lunes, 7 de abril de 2014

Qué hacer en el pueblo.

Como hacer, hay, realmente poca cosa. Hay dos cosas, sin embargo, muy interesantes: pasear y hablar con la gente. Los pueblos pequeños viven en un estado de abandono inenarrable, insondable, abrumador. Por ellos pasan los decenios, los siglos y están como el primer día. Atraviesan momentos de pobreza y de prosperidad, ahora estamos en uno de esos momentos. Y las cosas permanecen siempre igual: la misma suciedad, el mismo abandono, idéntico gusto por vivir en una decrepitud desagradable y siniestra. Esos pueblos tienen, desde el punto de vista material, un aspecto desapacible desde todos los puntos de vista.




Este país nuestro no tiene aseada más que la cabeza, ¡y aún! Lo demás es como otro mundo al que no llega el menor interés, ni la más vaga iniciativa, ni la menor aportación del dinero colectivo. En esos pueblos impera la insolidaridad más profunda. A mi entender, esa insolidaridad ha aumentado, en los últimos años, en términos considerables. No puede esperase hoy que nazca, del interior de ellos, la menor empresa de carácter colectivo. En la atonía, en la pesadez de su aire, la historia es un mero resbalar del tiempo sobres las viejas piedras, sobre los ladrillos nuevos.

Yo no sé si el estado y situación de nuestros pueblos provocaran algún día la formación de algún interés general, de sentido renovador, amable, positivo. Lo que sí sé es que nuestros pueblos, deberían ser arreglados de buen grado y si ello no fuera posible, por una imposición contundente. Dar a los pueblos un mínimo de sentido colectivo, primero en forma de las exigencias mínimas de higiene y de la limpieza; luego en forma de urbanismo, al objeto de que vivir en ellos no sea una maldición y una tragedia. Lograr que en verano no haya en las calles tanto polvo y tantas moscas y tanta porquería; que en inverno no se convierta todo en un barrizal, un barrizal de cuadra mezclado con un barrizal de lluvia. La creación de un sistema de algunos, pocos, intereses materiales y concretos, podría ser el principio, quizá, de la aparición, en un plano general, de intereses más elevados, la iglesia, la administración, las escuelas, las comunicaciones, etc. Y así con el tiempo, desde luego con el tiempo, podía llegar, quizá, a ser posible tener en los pueblos pequeños una conversación con alguien, una conversación que sobrepasara las feroces ambiciones particulares, los crudos intereses familiares, y enfocara asuntos más genéricos. Diálogos, así no son hoy posibles, porque nada hay común en los pueblos. Es decir, los pueblos no son tales; son grupos de casas aisladas, amontonadas, porque así lo estuvieron siempre. Pasear, pues, por los pueblos, podría dar y da, ¡y con qué fuerza, una idea de su estado real y verdadero. ¿Qué ello no tiene interés?, ¡Válgame Dios bendito! Lo tiene, y enorme.



() Me he preguntado muchas veces, paseando por los pueblos, comprobando la soledad e insolidaridad que reina en ellos, la espantosa pequeñez de visión, la asfixiante comadrería que constituye el único denominador común de su vida social, si el desplazamiento del campo a la ciudad no será una de las pocas cosas de buen sentido que puedan hacerse en las presentes circunstancias. Me sabe muy mal haber escrito esta frase. Pero con sinceridad afirmo que al vida en los pueblos es asfixiante, y a pesar de todos los pesares, a pesar de la tristeza inmensa de la vida en la gran ciudad, yo comprendo que la gente abandone sus pueblos. Yo no me marcharía. ¡Pero comprendo que la gente se marche para siempre!

Así, pues, yo propongo, en los pueblos, simplemente esto: pasear. Con ello se tendrá una idea del aspecto materia de las cosas. Y de muchas otras cosas que no son el aspecto material. Aquí esta, por ejemplo, la política.

Josep Pla
Otoño, 1948
Viaje a pie
Ediciones 98
Extracto de sus páginas iniciales….



Querido amigo, cuando subas al charco a rezar a la Pilarica, “virgencica, que me quede como estoy” es lo mejor que puedes pedirle, para ti y para todos nosotros, también por el pueblo, no lo dudes ni un momento, reza por todos, tal vez, siguiendo la recomendación del libro, siendo como tienes todo el tiempo del mundo, debieras subir a la capital andando, o cuando menos en autobús, en tren que quieres que te diga, tú y todos de por allí, bien sabéis como está la cosa, igual no te topas con nadie con quien charrar y te pasas el viaje echando un rosquete, sería una pena,  aprovecha y entra en alguna de las muchas librerías que hay alrededor del Coso, hazme caso, te sentara bien, lo mismo que el rezar, déjate unos cuartos en el libro, yo te lo compraría si me encontrase en la certeza de que te lo ibas a leer, y lee a Pla en su Viaje a pie, y veras como hoy, como ayer, la cosa no cambia, ni cambiara, no lo esperes.

Y por favor, no te demores en los asuntos pendientes con el Reino de Valencia, tu andas y charras mucho, capazo tras capazo lo mismo que Josep Pla, sólo la boina te falta. Y todo se te olvida.


Recuerdos.

No hay comentarios: