domingo, 1 de marzo de 2015

El puente sobre el rio Kwai.

País.

Simplemente nacimos en un Barrio (*), nuestro País, es ese, el Barrio, el lugar donde vimos la luz por primera vez y puestos en pie, comenzamos a caminar. Nunca aspiramos a cambiar el mundo, pues siempre nos advirtieron que sin dejar de intentarlo, era mejor no esperar nada y tirar para adelante. En realidad no había nada más, tal vez tampoco nadie más, éramos nosotros, y la sensación de que la cosa no cambiaba ni cambiaría, por mucho que unos y otros se empeñasen o nos empeñásemos, en lo contrario. No cabía nada más, salvo dejar la espera, y echarnos andar.

Allá tras el Cerro de Santa Bárbara, por donde se agostaba el sol, estaba Guadalajara, Castilla y un lugar remoto llamado Madrid, España, lugar, que no paraba de salir en las noticias, más allá de la Casa del Carretero, la Dehesa, por donde salía el sol, aparecía la no menos lejana Barcelona, donde las abuelas habían estado sirviendo en sus años mozos de antes de la Guerra, allí frente a nosotros sentados tras la casa de la Tía Matea, decían estaba el Reino de Valencia, las mismas historias de las abuelas, pero con sabor a flores y paella, y de culo a todos, Zaragoza, el Charco, …

Para nosotros, no había más mundo que aquel, el Barrio, apenas éramos algo más que españoles, aunque nunca se llevó tal moda, ni entonces ni ahora, no había nada de lo que presumir, éramos unos perdedores y quizás nos gustase, aunque querían, queríamos dejar de serlo, con lo nuestro ya teníamos bastante. Menos aún éramos aragoneses, la cosa esa de la autonomía estaba empezando, nos llegó tarde, y nos pilló afortunadamente mirando para otro lado, con el paso cambiado, cuando ya teníamos un País, el mejor de todos posibles, el Barrio, y como bien se encargaban de recordarnos, egoístamente a nuestros oídos, ellos los mayores, unos privilegiados, habían gozado de él eternamente, allí estaba todo su mundo, ¡bienaventurados!, allí acabarían sus días, frente a nosotros, los zagales, que pertenecíamos a un País del que lo seriamos ya por muy poco tiempo, ya entonces se acababa lo bueno, habríamos de joparnos, aseguraban, en una u otra dirección, por pura necesidad, en busca de otro Barrio que quizás nunca sería el nuestro y puestos en el peor de los casos, en busca de otro Barrio, que quizás nunca lo fuéramos a encontrar.

Aquel momento de la partida, de dejar atrás Calamocha, aquellas tardes sentados a la fresca, sintiéndolos hablar, lo veíamos tan lejano, que creíamos ciegamente, no llegaría jamás, y aquel Barrio, nuestro País, y aquellos días, nuestra vida, y aquellas personas, nuestro sentir, serian nuestro País eterno. Ellos nos lo advirtieron, día a día,  cruzar puentes, repararlos, verlos caer, y continuar, seria nuestro destino.

(*) Barrio. Léase, entiéndase Calamocha. Definición de.



Conversación. Perico, Gargallo, mi padre,… en realidad, Calamocha.

Coñe, sí que has madrugado esta mañana, para no tener ninguna faena, a lo que he movido yo, ya te he guipao volviendo por el Cuartel con un fajo bimbres en la bicicleta. No cabe ser más sinvergüenza.

Pues niño, que quieres que te diga, contra mas madruga uno, peor, como el Tío Sino, para la faena que hecho, más me caldría haberme quedado en la cama.

No sé qué te habrá pasado, pero bien te esta, tu que no tienes faena alguna, tu que puedes, quédate en el catre.

Lo que más me ha jodido, para que vamos hablar bien, si es la verdad, es que no está quedando ni un caracol ni medio, el cordero con caracoles se va acabar, nos tocara comernos el cordero a palo seco, y lo otro, que quieres que te diga, ley de vida, de hacer cestos quedan cuatro campañas, como aquel que dice, porque a la gente joven no le va lo de agacharse, se agachan para otras cosas, y hacen bien, pero lo otro que me ha pasado esta mañana al hacer de día, para que te voy a contar, ya he hecho bastante mala sangre. Redios.

Se hacia el silencio, y con él, la espera eterna…

Venga, desustanciado, termina lo que has empezado, no nos dejes así y cuéntanos por qué calamidades y fatigas has pasado de buena mañana, amen, de que todos sabemos que te las merezcas, por no haberte quedado en el catre y por carnuz. Una paliza como un macho habías de menester.

Pronto acabo, lo mismo que de cortar mimbres, al punto la mañana, a lo que ha tirado a salir el sol por Navarrete, he cogido el montante y me he ido para el camino Las Suertes a dar vuelta y cortar las mimbreras, y nada maño, todo pardina, han quedado las mismas que caracoles, ni una, la que no la han cortado las maquinas, le han pegado fuego los ribaceros, total, la mañana echada, un puñado de mimbres que no tengo ni para hacer una caracolera y prau, así que me he dicho, deja bajarme hasta abajo y cruzar a Los Molinares para ver las mimbreras de Malaco.

¡Ah pajaro! Ya sé lo que ha pasado.

Tiene cojones la cosa, que entre unos y otros hayamos dejado hundirse el puente. El año pasado aun me acuerdo, que tira que te va, lo cruce, pero este año, yo pensaba habrían hecho algo,  pero no he tenido cojones a pasarlo, así que he pegado la vuelta y me he venido para casa. Y mira que peso poco, que viene una voleada de aire, y se me lleva, pero me he visto en el rio, y si capuzo no salgo, y a lo que me echéis de menos, o pase una alma por allí, ya me he muerto de rabia y asco por como esta todo. No tenemos perdón.

Por decirlo no será, cansados están los de todas aquellas piezas, de dar parte al ayuntamiento,  y nones, que no es cosa suya les dicen, mecagüen el turrón, ni nuestra tampoco, entonces de quien pues, de Zaragoza dicen, y si te descuidas te dirán que del Rey que esta en Madrid, que lo dejen estar, que va para largo, se ve a mi ver que les dicen.

Coño, entonces de quien es pues, eso no es Calamocha o qué, cuesta poco sea de quien sea mientras vienen y lo arreglan, tirar dos tablones y cuatro tachuelas, y sujetar todo con unos pernos, y cuando menos, si ocurre, que andando o las amotos puedan pasar, ya ni ovejas, ni caballerías, ni una alma puede pasar, a lo que hemos llegado, y lo que nos quedara por ver.

Maño es la cosa es así, no te cale darle más vueltas, quédate en tu casa y no salgas, así no veras como esta todo manga por hombro. Hazme caso, quédate en casa. Y vosotros muchichos, ir pensando en joparos del Barrio cuanto antes.

Como eso cuesta poco, igual le pido a ( ) un par de cangilones y con ( ) y ( ) que aun pasan por allí, vamos una mañana y cruzamos dos tablones y lo dejamos apañao mientras se deciden los de la capital. Y así, si ocurre, se pueda pasar.

Pues tal y como están las cosas, lo mejor que podías hacer, es ir y arreglarlo. A escape perderían el culo para daros las gracias. Capaces son, acuérdate de lo que te digo, de echarlo abajo al día siguiente y de llamaros la atención, que para eso se ve que están los que mandan y los ayuntamientos. Así que no eches a revolver, y te bajas y te jodes,  cuando te toque por el Camino Los Pardos. No cale que te des mal.

La de la película de la otra noche, ¿la viste?, esa que están presos en la selva y tiran hacer un puente y cascan allí una obra como la del Pilar, y a lo que la acaban, van y le pegan fuego. Menuda sanantonada.

Entonces, mi padre, quien se pegaba la vida viajando, viendo mundo desde el camión, de pueblo en pueblo, entraba a la conversación.

El caso es que vas por ahí, por cualquier sitio que vayas, de esos de medio pelo, que no tienen ni rio, y da gozo solo llegar y entrar, oye, tienen todo limpio como una patena, sus jardines, sus parques, y aquí todo, la eches donde la eches, da pena.

El silencio de resignación, confirmaba todo. Y aparecía la duda que cada tanto a uno u otro le rondaba.

El caso es, que ahora mismo, no me acuerdo ni quien es el alcalde, vamos que si me cruzo con él por la calle, saludar, le saludare, pero no caigo, llamarme tonto si queréis, pero que no sé quién es. ¿Y concejales?, pues si me apuráis, casi que tampoco sé de ninguno para dar parte de nada. Me acuerdo que no hace tanto votamos, pero ya no sé para qué, solo nos faltaba lo de Zaragoza, otro gasto más. Coño, este entro de concejal, este que acaba de pasar hace un rato con el auto, pero a mi ver, en cuanto enderezo el camino de lo suyo, abrió paso a sus fincas, para que le entrasen las maquinas, se ve que no tenía más faenas y lo dejo. Al menos fue honrado, y para no hacer nada, solucionado lo suyo, se fue.

Pues como todos, si hubiera alguno de verse en cruzar el puente de Las Suertes, ya habría cascao allí un viaducto de tres pares de cojones sin necesidad alguna, para por si acaso un día es menester. Mientras tanto uno no puede ni  aún remecerse. Somos un pueblo de cajeros y cornejales. Que te paice. Dejamos hundir los cajeros y a escape echamos mano de los cornejales. Ya me diras tú.

De Los Años de la Cazalla. Calamocha, el fin.

No hay comentarios: