domingo, 27 de diciembre de 2009

Las Historias del Perrito Perdigón. Los años de Pastor.



Fotografía del 27 de diciembre del año 2006. Cuando caminamos...

Camino de la Jampudia al Campo Aviación para volver al Rabal por el Camino Bañon.

Aquel día fuimos a ver las obras de la autovía, aunque en realidad ibamos a recordar los caminos de la niñez.


Con tiempo, estamos fotografiando todos los rincones que se nombran, MiguelS.CV., se pasea de vez en cuando con la cámara para retratar sus paisajes, pondremos aqui las fotos, si bien, la foto que nos habria gustado poner, nadie la hizo...

Entre esas fotos, por supuesto Manuel Loma tendra la suya: El Pozo de la Casa Baja, "no hay día que no me acuerde de él, que tragos de agua más buenos. Aqui en Madrid, por mucho que andes y pasees, no tienen nada igual".

Reedito hoy todo lo escrito agradeciendole a Vicente y familia que les haya gustado lo escrito, mérito todo de mi padre y sus recuerdos
.


Fotografía: Vicente en los días de San Roque, sentado al mediodía en el Rabal, a la puerta de casa.


"Sentados estamos esperando, como todos los años, si sube San Roque a vernos"

El Recuerdo:


Es esta, una de esas pocas veces en las que una imagen no vale más que mil palabras.



No hay fotos que recuerden ninguna de las historias que se recuerdan y cuentan, mejor así.


Si hubiera fotos, habría lágrimas, que cuadrilla, allá en el Campo Aviación, Vicente, Pepe, Manolo, Andrés, Isaías, Antonio… que retrato más bueno, nos podrían haber hecho.


Allí todos con las orejas peladas, la nariz llena de petines, las albarcas gamelladas, la ropa raida, … con pulgas y cuando no caparras, oliendo a días peor que una burbura, si hubiera una foto de todos nosotros, mecagüen el copón bendito, de los que nacimos en el año 36, año arriba, año abajo, y fuimos alguna vez pastores.

Allá por los campos de Santa Quiteria matando hormigas a garrotazos, cantando, riendo y trabajando. Uno no cambia aquellos años por nada, jugando como críos que éramos en cuanto podiamos, buscando los nidos de los gordos, las pochas, y los churlitos por los suelos, y de las zorribalbas, gavilanes y mochuelos, .. nada queda ya, que pena todo.


Veías un nido en el suelo y corriendo lo dejabas todo y venga a poner la palanza con un cordel, te escondías y esperabas que viniese el pájaro, lo cazabas y luego lo soltabas, que todo te daba pena, había que matar el tiempo, que jugar.


Raro era el día que por allá por Santa Quiteria no te sacaban los perros tres o cuatro liebres, dormidas al raso, los conejos, como hacen caños, era más difícil sacarlos y encorrerlos, y venga todos los perros a correr detrás, esas así se escapaban todas.

Si pillábamos alguna era porque estaban en la cama, las ovejas cuando van de careo y ven a una liebre dormida se apartan y la dejan, y entonces tu veías el hueco te acercabas despacio y con el garrote, zas, le dabas un golpe y ya el perro te la cogía, esa la echabas al morral y para casa.

Y en los centenos, madre de dios, no había pocos pasadizos ni nada, estaban todos llenos de las calles que abrían con la mies alta y pasaban por ellos corriendo como un rayo.

Ramon el Patre sabía poner los lazos, siempre estaba en ello, en el pasillo para engancharlas y cuando caían en la trampa las oías chillar y tú venga a correr a por la liebre. Había que ir aprisa y corriendo porque había más zorras que manda dios y si tardabas en encontrar el lazo, ya se habían comido la liebre.


Y cuando las ovejas barruntaban a las zorras, echaban a apretarse a cerrar el rebaño para defenderse y venga a sacar nosotros el garrote y a gritarles y llamar a los perros, que venían las zorras a por el cordero cojo y la oveja mala, se acercaban pero no atacaban, no les entraban a las ovejas… dios.


El pastor, las ovejas, el perro…

Cuando era niño mi padre como si de un cuento se tratase, nos hablaba de las ovejas, del rebaño y su perro que todavía siendo un crío, empezó a cuidar.


Hoy, esos mismos relatos se los cuenta a los nietos, y siguen teniendo en ellos, como en nosotros años atrás, una nube de fascinación…

Enigma.

¿Cómo es posible que en un rebaño de ovejas blancas, haya siempre algún cordero negro?.

Y aquí no hay magia. Si una oveja blanca, tiene como hijitos corderos negros, es porque o bien el padre o la madre de la oveja, el abuelo o la abuela de los corderitos eran negros. Pero aún hay más.

Una vez, una oveja negra, de padres blancos, nos pario cuatro corderas blancas.

Los inicios: El rebaño.

El abuelo en casa siempre había tenido ovejas, le gustaban y las entendía, y había ido de pastor como yo, siendo zagal. Llego la guerra, y todo cambio, yo nací en diciembre del 36, tal día como hoy, y entre unas cosas y otras hasta el año 47 no volvieron las ovejas por casa, tenía yo entonces 11 años cuando nos echamos las ovejas y empecé de pastor.

Cogimos las ovejas a un hombre de Bañon, nos dio a cuidar 40 ovejas para 4 años, cuando parián los corderos se vendían y se partían el dinero mitad a mitad, y las hembras se dejaban para hacer rebaño.


Cuando pasaron los cuatro años, el rebaño se partió en dos, al hombre de Bañon le dimos su parte, y nosotros ya teníamos el nuestro.


Y como todo en esta vida, fue salir del una para meternos en otra, el caso era y es no parar, así que poco después, el día de la Purísima, cogimos 50 ovejas de diciembre a julio, lo que se decía hasta esquilar, a media lana y media cría.

Así cuando llega el verano y se esquila, el dueño se lleva las ovejas, y se parte en dos mitades iguales, las crías y la lana. Esta vez el medialero, el dueño de las ovejas era de Calamocha, Martín Esteban “EL Porrón”, familia de mi abuelo Francisco.

Con esas ovejas tu abuelo y yo hicimos un milagro de como las cogimos a como las dejamos en pocos meses, menudo cambio dieron, menudo cambiazo.

La Mera.

Las ovejas llevaban la Mera, la marca, con las letras del nombre del dueño: JL, José Lechón.

Era al esquilar cuando se marcaban, salían de una en una por la puerta, la agarrabas, le cogías de las patas para que sacaran tripa y las marcabas, en el lado derecho o en el izquierdo, daba igual, pero a todas en el mismo lado, luego ya les crecía la lana y la marca seguía ahí.


Y a los Mardanos les ponías dos marcas, una de ellas en el culo.

La oveja rasa aragonesa, madre mía que trápala el día de esquilar, con el padre del Chato el Esquilador, y luego a comer cordero, como el día San Roque…fiesta grande. El abuelo siempre dejaba corderos para esos días.


En aquel entonces había muchos rebaños, todos pequeños, de alrededor de cien cabezas, para tener más ya había de ser una casa grande, con hierba.


Conocía a todas las ovejas, en la cara y en la balar, y sabia de que oveja era cada cordero, se conocen como las personas. Que cosas.

Hubo una de ellas, una oveja, que como un perrico venia siempre detrás de mí, Cudrin, le llamábamos, fue una de las borregas que criaron las ovejas que cogimos a medias del Porrón, “aparte de todo, la mejor cordera que críen, será para el chico” le dijo mi padre al cerrar el trato, y así fue.

Quien iba a pensar que sería como un perro, siempre tras de mí, se echaba a dormir en mis pies con Perdigón, y si alguna noche dormíamos al raso, sin encerrar le echaba un cordel al esquilo y luego me lo ataba a la mano, así si en mitad de la noche las ovejas decidían levantarse e irse, como ella les seguía, enseguida que se levantaba me daba cuenta. Teníamos siempre más sueño que hambre, más sueño que un lirón, mas cansados que un perro siempre.

La llamaba por su nombre y venia, le daba algún chusco de pan, me acercaba a los ribazos y le cogía un puñao de trigo y se lo daba…recuerdo además que en el trato con el pariente tu abuelo dijo “Y todos los corderos que crie la borrega que escoja el zagal, serán para él”. Criaría lo menos 10, que digo, más serian, nunca vi una perra, como era normal.


Así que poco más o menos cinco años después, ya teníamos un rebaño propio, mediano, eso sí, como todos los que había entonces, pero nuestro, y además, sin duda, las mejores de todo Calamocha..

El garrote.Negrita

Y venga camino de la Jampudia con el morral a sacar las ovejas, un día y otro hasta que me fui a la mili, y hubo que venderlas ya que el abuelo no podía ir de pastor y llevar la tierra.

Mi hermana, pues, eso, si hubiera sido chico, le habría tocado, pero así, con sacarme agua fresca del pozo cuando llegaba a encerrar a casa, ya hacía bastante, y mi hermano, pues aun era más joven, así que se acabaron las ovejas.

Al irme a Huesca a la mili, venderíamos mas de cien cabezas, entre ovejas, borregas y corderos, hasta el perro vendimos, que cosas, puede que el garrote también se lo llevaran.


El morral.

Qué bueno todo, y que bien cocinaba tu abuela, una tortilla, un poco de conserva, embutido y huevos fritos con dos vueltas…

Luego ya, como todo, pues te ibas haciendo mayor, y ya en el morral te ponían una bota de vino para acompañar la merienda.

Y los domingos queríamos guardar fiesta, y entonces cogía el abuelo a la Burra, que nunca recuerdo como se llamaba y Jampudia arriba se subía a buscarme, se quedaba él con el ganao y yo con la Burra para abajo a guardar fiesta un rato, en cuanto que te subias a ella,venga a dar cabezazos para tirarte, luego ya se tranquilizaba y llegabas a casa a caballo, como un señor.

Y los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrin, y el Guerrero del Antifaz, tenía toda la colección, se cambiaban y siempre te llevabas alguno para leer.

El fin del rebaño.

Las ovejas se las llevo por el camino Gascones a la Ribera un tal Tampanillas de Burbáguena, y las borregas se las vendimos a José Valero, Zamplas, por la mujer, que tenían por pastor al suegro de Otilio el Nazareno.

Recuerdo que con el dinero, el abuelo termino de pagar lo que le quedaba de la casa, un parte le venía de herencia y la otra, había que pagarla a la familia, y ya se sabe, que se sale de una para entrar en otra.

Así que el abuelo echo mano del Préstamo de Colonización, y como no teníamos nada de vega que todo era secano, compramos la pieza de la Vega los Postigos y nos empeñamos con la pieza del Vadillo, de esta me acuerdo que nos costó a siete mil pesetas el robo y tiene siete robos. Entonces se compraba todo así, al menos los que no teníamos una perra, dabas una entrada y luego a plazos le pagabas al Instituto de Previsión.

Y con la calderilla para que tu abuela y mi hermana tuviesen faena el abuelo le compro al Tío Paco Marzo, el abuelo de la Viturina, un par de novillas, y vuelta a empezar, las vacas, los terneros, la leche para medio Cuartel…

Y yo me fui a Huesca, a la mili,… pero eso ya es otra historia, y ya lo contamos el otro año.

Un perro llamado Perdigón.

Cuando empezamos con las ovejas, por no tener, no teníamos ni perro, hubo que buscar uno y así el primer animal que tuvimos fue una perra loba de nombre Gilda que nos costó un cántaro de vino, diez litros, que le pagamos a Serafín Lucas, de las Correntías.

La Gilda, allá en la Casa Alta había codornices a patadas, una barbaridad las que cogería yo con la perra, al segundo vuelo que daban, las agarraba todas, que animal, como cazaba.

Aquella perra la cruzamos entre tu abuelo y yo, y sin querer, con el mejor perro de ganado que había entonces en Calamocha, aquel perro se llamaba Coral, y era propiedad de Antonio Tello Menadas.

Una noche que la perra estaba en celo, me quede sin dormir, me fui a donde encerraban a Coral, abrí la puerta, metí a Gilda dentro, y allí me quede toda la noche de imaginaria, vigilando, con un miedo a que me pillaran, en fin, que no me vio nadie, y al salir el sol saque a la perra, y para casa, hubo suerte, se quedo preñada.

Así nació Perdigón, era peludo, los ojos ni se le veían, siempre con el rabo arriba, trabajador incansable, no había ni que mandarle nada, jamás mordió a una oveja suya, no le hizo falta.

Perdigón y media docena más nacieron así, pero la perra ya era mayor, y solo le dejamos que criara al nuestro y a otro más que luego le vendimos a Manolico el Chato, y al cual llamamos León.

A Perdigón sólo le faltaba hablar, lo cual era bien poco, teniendo en cuenta que sabia cantar, como cantaba, y como cantan los perros, todos, cuando nos oían cantar, cuabnto cantaríamos con las ovejas. Que recuerdos.

En el morral llevaba una botella de agua y cuando el perro tenía sed y no había donde beber, bebía de la botella como una persona. Era lo que más quería yo en este mundo a mi perro Perdigón.

Levábamos las ovejas, la mayoría de las veces, juntas con las de Vicente Colín, amigo, vecino, uña y carne, y si mandaba a Perdigón a por las ovejas, para que no entrasen donde no debían, o lo que fuese, el animal solo mordía a las de Vicente, a las suyas nada, con solo su presencia volvían al sitio.

Al vender las ovejas Perdigón se quedo en casa, nos hizo duelo darlo con el ganao, pero el animal no servía para estar en casa sin faena, y a lo que te dabas cuenta se había ido con las ovejas de Moles, con Pedro el Lechaguino que era su pastor.

No era plan que el perro no tuviese faena, y por 70 duros Perdigón se fue a Monreal a cuidar ovejas. Se lo vendimos a Tomas el Poyero.

Aún volvió un par de veces por casa, de Monreal a Calamocha, la segunda vez un día con una nevada de tres pares de cojones, se presento en el Peirón, y se quedo con nosotros una temporada hasta que vinieron a reclamarlo.

“Pegarle, darle en el morro para que vuelva, no lo dejéis entrar”

El abuelo enseguida contesto: Considera le vamos a pegar, con lo que ha trabajado, cada vez que vuelva le abriremos la puerta, y si es menester y ya no os hace falta me lo vendes.

Años después, aun vi a Perdigón, cuando repartía pienso con el camión, en Torrijo, allí pasaría sus últimos días y allí moriría, me dieron unas ganas enormes de echarlo al camión y traerlo a casa, vagaba por el pueblo con otros perros, ya viejo y enfermo ni si quiera me reconocía.

Mejor así, en libertad.

La noche.

Muchas noches dormíamos en la paideras, los perros se te echaban en los pies y no dejaban que ninguna oveja se te acercase, hasta que al hacer de día se empezaban a mover las ovejas y te despertabas.

Si había pesebre te echabas a dormir en el y si no, al suelo con un fajo mies. Y cuando dormíamos en la Casa Baja, Vicente dormía en el pesebre, porque era el dueño, y yo abajo en el suelo. Era así la cosa.

Y allí pasábamos la velada, bajo la luz de una tira de goma de alguna albarca vieja que usábamos para tener luz, quemándola en una corbetera, una piedra grande.

Mas que al frio, porque en invierno las ovejas dormían en casa, con todo helado no había donde ir a comer, lo que más temíamos era a las tormentas, los truenos, los rayos, y el agua que te calaba hasta los huesos, y aunque te tapases con la manta roya, en cuanto se mojaba, pesaba que no podías con ella, y acababas baldao, mas cansao que un macho.

Recuerdo una noche calaos hasta los huesos con una tronada tremenda, que llegamos a encerrar las ovejas allí la Casa Alta con Carlos el Porrón y la cosa fue a más, no paraba de llover, y al final llovía más dentro que fuera, unas goteras por todos lados, no había donde dormir, frio, mojaos…

Y ya para rematar me pario una oveja y tuve que llevar el cordero en el codujo de la manta toda la tarde, la manta mojada, el cordero, .. todo al hombro.

El invierno se pasaba en casa, el mayor pasto del ganao era la hoja de la remolacha y los culos de escamondarla, y también la vendimia de las uvas, y si comían mucha garulla enseguida veías que se te emborrachaba alguna.

El pijama, el adoptado.
Cada vez que se te moría un cordero se te venia el mundo encima, te daba una pena y una rabia. Enseguida lo cogíamos al pobre y lo despeletabamos, le sacábamos la piel, para así tener un traje, el pijama que le decíamos, y si había una oveja que tenía un par de corderos o alguna que por lo que fuera se quedaba seca, sin leche, cogías a su cordero y le atabas encima la piel del muerto para engañar a la madre y que le diese de mamar.

Había que tener paciencia, los corderos cuando maman, de puro contento no paran de mover el rabo y por muy bien que le atases el pijama al final se lo quitaba, la oveja olía que no era su cordero, y vuelta a empezar. Al cabo de cuatro o cinco días, la oveja termina adoptando al cordero y ya sin piel, le da de mamar.

El huérfano.

Por las tardes, al llegar a casa, a encerrarlas a la parte de atrás del corral, había que soltar a los corderos para que las ovejas les diesen de mamar.

Siempre se te moría alguna oveja a la hora de parir, así que siempre había algún cordero que no tenia donde mamar, y entonces lo soltabas a él el primero, y cogías a una oveja, la sujetabas como podías para que mamase de una teta, y la otra se la dejabas al cordero legitimo. No era nada fácil.

Muerta la oveja le sacábamos la piel, que valía perras, y la carne se la dabas a los perros.

Las Cabras.

También llevábamos en el rebaño varias cabras, para criar cabritillos, la leche nos la bebíamos en casa, y luego con ellas, sobre todo con una, si algún cordero se le moría la madre, lo criaba como si fuera suyo.
Y los cabritillos en cuanto comian los metias al cubano, para que no se movieran y se engordaran más alli encerrados todo el dia.

Los Mardanos.

Y para tener un buen rebaño y mejores corderos, lo principal son los Mardanos, llevábamos un par de ellos, no más, porque riñen a todas horas y al final uno u otro se desnuca peleando..

Recuerdo una vez con un calor que para que, no se me ocurrió otra cosa, que al ver al Mardano que se acercaba coger la manta que me daba calor y pesaba como un muerto y echársela encima a modo de un serón. Las ovejas que lo ven con la manta, empiezan asustarse, y echan a correr de estampida cada una por su lado que luego me las vi negras para juntarlas otra vez.

Vivencias.

“Menudo par de tontos”

Las ovejas reventadas.

Recuerdo un día, sería a últimos de mayo, sacamos el rebaño de la siesta, Vicente, un quinta mayor, y yo, de la Casa Baja allí encima el Campo Aviación y lo llevamos a unas tablas de la Casa Alta llenas de alberjas y avavoles.

El caso es que las ovejas, con el calor al comer se hinchan, se revientan, que se te mueren vamos, con el rocío pueden comer lo que quieran que no les pasa nada, comen hierba con agua y les sienta bien, pero a media tarde, todo cambia y la que preparamos fue gordísma.

El caso es que las dejamos comer, y claro, éramos unos críos, y solo pensábamos en jugar, así que a Vicente y a mí, jugando con los garrotes se nos fue el tiempo, las dejamos comer todo lo que quisieron, y a lo que quisimos darnos cuenta se nos habían reventado ni más ni menos que siete ovejas.
Se lían a comer, se hinchan, van a moverse, no pueden, se quedan como plantadas, y caen redondas, patas arriba… siete ovejas, una barbaridad, y para terminar de joder el asunto todas eran de Vicente, el colmo.

¿Y ahora que hacemos?…

Nada, era más el miedo que teníamos que otra cosa, lo que siempre nos pasaba, así que su padre, el Tío Gregorio el padre de Vicente, al enterarse, solo acertó a decir, “Menudo par de tontos que tenemos por pastores”.

Y otra vez a sacar las ovejas, siguiendo los consejos del Tío Gregorio: “Esta tarde para que no os vuelva a pasar, las sacáis al Campo Aviación, que con la hierba del yermo hay menos que comer y no se os hinchara ninguna”.

Y es lo que hicimos, sacarlas de la Casa Baja y enfilar para el Campo de Aviación, con tan buena suerte, que no hacemos nada más que llegar, se ponen a comer y ya vemos a una patas arriba.

Mecagüen el copón bendito, la cabra reventada, la cabra las narices, de Vicente también. Aquella santa cabra, que no le tenía miedo ni al perro ni a nada ni a nadie, que solo hacía que meterse por los sembraos, y que al llegar al Campo de tanto que había comido donde no debía se reventó.

“Pues nada, esto ya es culpa de mi padre” Dijo Vicente, que cabra más tonta la chiva.
Menuda racha aquel año, y todas de Vicente, …porque la cosa no acabo ahí, así unos días después, ya en verano y en el término Navarrete, nos pasa tres cuartos de lo mismo y eso que era de noche.

Claro ya no sabíamos que hacer, otra vez las ovejas de Vicente patas arriba.

Recuerdo que me dijo Vicente que el pobre ya no sabia que hacerse, ni el ni yo, “oye bájate al pueblo, díselo a mi padre y yo me las llevo a encerrar, no vaya a ser que vaya yo, se lo diga, y ya no vuelva. Si se lo dices tu, … mejor, que se vaya haciendo a la idea para cuando me vea, le dices que nos habrán mirado mal”.
Me bajo al Peirón, me presento en casa Vicente a las dos de la mañana, entro, entonces no había cerradura en ninguna casa, no hacían falta porque no había que robar, despierto al Tio Gregorio, se lo cuento medio llorando:

“Pero para eso me despiertas maño, pues que vamos hacer si se os han muerto, anda vete a dormir, y andaros los dos hacer hostias, que cualquier día os quitamos los garrotes”.

Menudo par de dos.

Una noche durmiendo en la Casa Baja, Ramón el Fraile, que era algo mayor que nosotros, nos gasto una buena, con un corcho quemao nos pinto a los dos la cara, nos dejo que parecíamos negros, si dormiríamos felices que ni nos enteramos.

El caso es que a la mañana, a lo que movimos las ovejas aun era de noche, y ni nos dimos cuenta, y luego cuando echa hacerse de día, yo veía a Vicente con la cara pintada, me reía y pensaba, que broma mas buena le ha gastado Ramón, que inocente, ni me imaginaba que yo también llevaba la cara pintada, y Vicente, tres cuartos de lo mismo, me miraba, se reía, y no decía nada, pensando que él llevaba la cara limpia, … que par de tontos que decía su padre, nos dimos cuenta al llegar a casa, aquello fue tremendo.

El Tío Gregorio tenía razón, “menudo par de tontos”.

La fiesta.

Recuerdo la noche que canto jotas el Sr Mariano el jotero, era agosto y a eso de las diez de la noche llegábamos Vicente y yo al paidera Ruiz a encerrar las ovejas. El que cantase aquel hombre era todo un acontecimiento, ¿Quién se iba a perder las jotas entonces?, nadie.

Asi que dijo Vicente, ¿Por qué no nos vamos a ver las jotas al pueblo?. Y no nos lo pensamos dos veces, ni teníamos ganas de dormir ni de trabajar, así que encerramos las ovejas y dejamos la manta, los garrotes y hasta el morral con la merienda, camino de la Jampudia para abajo, nos fuimos a ver las jotas.

El caso es que en aquellos tiempos como hoy y como siempre, a todas horas estaban robando por la paideras, así que te ibas con un miedo que para que… Vimos las jotas y corriendo otra vez Jampudia arriba a la paidera no fuera a ser que se nos hubiesen llevado hasta el garrote.

Recuerdo además un día que se nos llevaron dos corderos de la Casa Baja y los muy sinvergüenzas, por no decir otra cosa, allí mismo en la puerta la paidera los arreglaron y cogieron las tripas y las tiraron al pozo, hacía falta se mala gente para hacerte eso, el agua del pozo se corrompió y nos toco trabajar una barbaridad para que se pudiese volver a beber del pozo..

(Al ponerse el sol sacábamos las ovejas de casa, solíamos llevarlas a beber a la balsa del Tejero en la Gorrumba y de allí, nos subíamos camino arriba que fuesen comiendo, y al tirar a encerrarlas o bien Vicente o yo, el que fuera se iba a la paidera delante, el otro se quedaba con los dos rebaños, y allí sacaba agua del pozo con el pozal y llenaba las pilas de piedra con agua para que abrevasen las ovejas antes de echarse a dormir.)

En fin, que tras la jotas y entre unas cosas y otras a lo que llegamos no nos íbamos a echar a dormir, pues venga a sacar las ovejas, que no podíamos ya ni con el garrote.

Las sacamos, cruzamos el camino Villarejo cara Bañon y ya no podíamos más, nos sentamos allí los dos en un tresnal de trigo espalda con espalda y nos quedamos dormidos. Y al hacer de día, con el fresco nos departamos, el par de tontos, y aquella iba a ser gordisma porque no nos habían robao las ovejas en la paidera cuando no estábamos y ahora que las teníamos delante, que no estaban, ni se sentían esquilos, ni se veían, … que nos las quitaran de los morros, esta vez si que de la paliza que nos iban a dar el Tío Colín y mi padre, no volvíamos a coger el garrote
Esto si que va a ser gordo, o se las han llevado o se han ido ellas de careo hacia Bañon,… venga pues y a correr y a llamarlas como locos y ya un poco antes de la Casa Alta, ya Vicente empieza a gritar, “Josémari eso que se siente son mis esquilos,…” y allí estaban las ovejas que le habían acudido a otro pastor, que nadie se las había llevado, y allí nos las guardaba Moreno el Santiaguin.

Cosas de críos.

Erase una vez cuatro pastores, cuatro…

Una noche recuerdo que estábamos cuatro pastores en el Barbete, encima de la Gorrumba: José el Jorjo, su primo Antonio (Recuerdos al Nazareno de Valencia, el mundo es un moquero), Vicente y yo.
(Ya no se que me ha dicho, de tantas veces que me lo ha dicho, si fue a otro primo de José el Jorgo, o fue a un hermano, el caso es que se llamaba Aurelio, y como este le provocaba de vez en cuando, "que no me daras A la Gilda, para que crie dos perros, damela para criar un Perdigon... " Y a el se la dió.

A eso de la medianoche, ya pensando en encerrar las ovejas y en que ni teníamos ganas de trabajar ni de dormir, echamos a ver que podíamos hacer y enseguida lo cavilamos todo:
Pues se podían quedar dos con las ovejas y los otros dos, agarrar un par de sacos y bajar al pueblo, entrar en la Cerrada Sancho y llenarlos de fruta, ahora que está en su punto y así para unos días ya tenemos avío. Total que entre unas cosas y otras, ve tu que yo me quedo, pasa el tiempo y yo me quedo allí en el ribazo dormido.

Total, que allí me dejaron durmiendo, yo ni me entere, que sueño teníamos, y que bien dormíamos, se me llevaron hasta las ovejas. Dos se bajaron a por la fruta, y el otro se las llevo a encerrar, y al amanecer con el frio, me despierto, y allí estaba yo solo.

El caso es que no sabía para donde tirar y me fui para casa, y al cruzar la vía ya echo a sentir los esquilos, y ya me veo a las ovejas y a ellos tres allí todos almorzando como unos generales venga a comer fruta porque en aquello años la Cerrada Sancho era como un vergel, allí había de toda clase de fruta y toda buena. Hasta almendras les dio tiempo a coger, dos medios sacos que llenaron.

Aquel día desayunamos fuerte y sano, y más yo que estaba descansado, que los otros no podían ni con el pelo, entre subir, bajar, el peso, y que no te vieran…

Erase una vez un domingo…

Recuerdo un domingo en la Cerrada de la Paidera de Ruiz, con la era de trilla, y llena de hierba, que no se me ocurrió otra cosa mejor que hacer, en fin.
La era se veía desde el Puente Bañon y yo sabía que todos los domingos subía el Sr Pepe a dar vuelta de ella desde allí.

Así que cogí y nada, allí que me fui, a que se diesen un atracón las ovejas, les deje que comieran y yo a vigilar el Puente Bañon por ver si veía a Ruiz que venía, sacar las ovejas, … listo que es uno, lo tenía todo bien estudiado de domingos y domingos, ver a Ruiz hacer siempre lo mismo.

Pero aquel día, resulta que Pepe y el hijo vinieron a dar vuelta dando un paseo a caballo y en lugar de venir por el Puente Bañon, llegaron por la Jampudia y ni los vi, así que allí me pillo el Sr Pepe, con las manos en la masa.

“Oye Auge, pero a ti quien te ha mandao comerte eso”

“No, si, es que…”

“Venga, saca las ovejas, que esto se arregla enseguida, que no pasa nada”

Saco las ovejas de prisa y corriendo para irme, que ya creía que me iba sin más y me dice:

“Cuando llegues a casa le dices a tu padre que esta noche después de cenar me traiga veinte duros, y si no me los trae, mañana te mandare a la Guardia Civil, para que te lleve al Cuartel”.

La madre que me pario, acojonao fui ya toda la tarde, vamos que en mi vida lo he pasado peor que aquel día,… que si iba a casa mal y si no iba peor. Mal, mal, mal…

Llego a casa, encierro las ovejas, la abuela que me ve, enseguida se da cuenta de que ha pasado algo.

“Maño, pero que te pasa, que serio estas, que mala cara tienes”

Al final ya no me quedo más remedio que contar lo que había pasado.

“Nada, no me pasa nada, que he metido las ovejas a la Cerrada Ruiz, que yo esperaba que viniera a vigilar como todos domingos por el puente Bañon y ha venido por la Jampudia y me ha pillao, y me ha dicho que o le llevamos 20 duros esta noche o ira al Cuartel”

“Así que 20 duros o ira al Cuartel, pues nada hijo, tu tranquilo, no te preocupes, cena y a descansar, que con Pepe ya me apañare yo, que ni le llevaremos los 20 duros ni vendrá la Guardia Civil, tu hazle caso a tu padre”.

Y ya no se hablo mas del asunto, ni se supo nada ni del dinero ni del Cuartel, pase el peor rato de mi vida y una y no más…

Tenía el abuelo gran amistad con el padre de Pepe, y con el también, porque de crio había estado de agostero en su casa, y bien sabia mi padre que por una vez no iba a pasar nada, y así fue.

Pero que aquel día no me llegaba la camisa al cuello y no podía respirar, y lo mal que lo pase es algo que nunca he olvidado, y que bien me sentó, que bien aprendí la lección.

Vamos que sin ser malo, aquel día, gracias al Sr Ruiz, aun me hice mejor persona.

Y ya no volví a coger nada que no fuera mío, salvo las fiebres, como todos, que también las pase, y le toco al pastor de Moles cuidarnos los cuarenta días las ovejas.

Erase una vez, apacentando en la Canadilla…
Estábamos Isaías, el hijo de la Marceliana, de mi quinta también, y que éramos vecinos, pared con pared y yo apacentando las ovejas en la Canadilla y encontramos dos sacos de cenicilla y avavoles llenos hasta arriba.

Y lo que pasa, pues alguien los habría cortado, y se habría ido a la Dehesa a dar vuelta de la viña, en fin, lo que fuera, que ahí estaban sin amo, y nosotros con las ovejas.

Pero quien se los va a dejar, pensamos, esto se lo han olvidado y ya no vienen a por ellos, así, que adelante, cogimos los sacos, los volcamos y dejamos que las ovejas se los comieran… nos lo comemos y nos vamos. Y al cabo del rato, ya terminando aparece el dueño a por los sacos, y otro que nos quería llevar a la Guardia Civil,…. “O me lleváis a la noche, cuatro fajos de pipirigallo o acabáis en el Cuartel”.

Así que ya todo el día con miedo, hasta que encerramos las ovejas, y que hacemos pues, pues que vamos hacer a coger el pipirigallo de donde sea y a llevarlo a casa de Mariano Carril.

Erase una vez, una tabla de zafrán…

Fui también muchas veces con un pastor que tuvo Francisco Martin Ariñez, el Moles, que se llamaba Pedro Sebastián.

Encima de la paidera de Catalán, ya en al linde de Navarrete había una tabla de zafrán que llamaba la atención. Y Pedro, que era algo mayor que yo, pensó, que oye que siendo como aquello era ya Navarrete, total, que nos la debíamos comer.
Pedro que se las sabia todas, se andaba con ojo y enseguida guipo al Guardia de Navarrete el Señor Piedrahita, (al que tu abuelo de vez en cuando para que hiciese la vista gorda le daba un cantoro de vino y me dejases entrar las ovejas al termino Navarrete sin que nadie me viese), que estaba apostao a la espera, debajo de la Masía del Señorito, así que nada, paciencia me decía, veremos quién puede más.

Así que aquel mismo día al hacer de noche, con el Guarda en el mismo sitio, tiramos para abajo y las encerramos en la paidera Ruiz. Echamos andar hacia a casa, nos dejamos ver, damos tiempo a que el Sr Piedrahita se fie y se vaya para Navarrete y en la paidera Los Cristos, pillamos el montante, nos damos la vuelta y volvemos a sacar las ovejas y vamos y de noche oscuro, sin luna ni nada, nos comemos el zafrán, total era de Navarrete, que no era de Calamocha y no le hacíamos mal a ninguno del pueblo.

Los amigos.

La tierra.

En casa no solo estaban las ovejas, teníamos la tierra también, el campo, y había que atenderlo, recuerdo que algún verano juntábamos las ovejas con las de Pepe el Gato y una semana ibas de pastor y la otra a segar.

El cantaor.

Manuel Loma, mi buen amigo, también fue de pastor, como todos, y coincidíamos aunque siempre de parte tarde porque como él vivía en el Rabal, subía por el puente Bañon al Campo Aviación, de las hojalatas para arriba se podía entrar con el ganado, aunque luego ya lo cerraron todo.

Nosotros llegábamos por la Jampudia y allí nos juntábamos todos y de allí a la Loma el Cornejo, a la Casa Baja a darles de beber, y charrar, y a cantar, porque Manolo siempre iba cantando, que canta muy bien, y cuando era noche estrellada, con la luz de la luna y los esquilos de fondo, el venga a cantar.

Qué cosa más bonita recordar aquellas noches, me parece que lo estoy viendo cantar ahora...

La corbetera.

Y con Andres Pamplona Layunta, también de mi quinta, fui muchas veces de pastor con él, vivía también en el Perion y coincidíamos con frecuencia, como con todos vamos.

Recuerdo que un día nos pillo una tormenta de tres pares de narices, y con un miedo a todo. Encerramos las ovejas en la paidera Ruiz, y como robaban tanto entonces, Andrés y yo que si venia una voleada de aire por pequeña que fuera salíamos volando, pensamos en atrancar la puerta con piedras por dentro.

Yo de tan justo que iba casi pero no podía salir por una visera de la paidera que le faltaba un hierro, pero Andrés, que tendría un geme menos que yo, si que pasaba, así que cerré la puerta con él dentro, y él la atranco con piedras corbeteras para que no se pudiera abrir empujando desde fuera.

Y salió por la visera y nos fuimos corriendo a casa los dos con las cuatro ovejas que tenían corderos en el corral y la cabra roya. Menuda chupa cogimos.

Y al día siguiente en cuanto despejo, corriendo otra vez los dos para la paidera, porque el tenían que venir para poder abrir. “Mira que si ahora no entro por la visera” me decía.

En esa misma paidera ya le paso una bien buena a tu abuelo, que hubo de encerrar las ovejas allí por otra tronada y para evitar que se las llevaran, echo el cerrojo y en el rafe de la puerta coloco una corbetera, considera tu, la más grande que encontró, para así, si iban de noche y abrían la puerta, que les cayese en la cabeza.

Y así fue, en la cabeza, que al día siguiente cuando fue a sacarlas, con las prisas de ver que estaban todas no se acordó de la piedra tiro abrir la puerta y le cayo encima la corbetera y a lo que volvió en sí, no había ninguna oveja, se le habían ido todas, y corre a buscarlas.

Erase una vez la merienda…

Con Antonio Tello Menadas, fui poco de pastor, porque en su casa siempre tenían pastores del Campo Bello, pero en cuanto faltaba alguno salía el de pastor, e íbamos juntos, porque éramos muy amigos.

Y ya en el mes de mayo, cuando vas cara junio, que hace el día tan largo, resulta que a las doce del medio día, ya nos habíamos comido toda la merienda y nos quedaban dos corruscos de pan para pasar toda la tarde.

Y ya conforme pasaba el tiempo, teníamos un hambre terrible, y solo teníamos el pan que estaba más duro que una piedra ya no sabíamos qué hacer ni que comer.

Así que le echamos el ojo a la cabra de la Tia Marceliana, que llevaba un braguero enorme y la llevaba yo en el rebaño, y allí en la paidera Catalán juntamos los dos rebaños para que la cabra no tuviera por donde escapar, la agarramos, la sujetamos y allí como pudimos, que era más fura que pa que, la ordeñamos para merendar leche con pan.

El caso es que a lo que llegamos a casa, ya no teníamos hambre.

Aunque cuando mejor merendábamos que nos poníamos moraos era cuando buscábamos en las viñas, la cepas de cegivera, que eran las primeras en enverar. Venga a comer todos.

Fuego.

Un mes de marzo, con Lorenzo Fidaldo, todo un ganadero, y vecinos que éramos también, muchas mañanas las sacábamos juntos y nos subíamos hasta la Casa Alta.

Un día de aquellos al llegar al Balsete, echa mano y se da cuenta que se había dejado el fuego en casa, me llevo de un lado a otro todo el día, que casi me vuelve loco.

“Mira que si me dejo la merienda o la bota me da igual, pero dejarme el fuego, no poder fumar, mira, es que no puedo, de verdad que no… tira a ver quien son aquellos y si llevan fuego, y si no, luego vas a ver por allí…”
Total que a pastor que veía, pastor que tenía que ir yo a preguntar si llevaba fuego, así uno tras otro hasta que ya en un par de machos de uno de Navarrete que estaba labrando encontramos fuego y pudo fumar y descansar, y se quedo contento el hombre.
Y lo que son las cosas, tenias la viña, el campo, lo que fuera en la Dehesa, que eran tuyos, y no podías entrar con las ovejas a comerte la hierba, porque no era tuya, la tierra si pero la hierba no, hay que joderse.

Aquel mes de marzo y abril al hacerse de noche, Florentino y yo, yo y Florentino, sin dejar entrar en la Dehesa, brincábamos la carretera por el túnel y al pie del cerro y las viñas bajábamos de careo con las ovejas por la senda de Navarrete.

Por la Casa Alta no había para comer nada más que cuatro orugas, unas hierbas que son como las acelgas más duras que el copón y que les sentaban de mal a las ovejas, que para que, así que allí comieron esos meses, y bien comidas que llegaba a casa sí señor.


Dos meses así, sin que se enteraran, ya teníamos experiencia de sobra para comer al menos lo que siendo nuestro no nos daban.

Años después a Lorenzo un rayo de una de las muchas tormentas que tanto nos asustaban lo mato de vuelta a casa en el camino la Cirugeda llegando a los pajares. Cuanto lo sentí, “Tia Xaltación”, que llamaba el pobre a mi madre. Hoy su hijo Ignacio, sigue siendo el mejor ganadero de Calamocha. (* Ver final)

Los últimos días de pastor.

El último año antes de vender las ovejas y marcharme a la mili, pase el verano en la Nava con un medialero que tenia Nicanor Hernando, éramos también muy amigos.

Se llamaba Aurelio Salas Bazán, juntamos los dos rebaños e íbamos una semana cada uno. Los días que me tocaban a mí, las sacaba del asiesto en la Nava y me iba con ellas a dormir al gallinero de la paidera la Retuerta, y al otro día por la Cañada al Mas o por la carretera a terminar en la Nava.

Y de la Nava a casa, y luego de vuelta a sacarlas, y todo andando, pa rriba y pa abajo y aun te quedaba tiempo de pasarte por el Canal de Dauden, y darte un chapuzón en pelotas como vinimos al mundo, todos al agua.

Que años más jodidos y felices al tiempo.

El caso es que a mí, y a las ovejas nos gustaba más la otra parte del término de Calamocha. Los animales estaban acostumbrados al campo de Santa Quiteria y tener que cruzar el Cerro las Zarzas y comer lo llevaban fatal.

El Terreno…

Para mí y el abuelo como Santa Quiteria no había nada. Recuerdo del mismo modo a Francisco Maicas, de Nueros que se caso con la Señora Petra y los tuvimos allí en casa alquilados un tiempo viviendo con nosotros.
Le compraron las ovejas al Tio Frutos Germes, y lo que pasaba entonces pues nada para empezar “juntamos los rebaños y te vas con el zagal que te vaya enseñando el término” dijo mi padre.

Menuda hicimos, tenía el Tío Germes un pesebre en el Esgarradero en la Cañada de Santa Barbará, y allí que subimos las ovejas y salíamos de careo de los dos.
Y a eso de los quince días, tu abuelo que ya pasaba pena, y que sabia como estaba la cosa, subió a verlas, y en cuanto las guipo dijo:

“Venga maño, coge las ovejas y vete ahora mismo para Santa Quiteria, que evan de culo y en cuatro días nos quedamos sin rebaño, que estas nuestras no saben comer en el monte. Venga echando hostias que de esta no salimos y entregamos el garrote”

Y allí deje al inquilino y me fui con los de la quinta…

La Dehesa, la vida, el final…

La Dehesa se la comían los Marinas, hay que joderse, que cosas, para cuatro ganaos que tenían, les sobraba el pasto a puñaos, no podíamos tocar nada, no podíamos comernos ni la hierba de nuestras viñas. Hostia puta, que cosas verdad.

Cuatro ovejas que las tenían allí en Las Ventas, que todo les sobraba, que ni salían de la Dehesa, como el perro del hortelano que ni come ni deja comer, que no te dejaban entrar.

Así que a lo que podíamos, todos a joderlos y a comernos hasta las piedras.
Y llena de perdices que estaba, que también en cuanto podíamos les poníamos lazos.

Costo líos, palos y de todo, hasta que finalmente se abrió a las ovejas, … cuantas injusticias había y hay en este mundo, copón bendito.

El Tío Gregorio el Colín, fue de los que más lucho, por “sacar la Dehesa” no paró hasta lograr que la abrieran. Su padre, había sido Guarda en la Dehesa, para los mismos Marinas y sabia como iban las trochas, no reblo, se removió Roma con Santiago y al final quedo libre.
¿Te acuerdas de Blas, su perro?, que animal, aun me parece verlo al hombre con el perro detras, y a tu abuelo con el Chuti por allá por el Peiron... tu abuelo jurando y el Tio Gregorio sonriendo...

Y aquí entregamos el garrote.

Navidad del año 2009

Ni una sola foto, 7387 palabras.
Bueno, ahora alguna palabra más y un par de fotos...
Recuerdos a todos.
Gracias
JESUS

(* Hace unos días, Ignacio le recordaba a mi padre una anecdota más. Ambos coincidieron en la Cañadilla, entiendase que estaban de entierro, y lo que pasa, echaron hablar de las ovejas, oye, si tienes internet tienes que leerlo le dijo mi padre... y a escape lo leyo.

Aprovechando un momento en el velatorio Ignacio le vino a contar lo siguiente, de lo cual mi padre, bien poco recordaba, a proposito de la venta de las ovejas:
Pero hombre, José María, como no te vas acordar, no me digas que no lo has contado, con la que preparon entre tu padre y el mio, el día que vendisteis la ovejas al hombre aquel de Burbaguena....
Que al enterarse mi padre de que habias cerrado el trato le falto tiempo para salir corriendo y bajarse a ver al Tio José y pedirle las dos mejores borregas que tenias, ... pues no era caprichoso ni nada mi padre para estas cosa.
Que si te acuerdas bien, unos dias antes, ya os habiamos comprado el Mardano ese ultimo que tenias, que era de Navarrete, y que se lo habias cambiado a un pastor por una borrega de esas tan buenas que criabais.
Sabes que tienes razon, ahora recuerdo que fui a Navarrete a por aquel ultimo Mardano mio con la oveja mansa y la borrega, a casa de Jose Moreno, por alli detras de los Ariñez, que me encapriche a ultima hora del animal, y si, que lo traje,... y en cuanto lo vio tu padre, lo mismo, enseguida le echo el ojo y se encapricho, y si, si que se lo vendimos, aunque ya era un hijo de aquel Mardano, el que se llevo.
Pero a mi padre a caprichoso no le ganaba nadie, asi que no contento con el último Mardano de Navarrete, le falto tiempo para ir a ver al Tio Auge y decirle:
Oye, ya has cerrado el trato con el de Burbaguena, ¿ya las han vendido?, ... que no me daras dos borregas de esas tan buenas que tienes,mal a de ser que se dé cuenta, que aun a nosotros siendo buenos ganaderos, se nos pasarian .. y a tu padre le sobro tiempo para decirle, pues llevate las que quieras, que el trato ya esta cerrado, pero hemos quedado en contarlas cuando se las lleve.
Y asi fue, el caprichoso ya tenia el Mardano comprado y las dos Borregas a cuenta del de Baguena, ... pero ah amigo, con los de la Ribera ...
El caso es que al otro día viene el Tampanillas de Burbaguena a llevarselas, con el dinero por delante y le dice a tu padre, "oiga, esto no es lo que habiamos acordao, que yo me acuerdo del rebaño y aqui me faltan dos borregas, las mejores, como para no echarlas en falta, ¿ande estan?, venga saquelas de la corte donde esten que me las llevo"...
Y se las llevo, y mi padre se quedo sin las borregas, que hubo de ir de prisa y corriendo a casa a por ellas.
Mecagüen el tio el copon decia mi padre, mira que darse cuenta... si es que no te puedes fiar de nadie, siempre hay alguno mejor ganadero que tu."

Hace unos dias, mi padre recordo, quien habia pagado el celébre Mardano finalmente...

Resulta que al parecer no solo era caprichoso, sino tambien despistado, muy despistado, y pasaron los dias, y los meses ... hasta que un día mi abuelo, el Tio José camino del hortal se encontro, no con el caprichoso y despistado sino con algun pariente, ahora no recuerdo quien, y este a escape le recordo el Mardano a mi abuelo:

"Oye pero que Mardano más bueno le vendiste a mi ... (Pariente), ¿has visto que borregas mas buenas esta criando?, ¿de donde era ese Mardano?"

Cuidao sea de vuelta, le dijo mi abuelo, porque aun no me lo ha pagado, se ve que no se acuerda, que le vamos hacer ya se acordara.

En eso, que el pariente de tu abuelo, echose mano a la cartera, saco el dinero y le pago, ante el asombro de mi abuelo que jamas penso que a pesar de hablero vendido, fuese a cobrarlo.

Gracias por la anecdota

Marzo de 2010, casi San José

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A Vicente….

Quien de vez en cuando lee y recuerda.

Y no te acuerdas Josemaría de cuando juntábamos las ovejas, pasado el verano, y tu te gobernabas con ellas, mientras yo me iba a vendemar para Fuertes allí al Campillo, y luego nos partíamos el jornal, para tener alguna perrica con la que ir tirando…

Y de las viñas, cogíamos los mejores racimos y luego en los ribazos de piedra las escondíamos, recuerdas, abríamos un hueco entre las piedras, poníamos un baño de hojas, luego las uvas, luego mas hojas, mas uvas, … y a taparlo bien tapao, que no se viera, porque todos los críos hacíamos lo mismo, y luego íbamos como locos buscando nuestras uvas y las de los demás para comerlas cuando ya no había, que teníamos uvas ya casi hasta navidad.

Y te dejaste de contar, lo que haciamos cuando entrabamos en la Dehesa, que les poníamos a las ovejas que llevaban esquilos un puñao de pipirigallo dentro para que no sonase y no nos oyesen, de miedo que había a que nos pillaran.


viernes, 4 de diciembre de 2009