismo, si bien mi cara al mirarlo dejo bien claro lo que yo pensaba aquel día, porque la vida son instantes, momentos en los que todo pasa y cambia y cuando a punto estaba de articular una sola palabra con la que responder armado con la verdad él lo hizo por mí.

No. No vivirás más que yo, y ya no me importa porque no lo veré, treinta años más de los que tienes, serán muchos, lo son para mí, así que no quiero ni pensar cómo lo serán para ti heredero de todo lo mejor de la familia de Torrijo a Calamocha. Ya he vivido tanto como mi padre y estoy acabando, cuestión de ley debería ser vivir más que los padres, pero eso es una mentira como otra cualquiera y contigo aún más, contigo será diferente por muy mayor que te hagas te será difícil llegar hasta donde yo he llegado. Por eso deberás contar, tanto como sientas a todos estos que vienen detrás.