viernes, 1 de septiembre de 2017

Sonrisas y lágirmas


En el verano de 1974 yo tenía seis años por cumplir, para San Roque vestíamos de blanco, camiseta y pantalón corto y la faja y el pañuelo eran de color rojo sin más. Repasando las fotografías de aquellos días, aunque sea de memoria, en el cuarto de casa, en menos de diez metros cuadrados estábamos, mis abuelos maternos, Casimiro, a quien le quedaban un par de años de vida y Rosa, aun con una década por delante, mis padres, mi hermano y yo, además de mi Tío Víctor, hermano de mi abuelo quien ya falleció hace unos años, y su mujer Balbina junto con su hija Maria del Mar, llegados de Barcelona, la Felisa su marido Pedro, ambos ya nos dejaron, y su hija mi Tía Carmen, junto con su marido mi tío Pepe, tristemente ya en el cielo, quien con su cámara de fotos dejo constancia de todo, llegados estos últimos desde Valencia.



Abajo a la derecha, el que se asoma



En una de las fotografías se puede ver el calendario de Pygasa, Matinsa o Piensos Z, vete ya a saber del año 1974, mes de agosto, San Roque, el cual nos recuerda el momento en el que el tiempo se detuvo para todos nosotros.  Y en el centro de todo, la familia de Francia, o al menos una parte, mi tío abuelo Miguel, su mujer Maria, hermana de mí abuela, y su yerno, todos ya desaparecidos, y una de sus hijas, mi tía Maria, su marido, también muerto, junto con su hija Nelly. Quienes, sin ir más lejos, hace unos días volvieron por Calamocha.

A la familia le gusta hablar, de eso no hay duda, y siempre amó pasarse horas y horas junto a la mesa después de comer, eso es evidente, siempre fue así, la familia habla y mucho, recuerda con cariño los años vividos, y se le pasa el tiempo, trata de detenerlo, pero no puede, menos aún volver atrás, y darle la vuelta a las cosas, paso lo que paso, y hubo que tirar para adelante. Hoy yo además de hablar, trato de escribir, de lo escrito queda constancia, las palabras se las lleva el viento, aunque siempre quede algo. En las fotos, también aparece la familia de Torrijo, mi Tía Eulalia, muerta ya hace tantísimos años que uno siente al recordarlo que su tiempo también alguna se acabara, hermana de mi abuela Rosa, también por casa.
Crecí en veranos así, en una u otra casa, entre abuelos, creo que me hice mayor prematuramente junto a una mesa después de comer un día de fiesta, escuchando, porque yo no tenía ninguna historia que contar. Tan solo escuchar, maravillado, aquellas viejas historias, que un día poder recordar y contar a quien quisiera escuchar. Y en casa se oía hablar francés, catalán, valenciano, y mi abuela, sin saber leer ni escribir, intentado aprender todo lo que estuviese a su alcance, por si acaso algún día lo necesitaba, “y esto como decís que se dice”.

Mis tíos abuelos Miguel y Maria, muertos a principios de este siglo, era la primera vez que volvían a España desde que cruzaran a Francia andando en febrero de 1939. A mi tío le costó venir, no quería volver a su país hasta que no muriese el señor del Pardo. Pero debió pensar, que todo aquello ya acabo, que lo primero era la familia, y que si aquel, ya le había derrotado una vez, bien podía volver hacerlo de nuevo, si esperando en Francia a que el señor de Madrid se muriese, él se moría antes. Así que cruzó la frontera esta vez en su coche, llego a Calamocha y junto con su cuñado Blas, llegado días antes en tren también desde mas allá de los Pirineos, nos fuimos a la cooperativa a por vino con el talonario de mi abuelo Casimiro, y allí, mi tío Miguel cayo muerto, pero eso ya es otra historia, demasiadas emociones. Vino, tierra y libertad, vivió para contarlo muchos años más y volver a Calamocha en el verano de 1982. De nuevo todos reunidos, salvo Nelly, esta vez en septiembre para las fiestas del Santo Cristo, se perdieron San Roque, también llego su otra hija, Nati y su hijo Jean Luc. Ambos ya muertos. Cada vez quedamos menos, lo mismo que en cualquier otra familia. Aquel emocionante verano del 82 donde ya se veía que los socialistas llegarían al poder, y aunque la familia siempre tuvo la buena costumbre de no hablar de política, resultaba inevitable, tal es así, que mi Tío Blas se llevó dos canarios a Francia y los llamo Felipe y Alfonso. El les daba un voto de confianza, mientras su cuñado, mi Tío Miguel, no paraba de recordarle que socialismo o comunismo, no trae nada bueno, no hacía falta nada más que verse a ellos mismos, sin país. Las personas primero.
Detrás la marquesina de las Escuelas, las casas de los maestros aún no estaban hechas

Nelly había estado en España un par de veces más, cuando su madre le envió a Calamocha a finales de los cincuenta para aprender español, con apenas diez o doce años, redios, copón bendito, a cáscala, a escape, mi abuela hablaba así, ella ahora también, ella tiene su acento y hasta sus mismos gestos.  De aquella primera vez, a finales de los cincuenta recuerda que una tarde junto con Rosa y Jose Vicente, hijos de mi Tío Víctor, fascinados por las historias que de Torrijo se contaban y deseando vivir una aventura, tener algo que contar, dijeron que se acostaban a la siesta y se fueron andando a Torrijo, el pueblo de sus abuelos. Y si Nelly tenía unos diez o doce años, Rosa los mismos y Jose Vicente, media docena. Es de imaginar que se armó una gorda, cuando los echaron en falta. Nelly aún puede repetir palabra por palabra la bronca de mi abuela Rosa a los tres, una vez la familia de Torrijo mando recado a través de teléfono del Cuartel, único del Barrio, y los metió en el Chispas de las diez y mi abuelo Casimiro salió a la estación vieja a buscarlos. Con buen criterio, no dejo que fuese mi abuela como era su intención quien se acercase al tren a por la aventurera recua viajera. Los trapos sucios, se deben lavar en casa.

Nelly aun volvió sola otra vez ya moza, en el año 1967, para San Roque, y aquellas fueron las fiestas que ella recordaba y las que quería volver a vivir este año, por supuesto se trajo la ropa blanca, la charanga y correr las vaquillas, tras ello iba, cuando después de tanto tiempo ha vuelto. ¿Cómo se puede echar de menos tanto, algo que apenas se ha vivido una o dos veces? Añoraban pasar de nuevo unas fiestas de San Roque, echaban de menos Calamocha, la casa de mi abuela, la casa de todos. El sentir hablar español.
Paquito entre La Unión


La tarde del 14 de agosto de este mismo año 2017 sonó el timbre de casa, abrí la puerta y frente a mi estaba mi tía María y su hija Nelly. El sueño se había hecho realidad. Desde la muerte de su hermana Nati, ella uy su hija es ya casi la única familia que nos queda en Francia, hablamos con frecuencia, y últimamente no paraba de decir, “quiero ir a San Roque, los franceses no se saben divertir, como las fiestas de Calamocha, no he visto nada, y no quisiera morir sin volver a ver a mis primas, así que este año iremos, total son 500 kilómetros, yo puedo conducir un rato y mi hija el resto, quiero salir de ronda con las jotas. Es la cosa de cambiar de país lo que nos hace parecer que estamos tan lejos, pero ahora que dejan pasar a cualquiera, ahora que no hay fronteras, en un rato te plantas en Calamocha”.
Y así fue. Había tantas cosas de que hablar, tanto por recordar, tanto que ver, tanto que correr. Y tantos planes que hacer. “Mira ese, maletín, está lleno de recuerdos. Hay tantas cosas que quiero que veas”. 

Sin duda han sido las mejores fiestas de San Roque que uno pueda imaginar y ya recordar. Besos, abrazos, muchísimas lágrimas, alegría por todos los lados de la casa aquella tarde del chupinazo, y ¡cuánto había cambiado todo!. “Menudo recibimiento chiquillo. Mejor que cuando vine en el 74, que tu abuela en cuanto me vio me llamo marrana, por haberme separado y vuelto a casar, y me lo llamo delante de mi marido, que era francés, pero para entender eso, de cualquier manera, que ni sordo ni tonto era, solo era francés. Joder que mal me supo. En la vida se lo perdonare”. Todo eso sin perder la sonrisa mientras trataba de aprenderse los nombres de todos y comenzaban a llegarle los recuerdos de la casa uno tras otro, venga tía, no será para tanto, cuando su hermana se presentó con el querido, mi abuela le llamo “salope”, para que también el gacho lo entendiese, aunque aquel fuese medio francés medio español. “Y eso le dijo tu abuela, a mi hermana, a “su otra hija”, mira tú, que ha merecido la pena venir para oírte eso, vuelve a contármelo, que dices que le dijo, cuéntame más cosas, mejor que a una le llamen marrana que no puta puestas a elegir”. Seguro que eso de “salope” se lo enseñaste tu a mi abuela.
Hoy, una semana después, se han vuelto a Francia con la promesa de que por fin nosotros iremos y ellas volverán. Quedan los recuerdos, montones de ellos, apenas una hora después de llegar, tras refrescarse un poco, “no he comido, pero ya cenaremos, vámonos de fiesta”, se encontraban en la plaza disfrutando del chupinazo y persiguiendo a la charanga. España es maravillosa. Hasta se pasaron por el casino para la presentación del libro Los Días del Jarbe, el superventas del momento, y con buen criterio mi Tía María, pregunto, “chiquillo no había otro día”. Y se fue en busca de la charanga.

Y así casi corriendo de un lado para otro, pasamos todas las fiestas en la calle, mientras en casa no parábamos de hablar y ver viejos escritos y fotografías. “Tía no ande tan deprisa”, no había forma, andaba más que ninguno, no se cansaba y buscaba siempre el mejor sitio para ver las cosas, quedo encantada con la ofrenda del día de la Virgen y se hubiera hecho fotos con todos y cada uno de los trajes, entro a misa, las iglesias de España, si que son bonitas, salió de ronda por la noche, toda llena de emoción, creyendo estar en el cielo, oír jotas en la calle, ver bailar, llevarse algún que otro pisotón, repartir codazos…ella a su ritmo, imposible de seguir, me voy para dentro, cuando acabe nos vemos.

“Yo cruce a Francia andando, yo corrí tras los camiones cuando llegaban al campo de refugiados y nos tiraban la comida como animales, yo corrí y pase hambre cuando nos encarcelaron poco después, aunque allí estábamos seguras, nos marchamos nos dejaron ir por tener familia en el norte y nos cruzamos toda la Francia ocupada hasta casi Bélgica, a casa de mi tía, mi madre, mis abuelos y yo, pasamos más hambre que miedo, y nunca creímos que viviríamos un día como hoy, ni ninguno, veíamos pasar los aviones alemanes que iban a bombardear y cuando veían que había gente por los caminos bajaban y ponían la ametralladora, y eso que estábamos en su Francia, mi madre decía, Maria al suelo, al caño, la cabeza escondida, si te dan que te den en el culo… pol culo nos dieron pero bien…todos los días igual, si salíamos al campo todo eran tiros desde el cielo, había que elegir o morir de hambre o de un tiro, mejor de un tiro, había que comer. Y recuerdo que mi abuelo ya mayor, llego un momento que dijo, si estaría apurado el hombre, que se quedaba de pie, que ya no podía correr, que los alemanes lo entenderían, que solo era un pobre viejo español en una tierra que no era suya. Estaba ya harto de guerras, cansado, y un buen día, vista su buena estrella y que los alemanes no le acertaban nos dijo, mañana la abuela y yo nos volvemos a España. Y se pusieron andar, y llegaron a Barcelona para morir poco después en España como era su deseo.

A todos nos ocurre, los días de las fiestas somos tan felices, que se nos olvida que día es, y hasta donde estamos. “Chico te quieres creer, que me he despertado y dicho, algo tengo que hacer, algo tengo que hacer, y me parecía que tenía que encender el televisor para ver la novela, y estamos en fiestas. Vamos a ver el Baile a San Roque”. Y allá que se fue, nos fuimos, todos detrás de ella, siempre la primera.
Aprendiendo

El baile le impresiono, le gusto por encima de todas las cosas, no tenía palabras, lo tarareaba sin cesar e intentaba bailarlo. Sin duda, el viaje había merecido la pena. Y por la tarde jotas, en la plaza, no se puede pedir más, aplaudió a rabiar, “y allí en la tele, solo nos echan cosas de Andalucía, con lo bonitas que son las jotas”. Al día siguiente de nuevo dance y por la tarde más jotas, bueno, folclore cubano “he estado por levantarme y marcharme, no me ha gustado nada, no sé por que será, menos mal que era gratis” Tal vez sea porque su abuelo el de Torrijo hizo la mili en Cuba, buscándole una explicación es lo único que se me ocurrió decirle. Y ella di por buena la explicacion. Mientras su hija Nelly reconocía que le había gustado casi tanto como las jotas, había cantado “guantanamera”, bailado, tocado palmas… y además podía presumir de tener una foto con un torero hecha esa misma tarde, pues vino dispuesta a torear, a salir a las vaquillas, a ver a los mozos correr y ¡Cuánto ha cambiado San Roque!, y que ratos más buenos en la plaza de toros, toreros, rejones, recortadores, bota, merienda… y redescubrir el baile.

Y cuando Calamocha parece que se acaba, empieza Torrijo, y el viernes, madrugaron para irse al pueblo más bonito del mundo para llegar a la hora de comer, ¡ni que hubieran ido andando!, la familia se impacientaba, si no estaban en Calamocha ni en Torrijo, ande estaban madre e hija.  
Aprovechando cada momento, hicieron escala en el Poyo, Fuentes Claras y Caminreal. “En Francia esto no pasa, aquí en cuanto he bajado del coche y me he puesto a charrar con unos y con otros, todo han sido atenciones, todo buena gente, y que pueblos más bonitos, la pena es que no se pueden visitar las iglesias, que están cerradas, porque aquí con allí, todo lo roban, y nos hubiera gustado verlas. Aún así hemos visto muchas cosas, y hablado con todo el mundo hasta que se nos ha hecho la hora y hemos dicho de subir a Torrijo, para que la Placida y la Nati no se impacientaran”.
Solo falto la Delfina, quien murió días atrás, con la trápala del viaje, no me quiso escuchar cuando le comenté que ya no la podría ver, así que cuando por fin se enteró de la muerte de su prima, lloro y lloro, pero la fiesta continuó, y pasaron un día de padre y muy señor mío, cenando huevos fritos en la plaza del mano de Francisquito y demás sobrinos, como unas torrijanas más, volviendo a Calamocha de madrugada. “Oyes Jesús, no te lo vas a creer, como puede ser que en un pueblo como Torrijo, no lleven jotas paras las fiestas. Chiquillo que desilusión, hubiéramos subido a verlas”

Autorretrato 2017

Como quiera que los días pasaron volando, el fin de semana fue igualmente intenso. El sábado la sobremesa para mi acabo a las siete de la tarde, agotado, sin voz, mientras las familias seguían recordando hasta la misma hora de cenar. “Quiero que leas esto, me dijo, todo si quieres, o tan solo las líneas finales y la fecha, creo que, aunque ya lo sabes todo, comprenderás muchas cosas de la familia al verlo escrito” Saco del maletín de los recuerdos donde su tesoro más preciado es el árbol genealógico escrito a lápiz en una hoja, leí en voz alta lo que me dio, escrito por su padre a mediados de los ochenta, y simplemente dije, se acabó, no se hable más, esto lo explica todo, no cale darle más vueltas, aquello ya paso.
“Fueron unos días terribles, los que siguieron a la muerte de mi hermana, no sabía que hacer, como obrar. Si hacer caso a la voluntad que dejo escrita mi padre o a la mía. Menos mal que ella dejo su propia voluntad a la hora de donde dejar sus cenizas, por que cumplir la de mi padre, me habría supuesto un dolor atroz”
Llego la familia de Torrijo la mujer del pobre Herminio, quien hubiera disfrutado tanto una tarde como aquella, junto a su hijo Juan José y la mujer y seguimos hablando, grabamos en video unos y otros recuerdos, recuerdos y fotos, y esa niebla que da el tiempo a todo lo que ha pasado, un mismo recuerdo, contando de tantas y tantas maneras.  
Después de cenar, ya solos, continuamos, algo dije que llamo la atención de mi tía, y me pidió que lo volviese a contar desde el principio. “Nati decía, se lo pregunte muchas veces, y siempre me dijo lo mismo, lo tengo todo arreglado, por supuesto, y cuando llegue el día en que me muera, todo irá a parar a quien tiene que ir”. Mi tía lloro y lloro, como era posible que yo no le hubiese contado nada al respecto. Recupero el aliento, y paso de las lágrimas a la risa, y dijo: “Eso lo cambia todo, me has hecho muy feliz, el viaje a España ha merecido la pena. La familia de nuevo unida. Te quiero, niña, te quiero, ya tengo hermana otra vez y para siempre. A quien tenga que ir, a la familia”.
Y así amaneció el domingo 20 de agosto, con la familia de nuevo unida, y con el Baile a San Roque camino de la ermita, y allí en la cuesta, al saber mi Tia que aquello era el final, se puso a bailar, que noventa años no es nada. Y bailo los últimos sones de unos sanroques llenos de recuerdos, sonrisas y lágrimas. San Roque eterno.

Y el otro San Roque… Es aquel que ya casi no recuerdo, ante el vendaval que supone tanto lo contado como lo callado a propósito del reencuentro de la familia de España con al de Francia. El 14 presente en el Casino el libro del Dichero Olvidado, y conseguí hacer reír a la gente, cosa fácil, el autor se presta a mil y una historias, hasta llego a recriminarme cariñosamente que yo me había llevado todo el protagonismo, pero claro no se puede ir a presentar un libro como fue el autor y decir, bueno, no he preparado nada, así que preguntar lo que queráis.
Luego llegaron uno tras otro los días de fiestas, de reencuentros, de ir de un lado a otro arrastrado por todos los bonos, de disfrutar de la procesión de San Roque, que poco a poco se va difuminando entre los sones del dance y sus redobles, y algún que otro Dicho con el paso cambiado. Como si desde el mismo momento en el que fue declaro Bien de Interés Turístico hubiese sentido celos de las procesiones de Semana Santa y en lugar de tirar para adelante con la cabeza bien alta, mira hacia si y camina a tropezones.

Han sido unas fiestas de un calor enorme, cuando días atrás, en el pueblo se pelaban de frio, ni siquiera ha hecho falta la chaqueta para la noche, días de buscar la sombra, como aquel coche parado en el polígono que vimos cuando fuimos a dar vuelta de Navarrete, a las dos de la tarde el día San Roquico, comiendo a pie de asfalto casi la familia al completo pues faltaba uno, que no era oro que el tío que estaba meando en el centro mismo de la rotonda del museo al pie de la avenida recién inaugurada, todo tan folclórico que al propio Bigas Luna le habría hecho una ilusión tremenda y se habría parado a grabar un plano secuencia de principio a fin. España Dorada.


Queda por tanto para el recuerdo la tarde del Casino, éxito total, éxito bajo amenaza por parte del autor de volver, el cariñoso saludo de unos y otros, que leen y recuerdan, que escuchan y recuerdan. Un montón de fotos, retratos calamochinos que llegue hacer. La entrada a la plaza de toros el 15 de agosto con Eva ya sentada en las gradas, sus meriendas y charradas. El vermú, ya el 16, en la peña de Emilita con el Cuky, quien no se lo pensó dos veces frente a una paellera llena de gambas, y dejo pasar los Gigantes y Cabezudos, y el encargo que tenia de fotografiarlos, otro año será. El día San Roque según la aplicación del móvil, recorrí 24 km, sin hacer nada del otro mundo, de tal manera, que sumados los pasos de todos los calamochinos, bien podíamos a ver llegado a la luna, dado la vuelta al mundo unas cuantas veces, y acercarnos a Cochabamba para ver a Neus con toda tranqulidad y llevarle un poco de San Roque. La conversación con Conchi en la puerta de casa, para ella unas fiestas distintas, nos quedamos sin probar la paella de conserva, fiestas de las cuales espera la crónica, y aquí esta, espero te haya gustado.

Recuerdos a Reme, si nos decidimos y encontramos tiempo, al año próximo celebraremos los cincuenta años, también con Santiago y mujer, toda la vida pensando que era un año mayor, por dios, todo un traspiés de mi memoria, ahora empiezo a recordar. A Javier, mi quinto total, a José Maria, que en cuatro pasos los que van de la Castellana a la puerta del casino me conto los orígenes del Pichiclan, entre nombres de peñas de la niñez que ya había olvidado. A toda la Xurria…aun no os habéis ido, y ya os echamos de menos, el Barrio ya no será lo mismo sin vosotros. Siempre nos quedara Paquito.

Si bien queda un momento que contar, como fue el inicio del concierto de Seguridad Social, cuando el grupo subió al escenario a la una en punto, y el cantante, nos invitó a guardar un minuto de silencio, tras unas palabras verdaderamente emotivas en torno a lo ocurrido horas antes en Barcelona, palabras salidas del corazón. Se encendieron todas las luces del pabellón y Calamocha guardo un silencio sobrecogedor. El concierto fue impecable de principio a fin, un cantante, una guitarra, un bajo una batería y puro rock and roll… Eva, lo que te perdiste, maldito parné.
El domingo el día de nuestra despedida, volvíamos a la hora de comer de comprar en la Aragonia, de estar con Isidro y a la entrada del Barrio en la esquina de Inocencio, un coche subía del Rabal y como el perro el hortelano, se paró y dudo si seguir recto cara la estación o girar a la derecha.
Mi tía, que venía en el asiento del copiloto a mi lado, hacia planes para el día en el que su viejo Citröen BX deje de andar “me gusta mucho tu coche, si me deja tirado el mío, me comprare uno como este, un Cactus” Entonces, se dio cuenta de que estaba parado a la espera de ver que hacia el coche que subía la calle Real, y ni corta ni perezosa empezó a moverse en busca del botón que bajase la ventanilla, donde esta pregunto, bájala me ordeno, y empezó a gritar en francés una y otra vez mientras alzaba la mano animando al coche parado a reanudar la marcha.
Si vas a venir a Francia, me dijo, debes saber cómo decir “Tío cabrón, que haces. Deja ya de joder”.

Pd De los Años de la Cazalla. VIDA

martes, 1 de agosto de 2017

Bienvenido Mister Marshall


La pasada navidad tenía que acercarme al centro de Castellón a Lledó para recoger unas fotos, hacia un calor sofocante, y mi padre, recién llegado del pueblo me acompaño. Comenzamos andar y charrar del tiempo y al poco dimos con un viejo camión de reparto matricula Valencia, mi padre se quedó mirando y dijo: “casi es de los años de aquel primer camión que lleve cuando se abrió el matadero de Matinsa”. En qué año fue aquello, le pregunte.

No me acuerdo, pero sé que cuando tu naciste ya estaba hecho, recién inaugurado, unos años antes lo levantaron habían comprado los terrenos en mayo con todo sembrado y la cosecha ya casi con espiga con la condición de que no empezarían las obras hasta no haber cosechado. La tierra lo primero.

El caso es que, de buenas a primeras, y sin más, se ve que llamaron por teléfono, y dijeron que estaban en camino los mandamases, quienes quiera que fuesen, que se presentaban los que lo iban a poner en marcha, que venían a dar vuelta de los terrenos y sobre todo a ver las obras… Vamos que no tenían cosa mejor que hacer, que venir a dar faena.

Aún recuerdo como si fuera ayer ver salir al señor Jesús Serraller, de las oficinas de Piensos Z, donde trabajabamos, llamándome a gritos venga a chillar, con la cara desencajada, aquel buen hombre que a todos nos trataba de usted: ¡José María, José María!, y yo pensado que querrá, que habrá pasado, que habré hecho.

Conque me fui a ver, y ya le vi respirar y el hombre echo hablar: Oiga José María, buenos días, usted en su casa tiene segadora verdad, y si no es suya es de su suegro el Casimiro, … 

Si, le dije yo, si Don Jesús, de mi padre y mi suegro, a medias. ¿Y donde están segando? me pregunto. En la carretera Tornos con el Tío Frascuelo Inocencio Casamayor.

Pues venga Jose Maria, súbase usted el Land Rover y vaya a buscarlos, antes se coge al mentiroso que al cojo, han llamado que vienen a ver cómo van las obras del nuevo matadero y mañana los tenemos aquí, y nosotros poco menos que les hemos dicho que ya estamos pintando, … Estos de capital siempre van con prisas y no entiende de cosechas, así que esos campos estén como estén, los cosecháis hoy, tu ya no hace falta que vuelvas, échales una mano y quédate con el Land Rover hasta que acabéis, si habéis de dormir allí, pues allí,… y diles que les pagaremos el jornal doble, lo que haga falta. Que dejen lo que estén haciendo, y se bajen corriendo a segar.

Asi que me subí al Land Rover y me jope cara Tornos y a lo que mi guiparon los abuelos y el Tio Frascuelo, "pues este ande ira, pues viene a por nosotros, pues algo habra pasado.. Coño pero si es el zagal"

La faena fue mía, sabes, para convencerlos con el señor Serraller para arriba el señor Serraller para abajo, que de ninguna manera querían dejar el tajo y enfilar para la Estacion a segar. Que no era por no ir, que si había que ir se iba, me decían, pero aquella tierra iba quince días con retraso a la de Santa Barbara y estaba verde y era una pena segar aquello, fuera de quien fuese, y pagase lo que pagase, que los llevaran al Campo Aviación me decian, que total, si eran de fuera, no se iban a enterar, o que si era menester ya hablarían ellos con la visita y le explicarían como va la tierra en Calamocha… 

¡Que tiréis para arriba todos!… y para allá que nos fuimos a segar el trigo y la cebada verde, que ellos a cada tajo que daban, se morían un poco mas, venga a jurar y cagarse en la madre que pario a quien fuera que viniera y las prisas del copón de segar una tierra tan buena por el capricho de vete a saber quien.

La cosecha era del matadero, así que era la fábrica de Piensos Z la que más perdía con esto de las prisas y la visita de los señoritos, y el que manda, manda, así que a escape metimos allí la segadora y a matacaballo pin pan, pin pan, con los tres machos a relevo, todo a tajo parejo venga montones y montones… que lo dejaron más limpio que una patena… 

Y venga otra vez a echar a correr, cuando sube el señor Serraller a dar vuelta y ve todo por allí escampao pero ya mas contento que otra cosa, me llama otra vez y me dice: “venga Jose María, se baje a la fábrica y agarre los camiones, y a todo el que este por allí y se los trae aquí y que no quede ni rastro de cosecha, cargáis los fajos, y hacéis los viajes que hagan falta y repartís la cosecha, que no quede una casa de Calamocha sin su parte, en todas casas que haya vacas dejáis un poco, no os la quedéis toda vosotros, que os conozco, y cuando se acabe se acaba, pero si llega para todos mejor”.

Y venga a echar viajes y repartir con las dos Avias de Piensos Z, Ramón Alpeñes con la suya y yo con la mía, y para cargar venían Luis el Tololo, el padre del pobrecico Ignacio, Joaquin el Soguicas, y Manuel el Ronquilla toda la parva que trabajamos juntos allá en los piensos, menuda cuadrilla.

Al día siguiente vendrían y lo verían todo, ya no recuerdo más, aun creo que marcaron con cal y pusieron alguna estaca para enseñar por donde irían las trochas, pero con ver la maqueta del matadero ya tendrían bastante.

Y es que con la llegada del matadero, la cosa no había hecho sino empezar, la vida de pueblo se acabó, construir en una tierra tan buena, el acabose, ya todo eran prisas y ladrillos, y correr de un lado a otro para que la cosa saliera bien, que aquella buena gente que lucho por sacar adelante el matadero no paraba de hacer cosas por su pueblo y se iba a donde fuese menester y hablar con quien hiciera falta.. 

Asi que otro día, yo ya le temía, se me acerco el señor Serraller y me dijo, “Jose María, váyase usted a casa, coma, y échese a dormir, y a eso de las dos de la mañana o la hora que crea conveniente se viene aquí, se echa en el camión la maqueta del matadero, las botellas de vino con la foto de la maqueta que trajo el otro día de Cariñena, y los vasos de cerámica de Villafeliche que también trajo usted el otro día, esas que pone Matinsa, Matadero Industrial de Calamocha, no se equivoque y se vaya a Madrid con cualquier otra cosa, allí le esperan en la Feria Muestras en el Pabellón de Aragón al punto la mañana antes de la inauguración. Cuando llegue a Madrid, pues eso, se pare y pregunte y uno u otro le dara traslao de como llegar”.

Que te crees, que comí o que dormí… unos nervios, a Madrid, que me iba, y esperando que estaban al camión que me decian y yo no habia pasado ni de Teruel ni aun llegado nunca a Zaragoza.

Nada que no veía la hora de salir, hasta que ya me subí al camión, y de un tirón me plante de madrugada en la Puerta de Alcala, … pues ya estamos aquí me dije… Y a todos que les preguntaba nadie sabia indicarme, nadie era de allí… anda que para encontrar un guardia casi me veo apurado, pase las de Cain… y nada enseguida llegue a la Feria y allí ya empiezo a sentir “Viva Calamocha”, "Viva Calamocha" y paro el camión y era José Ruiz el Florentino que me estaba esperando para llevarme al sitio… Descargamos colocamos las cosas, y yo reventao le dije me voy a cáscala de aquí a echar una cabezada, y en eso que me ve Reynaldo Catalán por allí, “Jose Maria ven aquí… que no doy abasto, y venga hacer merengues, que me puse tibio, madre mía si comí… el haciendo merengues y yo dándole conversación y espera que en cuanto acabe me voy contigo y te saco de Madrid, que yo me lo conozco.. a mi me dejas en el centro y yo ya te indico”… 

Ya me parece que te he contado alguna vez la que nos pasó a los dos por Madrid… Si papá, lo tengo escrito cualquier día lo contare, por hoy ya vale de calamidades.

Construcciones Rubio lo levanto y en cuanto terminaron empezaron hacer pruebas Juan Jose Leon el Minino y la Nati, y comenzaron con los embutidos, asi que comiamos todo lo que queriamos y mas, recuerdo que el día que tu naciste al bajar del ver al Tio Chato, el de la Tia Eulalia de Torrijo entramos al matadero y la Nati, bueno en realidad aun no habias nacido y ya te regalo dos vueltas de longanizas para que tuvieras que comer, asi que naciste al dia siguiente y llegaste al mundo con dos vueltas de longaniza del matadero.

Y ya empezamos a echar viajes, a vender carne con las primeras Avias, aquellos camiones los bajamos con Ramon Alpeñes y luego con el pobre Eusebio... ibamos mucho a Barcelona, al mercado, toda noche en la carretera y todo el dia para volver y luego a Valencia ya con el señor Don Anselmo Gil que fue quien lo hizo funcionar a tope, venga trápalas y prisas, que la gente tiene que comer.



Aquel camión de 10 tn era un Pegaso Super, por la fecha debería ser el de la foto pero no lo sé, ya no se si eso es o no un Pegaso, su matricula era TE 12461 lo estrene y lo lleve a carrozar de frigorífico a Valencia, pero yo ya no fui a recogerlo, porque entre medias, el Matadero echo andar solo por un lado y los piensos, y las granjas por otro, lo que sería Pygasa, y a mí, a Manuel, Adolfo, al cachondo del pobre Barrao, a la pobre Concha la Ruiza y Ricardo Serrano nos dejaron en los piensos.

Y al matadero empezó a venir gente y mas gente de toda la comarca y de todos lados, Don Jose Gil de Pancrudo bajo de veterinario, y Apellaniz de Caminreal, también bajo, y ahí sigue, Mariano el del Bar, de Tordesillas, de vez en cuando me decían vete a tal pueblo y pregunta por fulano que se viene a trabajar y yo iba con el camión, y me traía a toda familia… Un día fui al Valle Gabriel, y lo deje vacio…

Alberto de Villafeliche, los Villanueva de Loscos, padre e hijo, y el de Lechago en la portería…no paraba de llegar gente a trabajar.

Ni para bien, ni para mal, los unos al matadero y los otros a los piensos nos separaron, y a cualquiera que le hubieran dado a elegir, entre una cosa u otra hubiera elegido los piensos. Era un trabajo más cómodo, así que tuvimos una suerte loca, por que aquellos primeros días de trabajo en el matadero hasta que se partió y nos mandaron a cada uno a un lado, fueron, jodidos de verdad, yo aún, que llevaba el camión, pero el que no, un frió y una humedad en la cadena de tres pares de cojones, mejor entrecavar y escardar remolacha o ir de pastor que un trabajo tan duro como aquel, siempre jodidos de frío por las cámaras y por cualquier lado que fueras, y con  botas de agua y los gabanes esos que se llevaban, y a limpiar y luego tira a cargar de madrugada el camión con hielo por todos lados. El caso es que no salimos del matadero porque ya empezamos a ensacar en la nave que hay detrás de los pisos del bar, a los Piensos Z ya no volvimos.

De aquellos primeros días del matadero lo mejor fue la primera navidad, cuando nos dieron el aguinaldo, cosa que no se había visto jamas por el pueblo, pero como en Valencia se estilaba y su gerente el señor Don Paco Rosa era de allí, se ve que dijo… aguinaldo para todos, y nos dieron una caja hasta arriba. 

Al final mereció la pena vivir aquellos primeros madrugones y viajes en el día a bajar carne a la capital del Reino, a Valencia, con camiones de segunda mano, con las Avias matricula de Valencia hasta que luego estrene el Pegaso, aunque solo fuera para llevarlo a carrozar, por que luego me pasaron a los piensos. Juan Miguel León te podría contar muchas cosas, fuimos un montón de viajes los dos juntos uno detrás de otro de Calamocha a Tarvernes Blanques, una noche que el no pudo venir cogió el camión Ciriaco, de Torrelacarcel, lo llevaba yo detrás, se distrajo un momento y se paso Puçol y a lo que tiro a darse cuenta acabo en un campo de naranjos. Así que en cuanto llegue a destino mande una furgoneta a buscarlo y sacaron la carga, que para rematar era la peor, por que llevábamos tocinos y terneras en canal, que pesaban como talegas, colgadas de cadenas, sin suspensión, que solo hacían que moverse y te tiraban el camión a todas caras, que parecía que ibas borracho…Así que nos volvimos los dos en un camión, y al siguiente viaje ya estaba arreglado… joder aquellos camiones.

Madre mía, aun me acuerdo de echar a correr otro dia, menuda se preparo, resulta que era la Feria del Jamon en Teruel, la primera y claro se ponia stand y de pronto se dieron cuenta los amos que no habia jamones, que en Calamocha no habia un jamon, en las casas si, todos los que quisieras, lso graneros llenos, pero en el matadero para vender no, ni uno... y venga José Maria mañana al hacer de día coges el camión y te vas a buscar a Elias el del Bar de la Calle Real, el ya te estará esperando y donde te diga de ir tu alli, el subira y lo que te diga eso tienes que hacer, y ya sabes, de esto ni una palabra.

Coño tanto misterio, con la buena persona que era Elias, casi me acojonan y les digo que no voy, pero nada alli que fui... venga señor Elias a donde vamos, a mi pueblo me dijo, a Cortes de Arenoso, y eso donde esta y por donde se va, ¿hay que traer alguna familia al matadero a trabajar, algún pariente?... calla y pega la vuelta que te me vas para Zaragoza, tira para Teruel que mi pueblo es el ultimo de la provincia, el siguiente es ya Villahermosa del Rio, provincia de Castellón. Es verdad le dije yo, que allí hay un matadero, pues allí vamos me dijo, a llenar el camión de jamones y luego llevarlos a la feria a Teruel, que el dueño es amigo mio. Asi que allí llenamos el camión de jamones de Calamocha y entramos a Cortes a saludar a su familia y esto y lo otro, y ¿un camion de jamones cuantos  jamones son?, lo sabes tu, no pues yo tampoco, hombre, pues si no han puesto la cantidad que llevamos, que va a peso.. hala, venga Jose Maria, sin escasear, voy al horno a por pan, baja un jamón, el mejor, y empieza a cortar que lo mismo que nadie notara si el jamon es o no de Calamocha, nadie notara que falta uno. Abri el camion, agarre el mas grande que vi, y nos comimos un jamon entero, el primer jamon de Calamocha, con su hermano o cuñado o quien fuera...y un reseco después camino de la feria de Teruel que aun me dura...


De Los Años de la Cazalla. Bienvenido Mister Marshall

(Fotografía del Museo del Jamón de Calamocha, un museo, que como todos, pero este con más razón, se debe visitar)

sábado, 1 de julio de 2017

Lo mejor del verano.

Siento frío, apenas he dormido, me he pasado el fin de semana entre recuerdos y fotos. Hoy me encuentro frente al ordenador, no sé muy por qué, aunque tal vez si lo sepa, dispuesto a escribir por miedo a olvidar, rodeado de tristeza.
A veces, los recuerdos, te llegan de un modo amable, y piensas, he de escribirlo, un día de estos, cuando ya lo haya recordado todo, lo escribiré. Otras veces, el recuerdo te llega como un mazazo, de repente, sin esperarlo.
Alguien recibe un mensaje en la otra parte del mundo, te lo reenvía, y tantas veces como lo lees, lo niegas… Tratas de recuperarte, y la única salida que ves es, escribir.
Y escribes lo que hace unos días, habría sido un maravilloso recuerdo a compartir entre nosotros, sus protagonistas, y hoy, ya no es sino un momento en la vida de todos, trágicamente perdido. Calamocha como una sensación, como algo que fue, y ya nunca será, “arreglare la casa y volveré”… La ilusión por volver, la ilusión de todos, de poder sentir lo que nos hizo crecer y vivir.
En realidad, Calamocha, para muchos de nosotros, ya es tan solo una sensación, y con ella el deseo de recuperarla. Una sensación perdida, unos recuerdos a punto de olvidar, y nos empeñamos en buscar lo ya perdido y recordar lo ya casi olvidado, aun sabiendo de su incierto o nulo resultado. Y con miedo, vamos retrasando año a año, prolongando su búsqueda, la vuelta a Calamocha, hasta que ya, todo indica, es demasiado tarde.
Lo mejor del verano comenzaba cada año a la hora de la siesta, nada más comer, cuando se acercaban los días de las fiestas, y alguien, a esa extraña hora en quien absolutamente nadie camina por la calles de un pueblo desolado bajo un calor horrible, retiraba la cortina de una puerta siempre entreabierta, oíamos como terminaba de abrirla a trompicones, hinchado su armazón de hierro a causa del calor, y se oía: “Josemari”.
Llegaba de Zaragoza, donde se había marchado a los seis años, allá por el 72 me recuerda el amigo Pepe, vecino suyo en el pueblo. Su padre se fue a trabajar a la capital, y toda la familia con él, aquel pobre hombre no tardo en enfermar y morir, también joven, en lo mejor de la vida. Pepe recuerda el subir a verlo junto a su madre, ya enfermo al “cascajo”, las tardes de los domingos.
Se fue a la ciudad, el amigo de todos, con su voz ronca y entrecortada tan característica, en cambio tal vez gracias a ello, era el único de entre nosotros, que sabía cantar, le fallaba algo el oído, cosas de cuando era pequeño y el medico no le acertó y “me jodio”, contaba con resignación, con esa eterna melancolía que siempre pareció acompañarle, por momentos tristeza, y hasta alguna que otra lagrima entre amigos.
Llamaba a casa, fuerte como un roble y con unas espaldas imposibles de tumbar, y lo mejor del verano llegaba con él… Pasaba más tiempo en nuestra casa, que en la suya propia. Las mañanas antes de comer, las tardes sentados en la puerta escuchando la música de Radio Calatayud, todo el Barrio a la espera de ver pasar a la chica del Rover rojo, otro de nuestros amores imposibles, los partidos de voleibol en la puerta, los paseos junto a mi hermano y Rafa, llegado como él de Zaragoza y con quien solía salir de vez en cuando por la capital matando la nostalgia de los veranos en Calamocha, los días previos a las fiestas, los carteles de las orquestas, a la peña, llevan unos mariachis, tenemos que ir si o si, y si no saben cantar, saldremos nosotros “Con es lunar que llevas, cielito lindo…” además gratis, aquel año en que fueron los primeros en sacar el bono de la peña…las noches charrando a la fresca, junto a los mayores que lo adoraban y protegían, mimaban, hasta hacerle sentir incomodo más de una vez y dos, y enfadarse con todo y con todos, para al rato darles la razón, y sonreír de nuevo, dejando pasar el tiempo a la espera del 14 de agosto.
¿Y qué te cuentas?...
Nada, todo sigue igual, venía a ser su respuesta, como si nunca se hubiera ido, como si nada hubiera ocurrido, se hacia el silencio. Pero nada más lejos de la realidad.
En aquellos años del despertar a la vida, tener un amigo en la capital, y no un amigo cualquiera, si uno más, uno de los nuestros, alguien nacido y criado allí, alguien que nos conocía y sabía lo que nos gustaba y lo que queríamos oír, era lo mejor que podía pasarnos. Aburridos como estábamos en un pueblo como aquel, ¡bendita Calamocha! en la que vivíamos adormecidos las mañanas por las clases de repaso de Don Juan y su rabiosa, que él ya había podido conocer en sus primeros años de escuela, y las tardes con la tele de un solo canal en blanco y negro, hasta que allá por el 82 llego el UHF, el segundo canal, y la tele en color… a la eterna espera de la FM de Radio Calatayud y su música. Menos mal al cine, que de vez en cuando nos contaba la realidad de las cosas, y lo que ocurría más allá, en la capital, donde campaban a sus anchas, los perros callejeros y supermanes.
Y él llegaba, de todo aquello que a nosotros comenzaba a fascinarnos, de lo que para nosotros era el mismo centro de Zaragoza, un lugar tranquilo aquel en el cual  vivía, donde no paraban de pasar cosas, como bien se encargaba de contarnos año tras año, tras el aburrido saludo inicial…
¿Os acordáis, de aquel tío, que robo el banco aquí en Calamocha?, pues lo cogieron el otro día, en la puerta de mi casa… fue la hostia, todo lleno de zetas y maderos con la metralleta, sirenas, tiros, su madre por allí dando patadas a los municipales… todos tirados por los suelos, un carro estampao, otro ardiendo… en cuanto paro el lio, baje con los colegas a verlo, una pasada tío.., además, unos días antes, vimos al último que mataron, allí en el descampao, una noche lo pillaron al que fuera, a saber lo que les habría hecho, se lo tendría merecido y le ajustaron las cuentas, le dieron una paliza, le pasaron con el coche por encima un montón de veces, y lo remataron con una escopeta recortada …
Ahora mismo trato de recordar la chica por la que suspiraban sus huesos en aquellos lejanos años de prácticamente la infancia, y la cuestión obligada por su parte, ¿qué tal esta?, ¿pregunta por mí? Pero no logro recordar nada, éramos demasiado jóvenes, para eso, en realidad para todo, chicas, bares y música… pilares básicos de la marcha. Aunque el tiempo pasó muy rápido.
Sin duda la música, era su pasión…las canciones de Pablo Abraira con su Gavilán o Paloma, todas de Boney M, Gloria de Humberto Tozzi y Allá en el otro mundo de Albert Hammond. Y también los días de San Roque y aquella primera peña fallida, en su misma casa, en el corral, entre gallineros, cortes y conejeras, en cuyo intento por levantarla, a la hora de limpiarla, terminaron todos intoxicados y debieron, obligados por las circunstancias, olvidarse de seguir adelante. Aquella noche, Don Angel, el médico, la paso en vela, de casa en casa, de tan prematuros peñistas, entre una apocalipsis colectiva de vómitos negros, y ahogos, el fin del mundo mismo a la altura del rabal calamochino a mediados de los setenta. Un vaso leche, y a dormir.
He traído el Rock And Ríos, una copia que compre en el rastro, sacar el loro, vamos a escucharlo… he traído también un cable, y si conseguimos otro loro, podremos copiar la cinta sin ruido de fondo… Yo no puedo traer mi casete, porque seguro que me hacían pagar billete por él en los autobuses, por esa puerta no cabe…
¿Fuiste a verlo, el concierto, debió ser una pasada?, le preguntábamos medio abobados por la expectación, mientras nos sonreía y tarareaba el Año 2000, que milenio traerá… a lo cual, con la cabeza y sin dejar de cantar nos decía que no, ni a conciertos, ni al cine, ni a nada, la calle para correr era el mejor lugar para todo… la música al rastro, y las pelis, en copias piratas en cualquier bar…
Cuando sea gratis, iré, iremos todos, sentenciaba entre más sonrisas y comenzaba a suspirar cantando aquella de “Dame una cita…” sin duda, una de sus canciones, nuestras, preferidas, siempre gracias a él. Al tiempo que lamentaba, sin hacer caso de nuestros ánimos y palabras de consuelo, haberse dejado en casa, la cinta de Los Pecos. Eso era ya, pasarse.
Y es que tras esa apariencia de duro, de chico de ciudad, de macarra pero con clase, que admirábamos, estaba el tío más tierno del mundo, que jamás entre nosotros se metió en problemas, más romántico imposible, y sin miedo a reconocerlo, sin duda todo un ejemplo… Un año llego con gafas de sol, el primero en llevarlas, detrás iríamos todos, y también llego con la cinta de Dyango, ahí ya no podíamos hacer nada, para nosotros era el colmo, que más nos faltaría por ver. Enseguida lo supimos…
Entre medias toda la banda sonora de los Perros Callejeros, le había dado por ahí, y los Chunguitos y los Chichos se le quedaban cortos a la hora de cantar y pedir canciones a las orquestas de las verbenas allá en las piscinas, amenizadas por alguna botella de vermú blanco a palo seco tomado a la fresca sentados bajo la cristalera de la Pitusa allá en el Peiron, hoy lo llamarían, perdiendo todo su romanticismo, botellón, y luego en la plaza, ya con más conocimiento, a base de cervezas y cubatas de Jb con Coca Cola,…Mientras, para descanso de todos, mostraba su amor a los cuatro vientos, por una chica del norte, de la cual se sentía enamorado, una tal Luz Casal, cuya cinta trajo otro de esos veranos para escuchar.


Volvió por fin al redil y  un año se presentó con el doble casete de Joaquín Sabina y Viceversa, también del rastro, pero con portada en color, una pasada de la hostia… y gracias a él, conocimos de cerca al canalla de Sabina,…Vale, dale la vuelta al casete... dale caña Sabina. Adelanta, y pon la de Juana La Loca… y mañana descansamos, cambiamos y escuchamos a Víctor Manuel y Ana Belén… Nos volvíamos mayores a pasos agigantados… Éramos ya todos unos carrozas, que hacíamos del “abre la muralla”, todo un himno, agarrados de la mano y desafinando cuanto nos era posible.
Tras habernos terminado las últimas botellas de Arpón Gin, la ginebra que compramos unas fiestas del Santo Cristo, por cuatro duros, treinta en concreto, en la tienda Carlos el Pipero, deshaciéndose del inventario, ya próxima a su cierre. Llevaros todas maños, no me dejéis aquí nada, os duraran unos años. El domingo, antes de salir de marcha, todos a mi casa, mi madre no estará, ¿os queda Arpón Gin?, comprar Coca Cola y pasaros, y champan de noche vieja, os queda, o eso mejor lo dejamos para otro día, eso otro día, y si no os queda vamos a la Concha a por el Dubois, que por veinte duros, te pones bolinga...
De no habernos bebido aquella docena larga de botellas, que compramos, todas las que había, hoy a buen seguro tendríamos un capital… a 25 euros la botella vacía, llena ya ni imagino lo que hoy valdrían, se venden en la red… que poca vista tuvimos, éramos jóvenes y no pensábamos en que habría un mañana, solo en beber, aunque bien nos duraron un par de años o tres.
Íbamos, todos de la mano, por el guiados,… pioneros de la nada. ¿Este año, haremos peña,  tendremos un garito donde meternos?… Si, pues he pensado que lo mejor sería comprarnos una caja de cerveza de La Zaragozana para cada uno, para mi dos, y otro par de ellas para las visitas, y unos cuantos sacos de cacahuetes y dejarnos de tonterías, con las cosas esas de las ginebras de mierda y el wiski de Dragados Y Construcciones, que no hacen sino joderte el estómago. Lo que tú digas.
Habían pasado los años, y nosotros habíamos ido de las bicis a las motos, y cuando ya estábamos a un paso de los coches, él nos miraba, y maldecía su mala suerte, de tener que ir a todos lados en el coche San Fernando…hasta que finalmente en un día grandioso, se sacó un as de la manga, un conejo de la chistera, una moto del granero.
Aquel fue uno de esos momentos que uno recuerda toda su vida, y que marcan los veranos de aquellos años… Joder aquí todos con moto y yo a pata, en el granero está colgada la moto de mi padre, yo creo que con una bomba de hinchar, una bujía y una lata gasolina, arrancara… Una Honda, si no me engaña la memoria, azul, blanca y con alguna línea roja de cincuenta centímetros cúbicos, que tenía tantos o seguramente más que él. Y una tarde de verano de mediados de los ochenta, arranco sin problemas, para subir a conquistar día tras día Navarrete en fiestas, la libertad más grandiosa.
Cierto que todo era más sencillo que hoy, no era necesario casco, ni aun seguro, tan solo un permiso que con solo un reconocimiento médico te daban y la certeza de que ningún Guardia Civil de Calamocha te iba a echar el alto, se podía conducir sin permiso con toda la tranquilidad que te daba el pueblo en esos momentos… Libre, como el sol cada mañana yo soy libre… Un domingo de esos, “Nino Bravo”, no quiso bajar a Navarrete en taxi, junto a nosotros, prefirió la libertad, volvió a casa y agarro la moto y directo de marcha a Navarrete, una vez allí, no tardo en acercarse al escenario y pedir que le dedicaran aquella de Los Ilegales que decía “soy un macarra, soy un hortera, y voy a toda  hostia por la carretera…” Todo mentira, pero todo un momento épico entre nosotros…A la hora de la vuelta, el taxista le advirtió, están los civiles en el cruce del cementerio, no te vayas ahora, vete a las diez, cuando ellos vuelven al cuartel… no hizo caso, ya no había quien le parara, y se marchó delante de nosotros…Con su moto, el mundo se le quedaba pequeño…
Al llegar al pueblo, vimos a la Guardia Civil en el cruce, la moto aparcada y él hundido tratando de explicar lo inexplicable, gesticulando amargamente, dándose por vencido, hundido…mientras mi hermano que iba de paquete se había bajado en la puerta del cementerio y terminaba de llegar andando, para él también habría lo suyo por parte de la autoridad competente.
Aquello pintaba fatal, el taxista saludo a la autoridad y nos llevó al Peiron, del taxi bajamos los siete, y allí esperamos la vuelta del espíritu libre y su fiel escudero. Sí, he dicho bien, íbamos siete en el taxi, más el conductor, y alguno ya había hecho de la mili… un viaje de setecientas pesetas. José, Miguel Angel, Joaquín, Andres, Javier, el otro Jesús y yo
Al final paso lo peor que podía pasar, no hubo denuncia alguna, una multa habría supuesto un final digno para aquella fugaz aventura de la moto, una medalla de guerra para su protagonista, una muesca en el cinturón, el caso es que la moto ya no volvió  arrancar ni surcar camino alguno en libertad. En fin, una multa habría sido algo de lo que presumir delante de los colegas al acabar el verano ya de vuelta a Zaragoza, “me pillaron y me jodieron”…
Hubo por parte de la benemérita una reprimenda paterno filial, fuera de lugar, de esas que duelen en el alma, sin multa, él bien lo decía, hubiera preferido dos hostias y venga vete a cascala pa tu casa”, venga chaval, que estas de suerte, hoy es tu día, me caes bien y te perdono, además se de quien eres, ya me puedes dar las gracias…márchate y acuérdate de mí.
Corrieron lágrimas y juramentos a partes iguales, y de pronto a todos se nos fue la tontería… Mira que si nos pillara hoy, decía con una sonrisa de oreja a oreja, cuando tiempo después íbamos todos en la Sava de Jose y Miguel Angel, con unas cajas de cerveza como asientos, por el mismo camino en busca de la tan ansiada libertad que parecía no querer encontrarnos, cantando aquello de “Valemos un Montón”.
A las noches de los sábados y sus verbenas se sucedían los domingos de marcha, el guiñote y el futbolín en el Correos, nadie jugaba mejor que él, a eso del futbolín me refiero, curtido en mil batallas en los recreativos de su amado Barrio de Zaragoza, los miles de bares que había entonces en Calamocha, las discos a la espera de las lentas y sacar alguna chica a bailar, no podíamos acabárnoslos… Mientras llegaba el negro final de todo, cuando unos días después de San Roque se marchaba y nos dejaba allí a todos, solos, en lo que nos parecía un pueblo triste, como otro cualquiera, pero sin él, el más triste y aburrido del mundo…
Joder, a ver si ya de una vez, os vais a estudiar a Zaragoza y os saco por allí de marcha, vais a alucinar colegas. Venga, hasta el año que viene, ya os escribiré, y vosotros también, escribirme, no me dejéis solo, no me seáis hijos de puta, acordaros de mí.
Sin embargo, una vez allí, en Zaragoza, apenas hubo tiempo de nada, de quedar alguna vez, y poco más, en aquellos años, todo era tan distinto, había que llamar a su casa, dar el recado, que él lo recibiese a tiempo, y por fin vernos, o bien él debía pasarse por el piso donde estábamos, y tener la suerte de pillarnos. Complicado. Y para un día, que nos encontró en casa, termino en catástrofe:
Apareció una tarde por la Calle Latassa, donde vivíamos, para ver cumplidos todos nuestros sueños por fin, un día cualquiera entre semana y nos dijo, venga vámonos a la feria de muestras toca la Orquesta Mondragón, y es gratis, no sé qué de la radio, hasta agotar aforo, tranquilos, no hay prisa, aquello es muy grande y la gente hoy estará en el futbol… De tan tranquilos que fuimos, charrando, charrando, al llegar, ya no había entradas,…  Y allí nos quedamos, lamentándonos, como casi siempre, en tierra de nadie, a un lado media Zaragoza en la Romareda, y al otro lado, la otra media cantando aquella canción que tanto nos gustó siempre: Hola mi amor, soy yo tu lobo…
Así que lo más fácil era quedar para el Pilar el mismo día en que terminaba el verano, cuando acabado San Roque se marchaba a casa. Nos vemos la víspera del Pilar, a las siete, cuando llegue el autobús con los demás, en el Puente los Gitanos, iré a buscaros.
Siempre acudía solo, parecía no tener amigos, en realidad, era todo lo contrario, quería estar solo con nosotros… y de allí, al Rollo, al paraíso en la tierra…Saldremos hasta los huevos de Los Lobos y La Bamba, pero en todos garitos ponen lo mismo. Allí están mis colegas, luego pasamos, primero vamos aquel otro garito, a ese ni entrar, aquel tampoco, hostias seguras, luego iremos a este otro, luego aquel, echar un bocata, no entraba nunca dentro de los planes… y después nos cruzaremos a Zuma, algo caerá, y a una mala, si no se da bien la noche, nos bajamos a ver a las de la universidad a Doctor Cerrada o a los pijos de León XIII, a los tugurios esos donde no si vas con zapatillas no te dejan entrar, y así acabamos la  noche, echándonos unas risas… En realidad, con él, nunca salimos del Rollo. O, más concretamente, de Calamocha, lo único que nos unía. Allí, estábamos fuera de lugar y pronto cada uno marcharía por su lado.
Creo recordar que se fue a la mili, aunque le habría sido fácil salvarse, ¿estás loco, tu que puedes? “cabrones, me voy a ver mundo, nos diría, a ver si con suerte salgo de Zaragoza”, luego comenzaría a trabajar, y poco a poco a faltar a su cita con los veranos de Calamocha, pasaban los años unas veces venia algún día, otras ni eso, y siempre el catorce, aquel día en que la cuadrilla en sus últimos días unida se marchaba a comer al Mas, a mojarse por dentro y por fuera, camino del chupinazo nos fijábamos en su puerta, con la ilusión de que estuviese abierta y hubiese venido aunque fuese tan solo a saludar, pero ya la persiana, bajada sin atascar con aquella madera gastada, eternamente rota, te decía, que en aquella casa, no había nadie…y lo echábamos de menos, y pensábamos, aún es pronto, aun vendrá… pero dejo de venir y ya no volverá.
Hace un tiempo, a todas luces, ya escaso, retomamos la amistad de la juventud, bendita internet, envuelta ahora entre recuerdos, y nos volvimos a encontrar, en el fondo estaba la llegada de los cincuenta años, “iré, iré, a la fiesta”, pero finalmente no fue, le podría el miedo, esa sensación, que te hace tanto echar de menos el pueblo, como comprender que ya nada de lo que de él recuerdas existe, entonces, para que ir, mejor quedarte en casa, lejos, recordando, en definitiva soñando despierto.
Leía el Blog de los Recuerdos de Calamocha y nos seguíamos en Facebook, le encantaban las historias, todas las leía, se lo conocía de arriba a abajo y le daba al me gusta y yo me acordaba de él una vez más, y yo pensaba le debo un recuerdo, le debo algo, y de vez en cuando le sorprendía con alguna foto, él pacientemente esperaba, sabía que yo guardaba un buen puñado, y que poco a poco las iríamos viendo.
Le habría gustado a rabiar, el recuerdo de hoy, que ya no podrá leer, y lo habría leído una y otra vez, mil veces. Siento muchísimo no haberlo escrito antes y que lo hubieras podido leer, recordar, reírte, me rondaba por la cabeza, y lo fui dejando como tantos otros, sabía que un día lo escribiría y nos reiríamos juntos, y que cruzaríamos cientos, miles de mensajes, y que tú me dirías: te has dejado esto y aquello, y por qué no cuentas eso otro de… ya no tiene remedio, nunca imagine que lo escribiría en un día tan triste como hoy y que tú ya no alcanzarías a leerlo, por mucha prisa que me diera en terminarlo, ya era tarde.
Siempre te recordaremos, y te echaremos de menos, y con toda seguridad, lo haremos cada vez más, y seguiremos, mientras los caprichos de dios nos lo permitan, cada 14 de agosto pasando por tu puerta, con la esperanza de que hayas vuelto a nuestros maravillosos veranos de la niñez y juventud que siempre irán ligados a ti, a la banda sonora de tu vida, la nuestra, gracias, gracias, gracias… Te queremos un montón.   

A Ignacio (1966-2016)

Un día de noviembre del 2016