lunes, 1 de junio de 2015

La curva Tornos.

La mañana del Santo Cristo subimos a Caminreal íbamos a por un jamón a lo de Isidro, al final echamos el viaje en balde, ¿o no?. Conducía yo, y después de años y años volvimos a la conversación de siempre.

Así, mi padre no paraba de decir la cantinela de siempre que él no lleva el volante: en la vida vas aprender a conducir, llevas el auto forzado a más no poder, fíjate en las revoluciones, y el ruido que hace, que poco cuidáis las cosas, y lo que gasta así, redios es que no vais aprender. Al menos mi hermano me apoyo y dijo  “yo no oigo nada”, otro que tal dijo mi padre, a que te mando a Luco le dije yo, a que paro y te bajas a Calamocha matando hormigas… Cállate. Pero no se calló.

Empezó a recordar, la primera vez que salió a la carretera.

Recuerdo que bajo mi pariente Lacruz de las oficinas y dijo, “José Maria, tu vete a casa y a la mañana cuando quieras, vienes a por la furgoneta y te vas a Bello a los Peirolones que te la cargaran de pollos picantones y los llevas a la fonda que los quieren para estas fiestas. ¿Has estado en Bello alguna vez?, ¿sabes donde esta?, pasas la Estación y te vas cara Tornos, ¿y los Peirolones sabes qué son?, es igual, toma las llaves y cuando llegues a Bello, preguntas, cargas y te vuelves”

Unos meses antes de irme a la mili, al vender las ovejas, entre a trabajar en los piensos allí en la Balsa, Piensos San  Roque, Piensos Z, Pygasa… Y mi tío Lacruz no hacia otra cosa que decirme, y “ande vayas, en al mili sácate el carné”, pues bien, sin el carne me vine, y entre otra vez a los piensos, y el pariente otra vez con la cantinela a mi a y a los demás “Menuda juventud, que hagáis el favor de sacaros el carné”.

En eso estábamos pensando, ninguno le veíamos futuro ni creíamos que algún día tendríamos coche. Al final ya medio obligados, nos sacamos el carné porque nos lo pagaron, no por otra cosa “que juventud, na mas piensa en beber cerveza , comprar cacahuetes en Benito el Val y llevarlos al horno de Blasco”. Y era verdad, no necesitábamos más, todos pensábamos jubilarnos allí tirando de saco.

Y luego la que pasa, teníamos el carné y no nos dejaban ni subirnos a las furgonetas, a echar la siesta. Meses pasaron hasta aquel día que bajo el pariente y me mando a Bello. Yo ni me acordaba ya ni de marchas, ni embragues, ni leches.

Así que me fui a casa, pero considera iba a dormir, con el sueño cambiado que llevaba y con los nervios menos aun. Trabajábamos de noche para no dejar al pueblo sin luz, necesitaba la fábrica todo lo que producía Sixto en el Molino, y para encender la maquinaria el pueblo debía estar dormido o los plomos se saltaban, no había para todos. A dormir, ya lo creo que dormí aquella noche.

A la mañana cuando ya no había nadie en la Balsa me fui a por la furgoneta, no quería que me viera nadie, ni aún las ratas, la puse en marcha y enderece para arriba, cruce el paso a nivel de la Estación Vieja, que estaba abierto, ya contaba con ello y no parar hasta Bello y yo venga a písale, a cáscale todo lo que podía, yo más feliz que una perdiz y más contento que chupillas que por fin conducía, y toda la carretera para mi.



Pero amigo, correr es fácil, pero frenar, a mecagüen la leche, las pase putas de verdad, en cuanto deje atrás la Rambla de la Cirugeda, el llano que se acaba, y yo que ya no sabía que hacer, tiro a frenarle, la medio freno, pillo la curva, la primera que había cuando ya la carretera tiraba a empinarse camino Tornos, tiro a reducir de marcha, me echo a poner nervioso, se sale, no entra, va la DKV, se me va para todas caras y se para el motor, pero ella no se paraba.

Mira, no sabía qué hacer, ni atine a frenar siquiera, ni a girar el volante, nada, yo solo veía que me iba para abajo, otras vez para la Estación Vieja, y venga para abajo, ya me veía en el Peiron, hasta que, oigo un ruido tremendo y ella sola se paro, el culo contra unas carrascas, las ruedas de atrás en la cuneta, las otras en el aire. El fin del mundo. Aquello iba a ser el fin de mis días, una dijenda en todo el pueblo.

 Esta si que va a ser buena, pensaba, cuando se enteren en la fabrica me van a decir de todo, estos que no han tenido cojones para sacarse el carné, y yo aquí haciendo el paripé. Así que, lo que pasa en esos momentos, de todo, pensé en irme a Bello andando y traerme los pollos como si fueran ovejas, pero como iba hacer eso, nada, a Calamocha andando y contar lo que pasaba.

Solo me faltaba llorar, mecagüen el copón bendito, ya estaba dispuesto a volver al pueblo a pata, claro entonces por las carreteras no pasaba ni dios, igual me pegaba allí todo el día y no veía una alma, así que cuando ya me iba a bajar, siento el ruido de un camión, y tiran a pitarme que ya me había visto desde lo alto y paro allí mismo:

“Pero, José Maria, maño, que te ha pasado, ande vas”. Coño que para ser agosto va el tiempo muchismo jodido y he pillado aquí una placa de hielo y se me ha ido a cáscala la furgoneta.

Era el pobre Rando, el padre de la parienta la de la frutería, unos años mayor que yo y que llevaba un camión de los grandes para lo que eran aquellos tiempos, y enseguida lo dispuso todo, se bajo, escudriño todo y me hizo subir a la DKV, y echar mano al volante “si supieras la que me paso a mi la primera vez que me subi a un camión” me decía para tranquilizarme, …

A lo que me quise dar cuenta, aquel camión suyo, que sería de cuatro o cinco toneladas, poco más que la furgoneta, ya estaba en la cuneta por el campo a través, como las cabras, acelerando y echando humo a todas caras, que madre la que vamos a preparar aquí, y él venga alli, zancochando para adelante y detrás, y en un instante, puso la cabeza del camión al culo de la furgoneta y me saco a la carretera y el salió de allí como si tal cosa, y ni un rasguño ni su camion ni la furgoneta, fue en un visto y no visto, “venga a por los pollos, maño, me hacía, … ya me traerás uno que se te escape”. Yo todo era darle las gracias, y el venga a reírse y darme animos.

Le metí primera y tire para arriba, no le cambie más, no me llegaba la camisa al cuello y aun fui pensando y dándole vueltas a al cabeza todo el viaje, ya verás me decia yo, ahora Rando lo contara y mañana seré el hazmerreir de todos. Pero nunca lo conto, y si yo no os lo cuento ahora, jamas se habría sabido. Papa, no lo has contado cientos de veces, tantas como veces vamos en el coche y no conduces tu.

Tornos 13, Bello 21, kilómetros, la señal que había en las Cuatro Esquinas tenia escrito eso, pues así fue, me plante en Bello en primera, sin cambiarle, las caballerías en Tornos me adelantaba, iba disfrutando del paisaje, y allí en Bello, al primer paisano que vi, le pregunte, y sin parar la DKV ni nada los cargue y me vine para abajo, “pero quédate almorzar, párala”, …nada de vuelta a casa en primera, no le pegue fuego al motor de milagro, y los pollos un sofoco de cojones.

Aún le saque segunda al cruzar el paso a nivel de la via, que lo pille cerrado y casi me da un mal de tener que parar, pero aún me anime, que ya me vi en casa, y pensé, si pasa algo, de aquí a la fonda me llevo los pollos pastando, y le saque segunda cara la Balsa. Joder que mañana lleve aquella primera vez, mira que se pasa mal a veces cuando no se sabe cómo van las trochas.


Y ya ves, unos meses después, andaba yo con la DKV por la Castellana de Madrid, en aquellos años de las ferias y merengues. Que correrías por la capital, del Valle los Caídos a los cabaretes, y venga merengues a todas horas, si ya me parece que te lo he contado alguna vez, coño, si ya lo tendrás escrito. Venga tira, que no vas aprender a conducir en la vida. Redios, que vergüenza. Nadie nace aprendido, pero los hay que no aprenden en toda su vida, y tu eres uno de ellos. Tira aparca ahí.

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