viernes, 1 de septiembre de 2017

Sonrisas y lágirmas


En el verano de 1974 yo tenía seis años por cumplir, para San Roque vestíamos de blanco, camiseta y pantalón corto y la faja y el pañuelo eran de color rojo sin más. Repasando las fotografías de aquellos días, aunque sea de memoria, en el cuarto de casa, en menos de diez metros cuadrados estábamos, mis abuelos maternos, Casimiro, a quien le quedaban un par de años de vida y Rosa, aun con una década por delante, mis padres, mi hermano y yo, además de mi Tío Víctor, hermano de mi abuelo quien ya falleció hace unos años, y su mujer Balbina junto con su hija Maria del Mar, llegados de Barcelona, la Felisa su marido Pedro, ambos ya nos dejaron, y su hija mi Tía Carmen, junto con su marido mi tío Pepe, tristemente ya en el cielo, quien con su cámara de fotos dejo constancia de todo, llegados estos últimos desde Valencia.



Abajo a la derecha, el que se asoma



En una de las fotografías se puede ver el calendario de Pygasa, Matinsa o Piensos Z, vete ya a saber del año 1974, mes de agosto, San Roque, el cual nos recuerda el momento en el que el tiempo se detuvo para todos nosotros.  Y en el centro de todo, la familia de Francia, o al menos una parte, mi tío abuelo Miguel, su mujer Maria, hermana de mí abuela, y su yerno, todos ya desaparecidos, y una de sus hijas, mi tía Maria, su marido, también muerto, junto con su hija Nelly. Quienes, sin ir más lejos, hace unos días volvieron por Calamocha.

A la familia le gusta hablar, de eso no hay duda, y siempre amó pasarse horas y horas junto a la mesa después de comer, eso es evidente, siempre fue así, la familia habla y mucho, recuerda con cariño los años vividos, y se le pasa el tiempo, trata de detenerlo, pero no puede, menos aún volver atrás, y darle la vuelta a las cosas, paso lo que paso, y hubo que tirar para adelante. Hoy yo además de hablar, trato de escribir, de lo escrito queda constancia, las palabras se las lleva el viento, aunque siempre quede algo. En las fotos, también aparece la familia de Torrijo, mi Tía Eulalia, muerta ya hace tantísimos años que uno siente al recordarlo que su tiempo también alguna se acabara, hermana de mi abuela Rosa, también por casa.
Crecí en veranos así, en una u otra casa, entre abuelos, creo que me hice mayor prematuramente junto a una mesa después de comer un día de fiesta, escuchando, porque yo no tenía ninguna historia que contar. Tan solo escuchar, maravillado, aquellas viejas historias, que un día poder recordar y contar a quien quisiera escuchar. Y en casa se oía hablar francés, catalán, valenciano, y mi abuela, sin saber leer ni escribir, intentado aprender todo lo que estuviese a su alcance, por si acaso algún día lo necesitaba, “y esto como decís que se dice”.

Mis tíos abuelos Miguel y Maria, muertos a principios de este siglo, era la primera vez que volvían a España desde que cruzaran a Francia andando en febrero de 1939. A mi tío le costó venir, no quería volver a su país hasta que no muriese el señor del Pardo. Pero debió pensar, que todo aquello ya acabo, que lo primero era la familia, y que si aquel, ya le había derrotado una vez, bien podía volver hacerlo de nuevo, si esperando en Francia a que el señor de Madrid se muriese, él se moría antes. Así que cruzó la frontera esta vez en su coche, llego a Calamocha y junto con su cuñado Blas, llegado días antes en tren también desde mas allá de los Pirineos, nos fuimos a la cooperativa a por vino con el talonario de mi abuelo Casimiro, y allí, mi tío Miguel cayo muerto, pero eso ya es otra historia, demasiadas emociones. Vino, tierra y libertad, vivió para contarlo muchos años más y volver a Calamocha en el verano de 1982. De nuevo todos reunidos, salvo Nelly, esta vez en septiembre para las fiestas del Santo Cristo, se perdieron San Roque, también llego su otra hija, Nati y su hijo Jean Luc. Ambos ya muertos. Cada vez quedamos menos, lo mismo que en cualquier otra familia. Aquel emocionante verano del 82 donde ya se veía que los socialistas llegarían al poder, y aunque la familia siempre tuvo la buena costumbre de no hablar de política, resultaba inevitable, tal es así, que mi Tío Blas se llevó dos canarios a Francia y los llamo Felipe y Alfonso. El les daba un voto de confianza, mientras su cuñado, mi Tío Miguel, no paraba de recordarle que socialismo o comunismo, no trae nada bueno, no hacía falta nada más que verse a ellos mismos, sin país. Las personas primero.
Detrás la marquesina de las Escuelas, las casas de los maestros aún no estaban hechas

Nelly había estado en España un par de veces más, cuando su madre le envió a Calamocha a finales de los cincuenta para aprender español, con apenas diez o doce años, redios, copón bendito, a cáscala, a escape, mi abuela hablaba así, ella ahora también, ella tiene su acento y hasta sus mismos gestos.  De aquella primera vez, a finales de los cincuenta recuerda que una tarde junto con Rosa y Jose Vicente, hijos de mi Tío Víctor, fascinados por las historias que de Torrijo se contaban y deseando vivir una aventura, tener algo que contar, dijeron que se acostaban a la siesta y se fueron andando a Torrijo, el pueblo de sus abuelos. Y si Nelly tenía unos diez o doce años, Rosa los mismos y Jose Vicente, media docena. Es de imaginar que se armó una gorda, cuando los echaron en falta. Nelly aún puede repetir palabra por palabra la bronca de mi abuela Rosa a los tres, una vez la familia de Torrijo mando recado a través de teléfono del Cuartel, único del Barrio, y los metió en el Chispas de las diez y mi abuelo Casimiro salió a la estación vieja a buscarlos. Con buen criterio, no dejo que fuese mi abuela como era su intención quien se acercase al tren a por la aventurera recua viajera. Los trapos sucios, se deben lavar en casa.

Nelly aun volvió sola otra vez ya moza, en el año 1967, para San Roque, y aquellas fueron las fiestas que ella recordaba y las que quería volver a vivir este año, por supuesto se trajo la ropa blanca, la charanga y correr las vaquillas, tras ello iba, cuando después de tanto tiempo ha vuelto. ¿Cómo se puede echar de menos tanto, algo que apenas se ha vivido una o dos veces? Añoraban pasar de nuevo unas fiestas de San Roque, echaban de menos Calamocha, la casa de mi abuela, la casa de todos. El sentir hablar español.
Paquito entre La Unión


La tarde del 14 de agosto de este mismo año 2017 sonó el timbre de casa, abrí la puerta y frente a mi estaba mi tía María y su hija Nelly. El sueño se había hecho realidad. Desde la muerte de su hermana Nati, ella uy su hija es ya casi la única familia que nos queda en Francia, hablamos con frecuencia, y últimamente no paraba de decir, “quiero ir a San Roque, los franceses no se saben divertir, como las fiestas de Calamocha, no he visto nada, y no quisiera morir sin volver a ver a mis primas, así que este año iremos, total son 500 kilómetros, yo puedo conducir un rato y mi hija el resto, quiero salir de ronda con las jotas. Es la cosa de cambiar de país lo que nos hace parecer que estamos tan lejos, pero ahora que dejan pasar a cualquiera, ahora que no hay fronteras, en un rato te plantas en Calamocha”.
Y así fue. Había tantas cosas de que hablar, tanto por recordar, tanto que ver, tanto que correr. Y tantos planes que hacer. “Mira ese, maletín, está lleno de recuerdos. Hay tantas cosas que quiero que veas”. 

Sin duda han sido las mejores fiestas de San Roque que uno pueda imaginar y ya recordar. Besos, abrazos, muchísimas lágrimas, alegría por todos los lados de la casa aquella tarde del chupinazo, y ¡cuánto había cambiado todo!. “Menudo recibimiento chiquillo. Mejor que cuando vine en el 74, que tu abuela en cuanto me vio me llamo marrana, por haberme separado y vuelto a casar, y me lo llamo delante de mi marido, que era francés, pero para entender eso, de cualquier manera, que ni sordo ni tonto era, solo era francés. Joder que mal me supo. En la vida se lo perdonare”. Todo eso sin perder la sonrisa mientras trataba de aprenderse los nombres de todos y comenzaban a llegarle los recuerdos de la casa uno tras otro, venga tía, no será para tanto, cuando su hermana se presentó con el querido, mi abuela le llamo “salope”, para que también el gacho lo entendiese, aunque aquel fuese medio francés medio español. “Y eso le dijo tu abuela, a mi hermana, a “su otra hija”, mira tú, que ha merecido la pena venir para oírte eso, vuelve a contármelo, que dices que le dijo, cuéntame más cosas, mejor que a una le llamen marrana que no puta puestas a elegir”. Seguro que eso de “salope” se lo enseñaste tu a mi abuela.
Hoy, una semana después, se han vuelto a Francia con la promesa de que por fin nosotros iremos y ellas volverán. Quedan los recuerdos, montones de ellos, apenas una hora después de llegar, tras refrescarse un poco, “no he comido, pero ya cenaremos, vámonos de fiesta”, se encontraban en la plaza disfrutando del chupinazo y persiguiendo a la charanga. España es maravillosa. Hasta se pasaron por el casino para la presentación del libro Los Días del Jarbe, el superventas del momento, y con buen criterio mi Tía María, pregunto, “chiquillo no había otro día”. Y se fue en busca de la charanga.

Y así casi corriendo de un lado para otro, pasamos todas las fiestas en la calle, mientras en casa no parábamos de hablar y ver viejos escritos y fotografías. “Tía no ande tan deprisa”, no había forma, andaba más que ninguno, no se cansaba y buscaba siempre el mejor sitio para ver las cosas, quedo encantada con la ofrenda del día de la Virgen y se hubiera hecho fotos con todos y cada uno de los trajes, entro a misa, las iglesias de España, si que son bonitas, salió de ronda por la noche, toda llena de emoción, creyendo estar en el cielo, oír jotas en la calle, ver bailar, llevarse algún que otro pisotón, repartir codazos…ella a su ritmo, imposible de seguir, me voy para dentro, cuando acabe nos vemos.

“Yo cruce a Francia andando, yo corrí tras los camiones cuando llegaban al campo de refugiados y nos tiraban la comida como animales, yo corrí y pase hambre cuando nos encarcelaron poco después, aunque allí estábamos seguras, nos marchamos nos dejaron ir por tener familia en el norte y nos cruzamos toda la Francia ocupada hasta casi Bélgica, a casa de mi tía, mi madre, mis abuelos y yo, pasamos más hambre que miedo, y nunca creímos que viviríamos un día como hoy, ni ninguno, veíamos pasar los aviones alemanes que iban a bombardear y cuando veían que había gente por los caminos bajaban y ponían la ametralladora, y eso que estábamos en su Francia, mi madre decía, Maria al suelo, al caño, la cabeza escondida, si te dan que te den en el culo… pol culo nos dieron pero bien…todos los días igual, si salíamos al campo todo eran tiros desde el cielo, había que elegir o morir de hambre o de un tiro, mejor de un tiro, había que comer. Y recuerdo que mi abuelo ya mayor, llego un momento que dijo, si estaría apurado el hombre, que se quedaba de pie, que ya no podía correr, que los alemanes lo entenderían, que solo era un pobre viejo español en una tierra que no era suya. Estaba ya harto de guerras, cansado, y un buen día, vista su buena estrella y que los alemanes no le acertaban nos dijo, mañana la abuela y yo nos volvemos a España. Y se pusieron andar, y llegaron a Barcelona para morir poco después en España como era su deseo.

A todos nos ocurre, los días de las fiestas somos tan felices, que se nos olvida que día es, y hasta donde estamos. “Chico te quieres creer, que me he despertado y dicho, algo tengo que hacer, algo tengo que hacer, y me parecía que tenía que encender el televisor para ver la novela, y estamos en fiestas. Vamos a ver el Baile a San Roque”. Y allá que se fue, nos fuimos, todos detrás de ella, siempre la primera.
Aprendiendo

El baile le impresiono, le gusto por encima de todas las cosas, no tenía palabras, lo tarareaba sin cesar e intentaba bailarlo. Sin duda, el viaje había merecido la pena. Y por la tarde jotas, en la plaza, no se puede pedir más, aplaudió a rabiar, “y allí en la tele, solo nos echan cosas de Andalucía, con lo bonitas que son las jotas”. Al día siguiente de nuevo dance y por la tarde más jotas, bueno, folclore cubano “he estado por levantarme y marcharme, no me ha gustado nada, no sé por que será, menos mal que era gratis” Tal vez sea porque su abuelo el de Torrijo hizo la mili en Cuba, buscándole una explicación es lo único que se me ocurrió decirle. Y ella di por buena la explicacion. Mientras su hija Nelly reconocía que le había gustado casi tanto como las jotas, había cantado “guantanamera”, bailado, tocado palmas… y además podía presumir de tener una foto con un torero hecha esa misma tarde, pues vino dispuesta a torear, a salir a las vaquillas, a ver a los mozos correr y ¡Cuánto ha cambiado San Roque!, y que ratos más buenos en la plaza de toros, toreros, rejones, recortadores, bota, merienda… y redescubrir el baile.

Y cuando Calamocha parece que se acaba, empieza Torrijo, y el viernes, madrugaron para irse al pueblo más bonito del mundo para llegar a la hora de comer, ¡ni que hubieran ido andando!, la familia se impacientaba, si no estaban en Calamocha ni en Torrijo, ande estaban madre e hija.  
Aprovechando cada momento, hicieron escala en el Poyo, Fuentes Claras y Caminreal. “En Francia esto no pasa, aquí en cuanto he bajado del coche y me he puesto a charrar con unos y con otros, todo han sido atenciones, todo buena gente, y que pueblos más bonitos, la pena es que no se pueden visitar las iglesias, que están cerradas, porque aquí con allí, todo lo roban, y nos hubiera gustado verlas. Aún así hemos visto muchas cosas, y hablado con todo el mundo hasta que se nos ha hecho la hora y hemos dicho de subir a Torrijo, para que la Placida y la Nati no se impacientaran”.
Solo falto la Delfina, quien murió días atrás, con la trápala del viaje, no me quiso escuchar cuando le comenté que ya no la podría ver, así que cuando por fin se enteró de la muerte de su prima, lloro y lloro, pero la fiesta continuó, y pasaron un día de padre y muy señor mío, cenando huevos fritos en la plaza del mano de Francisquito y demás sobrinos, como unas torrijanas más, volviendo a Calamocha de madrugada. “Oyes Jesús, no te lo vas a creer, como puede ser que en un pueblo como Torrijo, no lleven jotas paras las fiestas. Chiquillo que desilusión, hubiéramos subido a verlas”

Autorretrato 2017

Como quiera que los días pasaron volando, el fin de semana fue igualmente intenso. El sábado la sobremesa para mi acabo a las siete de la tarde, agotado, sin voz, mientras las familias seguían recordando hasta la misma hora de cenar. “Quiero que leas esto, me dijo, todo si quieres, o tan solo las líneas finales y la fecha, creo que, aunque ya lo sabes todo, comprenderás muchas cosas de la familia al verlo escrito” Saco del maletín de los recuerdos donde su tesoro más preciado es el árbol genealógico escrito a lápiz en una hoja, leí en voz alta lo que me dio, escrito por su padre a mediados de los ochenta, y simplemente dije, se acabó, no se hable más, esto lo explica todo, no cale darle más vueltas, aquello ya paso.
“Fueron unos días terribles, los que siguieron a la muerte de mi hermana, no sabía que hacer, como obrar. Si hacer caso a la voluntad que dejo escrita mi padre o a la mía. Menos mal que ella dejo su propia voluntad a la hora de donde dejar sus cenizas, por que cumplir la de mi padre, me habría supuesto un dolor atroz”
Llego la familia de Torrijo la mujer del pobre Herminio, quien hubiera disfrutado tanto una tarde como aquella, junto a su hijo Juan José y la mujer y seguimos hablando, grabamos en video unos y otros recuerdos, recuerdos y fotos, y esa niebla que da el tiempo a todo lo que ha pasado, un mismo recuerdo, contando de tantas y tantas maneras.  
Después de cenar, ya solos, continuamos, algo dije que llamo la atención de mi tía, y me pidió que lo volviese a contar desde el principio. “Nati decía, se lo pregunte muchas veces, y siempre me dijo lo mismo, lo tengo todo arreglado, por supuesto, y cuando llegue el día en que me muera, todo irá a parar a quien tiene que ir”. Mi tía lloro y lloro, como era posible que yo no le hubiese contado nada al respecto. Recupero el aliento, y paso de las lágrimas a la risa, y dijo: “Eso lo cambia todo, me has hecho muy feliz, el viaje a España ha merecido la pena. La familia de nuevo unida. Te quiero, niña, te quiero, ya tengo hermana otra vez y para siempre. A quien tenga que ir, a la familia”.
Y así amaneció el domingo 20 de agosto, con la familia de nuevo unida, y con el Baile a San Roque camino de la ermita, y allí en la cuesta, al saber mi Tia que aquello era el final, se puso a bailar, que noventa años no es nada. Y bailo los últimos sones de unos sanroques llenos de recuerdos, sonrisas y lágrimas. San Roque eterno.

Y el otro San Roque… Es aquel que ya casi no recuerdo, ante el vendaval que supone tanto lo contado como lo callado a propósito del reencuentro de la familia de España con al de Francia. El 14 presente en el Casino el libro del Dichero Olvidado, y conseguí hacer reír a la gente, cosa fácil, el autor se presta a mil y una historias, hasta llego a recriminarme cariñosamente que yo me había llevado todo el protagonismo, pero claro no se puede ir a presentar un libro como fue el autor y decir, bueno, no he preparado nada, así que preguntar lo que queráis.
Luego llegaron uno tras otro los días de fiestas, de reencuentros, de ir de un lado a otro arrastrado por todos los bonos, de disfrutar de la procesión de San Roque, que poco a poco se va difuminando entre los sones del dance y sus redobles, y algún que otro Dicho con el paso cambiado. Como si desde el mismo momento en el que fue declaro Bien de Interés Turístico hubiese sentido celos de las procesiones de Semana Santa y en lugar de tirar para adelante con la cabeza bien alta, mira hacia si y camina a tropezones.

Han sido unas fiestas de un calor enorme, cuando días atrás, en el pueblo se pelaban de frio, ni siquiera ha hecho falta la chaqueta para la noche, días de buscar la sombra, como aquel coche parado en el polígono que vimos cuando fuimos a dar vuelta de Navarrete, a las dos de la tarde el día San Roquico, comiendo a pie de asfalto casi la familia al completo pues faltaba uno, que no era oro que el tío que estaba meando en el centro mismo de la rotonda del museo al pie de la avenida recién inaugurada, todo tan folclórico que al propio Bigas Luna le habría hecho una ilusión tremenda y se habría parado a grabar un plano secuencia de principio a fin. España Dorada.


Queda por tanto para el recuerdo la tarde del Casino, éxito total, éxito bajo amenaza por parte del autor de volver, el cariñoso saludo de unos y otros, que leen y recuerdan, que escuchan y recuerdan. Un montón de fotos, retratos calamochinos que llegue hacer. La entrada a la plaza de toros el 15 de agosto con Eva ya sentada en las gradas, sus meriendas y charradas. El vermú, ya el 16, en la peña de Emilita con el Cuky, quien no se lo pensó dos veces frente a una paellera llena de gambas, y dejo pasar los Gigantes y Cabezudos, y el encargo que tenia de fotografiarlos, otro año será. El día San Roque según la aplicación del móvil, recorrí 24 km, sin hacer nada del otro mundo, de tal manera, que sumados los pasos de todos los calamochinos, bien podíamos a ver llegado a la luna, dado la vuelta al mundo unas cuantas veces, y acercarnos a Cochabamba para ver a Neus con toda tranqulidad y llevarle un poco de San Roque. La conversación con Conchi en la puerta de casa, para ella unas fiestas distintas, nos quedamos sin probar la paella de conserva, fiestas de las cuales espera la crónica, y aquí esta, espero te haya gustado.

Recuerdos a Reme, si nos decidimos y encontramos tiempo, al año próximo celebraremos los cincuenta años, también con Santiago y mujer, toda la vida pensando que era un año mayor, por dios, todo un traspiés de mi memoria, ahora empiezo a recordar. A Javier, mi quinto total, a José Maria, que en cuatro pasos los que van de la Castellana a la puerta del casino me conto los orígenes del Pichiclan, entre nombres de peñas de la niñez que ya había olvidado. A toda la Xurria…aun no os habéis ido, y ya os echamos de menos, el Barrio ya no será lo mismo sin vosotros. Siempre nos quedara Paquito.

Si bien queda un momento que contar, como fue el inicio del concierto de Seguridad Social, cuando el grupo subió al escenario a la una en punto, y el cantante, nos invitó a guardar un minuto de silencio, tras unas palabras verdaderamente emotivas en torno a lo ocurrido horas antes en Barcelona, palabras salidas del corazón. Se encendieron todas las luces del pabellón y Calamocha guardo un silencio sobrecogedor. El concierto fue impecable de principio a fin, un cantante, una guitarra, un bajo una batería y puro rock and roll… Eva, lo que te perdiste, maldito parné.
El domingo el día de nuestra despedida, volvíamos a la hora de comer de comprar en la Aragonia, de estar con Isidro y a la entrada del Barrio en la esquina de Inocencio, un coche subía del Rabal y como el perro el hortelano, se paró y dudo si seguir recto cara la estación o girar a la derecha.
Mi tía, que venía en el asiento del copiloto a mi lado, hacia planes para el día en el que su viejo Citröen BX deje de andar “me gusta mucho tu coche, si me deja tirado el mío, me comprare uno como este, un Cactus” Entonces, se dio cuenta de que estaba parado a la espera de ver que hacia el coche que subía la calle Real, y ni corta ni perezosa empezó a moverse en busca del botón que bajase la ventanilla, donde esta pregunto, bájala me ordeno, y empezó a gritar en francés una y otra vez mientras alzaba la mano animando al coche parado a reanudar la marcha.
Si vas a venir a Francia, me dijo, debes saber cómo decir “Tío cabrón, que haces. Deja ya de joder”.

Pd De los Años de la Cazalla. VIDA