domingo, 15 de noviembre de 2015

De los Mainar Roche de Navarrete.

AQUEL hombre, tío abuelo de mi padre, quien luego contara la historia que ahora recordamos, era hermano de mi bisabuela Martina, la yaya de los veranos de la Boneta. Aquel hombre, pariente cada vez más lejano, llegado al mundo en Navarrete, allí al lado mismo de Calamocha, terminó siendo todo un personaje de leyenda entre la familia, digno de una de esas novelas de aventuras de Don Pio Baroja, le faltó tal vez hacerse a la mar, pero no le fue necesario para viajar y convertirse el leyenda.

Su nombre, se resiste, entre nosotros, sus descendientes al olvido, muchas de sus gestas asombraron en su momento a la familia y día a día, han llegado hasta hoy, a golpe de admiración y recuerdo. Como un camino, el suyo, a seguir, en los momentos más difíciles, como un ejemplo de superación.

La mayoría de sus recuerdos, victimas del tiempo pasado, se perdieron ya, pero de entre todos, queda uno, que merece la pena volver a contarla una y otra vez. Y eso es lo que precisamente hace mi padre, cada tanto, una y otra vez…Contarlo.

La última vez que oí de mi padre la historia, fue hace unos meses, a la hora del café del mismo día de San Roque, "joder que balaguera llevamos encima, dijó, sin comer, sin beber y uno ya no puede ni tatear, ni aun remecerse en la silla para echar a levantarse, y el caso, es que quiera o no quiera, uno tiene que tirar para adelante, que tiene sus obligaciones, no queda otra, si no en los jubilaos, me echaran de menos para el guiñote. Que viejos estamos, copón bendito que decía tu abuelo, habrá que coger al toro por los cuernos y levantarse de la mesa, al toro o al oso, como hizo el tío Antonio en Daroca, … ¿os lo he contado alguna vez?. El Tío Antonio, pero no el hermano de mi madre, si no el que le dió  el nombre, el hermano de mi abuela Martina, la madre de mi madre."

Habrá que coger al toro por los cuernos y tirar para adelante, la de Mainar Roche en Daroca, no sé si os lo he contado o no alguna vez, el caso es que mi abuela era de Navarrete y se llamaba Martina, a vosotros aún llegó a conoceros a los dos, al poco de nacer tú, se murió. Pero no creo que fuera culpa tuya, estaba ya muy mayor. No fue por eso.

Mi abuela tenía un hermano que se llamaba Antonio, y también estaba Cirilo, que fue el último en morir, de ese si que os acordareis, con ese nombre, es difícil olvidarse de uno, además se murió hace cuatro días como aquel que dice. El caso es que mi Tío Antonio Mainar Roche, por esa puerta no cogía, y no por alto, aunque pequeño tampoco era, si no por ancho, por ahí tendría que pasar de medio lado, tenía mi Tío unas espaldas como armario ropero, como un Pegaso, unos brazos, unas piernas, no se lo llevaba el aire, no, y valiente como el solo. Fanfarrón y tronera que para eso era de Navarrete.

El caso es que un día, era yo zagal y ya me contaban a mí la historia, así que imaginar, que año podría ser, uno de esos de antes de la guerra. A mi ver había feria en la capital, en Daroca, y lo que pasaba entonces, ¿podíamos bajar a Daroca?, se ve que pensaron, pues nada, vamos a la feria, ¿te vienes?, venga, vamos a buscar a este, al otro, a correr la voz, y todos camino Lechago, carretera y manta, unos detrás de otros, andando como digo, a Daroca a pasar el día y ver la feria, entonces los caminos estaban todos llenos de gente yendo y viniendo. Conque al cabo del rato, se plantarían en Daroca.



Así que por allí pasarían el día, perras no se gastarían muchas, porque no había, mejor ganar que gastar, así que como todo, siempre que había ocasión de ganar alguna puta perra, pues había que hacer lo que fuera menester. 

El caso es que allí en la feria había un feriante que tenía un oso con un bozal, atao a un poste con una cadena, de modo que el oso solo podía andar unos metros en círculo, y aquel  buen hombre, se jugaba los cuartos con unos y con otros y siempre ganaba. La cosa era que tú pagabas por pelear con el animal y si le ganabas aquel hombre te daba el oro y el moro, lo que fuera, bastante al parecer, porque nadie en su sano juicio, por muy fuerte que fuera, era capaz de tumbar al oso. Considera que dicen en Navarrete.

A mi ver, como os digo, aquello era la atracción de la feria y la gente andaba como loca con el oso, y tiraban también a apostar con unos  y con otros por ver quién aguantaba más, ya que tumbarlo no lo tumbaba nadie, el feriante se forraba y la gente se divertía, y así ya de parte tarde cuando ya habían resuelto volver se pararon otra vez allí entre el jolgorio de la gente, a oler.

 Y a mi Tío Antonio se ve que se le revolvió la sangre de ver que no sé si era el Molinero de Ferreruela, o no sé de dónde, que casi le gana. Pues si a este botarate le puedo yo, se ve que le decía el Tío  Antonio a su hermano. Además, para terminar de joderla, parece que habían tenido sus mas y sus menos en alguna noche de ronda por esos pueblos, mi tío y el molinero, sin llegar a las manos, se tenían ganas, vamos, lo que pasa, y el Molinero al verlo en la barrera le dijó “navarretino, yo no puedo con el oso, pero contigo ya sabes que si, el día que quieras me buscas, y aun atado como ahora está el oso te doy una paliza”.

Justo le vino oír eso, a mi tío, entre que ya estaba un poco picao con el oso, y este que le provocó, le faltó tiempo para entrar al ruedo a pelear.

Se ve que la primera vez fue tirar las perras y hacer el ridículo y quedar como cagancho, como un gabache, no pudo con él, sus mas y sus menos, pero el oso sabia más que los ratones coloraos, y aunque parecía pequeño, o poca cosa, bien plantao no había forma de echarle mano, así que entró una segunda vez a pelear, menudo disparate pensarían todos. Otra vez a pelear.

Y se ve que de segundas se plantó allí delante del oso, y lo esperó, nada de atacarle, la gente le decía de todo menos bonito, pero él se quedó esperando al oso mientras el dueño le cantaba el tiempo y le recordaba las normas que hubiera, que había que pelear que así no valía, que eso de correr de un lado para otro era de poco hombres, que fuera a por el oso.

Pero mi Tío ni caso, allí lo esperaba le gritaba, lo citaba como a un toro, hasta que por fin, se ve que el oso se decidió a atacar al de Navarrete al darle caña el feriante. En eso que el oso se puso en pie y se fue directo a por él, y eso es lo que esperaba, mi Tío, que se pusiera a dos patas y le encarase, y es que en la familia, aunque no somos valientes, de cobardes no tenemos nada, y si bien listos no somos, tontos tampoco, así que el pariente navarretitno le tiro un amago, se medio agacho, le paso una mano por el cuello y con la otra la echo abajo y le agarro de los huevos, y a escape sin esfuerzo alguno lo levanto en el aire, lo dejo caer al suelo de espaldas y se le sentó encima, vamos que le dio una paliza que lo dejo baldao en un momento. El oso, animalico, ni se canteo, lo trabo como a un cordero y no hubo más fiesta. Así que se volvió con un puñao de perras, las del feriante, las que apostaran, y las del molinero.

Luego todos querían hacer lo mismo, y todos querían entrar a pelear, pero el oso de tonto no tenía nada y ya no hubo quien le echara la mano ni al cuello ni a los cataplines, aprendió rápido, pero el Tío Antonio se fue de Daroca por la puerta grande, se tuvo que ir de la feria, por que el oso en cuanto le notaba el olor se escondía y se ponía a llorar, así que el feriante amo del oso, aun se ve que le dio alguna perra más porque no se acercase por allí. Joder, era un tío cojonudo de verdad, mi pobre Tio Antonio.

En fin, lo que os digo, así es la vida, a veces hay que coger al toro por los cuernos o al oso por los cataplines como hizo el Tio Antonio, y tirar para adelante, así se ha dicho y contado siempre en la familia.

Entonces, ¿ya conocías la historia, ya os la había contado?.


De los Años de la Cazalla. La Puerta Grande de la Feria

domingo, 1 de noviembre de 2015

Un calamochino más.


INCIERTA GLORIA

LLEVA tanto tiempo entre nosotros, que ya es uno más, un calamochino más, más incluso que uno mismo, él, como otros muchos, llevan toda la vida, la suya, más la mía, enterrados entre aquellos cuatro muros o enterrados fuera de ellos. Con nosotros desde aquellos años de la incierta gloria.

Contaba el Dichero Olvidado la historia sucedida, cuando una viuda, madre de uno de esos soldados allí enterrados, llego desde Zaragoza para llevar a su hijo junto a los suyos, con el fin de descansar un día toda la familia en un mismo rincón zaragozano. Aquello debió ocurrir años después de acabar el jaleo, cuando ya la madre sentía su soledad y veía su propio final.

En el ayuntamiento, milagrosamente, le convencieron de lo contrario “déjelo estar señora, déjelo con nosotros, lo cuidaremos, nos ocuparemos de él, no le faltara de nada, esto es un pueblo, aquí nos conocemos todos y siempre habrá quien le ponga unas flores por todos los santos. Además allí arriba, no es como aquí abajo en el pueblo, allí arriba en el cementerio están los mejores calamochinos. Se acerque y vera que bien esta”.

Subió al cementerio, vio la tumba de su hijo y se volvió sola a Zaragoza. Su hijo ahora, como los hijos de los demás, son responsabilidad nuestra. “Calamochinos todos”, como se suele gritar desde el balcón del ayuntamiento, cada catorce de agosto.

Unos pocos de aquellos, de los muchos que hubo, en cualquier caso siempre demasiados, quedaron allí, donde están los mejores calamochinos, unos en tierra, bajo cruces de madera que ya no están, y tumbas que ya no se ven, cuidadas durante años por el Chato el Esquilador, siempre con su ramo de flores de plástico, enterrados en un ataúd de pino de Albarracín, fabricado uno tras otro en la Sierra, la carpintería de Lucia, y en cada uno de ellos una botella de cristal en su interior, donde los carpinteros hicieron constar los datos de cada uno de los soldados, nombre, fechas, lugar, … con el fin de que en el cielo supieran quienes eran, y de dónde venían, de Calamocha.
 
Otros pocos, también en tierra, tenían una cruz de hierro, un nombre, una foto, unas fechas, solían ser mandos. Otros muchos años antes de conocer de la mano de mi abuela el cementerio, otros muchos fueron llevados al Valle De los Caídos cuando este se inauguró. Me dejo uno, ahora voy con él.

Pero uno, solo uno, de entre todos los soldados, descansaba y descansa, en un nicho, de entre todos, solo uno.

Era, es, la tumba del Regular. Y ante ella, mi abuela, sus amigas, y yo, el único que sabía leer, nos parábamos una y otra vez. Ahora sé que tampoco es una lápida cualquiera, es una pieza cerámica de Ruiz de Luna, de la Talavera de la Reina. Muy posiblemente la mejor lápida de todas posibles. Casi nada. Da la impresión, de que tenía alguien que le quería y mucho, alguien que se tomó muchas molestias, en su camino al cielo... En fin, no sabría que más decir.

 

                                        LA VIDA ES BELLA

CON aquella visita guiada al cementerio, que se organizó meses atrás, comenzó todo, el Dichero Olvidado me llamo y me dijo: “oye, necesito que me cuentes cosas, todo lo que sepas del cementerio, como lo oyes, del cementerio, estoy preparando una visita guiada, me he comprometido, ya sabes, no se decir que no, y ahora no sé qué contar, con lo que tengo en media hora me entierran, así que ya estas tardando dime todo lo que sabes, en especial, la historia de aquel hombre de Valencia que cuando era un crio fue con su padre una noche a pintar el panteón de Daudén. Venga”.

Todo aquello que le conté, nada que el ya no supiera, ahora hace un año, lo puse aquí mismo en el blog,
 
 
sin embargo, nos dejamos, él, por falta de tiempo y yo, por falta de ganas, lo mejor por contar. Toda una historia de amor.

Mientras estaba recordando mis idas y venidas, las tardes de los domingos, paseando por el cementerio junto a mi abuela, le pedí una cosa, solo una cosa al Dichero Olvidado, quien, hasta la fecha, que uno sepa, tiene todas las puertas del mundo abiertas, salvo una, perdida en un remoto lugar de Teruel de cuyo nombre no quiero acordarme. Y así cualquier cosa que le pidas, tarde o temprano la lleva a cabo.

“Necesito una favor, le escribí una mañana de un día como otro cualquiera, quiero que cuando puedas, vayas al cementerio y me pases la foto de una lápida, esa que está a la izquierda de la entrada que abrieron al nuevo, una lápida en nicho, blanca y azul, la tumba de un soldado Regular. Durante años, ocupo el sitio que luego se abrió para comunicar el cementerio viejo con el nuevo, después lo trasladaron unos metros más a la izquierda. No tiene pierde. Casi al lado de donde descansa Domingo Rey D'Harcourt  ".

Unas par de horas más tarde, me pasaba la foto.

                                     ADIOS A LAS ARMAS

TENIA la imagen en la cabeza, un puñado de recuerdos frente a ella, frente aquella lápida, la primera vez que la leí, de las muchas que lo haría, de la primera vez que me pare frente a ella, y escuche historias, imagine otras,… pero no recordaba nada más, había olvidado su nombre. Pobrecico, ¿no hay foto?, y pone de donde era, y cuantos años tenía, seria joven, y seria de por allá abajo, los Regulares eran los que estaban con los Moros de Franco en el Rincón y pasaban por la casa del Barrio Nuevo a caballo, corriendo y gritando, daban miedo, debieron morir, los mandaban a todos sitios los primeros. No había, fotos, no había fechas, no había lugar de nacimiento en la lápida.

Víctima de los tiempos, con la foto en mis manos, no tarde en preguntarle a google y la respuesta fue totalmente inesperada: En La Vaquilla de Berlanga hay un momento en el cual los dos bandos se encuentran, dado que se necesitan más de lo que a priori se piensan, unos tienen el tabaco y otros el papel de fumar, pero ninguno las dos cosas, así que han de establecer una tregua, y cambiar papel y tabaco para poder fumar todos. Hay un momento en el que los dos soldados cada uno de un bando, piden hablar a sus mandos: “hemos pensado que como un solado es un soldado, y da lo mismo donde luche, hemos pensado en cambiarnos”.

El Regular, a decir de lo que se lee en internet, tuvo su homologo, como todos, en el otro bando, con su mismo nombre y apellidos, y para colmo, como supe después, hasta casi, del mismo pueblo, pero este, su homologo, al parecer corrió mejor suerte, al menos vivió, participo en la Retirada, paso a Francia,… ingreso en Mauthausen y finalmente los aliados lo liberaron. En el enlace puede leerse, como años atrás, en mármol, podía leerse los nombres de quienes estaban en frente.


 
http://lahistoriaenlamemoria.blogspot.com.es/2014/04/memorial-democratico-alcalde.html

Por un momento creí volverme loco: ¿Cómo era posible que uno de mis héroes de la niñez fuese un impostor?, ¿había escapado a la muerte?, ¿fingido su muerte y cambiado de bando?. No era posible, y si lo era, porque lo haría, por amor como no,…

Caería el Regular, seguía yo imaginando, una novela, herido en el Frente en Teruel, y trasladado al hospital de las Escuelas, encontraría el amor, un amor imposible, para arriesgarlo todo, fingir su muerte y cruzar las líneas, un amor prohibido, alguien debía recordar algo, una historia, así, uno no se la encuentra todos los días. Una novela digna de la Calamocha de Jon Lauko. Alguien debía saber algo.

Así, que como no, corrí a contársela al Dichero, él se limitó a escuchar y tan solo dijo: Tonterías.

Yo le contaba la guerra como la habían contado los abuelos, como la escribió tal vez, Joan Sales, como lo más normal del mundo, como unos meses inciertos, donde cambiar de bando, estaba a la orden del día, no es que fuera fácil, pero a veces era lo único posible, para salvarse uno mismo, salvar a la familia, por amor… pero cambiar al bando de los perdedores, solo podía ser por amor.

Sin embargo, la historia que creí ver y en la que el Dichero nunca creyó, la de los Amantes de Calamocha, no duro si no un par de días. El Regular, estar, está dentro, no cabe historia de amor, y además yo lo sabia, no es que lo hubiera visto, pero me lo habían contado….el cajón era tan solo unas maderas y al dejarlo en el suelo durante el cambio se abrió, las botas, los correajes, volvieron a ver la luz…

Una mañana el Dichero me envío un correo, y en el se leia lo siguiente:

Señor bloguero, aquí le envío un correo que acabo de recibir y que bien merece portada de blog. Todo ello a consecuencia de la foto de la lápida que te mande y envié una carta al cuartel de regulares pidiendo datos y esto es lo que me han contestado.

Saludos.


Buenos días D. Jesús.

En 1938 el Grupo de Regulares Tetuán nº 1 estaba en Tetuán (Marruecos), hoy en día es el Grupo de Regulares de Ceuta nº 54 que se encuentra en el Acuartelamiento González Tablas en Ceuta.

Respecto a información del Sgto. Alcalde y después de buscarla en el Archivo Intermedio de Ceuta, esto es lo que le puedo contar.

El Sargento Alcalde nació en Granada el 10 de octubre 1913, se encontraba destinado en la 2ª Compañía del V Tabor del Tetuán nº 1.


Estaba soltero y era el mayor de 6 hermanos, de profesión albañil. Ingresó en Regulares en noviembre de 1934 y ascendió a sargento en marzo de 1937.

Recibió varias heridas de gravedad
cerca del pueblo de Pancrudo (Teruel)en la Cota 1379  falleciendo debido a esas heridas el 5 de febrero de 1938.

Esta información es la que se encuentra en su expediente,

Espero que esta información haya sido de su interés.

Un saludo

Secretaría del Grupo de Regulares de Ceuta nº 54


                          


 
* Fue D. Andrés Mato Roa y sus compañeros quienes pagaron su nicho. Queda el misterio de la lápida de cerámica Ruiz de Luna...¿Como llego hasta allí?, ¿Quién se encargo?... Algún día quizás lo sepamos. ( Navidad 2017)
 
*Fotografía, información: El Baúl de la Memoria del Jiloca

 


     ESPERAME EN EL CIELO


MI abuelo Casimiro tenía el convencimiento de que allí en el cielo, las cosas no iban a ser muy distintas de aquí en la tierra, lugar en el que se había pasado toda la vida detrás de un arado trabajando de sol a sol. Como si en el cielo hubiera vida, y no fuese si no una continuación de lo vivido en la tierra. Se temía lo peor. Tonto no era. Años después también era de ese mismo parecer mi abuelo José, para quien en el cielo seguiría habiendo buenos y malos,
y nosotros “los malos” estábamos destinados a pasarlas, pues eso, así en el cielo como en la tierra. Putas.

De modo que conforme se acercaba la fecha de partida, pensó mi abuelo Casimiro, que aún estaba a tiempo de ponerle remedio al menos en parte, a tanto padecer y trabajar y cuando menos asegurarse una eternidad, algo más tranquila que la vida que ahora se le acababa, la solución para él, era “saber de letra”, quien sabía leer y escribir, quien de entre su generación pudo aprender tuvo una vida muy distinta a la suya, al menos eso creía, de modo que llegada la jubilación, apenas unos años antes de morir, fue a las primeras clases nocturnas de Calamocha y se sacó el graduado; con el fin de llegar al cielo con algo más que saber labrar. Mi otro abuelo, José, que yo recuerde no ideo ningún plan, para el día de la marcha, eso sí, siempre estaba dispuesto, para todo
lo mismo para trabajar, que para armar jaleo a la mínima injusticia que viese. Y las veía todas, tenía buen ojo.

Algún día sabré como les fue, y si les sirvió de algo el esfuerzo y lo pensado, yo por mi parte, ando todavía perdido, no sé cómo prepararme, ni sé que ponerme a estudiar, ni ganas de dar guerra me quedan… Su manera de pensar en sí, no era muy distinta, de la que luego vino a poner en práctica el pobre Inocencio
llegado el momento, quien ideo, eligió subir al cielo descalzo, como el nazareno,… si subimos descalzos, nos decía, ni aun con albarcas, descalzos, dios nos llamara y nos sentara junto a él… y dirá estos pobrecicos son como yo.

Creo que, este último, aun no siendo de la familia, como si lo fuera, tiene razón, saber de letra ya no sirve de nada,… hay que subir descalzo, cueste lo que cueste llegar.
Jesucristo iba en albarcas, San Pedro era Pescador, siempre descalzo ... lo mas fácil, es que les demos pena al llegar descalzos.

Hoy me pregunto que será del pobre Regular allá en el cielo, si tendría o no un plan, nadie va a la guerra, pensando que no va a volver, así que no creo que lo tuviese, allá en el cielo, lugar que como soldado le corresponde, supongo que tarde o temprano, todos los soldados llegan al cielo, da igual donde luchen, si ellos no se lo han ganado, si ellos no están, es que no hay cielo, por no decir algo peor, que no hay dios… pero, qué harán en el cielo, según pensaban nuestros abuelos, lo mismo que en la tierra, vaya un modo de pasar la eternidad, si a nosotros la mili ya se nos hizo eterna, a ellos, no quiero ni pensarlo, allá en el cielo, día tras día, guardias, imaginarias, cocinas, escaquearse y beber coñac a la espera de tomar la próxima trinchera…
 

¿Dónde está el Calamocha?, dirán sus camaradas, porque a uno cuando es soldado, sus amigos, todos, le llaman no por su nombre, ni por su apellido, si no por el nombre de su pueblo. Calamocha. Y allá en el cielo al Regular, lo llamaran “El Calamocha”.


Los Años de la Cazalla. Todos al cielo.