sábado, 16 de mayo de 2015

Monsieur Cambremer. Un calamochino más.

Castellón, viernes 16 de enero.

Aparcando el coche, en la penumbra del garaje observo como se enciende la pantalla del móvil, es un mensaje, un sms, único conducto seguro hoy en día a la hora de establecer una comunicación, “Tok gim. Spramos”. Tardo en leerlo y aún más en descifrarlo. “Toca gimnasio. Te esperamos”.



Es allí, sentado tras la cristalera, donde leo las primeras cien páginas, de Estación Paris del Jon Lauko, un calamochino más. De vez en cuando levanto la vista, el vecino ciclista siempre ha dicho que los gimnasios están llenos de municipales, bomberos, nacionales, y por supuesto guardias civiles, lo mejor de cada casa sin duda alguna..

Hasta él mismo, el vecino, debe ser agente doble, miro desconfiado, ¿qué pensaran ellos de mí? Un tío con gafas, raro, poca cosa, con un abrigo de color rojo nada discreto del que ha sacado un libro con la foto de Tejero en la portada, aquí el más tonto hace relojes, hay quien las mata callando… ellos tras también observan.



El resto del libro, de la semana, se convierte en una pesadilla, un constante mirar atrás, pienso, imagino cosas, trato de ver, me falta tiempo, ganas tal vez, necesito saber que pasa, el final en si, es lo de menos, lo vi. en la tele. Llevo el libro en el bolsillo a todos lados. ¿Pero como se suceden los hechos?

Viernes, 23 de enero.

Es el momento, todo despejado, el libro y yo mano a mano, tiene las de perder,… y pierde, pero también me gana. Lo acabo. The End. Enciendo la tele, y busco Mientras Nueva York duerme. Y tras la escena de seducción a un borracho Dana Andrews, yo también me duermo.

Trato de ponerle cara a Monsieur Cambremer, ese encantador mal nacido, pero no puedo, me pregunto si Bogart, en la cumbre de su carrera habría aceptado el papel de un canalla como el francés. No lo creo, por más que soltase aquel tiro a destiempo al comienzo de Los Violentos Años Veinte. El no era así. Era un tipo duro, si, pero no un “francés”.  



Y mira que hay malos en la historia del cine, en los que encontrar una cara que poner al personaje estrella, o a uno de ellos, en realidad es una novela coral, o de gallinero, un plano secuencia de Berlanga, personaje estrella del Sr Lauko. Si algo nos gusta al leer una novela tras otra “perpretada” por un mismo autor, bien lo sabia Galdós,  es encontrarnos con un personaje conocido de otra, y ahí esta Monsieur Cambremer, lo mismo que en Donostia, alardeando ya de su buen hacer desde la primera novela de Lauko, en la cual tampoco logre ponerle una cara, ni en blanco y negro ni en color.

Se impone volver a leer Barrendero Ferroviario Enterrador, da igual el orden,  y desvelar el misterio,  repasar los zagales que en ella aparecen y ver si tal vez, lejos de ser francés, semejante y frío personaje, no es otra cosa, que un calamochino más.

Con el resto del gallinero me es más fácil, esa manía de uno de ponerle cara a todo el mundo, quienes hemos hecho la mili tenemos un repertorio sobrado de caras al uso, para dar y repartir entre militares y civiles próximos a ellos, además, vivimos lo hechos, y durante años nos nutrimos de la Interviu, y no por las gachís, nunca se les vio nada, si no  ávidos de saber la verdad, al respecto del 23 F y el Banco.

Con la parte femenina, soy más benévolo y tiro de repertorio del olvidado, por nuestra parte, cine quinqui español, para mi magnifico, y como estrella invitada Ida Lupino, hace en la parte final de la novela lo que hoy en día se dice un “cameo” como mala, malísima, agente cuádruple, o vete a saber qué. Y en cuanto a Nº 1, al pie de la escalera hasta el último momento, un tipo tan casi duro, como inútil, tan eficiente como incompetente, el amigo perfecto, el bueno de Jack Lemon ya entrado en años.



Son doscientas paginas, de un constante ir y venir, de fechas, lugares y nombres, suelo perderme, pero para mi no es algo nuevo, sigo adelante, no vuelvo atrás, voy a los hechos,… las personas, son lo de menos. Me llegan los recuerdos de aquellos días, la tele, las revistas, lo que se hablaba,…caray, que pronto hemos olvidado todo. Parece ya todo tan lejano, no mintieron entonces, nos engañaron, probablemente si, lo mismo que hoy. No sé por que nos enfadamos, es lo normal. Lo hacemos todos, ¿Lauko estaba en el ajo? Lleva bigote, estaba en la flor de la vida en aquellos años, vivió en Donostia, en Barcelona, … nació, casi en Calamocha, cual será su verdadero nombre, ¿Cambremer?.

La cosa acaba como acabo,  de por medio  no podía faltar la historia de amor, algún que otro muerto, miedo, la inútil jerarquía militar cuando se trata de tu o los demás y esa escena final del libro, sin duda lo mejor, ya lo advirtió Steimber en su final de Las Uvas de la Ira, letras, escena para recordarnos, que la vida sigue, y hay futuro, a uno y otro lado, del bien y del mal, tarde o temprano, entre todos, “alimentaremos” nuevas historias, que ya nos sonaran, cuando las volvamos a vivir, golpes de estado, atracos y amores nos esperan. Vida, libros, cine en blanco y negro

Al final, sin olvidar la jeta de mala leche de un Lauko a media sonrisa, sin inspiración pegado a una maquina de escribir,  tras una cortina de humo, para Monsieur Cambremer opto por la cara de Walter Matthau, en la película, Aquí un Amigo, su habitación, su fusil…. Bang. Pero para entonces, ya he terminado la novela. Y enciendo la tele y me duermo.

Sr Lauko, si ese es su nombre, haga usted el favor, de ponerse a escribir, y por favor, mande un abrazo al Señor Cambremer, que se cuide, ya estará mayor, y que le cuente lo que sepa… y luego, ruego, nos lo haga saber

Mil gracias y recuerdos




Estación Paris de Jon Lauko

No hay comentarios: