martes, 26 de octubre de 2010

Los Cinco.


Probablemente fue un libro de Los Cinco, el primero que leí, recuerdo otras páginas, y en concreto muchas del Parvulito, la primera y la última en especial, que me impresionaron, pero nada más, no pasó de ahí la cosa, salimos adelante, logramos aprender a pensar, nos enseñaron.

Recuerdo, luego, otras lecturas, las versiones de Julio Verne en cómic de la Biblioteca de la escuela, que cada viernes me llevaba a casa o los tebeos que cambiábamos en la Relojería de Santiago allá en la Rabal, o los clásicos juveniles de tapas duras, y paginas oscuras y rugosas, que cada año por Navidad, para Reyes claro, que de Papa Nöel nada conocíamos, nos regalaba la Tia Pilarin, con versiones reducidas de los grandes libros, con El Quijote a la cabeza, donde se alternaban las páginas escritas con las viñetas, … y por supuesto Las Aventuras de Tom Sawyer, La Isla del Tesoro, Robinson...

Pero la sensación de cerrar el libro tras leer la última pagina, y pensar con enorme satisfacción, lo he conseguido, fue con Los Cinco. Más de 100 páginas, en hojas que al pasarlas daban escalofríos, de igualmente ásperas que eran, media docena de dibujos, … y fin. Los malos tenían su merecido, triunfaban los buenos, como debe ser.

Algún año después, en el verano cuando había tiempo y uno tras otro, prestados de la Biblioteca del pueblo, debí leerme, toda la colección del Club de Los Cinco, de las aventuras de Julián, Dick, Ana, Jorge, que en realidad se llamaba Jorgina, aunque no le gustaba ni su nombre ni ser una chica, y de Timoteo, que era su perro, Tim, para los amigos. Las vacaciones, las aventuras que siempre encontraban, los tesoros, los pasadizos, la Isla de Kirrim, y los malos, claro… 

Aquellos primeros libros de Los Cinco, fueron dos y llegaron de Barcelona, nos los regalo la María Del Mar, la prima, unos años mayor, fan de la colección, que como cada año llegaba al pueblo a pasar el mes de agosto, cuando las fiestas de San Roque eran Baile, Charanga y Peña La Unión, no tenia aun edad para entrar, pero bueno, como era chica, morena, guapa, simpática y de la capital, de Barcelona nada menos, … no había problemas, cosas de la Democracia.

(Foto. Ella. Por cierto menudo trajín, para ser agosto había en la gasolinera).

Hoy los libros de Los Cinco, su lectura, comprados en una de esas colecciones que salen cada fin de verano, han conseguido lo que parecía imposible, las aventuras de Julián, Dick, Ana, Jorge y Tim han desbancado a Bob Esponja, Calamardo, Patricio, El Sr. Cangrejo y Arenita…  Hasta el punto de querer tomar el Té, en lugar de hamburguesas. Asombroso.

Fin.

PD: En tercero de EGB, en la escuela, Doña Ascensión nos pidió que cada uno llevásemos un libro de casa para así tener nuestra propia Biblioteca en clase, luego cada fin de semana podíamos "llevarnos" un libro diferente.  

Me había gustado tanto aquel primer libro que leí de Los Cinco, que no dude en llevarlo. Por cierto, desapareció.

jueves, 14 de octubre de 2010

Echar un rosquete...


 "Echar un rosquete"

En calamochino puro todo un clásico de la sobremesa, en lenguaje tanto culto como vulgar, dicese de "echar la siesta"... quedarse roque al fin y al cabo.

Y ya se sabe, y más en este tiempo que el "aragones fino, despues de comer, tiene frio", asi que al pie de la estufa, llega el momento de la siesta, de quedarse roque, del rosquete....

Al mismo tiempo se puede ir "aviando" la cena, y poner sobre la estufa una perola con una cebolla para que se vaya asando poco a poco... al calor de las tardes de invierno.

En fin, es lo que apetece ahora...el guiñote puede esperar.

jueves, 7 de octubre de 2010

Menuda pecigera...



Si te paras a pensar un poco y recuerdas lo que decían los abuelos cuando llegaba el frio:  

“Para inviernos los de antes, caían unos hielos y unas nevadas de tres pares de … vamos que te entraba una pecigera, que no había dios que saliera de casa,.. la nieve hasta la cintura, venga a quitar paladas de la puerta y mirabas para arriba al tejao, con un metro nieve, rezando para que no fallase, y veías unos chupones en las canales, que había que ir con un cuidado de que no te cayesen encima y rompiesen la crisma, una barbaridad, hasta el Santo Cristo, el pobre, se helaba, en el corral, en las cortes y cuadras, las caballerías no podían ni beber, las gallinas, las vacas, lo pasaban jodidamente, y habia que cerrar los graneros para que no se te helase el tocino. Y nosotros, a esperar que escampase, todo el santo día sin cantearnos de la estufa y la gloria, venga que no les faltase leña, en el cuarto encerrados o en la cocina, por que en el resto de la casa no se podía estar, allí amodorraos, que te entraba una filosera, una balaguera, … Entonces si que hacia frío, ahora, nada, ni aun fresco, pero somos todos ya tan señoritos”.

Si no fueran porque nuestros padres daban fe de ello, y aportaban sus propios recuerdos, hubiéramos pensado que nuestros abuelos eran unos exagerados, que de buena fe nos mentían más que hablaban por mal de entretenernos, que no hacían sino contarnos otro cuento más para que viéramos la suerte que teníamos y hacernos ver que no sabíamos valorar, aquellos inviernos tan flojos, de cuatro dedos de nieve, de algún que otro hielo, que vivíamos, ya con estufas, de gas, de luz, por todos los lados…como si fuesemos los Marqueses de Monflorite.

Ahora que llegan estas fechas, el Pilar, aun con tomates en el Ventorrillo, echas la vista atrás, pero no tanto, y dices aquello de “recuerdo un Pilar que nevó, un frío terrible, entonces el invierno empezaba antes. Ahora este tiempo da hasta malagana, si esto sigue así, unos años mas y celebraremos la noche de Navidad en la playa… ”.

Obviamente te miran raro... como si mintieses, como si les engañases, como uno a sus abuelos años atras.

Ya sé que cuesta creer, que hoy vamos en manga corta, que dormimos con la ventana abierta, pero entonces para el Pilar ya era invierno, ya se empezaba a esbrinar el zafran, y hasta nevaba… cualquier abuelo puede darme la razón, y los huertos, todos negros, quemados del hielo.