miércoles, 25 de noviembre de 2020

El Bello, el Apuesto, el Mentiroso y mi pobre tía

 Así que un día hicieron el apaño y nos presentaron, y aquí la tonta, no sé ni cómo llamarme no es que cayera rendida en sus brazos, pero casi, para que nos vamos a engañar, a mi familia se le veía tan contenta, hasta le pude perdonar a él y a los míos, que aquel primer día me dijese la primera verdad al tiempo que la primera mentira: “Tengo dos hijos”.

El vivía en Toulouse, y yo en Graulhet y empezamos a vernos y la cosa tiraba para adelante ni bien ni mal, pero ahí seguíamos, él quería que me fuese a vivir a su casa y yo que de la mía no salía ni me iba a vivir con nadie sin tener los papeles del divorcio arreglados, que se olvidase, que yo no era de esas, era la excusa que ponía vamos, pensando si acertaba o no y creyendo que el divorcio nunca llegaría.

El caso es que llego, la beata de la madre de mi marido, aquella mujer estaba siempre metida en misa, y luego no te daba ni los buenos días, se empeño en que debíamos firmar y se acabo. Ya no tenía excusa, estaba entre la espada y la pared, mi casa y mis hijos y mi trabajo o la segunda oportunidad con Antoine, y los papeles cuando los tuve, la diálisis ya de Jean Pierre en Toulouse, y un poco todo, pero la mayor culpable yo, lo deje una vez más todo y nos fuimos a vivir con él.

Total dos o tres años tonteando, no recuerdo si en ese tiempo había estado yo en su casa de Toulouse, en su piso vaya, o no… pero que llegamos allí los tres, entramos y la mierda que había no te la puedes imaginar, y por más que te cuente no te harías una idea jamás.

Para empezar, tenía cuatro hijos, dos de cada mujer y un primo hermano, de los chiquillos de eso que te hace pensar si no será hijo también de alguna otra fulana como yo, todos allí viviendo, sentados en el sofá con los pies en la mesa, aun me hierve la sangre de recordarlo,…

”Pasa, pasa, cariño, en esta casa hace falta una mujer”.  Estaba yo allí en la puerta pensando si entrar o no, con las maletas, con los chiquillos, viendo lo que había dentro y yo miraba para atrás y pensaba, pero si no tengo a donde ir, si lo he dejado todo, …Un follón de cojones vaya, yo solo hacía que ver a tu abuela a la Rosa pensando en que lo diría al verme,…Con mis padres no se podía contar, no podía ir a su casa, para ellos Antoine era una persona decente con poca suerte, como yo, trabajador… “Ale, Jean Luc cierra la puerta y pasa a dentro”, era el pequeño de todos y estaba como yo, pues eso, acojonao.

Aquella casa daba miedo, todo manga por hombro, que los metiera en vereda me decían mis padres, y el Antoine también, pero eran ya mayores, y unos zánganos desustanciaos de padre y muy señor mío, de los que antes se mueren de sed que se levantan a por un vaso de agua, de los que no comen por no guisar, y de los que por más que guises o limpies no puedes darles gusto y guarros como el que más, un despropósito total… “Cariño cuanto te quiero, cada día más” me decía Anotine. Coño, lo mismo que yo a ti, pensaba.

De tripas corazón y a echar para adelante, a ver qué pasaba y si la cosa no cambiaba, a joparme en cuanto pudiera, pero de ama de casa, de eso nada, eso es lo que el Antoine quería, “tú en casa como una reina me decía”.

Me subía por las paredes, aquello era inaguantable, pero no había otra cosa, no conocía a nadie, y yo en casa con semejante escaparate no podía estar, así que empecé a buscar trabajo, medio a escondidas, y no sé cómo surgió pero el caso es que lo encontré y el primer sito donde trabaje aquí en Toulouse, la primera gente, buena de verdad que conocí fueron los Judíos.

Trabaje durante algo más de dos años en la casa de un Judío, allí si que era yo la Reina con permiso de su mujer, casado él con una española nacida en Marruecos con la misma gracia y salero que Imperio Argentina, la Piquer y toda Andalucía junta, que yo misma vaya. Tenía la voz más bonita del mundo y cantábamos las dos mano a mano las coplas de España un día si otro también…aquellos momentos, cuando estaba en su casa trabajando eran los únicos de felicidad que tuve durante esos meses, dos años largos como te cuento, aunque no podía dejar de pensar, quitarme de la cabeza la merde en la que entre unos y otros y yo solita me había metido.

En la casa, en la sinagoga, trabaje y gane cuanto quise, hasta el día que ya, no pude más y me marche, encontré trabajo en lo mío, de cortadora en un fábrica de curtir en la otra punta de Toulouse, quería alejarme de todo de lo bueno y de lo malo y con un inmenso dolor, como cuando deje la casa del Registrador en Calamocha, me marche, ellos, la verdad, me ayudaron en todo cuanto pudieron y sintieron mi marcha.

 En aquellos años del apuesto Antoine, hubo tiempo para todo y hasta fuimos dos veces a España, la segunda ya cuando todo se acababa, de camino a Calamocha, entramos a Barcelona, siempre era al revés, pero estaba todo pensado, lo tenía todo pensado vamos, y allí dejamos en el Pasaje de los Ciudadanos a Jean Luc con sus primos que eran de la misma edad más  menos, “que se quede el chiquillo” y al sinvergüenza del Antoine le falto tiempo para salir corriendo con el coche y dejarlo allí.

A ese botarate le gustaba España más que a mí, y solo pensaba en la fiesta, en tu casa, tus abuelos, la familia, ya lo tenían guipao,… ni bueno, ni malo ni sí ni no, no engañaba a nadie… pero como me decía tu abuela, “Maña tu eres la que te duermes con él, así que tu veras”. Vamos que si la cosa no iba por donde tocaba, porque una cosa es la fiesta y otra distinta la vida diaria, ya estaba tardando en darle una patada en el culo.

Pero claro, la familia que va hacer, pues nada, callar y adelante, no les caía ni bien ni mal, al fin y al cabo lo veían cuatro días, pero a todas luces se daban cuenta, que era un don nadie, un impresentable de tres al cuarto, y que una se merecía algo mejor.



Cuando volvimos aquella segunda vez, ya teníamos los días contados, pero una se aferra, se aferra, y al final cree que todo es culpa suya y que si lo deja, malo y si se queda peor… había pasado el tiempo y parecía a ojos de todos que todo era maravilloso.

Mentira todo. No estaba dispuesta a pasarle ni una, busque, como te digo, el trabajo en la fábrica, encontré un piso, todo con los chiquillos a escondidas y pensé, un día de estos me dará un motivo, tendré una excusa que me sirva para contentar a la familia y adelante… Y me la dio, ya lo creo que me la dio.

Una tarde vino con un amigo, su amigo del alma me dijo, yo ni lo había sentido, para hacer no sé qué cosa en casa si cambiar un grifo o qué y así hablando, un momento que nos quedamos el amigo y yo a solas que se había bajao a comprar algo que les hacía falta, me dice “que hijo más aplicado tienes”, lo decía por Jean Luc que estaba estudiando, mientras los otros armaban jaleo, y añadió, “pero ya me ha dicho Antoine, que tu otro hijo es un holgazán, un vago, un perdido que solo da faena”…

En eso sonó el timbre, y le dije, mira ese es mi hijo, ve a verlo tú mismo… Y el amigo, que se pensaba vete a saber qué, fue y abrió la puerta, era Jean Pierre que volvía de la diálisis, ayudado por los chicos de la ambulancia, apenas se tenía en pie, y a continuación mi gran amor, Antoine.

Al amigo le cambio la cara, no lloro de vergüenza, pero casi, me pidió perdón una y mil veces perdón, “créeme, lo conozco desde niño, sé que es un sinvergüenza que la vida de los demás no va con él, se que miente en todo cuanto hace y habla, pero siempre lo creo”. El Antoine ni se enteraba, para el todo era una fiesta, quédate a cenar le decía, quédate, pero el hombre, termino y se marcho, no sin antes decirle a mi querido Antoine  algo así como “eres el hombre más afortunado del mundo, tienes una mujer, que la verdad, no te mereces, espero que no le mientas nunca, como haces con todos nosotros” y se fue…

La cena fue tranquila, después de la tempestad viene la calma, y hablamos hasta tarde, que todos mienten era su excusa, y que tener algún secreto era la salsa de la vida. Y cuál es tu secreto conmigo, le pregunte, como el que pregunta, cómo estas. La sorpresa fue tremenda.

Tu amiga Lola, me dijo sin inmutarse, durante más de dos años la tuve de querida, eso sí, se apresuró a tranquilizarme, antes de conocerte a ti.

Te puedes imaginar, aquello fue morir en vida, como si me hubieran matao allí mismo, me quede muda, paralizada, ni llorar podía. Lo único que acerté a decir fue: “No nos haremos viejos juntos tu y yo”.

Estuve días sin dormir, jamás lo hubiera imaginado, con mi me mejor amiga, y ella, y, todos, todos lo sabían, menos la tonta, menos yo,… a saber si se verían o no cuando ya estaba conmigo, piensa lo que quieras, me lo presento mi amiga para tenerlo cerca, para controlarlo… ¿O tal vez me mentía una vez mas?

A dios gracias, que ya tenía todo previsto para marcharme y apenas una semana después le dimos la patada y nos fuimos, porque si me coge sin trabajo ni piso, aquel día me muero, eso sí, antes le habría matao eso o me tendría que haber ido obligada por la decencia a hacer la calle, aquella situación era indecente, horrible, atroz.

La fecha en la que deje a Antoine, El Bello, El Apuesto, El Mentiroso no la puse yo, la dicto el Notario, no había papeles, no había nada de por medio, pero aquel día, yo quería que fuese el ultimo, no verlo jamás, como así ha sido, así que esa mañana, la recordare siempre…

“Cariño cuanto te quiero, la verdad que he tenido suerte en conocerte, vaya almuerzo me estas preparando, cuanto te quiero” me decía mientras desayunaba el café que le hacía cada mañana porque yo en la cama ya ni entraba y parada no me estaba, todo lo deje bien limpio.

Le prepare aquel día pan tumaca amb tortilla, vamos, como si nada, que se fue a trabajar contento de verdad, hasta le di un beso, más contento, “tira cabrón”, yo solo hacía que recordarme del día en que llegue y la visión de tu abuela diciéndome de todo por tonta, ahora también, me acordaba de ella y de Casimiro que me diría aquello de “maña, que cojones tienes”… Así que se marchó y yo pensando, ya verás cuando vuelvas, la patada en los cojones que te vas a llevar.

Se marcho a trabajar y los chiquillos bajaron a buscar al Notario y al camión que ya estaba en la calle esperando y que además hacían de testigos. El Notario levanto acta de todo lo que me lleve, todo lo mío, unos pocos muebles, la vajilla, ropa, firmo y le dejo una copia a Antoine…

Y se acabó, no dijo ni mu, ni pregunto ni me fue a buscar ni echo nada en falta, nada suyo me lleve.

El en cambio el a mi casi se me lleva por delante.

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